En mi supuesto personal, yo apostaría por las siguientes elecciones:
a) Practicando ejercicio (o, en su defecto, desplegando alguna actividad física y/o deportiva de magnitud): Jam -al disparar, a la enésima potencia, la adrenalina de cualquier oyente, potenciando la concentración necesaria para exigencias como la referida para la ocasión, a fin de garantizar el éxito inherente a toda prueba de alta competición-.
b) Con anterioridad a conducirme a la cama para conciliar el sueño: Human Nature -pues me induce a la serenidad, al sosiego, a la calma, y, de un modo u otro, me transmite una sensación de mayor confianza en la humanidad -cuando en algunos momentos, ésta podría tambalearse-, tan imprescindible en estos momentos de zozobra y caos en nuestra civilización-.
c) Para ser reproducida en el vehículo: Blood on the Dance Floor -por las dosis de tensión, dramatismo y éxtasis que se desprenden, tanto en la ejecución vocal, como en cuanto a los arreglos instrumentales y las múltiples voces del coro, preservando en todo momento la expectación del destinatario, sin bajar la guardia, requisito imprescindible mientras debamos discurrir por la carretera, fundamentalmente, en las franjas horarias de la medianoche. El mejor antídoto, en definitiva, para evitar caer dormido y eludir accidentes de tráfico que pudieran, llegado el caso, ocasionarte perjuicios impredecibles-.
d) En presencia de un amigo o conocido; de hecho, ya lo experimenté, en primera persona, al disfrutar de su ejecución, a través del videojuego Michael Jackson: the Experience en la consola Wii: Speed Demon -por el componente lúdico de su planteamiento y la dosis de hilaridad del argumento, la interacción entre Michael y Spike, el conejo, así como la propia ambientación del videoclip; la ocasión perfecta para echar unas risas con tus allegados un fin de semana despreocupado y carente de alicientes por cubrir-.
Un placer.