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"Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio" (Albert Einstein)

Siberian Husky

Con el alma y mente puestos en mi madre
Un grupo de científicos confinó a cinco monos en una jaula, en cuyo centro ubicaron una escalera y, sobre ella, un montón de bananas. Cuando uno de ellos trepaba por las escaleras a fin de agarrar las bananas, los científicos lanzaban un chorro de agua fría sobre los que quedaban en el suelo. Después de algún tiempo, cuando un mono se predisponía a subir, los otros lo agarraban a palos. Transcurrido algún tiempo prudencial, ningún simio accedía a ascender por la escalera, a pesar de la tentación de las bananas.

Entonces, los científicos sustituyeron a uno de los monos. Lo primero que hizo fue, en efecto, discurrir por la escalera, siendo rápidamente detenido e interceptado por los otros, quienes le atizaron y pegaron. Tras algunas palizas, el nuevo integrante del grupo ya no se predispuso a nuevas internadas. Un segundo mono fue reemplazado, y ocurrió exactamente lo mismo. El primer sustituto participó con entusiasmo de la paliza al novato, siendo el que mayor daño infligía. Un tercero fue relegado, y se reeditó el hecho consumado. El cuarto y, finalmente, el último de los veteranos fueron suplidos.

Para contrarrestar lo descrito con anterioridad, los científicos concertaron un encuentro, entonces, con un grupúsculo de cinco monos que, aun cuando nunca habían recibido un baño de agua fría, proseguían noqueando a todo aquél que procurara llegar a las bananas.

Si fuera posible trasladarles a alguno de ellos el motivo de las palizas propinadas a quienes intentaran subir la escalera, con certeza la respuesta habría sido la siguiente: "No sé, las cosas siempre se han hecho así aquí...". ¿No os resulta sumamente conocida tal afirmación? Por esa razón, una buena parte de la humanidad acepta las reglas sin reflexionar acerca de su entorno más inmediato, siendo oprimidos sin contestación, es decir, el porqué estamos haciendo las cosas de una manera, cuando a lo mejor las podríamos ejecutar de otra, bien diferente, al servicio de la comunidad.

De ahí el título de este post, inspirado en una máxima proferida, muy atinadamente, por Albert Einstein: "Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio".

Personalmente, ¿se han sentido identificados, en primera persona, con el relato que les he trasladado? ¿O en su ámbito más próximo y cercano? ¿De qué modo paliaríais dicho hábito, contraído, lamentablemente, como tónica común denominadora en la mayoría de los casos, a lo largo de la humanidad, desde que ésta porta constancia de su sino existencial? ¿Y qué factores lo motivan y desencadenan?

Un placer. Y dispuesto a presenciar sus respuestas y sesudas reflexiones, con franqueza y respeto hacia todas ellas.
 
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Creo que las cosas que siempre se "han hecho así" está bien hasta cierto punto y hasta que uno no se arme de valor nadie las va a cambiar. Si todos van de negro cuando se muere alguien se dice que es por el luto y por que siempre se ha hecho así, entonces, cuando alguien se viste de verde o de blanco la gente dice que no se guarda el luto. Acaso el color de la ropa significa que no te acuerdas de una persona fallecida o que le guardas menos respeto? Vaya gilipollez.
A mi las cosas que se han hecho siempre de la misma manera me ponen de los nervios e incluso lo de " se hace como Dios manda", quizás yo sea una rebelde pero si a mi no me da la gana hacer una cosa ¿quién es la sociedad para obligarme a hacerlo de una manera?
Creo que vivimos en un mundo en el que nos dejamos influenciar demasiado por el resto, yo soy la primera que deja de hacer cosas por el que dirán o por si está bien visto pero espero llegar a un punto en que eso me importe poco y hacer lo que realmente me de la gana y si tengo que mandar a la mierda a alguien pues lo mando y tan feliz que me quedaré.
 

Siberian Husky

Con el alma y mente puestos en mi madre
Gracias por tu participación, albychan,

Las motivaciones, causas, fenómenos y elementos determinantemente influyentes en la predisposición de un individuo (en un cierto contexto de interacción social con el medio que le rodea, a lo largo de su vida) a concebir un cierto modo de vida en comunidad o, en su defecto, a transigir -tolerar y respetar, aun no compartiéndolo- alternativas a lo 'establecido' como predominante, por el statu quo institucionalizado en su área de residencia, son las siguientes:

a) La experiencia personal vivida.
b) La tradición local presente en la circunscripción en la que uno se halle radicado (aunque no en todos los supuestos dados, pues es bien sabido que, ocasionalmente, se detectan episodios de reacción personal inversamente proporcionales al clima social, político, ideológico, cultural preeminente en una localidad dada, a resultas de las sensaciones traumáticas, y ampliamente desfavorables, contraídas por el sujeto en cuestión, en vida).
c) Ubicación en la estructura de clases (en lo tocante al grado de sensibilidad al grado de necesidades sociales demandadas por quienes figuran por encima, o por debajo, de ti, en el sistema de estratificación social).
d) Ténicas de la propaganda cultural de masas (medios de comunicación, como principales definidores de tendencias modales y patrones de socialización cultural, consciente y/o inconscientemente imbuidas en nuestra psique, desde nuestra más tierna infancia).

En este sentido, este tema me ha permitido saborear, en la retina de mi memoria, la disputa antagónica que protagonizaban los intelectuales (ambos, abocados al exilio, con posterioridad a la Guerra Civil española) en los años grises del franquismo; a saber, Américo Castro y Claudio Sánchez-Albornoz, acerca de las razones de la perdición de España, así como de su ethos de cuerpo extraño (empleando una expresión del genial Ricardo Macías Picavea -lean el didáctico El Problema Nacional (Biblioteca Nueva), para atestiguarlo-), el cual nos había abocado, en opinión de tales eruditos, a la abrupta e incorregible división interna y al atraso secular, en relación con los países más avanzados y de mayor vanguardia, de nuestro entorno sociocultural europeo. A juicio del primero, la absorbente presión intimidatoria ejercida por una mayoría de 'católicos fanáticos', portadores de 'carices cincelados a base de cera' (tal y como también sostenían los noventayochistas), más apegados al seguidismo inconsciente del púlpito que a la racionalidad cabalmente meditada -en contraposición antitética al erasmismo español, truncado fatalmente en pleno siglo XVI- y al afán de ostentación, más que al enriquecimiento interior en lo personal de su conciencia, quienes, según el bueno de Américo, habrían, desde la Contrarreforma de Felipe II, liquidado cualquier posibilidad de apertura de mentalidad y progreso en nuestro suelo(intelectual, económico, de emprendimiento) orquestada por una minoría de adelantados a su tiempo, los etiquetados por él, como 'protestantes'. Que, con el devenir de los siglos, irían recibiendo diversas denominaciones, adoptando un rol de chivos expiatorios: erasmistas, ilustrados del XVIII, demócratas (del XIX), liberal-políticos (no doctrinarios), republicanos, socialistas... Mientras tanto, los 'musulmanes' permanecían ajenos a semejante trifulca, abocados a su desempeño, el cual mejor se les daba: ejerciendo como exitosos mercaderes. Causa, según él, de la decadencia de la Monarquía Hispánica a partir de la dinastía de los Austrias Menores (siglo XVII): la expulsión decretada de judíos y moriscos. Una tesis a la cual se oponía exacerbadamente Sánchez-Albornoz.

Este relato podrán hojearlo, a través de la adquisición del ensayo elaborado por el catedrático Javier Varela, titulado La Novela de España (editorial Taurus), ampliamente recomendable para mí.

A continuación, les enlazo un artículo de opinión publicado en la jornada de antes de ayer, en un medio de prensa digital, en esta ocasión relacionado con Brasil, que también se postula en torno al debate que he iniciado en esta entrada de post. Aguardo a que les reporte interés y seguimiento.

Espejos extraños » Brasil: la gran división

Un saludo.
 
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