BAILONGO
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Hola, bueno como digo siempre, lo he leído me ha gustado y lo coloco, por si hay alguien más que le guste el tema Comprendo que es largo, pero interesante)
Última esperanza para el Aral.
Un dique financiado por el Banco Mundial intenta evitar la desecación del 40% que queda del que fue el cuarto lago del mundo.
El mar de Aral constituye una de las más grandes catástrofes ecológicas causadas por el hombre. A mitad del siglo pasado era el cuarto lago del planeta con más de 66.000 kilómetros cuadrados de superficie acuática y con una cuenca superior a los 900.000. Hoy ha perdido más del 60% de esa superficie, y los paisajes fantasmales con barcos en medio de la tierra resquebrajada ilustran la tragedia de una población (más de 3,5 millones de personas) que se alimentaba del lago salado. Este verano se ha encarado el último intento de devolver a la vida al Aral: si no resulta ya no habrá vuelta atrás y el mar Azul, como también se le ha llamado, se secará por completo e irremediablemente. Se ha llegado a detectar polvo salino del Aral en las costas boreales rusas.
A pesar de la profundidad de la tragedia, la gente no ha perdido las esperanzas de al menos paliar la catástrofe. Estas esperanzas se han visto renovadas después de que el Banco Mundial decidiera financiar un proyecto de salvamento de más de 75 millones de euros. Realmente, se trata de una vieja idea, que ya fue llevada a la práctica por entusiastas voluntarios hace una década: construir un dique para separar el llamado Pequeño Aral, en el norte, del Gran Aral, en el sur. Con ello se impediría que las aguas del río Syr Dariá pasen al Gran Aral, donde simplemente pierden la batalla contra la evaporación y desaparecen. Se intenta al menos salvar parcialmente el lago y, posteriormente, se buscaría una mayor recuperación.
Aquel dique de hace 10 años era sólo de arena, sin esclusas que frenaran que el agua pasara por encima de él, y sin protección de piedras contra la erosión, por lo que se rompía con frecuencia. La nueva obra corregirá esos errores: la arena estará cubierta por conchas marinas y rocas, para resistir el embate de las olas, y el dique se elevará en tres metros sobre el futuro nivel de las aguas del Pequeño Aral.
Si las cosas marchan según lo previsto, a fines de diciembre se habrán construido cinco kilómetros del dique, que tendrá 13 y deberá ser finalizado en 2004. En unos cinco años las aguas del Pequeño Aral deberán haber subido unos cuatro metros y recubierto unos 600 kilómetros cuadrados de lecho hoy seco. Más tarde, se dejará pasar, a través de un sistema de esclusas, el agua sobrante, si la hay, al Gran Aral. Paralelamente, se llevarán a cabo obras a lo largo del Syr Dariá para aumentar sustancialmente el flujo que llega hasta el lago.
Los expertos consideran que, gracias al dique, la salinidad del Aral disminuirá y muchos peces retornarán para reanimar la industria pesquera. Además, las lluvias deberán hacerse más frecuentes y, con ellas, crecerán los pastos. Las aguas artesianas entonces mejorarán y todo tendrá consecuencias positivas en la salud de la gente: se prevé una disminución de los casos de cáncer de esófago y estómago, causados, según los médicos, por la alta salinidad actual del agua.
El aumento de las lluvias también hará que se produzcan menos tormentas de polvo y, por tanto, menos enfermedades respiratorias. Pero nada de esto podrá salvar al Gran Aral que parece estar condenado a la muerte.
En el plano económico, este desastre ha supuesto un duro golpe para la industria pesquera que proporcionaba 50.000 toneladas al año y era el sustento de decenas de miles de personas, ha desaparecido. Para hacerse una idea de la catástrofe, baste decir que Aralsk, en el pasado el principal puerto pesquero del lago, hoy se encuentra a 80 kilómetros de distancia de sus aguas. Según escribe Ryszard Kapucinski en El imperio, de 178 especies de peces y mariscos, hoy sólo sobreviven 38.
Dos son los grandes ríos que alimentaban el mar de Aral: el Syr Dariá y el Amú Dariá. El primero -el Yaxartes de los antiguos-, es el más grande de los ríos de Asia Central, que recorre 2.206 kilómetros desde la confluencia del Narym y el Kará Dariá -3.078 si contamos desde la fuente del Nary- y tiene una cuenca de 462.000 kilómetros cuadrados. En su curso alto, riega la llanura de Ferganá y la mayor parte de sus afluentes no llega al Syr Dariá, porque sus aguas son utilizadas en cientos de sistemas de irrigación: en su cuenca se encuentran las principales regiones algodoneras de Uzbekistán y plantaciones de cultivos de Kazajstán, Tayikistán y Kirguizistán.
El segundo nace en las montañas de Afganistán y recorre 2.620 kilómetros desde su fuente -1.400 desde la confluencia del Pianj, por la izquierda, y el Vajsh, por la derecha, a partir de la cual toma el nombre de Amú Dariá-, pasando por Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán. En sus últimos 1.200 kilómetros, es decir, después del delta del Surján Dariá, en el valle Turgán, ya no tiene afluentes, y sus aguas también son utilizadas para la irrigación.
RODRIGO FERNÁNDEZ - Moscú
EL PAÍS | Sociedad - 18-08-2003
Ser :angel: Un salu2
Última esperanza para el Aral.
Un dique financiado por el Banco Mundial intenta evitar la desecación del 40% que queda del que fue el cuarto lago del mundo.
El mar de Aral constituye una de las más grandes catástrofes ecológicas causadas por el hombre. A mitad del siglo pasado era el cuarto lago del planeta con más de 66.000 kilómetros cuadrados de superficie acuática y con una cuenca superior a los 900.000. Hoy ha perdido más del 60% de esa superficie, y los paisajes fantasmales con barcos en medio de la tierra resquebrajada ilustran la tragedia de una población (más de 3,5 millones de personas) que se alimentaba del lago salado. Este verano se ha encarado el último intento de devolver a la vida al Aral: si no resulta ya no habrá vuelta atrás y el mar Azul, como también se le ha llamado, se secará por completo e irremediablemente. Se ha llegado a detectar polvo salino del Aral en las costas boreales rusas.
A pesar de la profundidad de la tragedia, la gente no ha perdido las esperanzas de al menos paliar la catástrofe. Estas esperanzas se han visto renovadas después de que el Banco Mundial decidiera financiar un proyecto de salvamento de más de 75 millones de euros. Realmente, se trata de una vieja idea, que ya fue llevada a la práctica por entusiastas voluntarios hace una década: construir un dique para separar el llamado Pequeño Aral, en el norte, del Gran Aral, en el sur. Con ello se impediría que las aguas del río Syr Dariá pasen al Gran Aral, donde simplemente pierden la batalla contra la evaporación y desaparecen. Se intenta al menos salvar parcialmente el lago y, posteriormente, se buscaría una mayor recuperación.
Aquel dique de hace 10 años era sólo de arena, sin esclusas que frenaran que el agua pasara por encima de él, y sin protección de piedras contra la erosión, por lo que se rompía con frecuencia. La nueva obra corregirá esos errores: la arena estará cubierta por conchas marinas y rocas, para resistir el embate de las olas, y el dique se elevará en tres metros sobre el futuro nivel de las aguas del Pequeño Aral.
Si las cosas marchan según lo previsto, a fines de diciembre se habrán construido cinco kilómetros del dique, que tendrá 13 y deberá ser finalizado en 2004. En unos cinco años las aguas del Pequeño Aral deberán haber subido unos cuatro metros y recubierto unos 600 kilómetros cuadrados de lecho hoy seco. Más tarde, se dejará pasar, a través de un sistema de esclusas, el agua sobrante, si la hay, al Gran Aral. Paralelamente, se llevarán a cabo obras a lo largo del Syr Dariá para aumentar sustancialmente el flujo que llega hasta el lago.
Los expertos consideran que, gracias al dique, la salinidad del Aral disminuirá y muchos peces retornarán para reanimar la industria pesquera. Además, las lluvias deberán hacerse más frecuentes y, con ellas, crecerán los pastos. Las aguas artesianas entonces mejorarán y todo tendrá consecuencias positivas en la salud de la gente: se prevé una disminución de los casos de cáncer de esófago y estómago, causados, según los médicos, por la alta salinidad actual del agua.
El aumento de las lluvias también hará que se produzcan menos tormentas de polvo y, por tanto, menos enfermedades respiratorias. Pero nada de esto podrá salvar al Gran Aral que parece estar condenado a la muerte.
En el plano económico, este desastre ha supuesto un duro golpe para la industria pesquera que proporcionaba 50.000 toneladas al año y era el sustento de decenas de miles de personas, ha desaparecido. Para hacerse una idea de la catástrofe, baste decir que Aralsk, en el pasado el principal puerto pesquero del lago, hoy se encuentra a 80 kilómetros de distancia de sus aguas. Según escribe Ryszard Kapucinski en El imperio, de 178 especies de peces y mariscos, hoy sólo sobreviven 38.
Dos son los grandes ríos que alimentaban el mar de Aral: el Syr Dariá y el Amú Dariá. El primero -el Yaxartes de los antiguos-, es el más grande de los ríos de Asia Central, que recorre 2.206 kilómetros desde la confluencia del Narym y el Kará Dariá -3.078 si contamos desde la fuente del Nary- y tiene una cuenca de 462.000 kilómetros cuadrados. En su curso alto, riega la llanura de Ferganá y la mayor parte de sus afluentes no llega al Syr Dariá, porque sus aguas son utilizadas en cientos de sistemas de irrigación: en su cuenca se encuentran las principales regiones algodoneras de Uzbekistán y plantaciones de cultivos de Kazajstán, Tayikistán y Kirguizistán.
El segundo nace en las montañas de Afganistán y recorre 2.620 kilómetros desde su fuente -1.400 desde la confluencia del Pianj, por la izquierda, y el Vajsh, por la derecha, a partir de la cual toma el nombre de Amú Dariá-, pasando por Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán. En sus últimos 1.200 kilómetros, es decir, después del delta del Surján Dariá, en el valle Turgán, ya no tiene afluentes, y sus aguas también son utilizadas para la irrigación.
RODRIGO FERNÁNDEZ - Moscú
EL PAÍS | Sociedad - 18-08-2003
Ser :angel: Un salu2