Interesante post. Muy presumiblemente, uno de los más excelsos de los expuestos en el foro en los últimos años. De hecho, no hemos sino de atestiguarlo, en virtud de la masiva afluencia que él ha despertado.
Sea confirmada, o no, su autenticidad bajo el anonimato del entrevistado, he de admitir que nos deja pinceladas muy diversas acerca de Michael, tanto en los ámbitos personal, musical, como en el modo en que Jackson concebía su obra y el propósito que, en todo momento, debía concebir. Incluso he atreve a aventurar valoraciones favorables o críticas en relación con fenómenos culturales de nuestro tiempo, en boca de Michael, algo imposible de certificar.
En líneas generales, muestro conformidad con algunas afirmaciones, y en otras, no tanto. Por ejemplo, la buena recepción que le merece Behind the Mask -en mi opinión, una de las mejores (muy escasamente atinadas) adaptaciones póstumas-. En cambio, alabar la nueva remezcla de Blue Gangsta y desestimar Slave to the Rhythm constituye, a mi juicio, todo un despropósito, amén de una singular contradicción. Si Michael Jackson hubiera sido testigo del ejemplar de 2014 correspondiente a la primera pieza -un tema excepcional, tal y como la conocemos en su versión original-, habría palidecido a la mínima oportunidad. Uno de los patinazos más graves del binomio Estate-Sony desde 2009, no muy lejos del tridente de pistas apócrifas.
Concuerdo con el interpelado, igualmente, en que Keep Your Head Up habría supuesto una composición típica en Michael, de haber recaído en sus manos, y de haberla interpretado personalmente.
Me alegra saber el hecho de que Jackson manifestaba, al parecer, cierta sintonía para con Just Good Friends, un dúo que no trascenderá a los anales de la posteridad, pero que, aun alejado de los estándares de superlatividad imperantes en otras canciones de Bad, o de temas coetáneos en el tiempo, demostró que, en aquella etapa, Michael promediaba un estándar de calidad de promedio alto, exhibiendo unos arreglos dinámicos y rítmicos, con sello y entidad propios.
El álbum HIStory, sobre el que ya me pronuncié tiempo atrás, ha sido objeto de una opinión polarizada en torno al mismo. Unos, lo veneran, como una pieza parangonable al de sus otrora cuatro clásicos en solitario; otros, salieron tras su primera escucha un tanto decepcionados.
Recopilatorio de grandes éxitos aparte, yo contemplo un gran concepto de dicho disco, el más político, contestatario y directo de Michael. Huyó de la sutileza de trabajos anteriores, no se atuvo a congraciar el paladar de un público mainstream, sino a señalar con el dedo acusador las injusticias, a nivel personal, y/o global, que él consideraba más apremiantes. Todo ello, expresado de una manera desgarradora y auténtica, sin por ello renunciar a su impronta e identidad, sino suponiendo una vuelta de tuerca adicional a su repertorio preexistente.
Invincible procuró, como bien sostiene este señor, un notorio cambio de registro con respecto a las coordenadas apuntadas en el párrafo precedente. En efecto, demasiado drástico hacia lo comercial. Ello desembocó en que, para una parte de sus seguidores, los cuales se habían acostumbrado a un endurecimiento paulatino y creciente de su sonido y propuestas, el retorno a letras de amor, a melodías de R&B estandarizado entrañara un cierto paso atrás en sus pretensiones de convergencia hacia el control absoluto de su obra, como artista completo y consumado, capaz de proponer una oferta atractiva, impactante, madura y acorde a las inquietudes de un hombre de 43 años.
De todo ello, se tradujo en un resultado final plagado de interrogantes e incógnitas sin resolver, con una terna de canciones inconexa y poco meditada, una nómina de ellas de factura intachable, otras notables, y alguna que otra por debajo de sus credenciales, y por encima de todo lo anterior, la impresión de carecer objetivamente de rumbo y de un exceso de colaboradores, así como de adolecer de un afán más allá del puro y simple producto y artefacto de entretenimiento. Que no es poco, pero cuya divisa palidece ante los demás pretéritos, impulsados bajo unos designios mucho más ambiciosos. Mutilado promocionalmente por Sony, de haber gozado de un mayor respaldo publicitario por parte de su discográfica, sus ventas hubieran obtenido mejores registros, con independencia de que, en lo relativo a sus predecesores, se halle, en términos de calidad musical, un tanto distante de aquéllos. Porque Invincible, con o sin difusión, goza del mismo contenido del que todos tenemos constancia y consideración, sin padecer, producto de una mayor viralidad mediática, de un embellecimiento o devaluación, en función de su presencia o destierro en el foco de lo visible.
En 2001, se terciaron una serie de factores que condujeron al cúmulo de acontecimientos finalmente producidos: la condición física y anímica de Michael no se hallaban, precisamente, en su culmen más óptimo; el público medio, por alguna razón, perdió cierto interés por Jackson desde un punto de vista estrictamente musical -ante la emergencia de los valores de nuevo cuño, prefabricados por la industria desde fines de los 90, y como resultado de la extinción de la cultura del misticismo que el entorno próximo a Michael había practicado en torno a su figura, sumida en ambigüedades y un cierto halo de misterio, desde comienzos de los años 80-. Y, quizá -yo así lo asevero-, por primera vez desde 1979, Michael no había presentado en sociedad un proyecto que encerrara un acusado cambio de paradigma sónico en el panorama internacional, ni en las tendencias imperantes en el contexto en que vio la luz. De ahí su menor entidad como fenómeno sociocultural. Como si con posterioridad a HIStory, Michael se hubiera exclamado a sí mismo, a la hora de pergeñar Invincible: y ahora, ¿qué hago? Si ya lo he hecho todo -como icono pop mundial, y sin ser desdibujada consigo su identidad-.
La pregunta, susceptible de ser inquirida en otro post, sería la siguiente: ¿a cuánto ascendía, en 2001, el grado de posibilidad de reinvención de Michael Jackson como estrella pop, referente de generaciones, a fin de concitar la adhesión de la nueva hornada joven emergente? ¿Le habría correspondido la responsabilidad de reorientar su carrera hacia otros desafíos más compatibles con su dilatada veteranía, aun corriendo el riesgo de desmarcarse de las corrientes más candentes de cada ciclo musical? Como, por ejemplo, ¿el Óscar a la mejor BSO? ¿Su reconversión en músico total, dueño de su propia creación, y no tanto en entretenedor?
Un cordial saludo.