M
Morten
Guest
Artículo aparecido en la contraportada de La Razón, el lunes 3 de septiembre de 2001, firmado por Cecilia García.
JACKSON
El pensamiento anárquico tiene estas cosas. Oigo hablar a Amenábar de fantasmas durante la presentación en Venecia de "Los otros" y me acuerdo de Michael Jackson. Tiene truco. Está tan desteñido que ya casi es translúcido y encima ha cometido la "fantasmada" de llamar INVENCIBLE a su disco. Jackson es un enigma del que ya no se acierta a saber si es un hombre un holograma. Porque una cosa es reinventarse y otra distinta lo que hace Jackson, que parece el hijo bastardo del Doctor Frankenstein. Da miedo porque lejos de parecer un triunfador, se intuye el aura del fracaso vital del impotente que, ante el disgusto que le produce este mundo, se fabrica uno propio que repele por aséptico. Paradigma de la contradicción, busca a las masas con su música pero no resiste un cuerpo a cuerpo. Pocas imágenes tan desconcertantes se han visto como la del ídolo andando por las calles con una mascarilla por temor a contagiarse, sin percatarse que ya tiene el virus más dañino de todos metido en el cuerpo: el virus del miedo. Ese que le obligó a casarse con Lisa Marie Presley para acallar unos rumores de una homosexualidad que no iban a ningún sitio. Será un mito, pero un mito decolorado, anodino, nada vivido. Prefiero un autodestructivo y contaminado Jim Morrison o un hipersensible John Lennon a un Michael Jackson bañado en alcanfor. En esto sí que no hay color.
Quiero aclarar que a mí Cecilia García siempre me ha parecido una brillante articulista, que igual analiza con destreza una situación política que hace un seguimiento divertido y original a "Gran Hermano". Pero está claro que discrepo de ella completamente con respecto al contenido de este artículo.
JACKSON
El pensamiento anárquico tiene estas cosas. Oigo hablar a Amenábar de fantasmas durante la presentación en Venecia de "Los otros" y me acuerdo de Michael Jackson. Tiene truco. Está tan desteñido que ya casi es translúcido y encima ha cometido la "fantasmada" de llamar INVENCIBLE a su disco. Jackson es un enigma del que ya no se acierta a saber si es un hombre un holograma. Porque una cosa es reinventarse y otra distinta lo que hace Jackson, que parece el hijo bastardo del Doctor Frankenstein. Da miedo porque lejos de parecer un triunfador, se intuye el aura del fracaso vital del impotente que, ante el disgusto que le produce este mundo, se fabrica uno propio que repele por aséptico. Paradigma de la contradicción, busca a las masas con su música pero no resiste un cuerpo a cuerpo. Pocas imágenes tan desconcertantes se han visto como la del ídolo andando por las calles con una mascarilla por temor a contagiarse, sin percatarse que ya tiene el virus más dañino de todos metido en el cuerpo: el virus del miedo. Ese que le obligó a casarse con Lisa Marie Presley para acallar unos rumores de una homosexualidad que no iban a ningún sitio. Será un mito, pero un mito decolorado, anodino, nada vivido. Prefiero un autodestructivo y contaminado Jim Morrison o un hipersensible John Lennon a un Michael Jackson bañado en alcanfor. En esto sí que no hay color.
Quiero aclarar que a mí Cecilia García siempre me ha parecido una brillante articulista, que igual analiza con destreza una situación política que hace un seguimiento divertido y original a "Gran Hermano". Pero está claro que discrepo de ella completamente con respecto al contenido de este artículo.