Hoefflin le negó a Jackson una cuarta operación estética
E. BARRERA
«Existe una definición matemática de la belleza». Una tajante aseveración de la que es abanderado el cirujano californiano Steven Hoefflin, al que muchos llaman «Doc Hoollywood» por tener entre su clientela a innumerables estrellas del mundo cinematográfico y reconocidos presentadores de las televisiones más punteras de Estados Unidos. Esta semana ha aprovechado su participación en un curso internacional de cirugía plástica y estética en la Clínica Planas de Barcelona, para mostrar sus últimos trabajos (un libro titulado «The Formula of AH») en torno a estos parámetros exactos a través de los que «un rostro desagradable o normal puede convertirse de forma estudiada en uno hermoso y agradable».
A pesar de sus más de treinta años de profesión en California y su cartera de 2.000 clientes, sabe que la fama y el reconocimiento le llegaron de la mano del cantante Michael Jackson, al que ha operado en tres ocasiones -la primera en 1975, poco antes de que saliera al mercado su primer disco en solitario, y la última en 1998- y uno de los pocos al que «deja hablar sobre él». Hoefflin es el «autor» del Michael Jackson que triunfó con «Thriller», pero se desentiende de forma tajante del aspecto actual que luce el cantante de 44 años, incluida la decoloración sufrida y que la estrella atribuye a una enfermedad. El doctor explica que tras la última intervención le advirtió a Jackson que su aspecto «era más que satisfactorio y no debería seguir retocándolo». Sin embargo, el artista quiso más, él se negó, «apostó por otro doctor, y el resultado es el que es». Jackson podría incluirse en lo que los especialistas en la materia califican de paciente adicto, con «una grave y, quizás, incorregible imagen corporal distorsionada». Aparte de los riesgos que comportan para la salud los repetidos procedimientos de estética, «uno será comparado con otros cirujanos; si es más afortunado puede ser requerido para «sólo una vez más, por favor»».
De la misma manera que aconsejó a Michael Jackson que no se sometiera a más operaciones, Hoefflin no esconde que hace lo mismo con otros pacientes. Considera coherente combinar una fórmula matemática que, a golpe de bisturí, transforme un rostro y un cuerpo en un éxito adaptado a los cánones que se presuponen los adecuados, con la reflexión que debe plantearse a todo cliente. «Me gusta hablar con mis pacientes, preguntarles, interesarme por sus inquietudes», asegura el cirujano californiano. Un discurso que enlaza con el tópico «la belleza está en el interior», y que Hoefflin dice compartir con una sonrisa perfecta, un rostro bronceado, con estudiadas arrugas, y una edad indefinida.
Pero esta defensa de «lo natural» no es incompatible con atender los deseos de sus clientes que, si no contradicen las reglas básicas de la medicina y le estética, serán cumplidos. Atiende desde a niños de 5 años -a los que se corrige las llamadas orejas de asa-, a niñas de 12 y 13 -para retocarse la nariz antes del trauma de la adolescencia-. También a jóvenes de 20 años -que reinciden en la liposucción y en operaciones de pecho-, y a hombres y mujeres a partir de los 50 -que apuestan por los pómulos, ellas, y los implantes de pelo, ellos-. Sólo el 15 por ciento de sus clientes son hombres, «a los que les da pavor el quirófano», pero Hoefflin tiene claro que mientras las mujeres acuden a su consulta para «sentirse bien con ellas mismas», los hombres lo hacen «para alcanzar más dinero, poder o sexo».