KOD
2
Para Michael y para vosotros. Para él que tantas veces no la pudo tener y para todo aquel que la sienta de una manera parecida.
Os quiero a todos un montón.
-NAVIDAD-
Ayer noté como un hada blanca caía ante mis ojos, al tiempo que me rodeaba un mundo imaginario con un halo de utopía y de destellos que hacían que mi mente, corazón y alma se unieran para llenarme de ilusión.
Perdí de vista al hada y vi una sonrisa de un pequeño ángel correspondida a otra de un pequeño viejo dios.
El tiempo se paralizó, las imágenes pasaban a cámara lenta, al tiempo que de fondo, sonaba una melodía hecha a base de mar, dulces y sirenas que derrumbó las pocas barreras que me quedaban para contener la emoción... y una lagrima surco mi cara.
¿Sabes? Lo único real en esta historia fue lo ultimo, la lagrima.
El hada no era un hada, sino un copo de nieve, el mundo utópico y relleno de destellos, era este, este único mundo que tenemos, con la única diferencia, que ahora destelleaban luces de Navidad. Y la sonrisa del ángel correspondida con la del pequeño viejo dios, era la sonrisa de un niño, correspondida al guiño de su “dios” Papa Noel.
La melodía que derrumbó las barreras no contenían ni mar, ni dulces ni sirenas. Era simplemente una canción de esas que tanto conmueven mi corazón y que me hacen pensar que todo esto merece la pena vivirlo.
Y así acaba mi historia. No alucinaba, ni veía visiones. Aunque el hada, el viejo dios y las sirenas no existieran, yo las vi, ¿sabes porque?
Porque era Navidad y ese es el mundo que yo creo en esta fecha, en ese en el que me refugio.
Llegados estos días, no quiero crecer, quiero ser Peter Pan, volar, ilusionarme, sonreír y preocuparme solamente por las cosas superfluas, las que dan el lujo a la rutina.
Por eso, en vez de desear la felicidad, la unión, la prosperidad y todo aquello que muebla la rutina, solo deseare que sintáis lo que yo he relatado o por lo menos algo que se le parezca, porque esa será la magia que unirá todos los cabos para hallar en este mundo de la Navidad, la felicidad.
Así me lo enseñaron y así lo siento cada vez que las copas de las montañas se ponen blancas y nuestro corazón más rojo, cada vez que llega Navidad.
Víctor.