El presidente de Estados Unidos habla de justicia, pero las fuerzas armadas están en guerra.
¿Dónde está? ¿Qué cara tiene? ¿Se parece a las bombas que están cayendo en Afganistán?
La estructura de poder de Estados Unidos habla de justicia. Pero sus misiles cruceros y bombarderos están soltando muerte sobre el pueblo afgano. Del cielo se descuaja un horror.
El mismo imperio que ha creado una economía global que mata a diario a miles de niños de hambre y enfermedad, y una red mundial de gobiernos que perpetúan tal pobreza e inequidad; que ha bombardeado al pueblo de Hiroshima, Vietnam, Panamá, Irak, Serbia; que ha dado golpes de estado de Chile a Irán; que apoya gobiernos brutales donde la mujer debe taparse la cara y donde al que roba un mendrugo de pan le cortan la mano: el mismo imperio responsable de todo ese sufrimiento pide que le echemos porras a su nueva guerra.
Esta estructura de poder --que ha mentido sobre todas las guerras, que da de comer a los escuadrones de la muerte más desgraciados, ya sean los fascistas cristianos de Ríos Mott en Guatemala o los fundamentalistas islámicos del Talibán-- ahora espera rienda suelta para definir al "enemigo" y la forma de "darle".
Los contornos de esa clase de justicia ya se ven: en las mujeres acurrucadas cubiertas de pies a cabeza que piden limosna en las calles de Afganistán; en Arabia Saudita, donde reyes corruptos se ceban de un sistema que confiere al hombre la propiedad de la mujer y que trata como esclavos a los trabajadores extranjeros; en Pakistán, donde los generales amigos de Estados Unidos alternan entre negociar con narcotraficantes y librar narcoguerrras; en los hospitales de Irak, donde han muerto más de medio millón de niños porque Estados Unidos destruyó adrede el sistema de purificación de agua con bombas y sanciones; en las casas destruidas por aplanadoras israelíes en Cisjordania.
Mientras caen las bombas en Afganistán, los imperialistas yanquis dicen que la guerra no es contra el pueblo afgano; los generales dicen que las bombas están "abriendo camino" para misiones humanitarias que liberarán de los talibanes al pueblo. ¿Piensan que las masas de afganos les van a agradecer en medio de los huesos destrozados de hijos, padres, madres, hermanas y hermanos?
No. No. No.
Toda intervención militar estadounidense causa muerte y destrucción para el pueblo. En la década de los 80, el pueblo afgano libró una justa lucha contra los invasores soviéticos, pero Estados Unidos intervino y apuntaló a fuerzas como Osman bin Laden y la opresiva mujaidin. Más de un millón de afganos murieron en esa guerra, y el país quedó descuartizado por matones y cabezas de clanes feudales. Con el apoyo del podrido gobierno de Pakistán y millones de dólares de Estados Unidos, el brutal movimiento de los talibanes tomó el poder.
Y si alguien cree que las fuerzas armadas de la clase dominante de Estados Unidos van a defender la "democracia secular", más le vale fijarse que el presidente consulta habitualmente con fascistas cristianos y fundamentalistas como Ralph Reed, y dice que tiene una misión de dios.
No, la casa de la clase dominante de Estados Unidos no alberga justicia. Debemos tener sumamente clara la naturaleza del gobierno que ha lanzado una nueva guerra: esos monstruos explotadores, mentirosos y arrogantes no gobiernan para beneficio de los pueblos de este país ni del mundo. Esa naturaleza se ve en las acciones militares que les gustan: en lemas como "muerte caída del cielo" y en las "operaciones especiales" de los Boínas Verdes en Vietnam, acompañadas de napalm y desolación.
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Muchos individuos conscientes ven esto y comprenden que este planeta no necesita otra guerra injusta. Pero unos sugieren que en vez de guerra debe haber justicia del sistema judicial: que hay que hallar a los autores intelectuales del 11 de septiembre y juzgarlos.
¿Quiénes son los autores intelectuales? Como explica el Movimiento Revolucionario Internacionalista: "En las tinieblas del terrorismo y servicios de espionaje, donde reinan intrigas y elementos de doble faz, tal vez nunca se conozca con precisión quién organizó el ataque ni los móviles. Pero hay dos cosas sumamente claras: primero, las víctimas se suman a los millones de víctimas directas e indirectas de las políticas y las acciones de la clase dominante estadounidense. Segundo, crímenes aún mayores están en ciernes".
Incluso si fuera posible identificar a los organizadores del ataque, ¿quién los encontrará y qué tribunal los juzgará? Es claro que quienes cometieron los ataques del 11 de septiembre no se someterán a juicio sin dar pelea. ¿Y quién los detendrá? ¿Creen los partidarios de un "juicio justo" que las fuerzas armadas imperialistas de Estados Unidos pueden ser el instrumento de ese proceso? ¿Hay algún gobierno en este planeta cuyos soldados puedan ser instrumento de justicia en este caso? Los que conocen cómo funciona el departamento de Justicia en este país y el amor del presidente a la pena de muerte, ¿sí creen que pueda darse un juicio justo en suelo estadounidense? ¿O que el imperialismo yanqui lo permita en un tribunal mundial?
Yendo más a fondo, las palabras y la conducta de la estructura de poder indican que busca algo más que responder a los sucesos del 11 de septiembre. No es "justicia" lo que busca, sino crear una nueva situación mundial por medio de la guerra para proteger su "derecho" de dominar al planeta y a los pueblos del mundo, para apretar el control de los recursos energéticos del Oriente Medio. Detracito de los lemas de la "Operación Libertad Eterna" se ocultan los objetivos de un imperio injusto.
Si examinamos la situación con claridad y sobriedad, se ve que dentro de los confines del orden mundial actual no hay forma de rendir justicia; no puede hacerlo ninguna de las potencias mundiales ni mucho menos Estados Unidos. Lo único que pueden hacer es perjudicar a millones y millones, reforzar el orden de opresión e injusticia que necesitan y, en general, empeorar la situación.
Así que nuestro problema, nuestra tarea histórica, es oponernos a esta guerra injusta y cimentar la transformación revolucionaria de este mundo. Solo el pueblo revolucionario --millones alzados con un claro programa y plan de expulsar al imperialismo y hacer una revolución de nueva democracia-- puede rendir justicia en Afganistán, Pakistán, Irak, Irán y otros países del tercer mundo. Los que vivimos en Estados Unidos tenemos la responsabilidad de apoyar a todos los que se alcen contra la opresión en el mundo y poner todo lo que podamos de nuestra parte para hacer la revolución en las entrañas de la bestia.
Solo entonces, los niños del planeta sabrán dónde está la justicia y qué cara tiene.