No sé si la habréis leido, me imagino que sí, pero como es cortar y pegar ahí os la dejo. Lo que más me extraña es que no se haga referencia al play back en todo el artículo:
__________________________________________
Michael Jackson
Nuevo Zorrilla de Valladolid. 6 de septiembre de 1997.
Músicos: Michael Jackson (voz), Brad Buxer (teclados), Jennifer Batten (guitarra), Freddie Washington (bajo), Isaiah Sanders (teclados), Jonathan Moffett (batería), Kevin Dorsey (coros), Dorian Holley (coros) y Fred White (coros).
Lo de este hombre terminará siendo materia de estudio para psicoanalistas o profesionales parecidos: talento tiene todo el que Dios le ha dado y el que él ha sabido aprender con una carrera que nació cuando era un crío, pero egocentrismo tiene también todo el que quiere y algo más. Bien es cierto que las "estrellas" tienden (y para jugar su papel casi hasta deben) a magnificar su figura, a vender su cuerpo y sus gestos por centímetros cuadrados y a ensalzarse y autoaplaudirse hasta situaciones cómicas. Pero el vídeo que cerró el concierto de Jackson en Valladolid es de esas cosas que producen vergüenza ajena: Michael, cual emperador de todas las tierras, contempla cómo su enorme ejército hace la instrucción al ritmo de claqué mientras "el pueblo", cuasi desmayado por la emoción, espera ansioso a que se descubra una estatua del "emperador" más grande que los colosos de Abu-Simbel. En todo su concierto se respiró un cierto tufillo a "el mundo es injusto, pero si hacéis lo que yo os digo se puede arreglar". No es cuestión de entrar en discusiones políticas, pero salí convencido del estadio de que Jackson terminará teniendo un cargo de mucha responsabilidad en la administración americana cuando decida retirarse del espectáculo. Si un tipo como Ronald Reagan ha llegado a presidente, ¿qué no conseguirá este hombre, negro con nariz de blanco, después de haberse paseado por el mundo entero mostrando lo bueno que es con los niños y lo que odia la guerra y sus consecuencias?
El show que Jackson presentó en Valladolid está dentro de la gira de HIStory, así que supongo que era el mismo, o muy similar, al que se pudo ver en Zaragoza hace unos meses y que, por causas que no termino de entender aún, no ha pasado por Madrid. En el espectáculo (más que concierto) se recogen los números más espectaculares de las giras de Bad y Dangerous y se añaden nuevos complementos basados, principalmente, en el uso del vídeo. El escenario tiene la iconografía de los decorados del último vídeo de Jackson, Ghosts, con dos pantallas verticales a ambos lados y otras dos móviles situadas al fondo del mismo y colgadas del techo. Estas se juntan o se separan como si fueran puertas corredizas según vayan a ser usadas o no. El resto del montaje coloca a la banda en un segundo plano, casi invisible, mientras todo el terreno del enorme escenario se deja libre para Jackson y sus bailarines al tiempo que en la parte inferior, escondido a la vista del público, se montan los abundantes "números sorpresa" que aparecen o desaparecen dependiendo del tema que se interprete. El montaje se completa con tres pasarelas: dos laterales y una orientada hacia el respetable que luego resulta ser elevable para que Michael pueda pasearse, a nivel aéreo, por encima de su público. Este podía ser de primera o de segunda: el de primera tenía unas pulseritas que le permitían acceder a un recinto que ocupaba las primeras filas y desde el que todo se veía de maravilla; el resto, quienes pagaban la entrada, se colocaban algunos metros más atrás o en las gradas. En total fueron veinte mil quienes pasaron por taquilla, una entrada pobre que, en principio, podría achacarse al altísimo precio del ticket: 7.000 púas. Antes de comenzar el berenjenal, Jackson hizo su particular homenaje a Lady Di. Hay que tener en cuenta que la realeza siempre tiene buenos vínculos y no hay que olvidar que uno es el "rey del pop" y la otra fue "princesa de Gales". A Michael también le gustaría que, cuando la palme, todo el mundo le llore y le recuerde, por lo que "haz a tus vecinos lo que te gustaría que hicieran contigo". Acabada la ceremonia recordatoria (ese mismo día por la mañana Jackson había estado en el funeral de Diana), el vídeo empezó a funcionar como si fuera un simulador de vuelo: se suponía que Michael iba en la nave y terminaría llegando a Zorrilla de alguna manera. La manera fue atravesando el suelo del escenario, por donde apareció la nave de la que salió Jackson vestido en plan galáctico. Después de los aplausos de rigor comenzó el ballet con un número que mostró algo que se iba a repetir en la parte final del espectáculo: que a este hombre le gusta la parafernalia militarista más que a un tonto comer tiza. Banderas por aquí, cascos por allá, desfiles..., todo con el fondo de Scream y de They don't care about us. Después del primer "aviso" el show cogió otro color y comenzaron los números que han colocado a Michael Jackson en el lugar donde está y que, por derecho propio, han entrado en la historia del musical. Billie Jean la hizo en solitario después de entrar en el escenario con una maleta como si fuera el Gene Kelly de Cantando bajo la lluvia. De la maleta sacó su guante y su sombrero y se marcó el numerazo que estrenó en la gala del cincuentenario de la Atlantic y que colocó a Jackson en los ojos de medios mundo. En Thriller baila con esqueletos el número del vídeo para terminar introduciéndose en un ataúd de papel que acaba ardiendo mientras Michael reaparece montado en la grúa. Smooth criminal llega con la caída de un telón blanco que permite ver el inicio del ballet en sombras chinescas de un tamaño mastodóntico. I'll be there sirve de homenaje a los Jackson 5 y presenta a Michael muy compungido y apenado mientras en el vídeo se recuerdan los números más históricos del quinteto... Absolutamente todo está medido y milimetrado con la intención de ofrecer uno de los mejores espectáculos que hoy se pueden ver en el mundo. El sonido es impresionante, especialmente el perteneciente a los videoclips, y el funcionamiento en el escenario es tan eficiente como el lanzamiento de un cohete de la NASA. Dado que Michael no interpreta todos sus éxitos, el vídeo expone, en un momento dado del show, un mix musical y videográfico sobre todos sus ellos. Ahí es donde se pudieron escuchar algunos compases de Dirty Diana, una canción que, obviamente, no tocó esa noche.
Lo malo
Después de una hora y media fabulosa, con Michael algo bajo en el baile debido, supongo, a su aflicción por la muerte de su amiga, comenzó el proselitismo americano. Después de una penosa interpretación por parte de seis niños del We are the world, el decorado cambió para convertir el escenario en un decorado representante de un pueblo asediado por la guerra, con las casas destruidas y la gente viviendo en la calle. Jackson cantó Earth song y apareció un tanque. Michael se puso ante él y de su cabina salió un soldado que amenazó a todos los bailarines antes de plantarse delante del propio Michael. El le calmó y le hizo arrepentirse al mismo tiempo que empezaban a aparecer por los lados las banderas de un montón de países. En teoría, esta demostración de hermandad al son de Heal the world está dentro de la tradición del espectáculo americano; pero en Europa, donde las banderas no representan tanto, el número queda un tanto infantiloide y dice poco. Más parece un pildorazo de sistema tipo Walt Disney que un show musical. Luego llegarían los niños de todas las razas, más banderas y el vídeo en el que Jackson se autoproclama "rey de reyes" y salvador del mundo. A estas alturas, el espectáculo ha degenerado progresivamente hasta parecerse a una catequesis tipo "nosotros somos los buenos y los otros los malos". Puede pensarse que Jackson no tiene intenciones más allá de las humanitarias, pero, independientemente de eso, el número queda patético ante lo expuesto una hora antes. Además, la gente de Valladolid tampoco se mostró muy entusiasta con lo que veía y se lo tomó, al parecer, como otro videoclip más al tiempo que bebía su Pepsi o comía su perrito caliente. El final llegó con los fuegos artificiales y con la imagen fija de la portada de HIStory en todas las pantallas de vídeo. Dos horas de espectáculo que quedaron deslucidas por los números finales aun cuando lo visto había demostrado el porqué este hombre está donde está. Montajes de este tipo son dignos de verse aunque, musicalmente, Michael Jackson sea o no de tu agrado. El, junto con un equipo inmenso de personas y una banda de lo más solvente, es capaz de llevar el espectáculo hollywoodiense a un estadio de fútbol utilizando todos los medios técnicos de los que se puede disponer hoy en día. Si hay que valorar a Jackson por su actividad artística, no se puede negar que es uno de los más grandes y que solamente proporciona sinsabores a los lectores de la prensa rosa que se gana la vida acusando a la gente de cosas improbables con el único fin de enriquecerse a cuenta de los lelos que les leen. En su curro, Jackson ha sido innovador, ha trasladado el espectáculo allá donde era impensable y se ha mostrado completísimo conjuntando baile y música en un verdadero "superstar" que mezcla los viejos cánones artísticos con la estética contemporánea. En directo es un verdadero maestro que peca de exigirse a sí mismo una labor social o humanitaria que nadie le ha pedido. Esto, obviamente, no puede criticarse: siempre será mejor que un tipo multimillonario haga este tipo de proselitismo a que se inhiba o se limite a gastarse sus millones. Otra cosa es que quede bien cuando se representa en un estadio europeo.
E.P.
___________________
S@ludos...
__________________________________________
Michael Jackson
Nuevo Zorrilla de Valladolid. 6 de septiembre de 1997.
Músicos: Michael Jackson (voz), Brad Buxer (teclados), Jennifer Batten (guitarra), Freddie Washington (bajo), Isaiah Sanders (teclados), Jonathan Moffett (batería), Kevin Dorsey (coros), Dorian Holley (coros) y Fred White (coros).
Lo de este hombre terminará siendo materia de estudio para psicoanalistas o profesionales parecidos: talento tiene todo el que Dios le ha dado y el que él ha sabido aprender con una carrera que nació cuando era un crío, pero egocentrismo tiene también todo el que quiere y algo más. Bien es cierto que las "estrellas" tienden (y para jugar su papel casi hasta deben) a magnificar su figura, a vender su cuerpo y sus gestos por centímetros cuadrados y a ensalzarse y autoaplaudirse hasta situaciones cómicas. Pero el vídeo que cerró el concierto de Jackson en Valladolid es de esas cosas que producen vergüenza ajena: Michael, cual emperador de todas las tierras, contempla cómo su enorme ejército hace la instrucción al ritmo de claqué mientras "el pueblo", cuasi desmayado por la emoción, espera ansioso a que se descubra una estatua del "emperador" más grande que los colosos de Abu-Simbel. En todo su concierto se respiró un cierto tufillo a "el mundo es injusto, pero si hacéis lo que yo os digo se puede arreglar". No es cuestión de entrar en discusiones políticas, pero salí convencido del estadio de que Jackson terminará teniendo un cargo de mucha responsabilidad en la administración americana cuando decida retirarse del espectáculo. Si un tipo como Ronald Reagan ha llegado a presidente, ¿qué no conseguirá este hombre, negro con nariz de blanco, después de haberse paseado por el mundo entero mostrando lo bueno que es con los niños y lo que odia la guerra y sus consecuencias?
El show que Jackson presentó en Valladolid está dentro de la gira de HIStory, así que supongo que era el mismo, o muy similar, al que se pudo ver en Zaragoza hace unos meses y que, por causas que no termino de entender aún, no ha pasado por Madrid. En el espectáculo (más que concierto) se recogen los números más espectaculares de las giras de Bad y Dangerous y se añaden nuevos complementos basados, principalmente, en el uso del vídeo. El escenario tiene la iconografía de los decorados del último vídeo de Jackson, Ghosts, con dos pantallas verticales a ambos lados y otras dos móviles situadas al fondo del mismo y colgadas del techo. Estas se juntan o se separan como si fueran puertas corredizas según vayan a ser usadas o no. El resto del montaje coloca a la banda en un segundo plano, casi invisible, mientras todo el terreno del enorme escenario se deja libre para Jackson y sus bailarines al tiempo que en la parte inferior, escondido a la vista del público, se montan los abundantes "números sorpresa" que aparecen o desaparecen dependiendo del tema que se interprete. El montaje se completa con tres pasarelas: dos laterales y una orientada hacia el respetable que luego resulta ser elevable para que Michael pueda pasearse, a nivel aéreo, por encima de su público. Este podía ser de primera o de segunda: el de primera tenía unas pulseritas que le permitían acceder a un recinto que ocupaba las primeras filas y desde el que todo se veía de maravilla; el resto, quienes pagaban la entrada, se colocaban algunos metros más atrás o en las gradas. En total fueron veinte mil quienes pasaron por taquilla, una entrada pobre que, en principio, podría achacarse al altísimo precio del ticket: 7.000 púas. Antes de comenzar el berenjenal, Jackson hizo su particular homenaje a Lady Di. Hay que tener en cuenta que la realeza siempre tiene buenos vínculos y no hay que olvidar que uno es el "rey del pop" y la otra fue "princesa de Gales". A Michael también le gustaría que, cuando la palme, todo el mundo le llore y le recuerde, por lo que "haz a tus vecinos lo que te gustaría que hicieran contigo". Acabada la ceremonia recordatoria (ese mismo día por la mañana Jackson había estado en el funeral de Diana), el vídeo empezó a funcionar como si fuera un simulador de vuelo: se suponía que Michael iba en la nave y terminaría llegando a Zorrilla de alguna manera. La manera fue atravesando el suelo del escenario, por donde apareció la nave de la que salió Jackson vestido en plan galáctico. Después de los aplausos de rigor comenzó el ballet con un número que mostró algo que se iba a repetir en la parte final del espectáculo: que a este hombre le gusta la parafernalia militarista más que a un tonto comer tiza. Banderas por aquí, cascos por allá, desfiles..., todo con el fondo de Scream y de They don't care about us. Después del primer "aviso" el show cogió otro color y comenzaron los números que han colocado a Michael Jackson en el lugar donde está y que, por derecho propio, han entrado en la historia del musical. Billie Jean la hizo en solitario después de entrar en el escenario con una maleta como si fuera el Gene Kelly de Cantando bajo la lluvia. De la maleta sacó su guante y su sombrero y se marcó el numerazo que estrenó en la gala del cincuentenario de la Atlantic y que colocó a Jackson en los ojos de medios mundo. En Thriller baila con esqueletos el número del vídeo para terminar introduciéndose en un ataúd de papel que acaba ardiendo mientras Michael reaparece montado en la grúa. Smooth criminal llega con la caída de un telón blanco que permite ver el inicio del ballet en sombras chinescas de un tamaño mastodóntico. I'll be there sirve de homenaje a los Jackson 5 y presenta a Michael muy compungido y apenado mientras en el vídeo se recuerdan los números más históricos del quinteto... Absolutamente todo está medido y milimetrado con la intención de ofrecer uno de los mejores espectáculos que hoy se pueden ver en el mundo. El sonido es impresionante, especialmente el perteneciente a los videoclips, y el funcionamiento en el escenario es tan eficiente como el lanzamiento de un cohete de la NASA. Dado que Michael no interpreta todos sus éxitos, el vídeo expone, en un momento dado del show, un mix musical y videográfico sobre todos sus ellos. Ahí es donde se pudieron escuchar algunos compases de Dirty Diana, una canción que, obviamente, no tocó esa noche.
Lo malo
Después de una hora y media fabulosa, con Michael algo bajo en el baile debido, supongo, a su aflicción por la muerte de su amiga, comenzó el proselitismo americano. Después de una penosa interpretación por parte de seis niños del We are the world, el decorado cambió para convertir el escenario en un decorado representante de un pueblo asediado por la guerra, con las casas destruidas y la gente viviendo en la calle. Jackson cantó Earth song y apareció un tanque. Michael se puso ante él y de su cabina salió un soldado que amenazó a todos los bailarines antes de plantarse delante del propio Michael. El le calmó y le hizo arrepentirse al mismo tiempo que empezaban a aparecer por los lados las banderas de un montón de países. En teoría, esta demostración de hermandad al son de Heal the world está dentro de la tradición del espectáculo americano; pero en Europa, donde las banderas no representan tanto, el número queda un tanto infantiloide y dice poco. Más parece un pildorazo de sistema tipo Walt Disney que un show musical. Luego llegarían los niños de todas las razas, más banderas y el vídeo en el que Jackson se autoproclama "rey de reyes" y salvador del mundo. A estas alturas, el espectáculo ha degenerado progresivamente hasta parecerse a una catequesis tipo "nosotros somos los buenos y los otros los malos". Puede pensarse que Jackson no tiene intenciones más allá de las humanitarias, pero, independientemente de eso, el número queda patético ante lo expuesto una hora antes. Además, la gente de Valladolid tampoco se mostró muy entusiasta con lo que veía y se lo tomó, al parecer, como otro videoclip más al tiempo que bebía su Pepsi o comía su perrito caliente. El final llegó con los fuegos artificiales y con la imagen fija de la portada de HIStory en todas las pantallas de vídeo. Dos horas de espectáculo que quedaron deslucidas por los números finales aun cuando lo visto había demostrado el porqué este hombre está donde está. Montajes de este tipo son dignos de verse aunque, musicalmente, Michael Jackson sea o no de tu agrado. El, junto con un equipo inmenso de personas y una banda de lo más solvente, es capaz de llevar el espectáculo hollywoodiense a un estadio de fútbol utilizando todos los medios técnicos de los que se puede disponer hoy en día. Si hay que valorar a Jackson por su actividad artística, no se puede negar que es uno de los más grandes y que solamente proporciona sinsabores a los lectores de la prensa rosa que se gana la vida acusando a la gente de cosas improbables con el único fin de enriquecerse a cuenta de los lelos que les leen. En su curro, Jackson ha sido innovador, ha trasladado el espectáculo allá donde era impensable y se ha mostrado completísimo conjuntando baile y música en un verdadero "superstar" que mezcla los viejos cánones artísticos con la estética contemporánea. En directo es un verdadero maestro que peca de exigirse a sí mismo una labor social o humanitaria que nadie le ha pedido. Esto, obviamente, no puede criticarse: siempre será mejor que un tipo multimillonario haga este tipo de proselitismo a que se inhiba o se limite a gastarse sus millones. Otra cosa es que quede bien cuando se representa en un estadio europeo.
E.P.
___________________
S@ludos...