PASSATBE
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Fanáticos y espontáneos rodean el desfile de cámaras que hacen guardia en los juzgados de Santa María, donde el juicio del rey del pop llena los bolsillos de muchos
MERCEDES GALLEGO/ENVIADA ESPECIAL. SANTA MARÍA
«¿Cómo está hoy el circo de ahí fuera?», pregunta con sorna uno de los clientes del abogado Michael Clayton al salir de su despacho. «Bien, hoy tranquilo», responde la secretaria sin ganas de charla. De fondo se escuchan los gritos de los fans de Michael Jackson, que esperan su salida a la puerta del juzgado, donde el reo asiste a laselección del jurado. «¿Michael, sé fuerte!» gritan «¿Se hará justicia!».
Muchos de los habitantes de la pequeña localidad de Santa María, en el corazón de California, se han beneficiado con la expectación que ha generado el juicio a la estrella del pop por supuestos abusos sexuales a menores; pero pocos tanto y tan directamente como el abogado criminalista que tiene su oficina justo en frente de la puerta principal del Juzgado por la que Jackson entra y sale cada día.
Mientras Clayton despacha a los clientes, seis cadenas de televisión emiten en directo desde su tejado. Por ese plató de primera fila cada una le paga diariamente 2.500 dólares, lo que completa la bonita suma de 75.000 dólares a la semana. Más de lo que gana mucha gente en todo el año.
Aun así, Clayton niega con rotundidad que explotar el juicio de Michael Jackson le esté dejando más dinero que su propio oficio. «Soy mucho mejor abogado que vendedor», ataja dolido.
Joven y ambicioso, está entusiasmado con el espectáculo que se desarrolla en sus narices, y para el que pone el decorado. Se ha hecho con un 'socio' que ha traído hasta su porche uno de esos autobuses rojos de dos pisos al estilo londinense con el que animar el plató, ha instalado una máquina dispensadora de refrescos y alquila las seis plazas de garaje que tiene en la puerta a 500 dólares cada una.
Apostado durante 14 años a 30 segundos de los juzgados, se conoce de memoria a los protagonistas judiciales del caso. Gracias a ello y los amigos que trabajan dentro puede especular cada día con el desarrollo de un juicio que ha capturado la atención y el morbo de todo el mundo. «El juez Melvin es muy bueno», asegura. «Es un hombre reservado, que no grita nunca pero que intimida a la gente. Está decidido a mover el proceso lo más rápido posible. Me apuesto algo a que si a Michael Jackson lo declaran culpable no lo dejará volver a salir de la sala».
Su ruego personal es que el comienzo del juicio se demore hasta el martes para no tener que competir con la audiencia de los Oscar. «Cuando la gente dice que me estoy aprovechando les digo que si fuera al revés y ellos no lo hicieran yo sería el primero en llamarles tontos».
Ciertamente no es el único. En la ciudad han florecido los 'tours al rancho de Neverland' con almuerzo incluido si se hace en autobús. Lo que en helicóptero antes costaba 150 dólares por hora, ahora tiene un cero más. Todos los hoteles están llenos en cualquier día de la semana y hasta el juzgado ha alquilado a un consorcio de medios de comunicación parte de su aparcamiento para que instalen las carpas desde las que emiten por la nada módica cifra de 7.500 dólares diarios.
Al otro lado de la calle, Carmen Jenkins ha visto con astucia la oportunidad de transformar su pequeña tienda de regalos en un próspero café. Todo empezó cuando los periodistas acudían hasta el callejón para comprar el preciado líquido negro que fabricaba caseramente. Cuando se le desbordó la tienda, se mudó al edificio de enfrente, mucho más grande y a la vista. Ahí alquila habitaciones para reuniones, vende los periódicos, ha contratado un chef para las comidas y sobre todo se ha hecho con el catering para abastecer a los miembros del jurado que deliberan dentro. En el último mes ha despachado diariamente unos 200 galones de café.
Sentada en una de las mesas con sombrilla que ha instalado en la acera con Internet inalámbrico para atraer a la prensa, Carmen cuenta que lo que más le deleita es la variedad de acentos que pasan por su recién creado Cafe Diem. «Es una bendición. Nunca vi tanta gente de tantos países...»
Ella misma es de origen vasco, aunque todo lo que sepa de esa región española es que su padre es de 'Olivarría', dice.
Incondicionales
Los que no están tan contentos con el repentino boom de Santa María son los fans de Michael Jackson. Algunos han venido de países distantes como Francia y Australia, empeñando sus vacaciones en la causa de apoyar a su estrella.
Sheree Wilkins y Susie Mompfield, dos de las más incondicionales, han dejado sus trabajos de maestras en la localidad californiana de Inglewood para mudarse a Santa María hasta que acabe el juicio. Durante el día se desgañitan en la cancela con gritos de apoyo a Michael Jackson, y por las noches trabajan en un restaurante de la cadena de comida rápida Jack in the Box. Cuando Michael Jackson se baja de la furgoneta negra puntualmente a las 8.15 de la mañana, se vuelve hacia sus fans y les lanza un beso con la mano.
Susie tiembla de rabia y se le saltan las lágrimas. «¿Mira lo que le están haciendo! Lo tienen ahí sentado todo el día con sólo dos intermedios de diez minutos para ir al baño y comer algo. ¿Está sufriendo tanto! Pero cuando esto se acabe y salga limpio se van a quemar en el infierno». promete.
Casi todos los que hacen vigilias han visitado en alguna ocasión el rancho de Neverland. Dicen que basta ir a la puerta. Él los ve por las cámaras y aveces les invita a entrar. «Tiene ese sitio maravilloso para él sólo y lo único que quiere es compartirlo», insiste Sheree.
Junto a ellas, Jimmy, que quiere ser Bob Dylan y ha venido «en busca de inspiración», desgarra su guitarra desde el amanecer, dispuesto a aguantar cinco meses «o lo que sea necesario hasta que se acabe el juicio».
Fuente: El correo Digital
MERCEDES GALLEGO/ENVIADA ESPECIAL. SANTA MARÍA
«¿Cómo está hoy el circo de ahí fuera?», pregunta con sorna uno de los clientes del abogado Michael Clayton al salir de su despacho. «Bien, hoy tranquilo», responde la secretaria sin ganas de charla. De fondo se escuchan los gritos de los fans de Michael Jackson, que esperan su salida a la puerta del juzgado, donde el reo asiste a laselección del jurado. «¿Michael, sé fuerte!» gritan «¿Se hará justicia!».
Muchos de los habitantes de la pequeña localidad de Santa María, en el corazón de California, se han beneficiado con la expectación que ha generado el juicio a la estrella del pop por supuestos abusos sexuales a menores; pero pocos tanto y tan directamente como el abogado criminalista que tiene su oficina justo en frente de la puerta principal del Juzgado por la que Jackson entra y sale cada día.
Mientras Clayton despacha a los clientes, seis cadenas de televisión emiten en directo desde su tejado. Por ese plató de primera fila cada una le paga diariamente 2.500 dólares, lo que completa la bonita suma de 75.000 dólares a la semana. Más de lo que gana mucha gente en todo el año.
Aun así, Clayton niega con rotundidad que explotar el juicio de Michael Jackson le esté dejando más dinero que su propio oficio. «Soy mucho mejor abogado que vendedor», ataja dolido.
Joven y ambicioso, está entusiasmado con el espectáculo que se desarrolla en sus narices, y para el que pone el decorado. Se ha hecho con un 'socio' que ha traído hasta su porche uno de esos autobuses rojos de dos pisos al estilo londinense con el que animar el plató, ha instalado una máquina dispensadora de refrescos y alquila las seis plazas de garaje que tiene en la puerta a 500 dólares cada una.
Apostado durante 14 años a 30 segundos de los juzgados, se conoce de memoria a los protagonistas judiciales del caso. Gracias a ello y los amigos que trabajan dentro puede especular cada día con el desarrollo de un juicio que ha capturado la atención y el morbo de todo el mundo. «El juez Melvin es muy bueno», asegura. «Es un hombre reservado, que no grita nunca pero que intimida a la gente. Está decidido a mover el proceso lo más rápido posible. Me apuesto algo a que si a Michael Jackson lo declaran culpable no lo dejará volver a salir de la sala».
Su ruego personal es que el comienzo del juicio se demore hasta el martes para no tener que competir con la audiencia de los Oscar. «Cuando la gente dice que me estoy aprovechando les digo que si fuera al revés y ellos no lo hicieran yo sería el primero en llamarles tontos».
Ciertamente no es el único. En la ciudad han florecido los 'tours al rancho de Neverland' con almuerzo incluido si se hace en autobús. Lo que en helicóptero antes costaba 150 dólares por hora, ahora tiene un cero más. Todos los hoteles están llenos en cualquier día de la semana y hasta el juzgado ha alquilado a un consorcio de medios de comunicación parte de su aparcamiento para que instalen las carpas desde las que emiten por la nada módica cifra de 7.500 dólares diarios.
Al otro lado de la calle, Carmen Jenkins ha visto con astucia la oportunidad de transformar su pequeña tienda de regalos en un próspero café. Todo empezó cuando los periodistas acudían hasta el callejón para comprar el preciado líquido negro que fabricaba caseramente. Cuando se le desbordó la tienda, se mudó al edificio de enfrente, mucho más grande y a la vista. Ahí alquila habitaciones para reuniones, vende los periódicos, ha contratado un chef para las comidas y sobre todo se ha hecho con el catering para abastecer a los miembros del jurado que deliberan dentro. En el último mes ha despachado diariamente unos 200 galones de café.
Sentada en una de las mesas con sombrilla que ha instalado en la acera con Internet inalámbrico para atraer a la prensa, Carmen cuenta que lo que más le deleita es la variedad de acentos que pasan por su recién creado Cafe Diem. «Es una bendición. Nunca vi tanta gente de tantos países...»
Ella misma es de origen vasco, aunque todo lo que sepa de esa región española es que su padre es de 'Olivarría', dice.
Incondicionales
Los que no están tan contentos con el repentino boom de Santa María son los fans de Michael Jackson. Algunos han venido de países distantes como Francia y Australia, empeñando sus vacaciones en la causa de apoyar a su estrella.
Sheree Wilkins y Susie Mompfield, dos de las más incondicionales, han dejado sus trabajos de maestras en la localidad californiana de Inglewood para mudarse a Santa María hasta que acabe el juicio. Durante el día se desgañitan en la cancela con gritos de apoyo a Michael Jackson, y por las noches trabajan en un restaurante de la cadena de comida rápida Jack in the Box. Cuando Michael Jackson se baja de la furgoneta negra puntualmente a las 8.15 de la mañana, se vuelve hacia sus fans y les lanza un beso con la mano.
Susie tiembla de rabia y se le saltan las lágrimas. «¿Mira lo que le están haciendo! Lo tienen ahí sentado todo el día con sólo dos intermedios de diez minutos para ir al baño y comer algo. ¿Está sufriendo tanto! Pero cuando esto se acabe y salga limpio se van a quemar en el infierno». promete.
Casi todos los que hacen vigilias han visitado en alguna ocasión el rancho de Neverland. Dicen que basta ir a la puerta. Él los ve por las cámaras y aveces les invita a entrar. «Tiene ese sitio maravilloso para él sólo y lo único que quiere es compartirlo», insiste Sheree.
Junto a ellas, Jimmy, que quiere ser Bob Dylan y ha venido «en busca de inspiración», desgarra su guitarra desde el amanecer, dispuesto a aguantar cinco meses «o lo que sea necesario hasta que se acabe el juicio».
Fuente: El correo Digital