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Como muchos del foro sabéis soy periodista. Eso es, como todo, bueno y malo. Al igual que a Michael (pero en menor escala, lógicamente...) me hace ser objeto de muchas críticas basadas en dimes y diretes y, porqué no decirlo, también me llegan a salpicar los insultos del tipo "todos los periodistas son unos cabrones".
Sin embargo, en este caso, basándome en mi experiencia profesional, he decidido hacer un análisis meramente periodístico del trabajo de Bashir. He intentado ser lo menos "malo" posible y olvidar mi condición de fan y, por ello, os expongo a continuación mis resultados:
Bashir es un mal entrevistador. Esto, que de golpe y porrazo suena pretencioso, tiene un fuerte fundamento: cuando uno ve Living with Michael Jackson, puede observar en más de diez ocasiones a Bashir montado en un coche, pensativo, etcétera. Sus voces en off no aportan nada que no sean sus impresiones personales, pero nunca con datos. Quiere apoderarse del interés del programa...
Y, esto da pena, porque viendo el reportaje, uno se da cuena que Michael es esa persona a la que da gusto entrevistar; es él quien habla, sonríe y muestra su vida. Los primeros minutos dan pie a la esperanza. Parece que el trabajo va a despegar, pero no lo hace. Bashir comete el error del peor de los periodistas: perder su personalidad. Utiliza como techo la entrevista que le hizo Oprah (oh! gran Oprah!) y ahí es donde se le acaba de caer por completo el tinglado. Repite preguntas absurdas que ya se contestaron en su momento y, ¿por qué no decirlo? Es torpe a la hora de preguntar y meter el dedo en los asuntos peliagudos.
En ese momento, al final de la entrevista, cuando se da cuenta por fin de que Michael no ha contribuido a ese circo que pretendía montar, Bashir desciende otro peldaño más para llevar al entrevistado al terreno del nerviosismo. Lo consigue, pero, haciendo un acto de reflexión, ¿es esa la tarea de un periodista? Bashir debería comprender que no es un juez. Ningún profesional de la información tiene el derecho de preguntar a borbotones, como los fiscales y abogados. Las cuestiones seguidas, una tras otra solo consiguen poner tenso a Michael para, finalmente, no conseguir nada. Porque es eso lo que tenemos tras la entrevista: nada.
Sabíamos que Michael amaba a los niños, pero Bashir no llega a profundizar en el verdadero tema por su pasión pertinaz por intentar demostrar que detrás de esa gran cantidad de niños sonrientes hay intenciones sexuales. Cuando descubre que todos hablan bien de él, que sonríen, que lo ven como a Peter Pan, Bashir monta en cólera. Y, claro está, no hay nada peor que un periodista nervioso, inseguro; inseguro tras haber malgastado ocho meses de su vida profesional para hacer lo que se llama un trabajo "a medio camino". No llega a ser sensacionalista porque Michael lo evita en la medida de lo posible, y en la entrevista no se oye nada que no se haya dicho ya. No llega a ser interesante a los fans porque cada vez que parece que algo va a destacar, él tira de la cuerda para llevar a Michael al terreno de los nervios, y lo estropea todo. No llega a ser nada.
Por último, uno de los peores errores que puede cometer un entrevistador: la documentación. Si alguien va a tener la oportunidad de pasar ocho meses con Michael Jackson debería haber visto antes todo lo que existiera sobre él en los medios: otras entrevistas, videos musicales, crónicas de conciertos, etcétera. Esa hubiera sido la única fórmula para haber hecho interesante desde el punto de vista periodístico su trabajo.
Para los fans quedarán esas imágenes maravillosas de un Neverland resplandeciente y de los niños sonriendo. Para el resto de mortales, por desgracia, no ha sido la oportunidad para conocer al verdadero Michael Jackson porque Martin Bashir se ha ocupado de convertirse a sí mismo en el protagonista de una historia para la que había escrito un principio y un fin, pero finalmente, no le ha encajado el intermedio. Señor Bashir, el prestigio periodístico cuesta mucho ganarlo y se pierde en un chasquido.
Si tuviera que calificarlo, estaría suspenso. El entrevistador nunca puede pretender ser el protagonista, y Bashir con sus idas y venidas en coche a lo Richard Gere en Pretty Woman y su voz en off que chocaba con lo que se apreciaba en la imagen, lo intenta.
Dictamen: Bashir tiene que repetir curso
Un saludo amigos.
Sin embargo, en este caso, basándome en mi experiencia profesional, he decidido hacer un análisis meramente periodístico del trabajo de Bashir. He intentado ser lo menos "malo" posible y olvidar mi condición de fan y, por ello, os expongo a continuación mis resultados:
Bashir es un mal entrevistador. Esto, que de golpe y porrazo suena pretencioso, tiene un fuerte fundamento: cuando uno ve Living with Michael Jackson, puede observar en más de diez ocasiones a Bashir montado en un coche, pensativo, etcétera. Sus voces en off no aportan nada que no sean sus impresiones personales, pero nunca con datos. Quiere apoderarse del interés del programa...
Y, esto da pena, porque viendo el reportaje, uno se da cuena que Michael es esa persona a la que da gusto entrevistar; es él quien habla, sonríe y muestra su vida. Los primeros minutos dan pie a la esperanza. Parece que el trabajo va a despegar, pero no lo hace. Bashir comete el error del peor de los periodistas: perder su personalidad. Utiliza como techo la entrevista que le hizo Oprah (oh! gran Oprah!) y ahí es donde se le acaba de caer por completo el tinglado. Repite preguntas absurdas que ya se contestaron en su momento y, ¿por qué no decirlo? Es torpe a la hora de preguntar y meter el dedo en los asuntos peliagudos.
En ese momento, al final de la entrevista, cuando se da cuenta por fin de que Michael no ha contribuido a ese circo que pretendía montar, Bashir desciende otro peldaño más para llevar al entrevistado al terreno del nerviosismo. Lo consigue, pero, haciendo un acto de reflexión, ¿es esa la tarea de un periodista? Bashir debería comprender que no es un juez. Ningún profesional de la información tiene el derecho de preguntar a borbotones, como los fiscales y abogados. Las cuestiones seguidas, una tras otra solo consiguen poner tenso a Michael para, finalmente, no conseguir nada. Porque es eso lo que tenemos tras la entrevista: nada.
Sabíamos que Michael amaba a los niños, pero Bashir no llega a profundizar en el verdadero tema por su pasión pertinaz por intentar demostrar que detrás de esa gran cantidad de niños sonrientes hay intenciones sexuales. Cuando descubre que todos hablan bien de él, que sonríen, que lo ven como a Peter Pan, Bashir monta en cólera. Y, claro está, no hay nada peor que un periodista nervioso, inseguro; inseguro tras haber malgastado ocho meses de su vida profesional para hacer lo que se llama un trabajo "a medio camino". No llega a ser sensacionalista porque Michael lo evita en la medida de lo posible, y en la entrevista no se oye nada que no se haya dicho ya. No llega a ser interesante a los fans porque cada vez que parece que algo va a destacar, él tira de la cuerda para llevar a Michael al terreno de los nervios, y lo estropea todo. No llega a ser nada.
Por último, uno de los peores errores que puede cometer un entrevistador: la documentación. Si alguien va a tener la oportunidad de pasar ocho meses con Michael Jackson debería haber visto antes todo lo que existiera sobre él en los medios: otras entrevistas, videos musicales, crónicas de conciertos, etcétera. Esa hubiera sido la única fórmula para haber hecho interesante desde el punto de vista periodístico su trabajo.
Para los fans quedarán esas imágenes maravillosas de un Neverland resplandeciente y de los niños sonriendo. Para el resto de mortales, por desgracia, no ha sido la oportunidad para conocer al verdadero Michael Jackson porque Martin Bashir se ha ocupado de convertirse a sí mismo en el protagonista de una historia para la que había escrito un principio y un fin, pero finalmente, no le ha encajado el intermedio. Señor Bashir, el prestigio periodístico cuesta mucho ganarlo y se pierde en un chasquido.
Si tuviera que calificarlo, estaría suspenso. El entrevistador nunca puede pretender ser el protagonista, y Bashir con sus idas y venidas en coche a lo Richard Gere en Pretty Woman y su voz en off que chocaba con lo que se apreciaba en la imagen, lo intenta.
Dictamen: Bashir tiene que repetir curso
Un saludo amigos.
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