Re: Colaboración Finestra Digital
Creo que ya está
No se si serviría para la Plataforma MJEI porque no me he ceñido al caso noticia a noticia. Lo que lo que a nosotros nos alimenta informativamente cada día a la gente le resbala. Lo he escrito con una visión más general con un poco de antecedentes para situar a la gente, ya que esto va para no-fans.
_____________________________________________
Especial Michael Jackson: Crónica de una injusticia.
Hablar de Michael Jackson no es hablar de un artista. Hablar de Michael Jackson es hablar de un dios para algunos y un demonio para otros; es hablar de música, de cirugía, de vídeos musicales impactantes y de una vida privada fuera de lo corriente, de megalomanía y de genialidad envuelta en locura. En realidad, el nombre de Michael Jackson hace despertar esa parte de nuestro cerebro donde guardamos los prejuicios. Tanto que olvidamos que tras el personaje existe una persona.
Muchos de nuestros padres no se conocían aún cuando Michael, junto a sus hermanos, coleccionaba ya sus primeros números 1 en las listas norteamericanas, desbancando incluso a los Beatles. Lo promocionaban como "El sonido de la joven América" y era el orgullo de una nación que quería dar una imagen de integración racial, al menos en los campos más vistosos y menos comprometidos, como la música y el deporte. Sin saberlo, un Michael de 11 años de edad ya estaba siendo utilizado por un sistema que en nuestros días le está dando la patada.
Michael creció y, una vez en solitario, deslumbró a público y crítica con su primer álbum maduro, "Off the wall", que fue sólo el preludio de lo que estaba por llegar. "Thriller" encumbró a Michael a un estatus del que no ha disfrutado ningún artista hasta la fecha. Este año el álbum cumple sus 20 años y sigue sonando fresco como el primer día. Todavía nadie ha conseguido bajarlo del número 1, del puesto de honor en la lista de los más vendidos del mundo, habiendo sobrepasado la barrera de los 60 millones de copias en todo el planeta. Su música y su imagen estaban tan enraizadas en los hogares norteamericanos que el entonces Presidente Reagan lo nombró "Ejemplo para los Jóvenes de América". América era Michael Jackson. Pero no nos engañemos, América también era su flamante ejército cuando partió para Vietnam y años más tarde lo repudiaron tras la derrota.
Nada hacía presagiar la caída del símbolo americano, del Rey Midas de la música. Cada tema suyo cruzaba el mundo y le reportaba premios, dinero, fama... Quizá llegó a tener demasiado. Al menos para un negro. O eso pensaron muchos. Los padres de los adolescentes blancos odiaban a Chuck Berry porque les traía esa música africana diabólica que acabó llamándose 'Rock & Roll'. Pronto encontraron a Elvis, un sustituto blanco, y lo encumbraron hasta la estratosfera. Elvis también fue América. Pero Michael no tenía parangón. La prensa sensacionalista, empeñada en ocultar el sol tras un dedo, descubrió el filón. "Michael es un extraterrestre", "Michael duerme en una burbuja", "Su mejor amigo es un mono", "Se opera y se cambia la piel"... El cantante jamás creyó que estos titulares pudieran perjudicar una carrera inmaculada. Él ayudaba con su inmensa fortuna a los más necesitados, daba mensajes de paz, amor, ecología... Quería curar el mundo. Un falso rumor no podía acabar con toda una vida ejemplar. ¿O sí?
El cáncer de los tabloides se extendió y se hizo cada vez más fuerte. De poco sirvió que Michael admitiera que su piel se decolora por sufrir una enfermedad cutánea, vitíligo, y que está orgulloso de ser negro a pesar del color que muestre ahora su piel; que la 'burbuja' en la que supuestamente dormía era una cámara hiperbárica que donó a un hospital para tratar quemaduras... Ya daba igual, la bola de nieve se había hecho imparable. Y para poner la puntilla, llegó lo único que los ojos del mundo jamás le perdonarían: fue acusado de abusar de un menor.
En 1993 un niño acude a un psicólogo y durante la terapia le cuenta que Michael ha abusado de él. Un famoso abogado se ocupa de representar al niño y el fiscal de su zona se dispone a acabar con Jackson. Para resolver el asunto, Michael paga una suma de dinero a la familia del niño y a su abogado, con lo que el caso no llega a juicio. Al menos eso es lo que todos sabemos. Lo que nos dijeron. Lo que necesitábamos saber para condenar a Michael sin juicio. "Si pagó, fue por algo", decíamos.
Por suerte, ahora tenemos acceso a la información. Ahora, películas como "Fahrenheit 9/11" pueden mostrarnos lo que hay detrás de las noticias que nos quieren mostrar. Con la historia de Michael ocurre lo mismo. Siempre hay dos caras. Y en este artículo veremos brevemente lo que ocurrió tras el caso de 1993 y lo que está ocurriendo en la repetición actual.
En 1993 Michael conoce por casualidad a un joven fan llamado Jordan. Ambos entablan una amistad que comienza a comprometerse cuando el padre del niño, que estaba divorciado de la madre y había perdido la custodia de los hijos, trata de conseguir dinero del cantante para dejar su profesión de dentista y comenzar su verdadera vocación: ser guionista en Hollywood. Sus demandas de dinero, incluso para comprar una casa nueva, inquietan a Jackson, hasta que pasan de ser peticiones por las buenas a chantaje. Si no recibía el dinero exigido denunciaría a Michael. Lo hundiría ante el mundo y conseguiría así la custodia culpando a la madre de negligencia. Michael volvió a equivocarse cuando pensó que nadie creería una acusación tan descabellada. Los medios encontraron carnaza y se cebaron. Se pagaban sumas astronómicas por cualquier declaración, sin importar que fuera falsa o verdadera. El cantante, hundido, desapareció de la vida pública y lo dejó todo en manos de sus abogados. Sus contratos empezaron a menguar y su imperio económico se tambaleó. Desde fuera todos hemos pensado alguna vez que si realmente era inocente no debió pagar. Seguramente, pero no fue él quien pagó. Su compañía de seguros sabía que un juicio sería largo, costoso y haría perder mucho tiempo, trabajo y dinero a Michael. Ellos correspondieron al chantaje. Las supuestas víctimas no querían justicia, sino dinero, y lo tuvieron. La denuncia se esfumó.
Diez años después, otro caso parece dar la razón a los que creían que el artista fue culpable en el primero. La lógica nos invita a pensar: "Vale, una vez puede pasar, pero dos denuncias son demasiado". Nada más lejos de la realidad. Estamos ante una réplica de la primera denuncia. Sólo han cambiado un par de actores. Un niño acude a un psicólogo y durante la terapia le cuenta que Michael ha abusado de él. Un famoso abogado se ocupa de representar al niño y el fiscal de su zona se dispone a acabar con Jackson. ¿Os suena? Pues, 'casualmente', ese psicólogo, ese abogado y ese fiscal son los mismos que hace 11 años. No son los únicos que repiten. La periodista, amiga del fiscal, que 'destapa' el caso en exclusiva en 1993 es la misma que tiene la exclusiva en noviembre de 2003. Incluso acompaña a la policía durante el primer registro de Neverland, el rancho del cantante.
El caso comienza con una espectacular rueda de prensa donde el fiscal Tom Sneddon, tras 10 años buscando algo a lo que agarrarse para cazar a Michael, está pletórico y sonriente. Dice que hay muchos niños que van a testificar contra Michael y da un teléfono para otros damnificados. Bromea con el caso e invita a comer a los periodistas entre risas y chistes. Su show es tan lamentable que antes de volver a hablar ante los medios tiene que contratar una empresa de relaciones públicas, porque no puede permitirse dar esa imagen de nuevo. Miente al decir que hay más niños y el teléfono que ofrecen para recoger nuevas denuncias no recibe llamadas. El caso está apoyado en un único testimonio, el de Gavin Arvizo.
Gavin era un chico de 12 años al que le diagnosticaron cáncer terminal. Los médicos le habían indicado que no había ninguna esperanza. Su padres estaban divorciados y la custodia del chico pertenecía a la madre, como en el caso de 1993. Tanto ella como sus tres hijos, Gavin y dos hermanos, estaban viviendo en la más absoluta pobreza y una fundación benéfica se ocupaba de Gavin. En una ocasión, la fundación consigue que el chico cumpla su sueño antes de morir: conocer al actor de cine Chris Tucker. Éste, muy amigo de Michael, promete llevarlo a Neverland para pasar allí un día fabuloso. Una vez allí, Michael congenia con él, y, conmovido por su historia, el cantante acoge al chico y su familia, y le paga un tratamiento que hace que su enfermedad remita y desaparezca definitivamente. Gavin recupera el pelo y la salud contra todo pronóstico de los médicos. Michael alquila una casa para que la familia pueda vivir allí y le compra un coche para que visite Neverland a menudo.
Así pues, Gavin le debe la vida a Michael, como tantos otros niños a los que ha ayudado con sus enfermedades a lo largo de los años, y aparece en un documental sobre el cantante, diciendo lo mucho que significa para él poder estar con Michael y admite haber estado en su dormitorio. El Servicio de Protección de Menores de Estados Unidos, avisado por un telespectador que ve el programa, abre una investigación. Gavin y su familia tranquilizan a esta entidad sobre la relación de Michael con el chico y sus hermanos. Todo esto ocurre un año antes de que aparezca la acusación, pero prende la mecha. El fiscal Sneddon quiere acabar con el caso que se le escapó de las manos una década antes. Entra entonces en contacto con la madre Gavin y comienzan entre todos a urdir el plan.
¿Qué empuja a la madre a volverse contra Michael? El mismo motivo de siempre: dinero. Sneddon afirma que en este tiempo se ha cambiado la ley en California para que las supuestas víctimas puedan ser obligadas a cooperar con la ley y declarar en un juicio aunque el cantante les ofrezca dinero, pero no habla de que el mismo Estado de California tiene previstas dotaciones económicas para las personas involucradas en este tipo de delitos. Por no hablar de gente con mucho poder y dinero que está dispuesta a sufragar la encarcelación de Michael. Algunos, interesados, por ejemplo, en especular con el gigantesco terreno de Neverland una vez que le fuera expropiado. Recordemos que este juicio no se lleva a cabo en Beverly Hills, sino en una sala con capacidad para 80 personas en un pueblecito del viejo oeste americano, con su sheriff, su fiscal y su juez de toda la vida. Un jurado popular compuesto por sus 'vecinos' incluiría a una mayoría de agricultores blancos y gente que poco tiene que ver con el estilo de vida de Jackson. Todos ganan, el fiscal cierra su 'vendetta' particular y se retira con una buena jubilación y una medalla al mérito, y la familia Arvizo sale con los bolsillos llenos.
Pero, ¿es posible que dos desconocidos puedan acabar con uno de los artistas más influyentes y ricos de la historia? Sí, pero hay más intereses en juego. Hay mucha más gente que se va a llenar los bolsillos con esto. En un primer vistazo, las cadenas de noticias, los tabloides, la prensa en general... En EE.UU. hay canales de televisión especializados en airear escándalos de este tipo y no pueden quedarse sin materia prima. Pero los más peligrosos son los que no se ven superficialmente. Si indagamos un poco en la lista de 'enemigos' de Michael, nos encontramos con magnates de discográficas cuyo interés en sacar a Jackson de la circulación les pueden reportar miles de millones de dólares. Hablo de quienes esperan conseguir el famoso catálogo de canciones de los Beatles, cuya mitad pertenece a Michael y tiene un valor incalculable. Estamos ante una ruleta rusa en la que todos ganan, menos el que se lleva el balazo.
Ciñéndonos al caso, encontramos que el fiscal ha pedido más de un centenar de órdenes de registro y no ha encontrado un ápice de prueba que demuestre el presunto delito. Ya que el chico reconoció ante la televisión mundial lo feliz que estaba siendo amigo de Michael, Sneddon tiene que reducir el tiempo del presunto abuso. Según él, todo comenzó la noche que se emitió el documental y acabó un par de semanas después. Un pederasta tiene una media de 200 víctimas a lo largo de su vida, no dos a lo largo de 10 años y sólo durante 15 días de abusos con cada una. Las cosas se ponen feas para demostrar lo indemostrable. El Fiscal está siendo investigado en estos días por registros y tomas de pruebas de manera irregular o ilegal. Está nervioso porque todavía no ha empezado el cuento de la lechera y ya se le está resquebrajando el recipiente. En uno de estos registros, entró en el domicilio de un cámara que trabaja para Michael, lo esposó y se llevó ordenadores y cintas de vídeo. Para su sorpresa encontró grabaciones del niño y su familia alabando a Jackson y agradeciéndole la nueva vida que les ha brindado.
Sneddon cambia de estrategia. Se olvida del presunto abuso, del que sabe que no va a encontrar nada sólido, y acusa a Michael de secuestrar a la familia y obligarla a grabar esos vídeos. Durante el periodo del presunto secuestro, la familia tenía un chófer que la llevaba de compras (con el dinero de Michael, por supuesto) y vivía entre Neverland y un hotel de lujo en la zona turística californiana de Calabassas. El último día que tuvo contacto con Michael antes de que estallara el escándalo, le pidió a su chófer que la llevara a casa del abuelo del chico. Así escapó la familia de su supuesto cautiverio.
Estamos ante una historia de película cuyo guión no se sostiene por sí mismo. Ante un hombre que ha sido juzgado y condenado por la prensa y los prejuicios de la sociedad. Supongo que está en la naturaleza humana el usar chivos expiatorios o ajusticiamientos públicos para el deleite del personal antes que buscar la verdad. Yo no dejaré de buscarla, incluso más allá del veredicto. Sea el que sea.
[Antonio Arias]