FuNkY
HideOuter Hiperactivo
Han pasado ya tres largos años. ¿Tiempo suficiente? Creo que no. Las heridas aún
no se han cerrado. Y creo que ningún día se cerrarán por completo. Creo que siempre
faltará un pedacito en mi corazón.
Durante todo este tiempo no he querido que volvieran a mí los recuerdos.
Recuerdos dolorosos de antaño.
Hace poco volví a visitar en Internet la página de Matthew. En ese momento volvieron
tanto los recuerdos como el dolor. Ese dolor indescriptible. Un dolor que hace tiempo
me atenazaba y ahogaba. Hoy ese dolor no es tan fuerte. A ese dolor lo vencen los
buenos recuerdos. Los buenos momentos. Pero sigue estando ahí.
Y creo que nunca desaparecerá.
Un buen día, hace 5 años, conocí a un chico estupendo. Era americano, de Wyoming.
Y se llamaba Matt. Ese día comenzamos a escribirnos. Al principio lo que hicimos fue
conocernos poco a poco. Ninguno sabía nada del otro, y comenzábamos una amistad
como un juego. Un juego de niños. Empezamos a contarnos cosas acerca de nuestras
vidas, nuestras aficiones, nuestros amigos, nuestras ilusiones... Poco a poco nuestra
relación se hizo más y más fuerte. Hubo un tiempo en el que llegamos a escribirnos
hasta 4 cartas al mes, repletas de pensamientos, de deseos, de historias de nuestra
vida, de vivencias. Era como un diario mutuo, sólo suyo y mío. Ese era nuestro juego.
Ah, cómo añoro aquel tiempo. El tiempo en el que éramos felices. El tiempo en el que
no teníamos grandes preocupaciones en la vida. Sólo disfrutábamos, observábamos
pasar la vida a nuestro alrededor y participábamos en ella. Era tiempo de felicidad.
Después de tanto tiempo escribiéndonos, sólo nos conocíamos por foto. Yo español,
él americano. Una gran distancia por recorrer. Pero teníamos proyectos de encontrarnos
algún día. Todavía estaría lejano, pero era nuestro sueño. Un sueño de tantos, pero un
sueño común.
Hace 3 años me enteré de una fatal noticia. Matthew había muerto. Lloré. Lloré
como no lloraba desde hacía mucho tiempo. Lloré desconsoladamente. Durante mucho
tiempo. Había perdido a un gran amigo, un amigo que nunca llegué a conocer en persona.
Creí que era uno de los peores momentos de mi vida. Pero el verdadero dolor llegó al día
siguiente cuando, en las noticias, pude leer que Matthew fue asesinado.
Cuando me enteré, mi corazón se encogió. Y más cuando me enteré de la razón.
Sentí algo que nunca había sentido, que hasta ahora no he vuelto a sentir y que
espero no sentir nunca más. Dolor, impotencia, hastío, odio, desesperación,
vergüenza... Realmente no sabía qué sentía. En ese momento me encerré en mí
mismo. Me costó mucho superarlo. Poco a poco dejé de pensar en él. Dejé de
pensar en esos recuerdos dolorosos de una vida quebrada.
Hace poco, después de hablar con un amigo, volví a darme cuenta de que la vida
sigue. Y volví a mirar hacia adelante. Sin olvidar nada de lo que dejo atrás. Sin olvidar
mi vida, mis amigos, mis vivencias, mis pretensiones, mis ambiciones... Todo lo que
esta vida me ha enseñado a lo largo del tiempo. Un tiempo que todavía tengo. Tampoco
olvido a Matt. Su vida, sus amigos, sus vivencias, sus pretensiones, sus ambiciones,
sus sentimientos, sus sueños... Las cosas que nunca supe sobre él ahora las he
descubierto gracias a sus amigos, compañeros y familiares.
Todas esas cartas sobre Matthew son un mundo aparte, lleno de sentimientos,
de alegría, de recuerdo, de anhelos. Un mundo lleno de amor y amistad.
Pero ahora Matt no está entre nosotros. No consigo entender los motivos. Lo he intentado.
Pero no lo entiendo. No lo entiendo. ¿Por qué él no está aquí ahora, con nosotros?
Ellos creen que, con sus actos, han destrozado una vida. Que han privado a una persona
de su derecho más sagrado: la vida. Pero no han hecho eso. No sólo eso. Han destrozado
la vida de cientos, de miles de personas. ¿Quién tiene derecho a hacer eso? ¿Alguien se
cree con poder suficiente como para poder dañar a un solo ser de este mundo?
No, nadie lo tiene. Y ellos se tomaron la justicia por su mano y privaron a un
ser humano de seguir viviendo. Lo privaron de sus ilusiones, de sus sentimientos,
de sus amigos, de sus esperanzas, de todas sus pretensiones, de su vida futura.
De todo a lo que podía aspirar. Le arrebataron la vida. A él le arrebataron su vida
y a todos nosotros nos arrebataron un pedazo de nuestro corazón. Nos
arrebataron la ilusión de todos los proyectos que teníamos juntos. Nos arrebataron
la ilusión de conocernos. A sus padres les arrebataron un hijo. Les arrebataron
su forma de vida, sus ilusiones. A sus amigos, les arrebataron a un amigo. A la gente
que no lo conoció, le arrebataron la posibilidad de hacerlo. A sus futuros jefes,
le arrebataron un futuro empleado. A la universidad, un alumno aplicado. A su
trabajo, un buen trabajador. Tantas cosas le quedaron por hacer... A todos
nos arrebataron una parte muy importante de nosotros mismos.
Y no tenían ningún derecho.
En mi corazón siempre habrá una gran parte reservada para Matthew.
Pero tendrá en su interior un pequeño hueco. Ese hueco nunca volverá
a rellenarse. Nunca. Porque alguien me lo arrebató.
Ahora no sé lo que siento realmente. No es odio. No sabían lo que hacían. No conocían
las consecuencias de sus actos. Espero que ahora lo entiendan, y que entiendan que el
pago es justo por lo que hicieron. Lo que es seguro es que nunca podré perdonar a las
personas que hicieron algo tan terrible y nos privaron a todos y cada uno de nosotros
de una parte muy importante de nuestra vida.
¿Y por qué lo hicieron? Nunca me dolió tanto como esa vez la desaparición de alguien a
quien quería. Lo hicieron por sus tendencias sexuales. ¡Dios! Es algo incomprensible para mí.
Hasta la muerte de Matthew, nunca supe que era gay. Nunca supe nada acerca de su
vida privada en ese extremo, al igual que nunca supe que fumaba. En sus cartas
siempre me contaba qué estaba haciendo mientras escribía, y... nunca me contó
que fumaba. Sabía que era rubio por sus fotos. Sabía cómo era su madre por
sus fotos. Sabía que le gustaba cierto tipo de ropa porque me escribía sobre ello.
Pero nunca me contó que fumaba. Y nunca me contó sus tendencias sexuales.
Para mí, las dos cosas son lo mismo. ¿Si hubiera sabido que fumaba lo habría
repudiado? ¿Lo habría abandonado? ¿Habría llegado a odiarlo hasta el extremo de
querer quitarle la vida, y me sentiría en el derecho de hacerlo? ¿Esa es la postura de
un ser humano hacia otro ser humano?
¿Realmente esos pequeños detalles son importantes? ¿Lo son?
Yo no me escribía con alguien rubio, ni con alguien que fumaba, ni con alguien que vestía
ropa de marca. Ni con alguien que tenía unas preferencias sexuales determinadas.
Yo me escribía con una persona a la que apreciaba y quería. Con alguien que
era mi amigo. Alguien que me entendía y me hacía sentir bien. Alguien en quien
podía confiar, incluso viviendo tan lejos. No me importaba nada más. Quería a una
persona. A una persona completa. Una persona con sus detalles, sus defectos, sus
sentimientos. A un ser humano. ¿Por qué alguien se ha sentido con derecho y poder como
para arrebatarle a él su vida, a mí a un amigo y a todos los demás a un hermano? ¿Por qué?
Siempre me gustó la música. No me gustaba el mismo estilo de música que a Matt.
Me gusta la música con más carácter que a él. La música. Siempre la he considerado
la mayor forma de expresión de este mundo. Y ahora, en mi lamento, me acompaña la música.
Es mi forma de evadirme del mundo o, como decía Matt, de profundizar en él hasta extremos
en los que no se puede de otra forma. Dejar que afloraran mis sentimientos. Sólo la música tiene
la fuerza suficiente para describir los sentimientos. Esa combinación de voz y sonido que
hacen que tu corazón y tu alma se estremezcan.
Ahora solamente quiero que estés aquí. Que estés en este mundo. Poder conocerte algún día.
Poder hacer todo lo que soñamos juntos. Algo que ya nunca podremos hacer. Ahora me doy
cuenta de que no te dije todo lo que quería decirte. Que en esta vida no somos realmente
sinceros. Si cada vez que te escribía te hubiera dicho que me hacías sentir bien, que eras
uno de mis mejores amigos, aún en la distancia... Que eras una de las mejores personas
del mundo. Que eras sensible, cariñoso, que me gustaba tu forma de ser. Que me
gustaba tu forma de expresarte. Que me gustaba tu alegría.
Sólo te lo dije una vez, y ahora es demasiado tarde para volver a hacerlo. Espero que,
dondequiera que estés, puedas ahora escuchar todo esto. Escuchar la música que
estoy escuchando. Esa música que estoy seguro que te habría gustado. Esta música
que me enseñaste a entender de otro modo muy distinto al que estaba acostumbrado.
Esta música que se ha convertido en expresión de mis sentimientos y de mi vida.
Nos quedaron tantas cosas por hacer... Si tan solo no hubiera ocurrido todo eso.
Si tan solo estuvieras aquí de nuevo. Sólo pido eso. Tenerte aquí de nuevo.
Sólo eso. Saber que estás aquí. Saber que estás de nuevo vivo.
Aunque sepa que nunca podré conocerte, siempre seguirás vivo en nuestros corazones.
Ahora eres parte de todos nosotros. Te llevamos allá donde vamos. Te admiramos.
Te recordamos. Mientras solo uno de nosotros esté en este mundo, tú también
permanecerás en él. Ahora es lo único que podemos hacer por ti. Y lo haremos
con mucho gusto. Recordándote como eras. Lo que significabas para nosotros.
Lo que significabas dentro de este mundo. Simplemente tú.
Dondequiera que estés, espero que cuides de todos nosotros. Que veles por nuestras
vidas y que ilumines nuestros corazones con tu luz en momentos de necesidad.
Esta es, después de tanto tiempo, mi despedida. Mi recuerdo. Mi declaración de
amor, en el punto en el que la amistad y el amor se funden.
Éste fue el final de una de las cartas que te escribí y que tanto te gustó.
Hoy más que nunca te lo dedico. Con todo mi corazón.
Good Night, beloved Crystal. I wish your light never go away from my heart.
www.teenlover.net
Escrito por RaVeN
no se han cerrado. Y creo que ningún día se cerrarán por completo. Creo que siempre
faltará un pedacito en mi corazón.
Durante todo este tiempo no he querido que volvieran a mí los recuerdos.
Recuerdos dolorosos de antaño.
Hace poco volví a visitar en Internet la página de Matthew. En ese momento volvieron
tanto los recuerdos como el dolor. Ese dolor indescriptible. Un dolor que hace tiempo
me atenazaba y ahogaba. Hoy ese dolor no es tan fuerte. A ese dolor lo vencen los
buenos recuerdos. Los buenos momentos. Pero sigue estando ahí.
Y creo que nunca desaparecerá.
Un buen día, hace 5 años, conocí a un chico estupendo. Era americano, de Wyoming.
Y se llamaba Matt. Ese día comenzamos a escribirnos. Al principio lo que hicimos fue
conocernos poco a poco. Ninguno sabía nada del otro, y comenzábamos una amistad
como un juego. Un juego de niños. Empezamos a contarnos cosas acerca de nuestras
vidas, nuestras aficiones, nuestros amigos, nuestras ilusiones... Poco a poco nuestra
relación se hizo más y más fuerte. Hubo un tiempo en el que llegamos a escribirnos
hasta 4 cartas al mes, repletas de pensamientos, de deseos, de historias de nuestra
vida, de vivencias. Era como un diario mutuo, sólo suyo y mío. Ese era nuestro juego.
Ah, cómo añoro aquel tiempo. El tiempo en el que éramos felices. El tiempo en el que
no teníamos grandes preocupaciones en la vida. Sólo disfrutábamos, observábamos
pasar la vida a nuestro alrededor y participábamos en ella. Era tiempo de felicidad.
Después de tanto tiempo escribiéndonos, sólo nos conocíamos por foto. Yo español,
él americano. Una gran distancia por recorrer. Pero teníamos proyectos de encontrarnos
algún día. Todavía estaría lejano, pero era nuestro sueño. Un sueño de tantos, pero un
sueño común.
Hace 3 años me enteré de una fatal noticia. Matthew había muerto. Lloré. Lloré
como no lloraba desde hacía mucho tiempo. Lloré desconsoladamente. Durante mucho
tiempo. Había perdido a un gran amigo, un amigo que nunca llegué a conocer en persona.
Creí que era uno de los peores momentos de mi vida. Pero el verdadero dolor llegó al día
siguiente cuando, en las noticias, pude leer que Matthew fue asesinado.
Cuando me enteré, mi corazón se encogió. Y más cuando me enteré de la razón.
Sentí algo que nunca había sentido, que hasta ahora no he vuelto a sentir y que
espero no sentir nunca más. Dolor, impotencia, hastío, odio, desesperación,
vergüenza... Realmente no sabía qué sentía. En ese momento me encerré en mí
mismo. Me costó mucho superarlo. Poco a poco dejé de pensar en él. Dejé de
pensar en esos recuerdos dolorosos de una vida quebrada.
Hace poco, después de hablar con un amigo, volví a darme cuenta de que la vida
sigue. Y volví a mirar hacia adelante. Sin olvidar nada de lo que dejo atrás. Sin olvidar
mi vida, mis amigos, mis vivencias, mis pretensiones, mis ambiciones... Todo lo que
esta vida me ha enseñado a lo largo del tiempo. Un tiempo que todavía tengo. Tampoco
olvido a Matt. Su vida, sus amigos, sus vivencias, sus pretensiones, sus ambiciones,
sus sentimientos, sus sueños... Las cosas que nunca supe sobre él ahora las he
descubierto gracias a sus amigos, compañeros y familiares.
Todas esas cartas sobre Matthew son un mundo aparte, lleno de sentimientos,
de alegría, de recuerdo, de anhelos. Un mundo lleno de amor y amistad.
Pero ahora Matt no está entre nosotros. No consigo entender los motivos. Lo he intentado.
Pero no lo entiendo. No lo entiendo. ¿Por qué él no está aquí ahora, con nosotros?
Ellos creen que, con sus actos, han destrozado una vida. Que han privado a una persona
de su derecho más sagrado: la vida. Pero no han hecho eso. No sólo eso. Han destrozado
la vida de cientos, de miles de personas. ¿Quién tiene derecho a hacer eso? ¿Alguien se
cree con poder suficiente como para poder dañar a un solo ser de este mundo?
No, nadie lo tiene. Y ellos se tomaron la justicia por su mano y privaron a un
ser humano de seguir viviendo. Lo privaron de sus ilusiones, de sus sentimientos,
de sus amigos, de sus esperanzas, de todas sus pretensiones, de su vida futura.
De todo a lo que podía aspirar. Le arrebataron la vida. A él le arrebataron su vida
y a todos nosotros nos arrebataron un pedazo de nuestro corazón. Nos
arrebataron la ilusión de todos los proyectos que teníamos juntos. Nos arrebataron
la ilusión de conocernos. A sus padres les arrebataron un hijo. Les arrebataron
su forma de vida, sus ilusiones. A sus amigos, les arrebataron a un amigo. A la gente
que no lo conoció, le arrebataron la posibilidad de hacerlo. A sus futuros jefes,
le arrebataron un futuro empleado. A la universidad, un alumno aplicado. A su
trabajo, un buen trabajador. Tantas cosas le quedaron por hacer... A todos
nos arrebataron una parte muy importante de nosotros mismos.
Y no tenían ningún derecho.
En mi corazón siempre habrá una gran parte reservada para Matthew.
Pero tendrá en su interior un pequeño hueco. Ese hueco nunca volverá
a rellenarse. Nunca. Porque alguien me lo arrebató.
Ahora no sé lo que siento realmente. No es odio. No sabían lo que hacían. No conocían
las consecuencias de sus actos. Espero que ahora lo entiendan, y que entiendan que el
pago es justo por lo que hicieron. Lo que es seguro es que nunca podré perdonar a las
personas que hicieron algo tan terrible y nos privaron a todos y cada uno de nosotros
de una parte muy importante de nuestra vida.
¿Y por qué lo hicieron? Nunca me dolió tanto como esa vez la desaparición de alguien a
quien quería. Lo hicieron por sus tendencias sexuales. ¡Dios! Es algo incomprensible para mí.
Hasta la muerte de Matthew, nunca supe que era gay. Nunca supe nada acerca de su
vida privada en ese extremo, al igual que nunca supe que fumaba. En sus cartas
siempre me contaba qué estaba haciendo mientras escribía, y... nunca me contó
que fumaba. Sabía que era rubio por sus fotos. Sabía cómo era su madre por
sus fotos. Sabía que le gustaba cierto tipo de ropa porque me escribía sobre ello.
Pero nunca me contó que fumaba. Y nunca me contó sus tendencias sexuales.
Para mí, las dos cosas son lo mismo. ¿Si hubiera sabido que fumaba lo habría
repudiado? ¿Lo habría abandonado? ¿Habría llegado a odiarlo hasta el extremo de
querer quitarle la vida, y me sentiría en el derecho de hacerlo? ¿Esa es la postura de
un ser humano hacia otro ser humano?
¿Realmente esos pequeños detalles son importantes? ¿Lo son?
Yo no me escribía con alguien rubio, ni con alguien que fumaba, ni con alguien que vestía
ropa de marca. Ni con alguien que tenía unas preferencias sexuales determinadas.
Yo me escribía con una persona a la que apreciaba y quería. Con alguien que
era mi amigo. Alguien que me entendía y me hacía sentir bien. Alguien en quien
podía confiar, incluso viviendo tan lejos. No me importaba nada más. Quería a una
persona. A una persona completa. Una persona con sus detalles, sus defectos, sus
sentimientos. A un ser humano. ¿Por qué alguien se ha sentido con derecho y poder como
para arrebatarle a él su vida, a mí a un amigo y a todos los demás a un hermano? ¿Por qué?
Siempre me gustó la música. No me gustaba el mismo estilo de música que a Matt.
Me gusta la música con más carácter que a él. La música. Siempre la he considerado
la mayor forma de expresión de este mundo. Y ahora, en mi lamento, me acompaña la música.
Es mi forma de evadirme del mundo o, como decía Matt, de profundizar en él hasta extremos
en los que no se puede de otra forma. Dejar que afloraran mis sentimientos. Sólo la música tiene
la fuerza suficiente para describir los sentimientos. Esa combinación de voz y sonido que
hacen que tu corazón y tu alma se estremezcan.
Ahora solamente quiero que estés aquí. Que estés en este mundo. Poder conocerte algún día.
Poder hacer todo lo que soñamos juntos. Algo que ya nunca podremos hacer. Ahora me doy
cuenta de que no te dije todo lo que quería decirte. Que en esta vida no somos realmente
sinceros. Si cada vez que te escribía te hubiera dicho que me hacías sentir bien, que eras
uno de mis mejores amigos, aún en la distancia... Que eras una de las mejores personas
del mundo. Que eras sensible, cariñoso, que me gustaba tu forma de ser. Que me
gustaba tu forma de expresarte. Que me gustaba tu alegría.
Sólo te lo dije una vez, y ahora es demasiado tarde para volver a hacerlo. Espero que,
dondequiera que estés, puedas ahora escuchar todo esto. Escuchar la música que
estoy escuchando. Esa música que estoy seguro que te habría gustado. Esta música
que me enseñaste a entender de otro modo muy distinto al que estaba acostumbrado.
Esta música que se ha convertido en expresión de mis sentimientos y de mi vida.
Nos quedaron tantas cosas por hacer... Si tan solo no hubiera ocurrido todo eso.
Si tan solo estuvieras aquí de nuevo. Sólo pido eso. Tenerte aquí de nuevo.
Sólo eso. Saber que estás aquí. Saber que estás de nuevo vivo.
Aunque sepa que nunca podré conocerte, siempre seguirás vivo en nuestros corazones.
Ahora eres parte de todos nosotros. Te llevamos allá donde vamos. Te admiramos.
Te recordamos. Mientras solo uno de nosotros esté en este mundo, tú también
permanecerás en él. Ahora es lo único que podemos hacer por ti. Y lo haremos
con mucho gusto. Recordándote como eras. Lo que significabas para nosotros.
Lo que significabas dentro de este mundo. Simplemente tú.
Dondequiera que estés, espero que cuides de todos nosotros. Que veles por nuestras
vidas y que ilumines nuestros corazones con tu luz en momentos de necesidad.
Esta es, después de tanto tiempo, mi despedida. Mi recuerdo. Mi declaración de
amor, en el punto en el que la amistad y el amor se funden.
Éste fue el final de una de las cartas que te escribí y que tanto te gustó.
Hoy más que nunca te lo dedico. Con todo mi corazón.
Good Night, beloved Crystal. I wish your light never go away from my heart.
www.teenlover.net
Escrito por RaVeN
Última edición: