Se está desarrollando una guerra silenciosa y continuada contra la Tierra: aumenta su temperatura , el clima es un caos, los glaciares se retiran, los océanos, bosques y fauna desaparecen a un ritmo creciente, y los productos químicos industriales han penetrado en las cadenas alimentarias de los lugares más recónditos del planeta.
Y esto sucede mientras a los líderes se les llena la boca con palabras como desarrollo sostenible o protección medioambiental. Son los gobiernos los que prometen, y los que dictan las políticas que promueven el desarrollo económico a todo coste. Mientras el consumo crece en los países industrializados y las multinacionales aumentan sus beneficios, mil millones de personas no tienen las condiciones de mínimas de vida y la naturaleza se degrada rápidamente. Pero esto no importa mientras la retórica política nos haga creer que vivimos en el mejor de los mundos.
- PROMESAS VACÍAS:
En 1992, durante la Cumbre de Río, el mundo confió en la agenda 21 como el plan de acción para "el desarrollo sostenible global" y en los acuerdos medioambientales suscritos en Brasil. Los gobiernos también se comprometieron a aumentar la ayuda exterior y a tratar el problema de la deuda externa de los países en vías de desarrollo.
Greenpeace, activo participante en el proceso de esta Cumbre, así como de los esfuerzos paralelos para negociar medidas internacionales eficaces, se mostró muy crítico con los resultados obtenidos. Dichos resultados fueron oficialmente recibidos como un gran avance hacia el desarrollo sostenible y la organización Greenpeace tachada de "aguafiestas", precipitada y equivocada.
- Buscando culpables:
Tres países han sido los principales responsables del fracaso de la puesta en práctica de los acuerdos suscritos en Río. Estados Unidos, Australia y Canadá han minado no sólo el protocolo de Kioto, sino también la mayoría de las otras convenciones ambientales internacionales. Es obvio que estas tres naciones tienen, tanto a nivel individual como colectivo, un enorme potencial para asumir el protagonismo en la solución de los problemas medioambientales globales, dados su recursos, capacidad y posición internacional.
Pero en vez de contribuir a que el mundo avance hacia el desarrollo verdaderamente sostenible, se comportan como si este planeta no fuera también el suyo, como si nada les fuera a afectar y pudieran abandonarlo cuando quieran. El mal de EE.UU., Canadá y Australia es creer que con su abundancia y nivel de vida no serán golpeados por la crisis medioambiental.
Y esto sucede mientras a los líderes se les llena la boca con palabras como desarrollo sostenible o protección medioambiental. Son los gobiernos los que prometen, y los que dictan las políticas que promueven el desarrollo económico a todo coste. Mientras el consumo crece en los países industrializados y las multinacionales aumentan sus beneficios, mil millones de personas no tienen las condiciones de mínimas de vida y la naturaleza se degrada rápidamente. Pero esto no importa mientras la retórica política nos haga creer que vivimos en el mejor de los mundos.
- PROMESAS VACÍAS:
En 1992, durante la Cumbre de Río, el mundo confió en la agenda 21 como el plan de acción para "el desarrollo sostenible global" y en los acuerdos medioambientales suscritos en Brasil. Los gobiernos también se comprometieron a aumentar la ayuda exterior y a tratar el problema de la deuda externa de los países en vías de desarrollo.
Greenpeace, activo participante en el proceso de esta Cumbre, así como de los esfuerzos paralelos para negociar medidas internacionales eficaces, se mostró muy crítico con los resultados obtenidos. Dichos resultados fueron oficialmente recibidos como un gran avance hacia el desarrollo sostenible y la organización Greenpeace tachada de "aguafiestas", precipitada y equivocada.
- Buscando culpables:
Tres países han sido los principales responsables del fracaso de la puesta en práctica de los acuerdos suscritos en Río. Estados Unidos, Australia y Canadá han minado no sólo el protocolo de Kioto, sino también la mayoría de las otras convenciones ambientales internacionales. Es obvio que estas tres naciones tienen, tanto a nivel individual como colectivo, un enorme potencial para asumir el protagonismo en la solución de los problemas medioambientales globales, dados su recursos, capacidad y posición internacional.
Pero en vez de contribuir a que el mundo avance hacia el desarrollo verdaderamente sostenible, se comportan como si este planeta no fuera también el suyo, como si nada les fuera a afectar y pudieran abandonarlo cuando quieran. El mal de EE.UU., Canadá y Australia es creer que con su abundancia y nivel de vida no serán golpeados por la crisis medioambiental.