Este artículo aparece en la MUY INTERESANTE española de septiembre y, a pesar del apellido de su autor, hace honor al nombre de la revista:
Jurados a la fuerza
por Alberto P. Cáncer, abogado
Ser jurado popular no sólo debe verse como una pesada obligación, sino como la manifestación del derecho de los ciudadanos a participar en los asuntos públicos.
El reciente veredicto de inocencia (o de no culpabilidad) de Michael Jackson vuelve a poner en tela de juicio la institución del jurado. Al igual que en otros casos en los que los acusados eran estrellas del espectáculo, como O.J. Simpson o Kobe Bryant, en los medios de comunicación y en los foros de internet se estableció un proceso paralelo en el que detractores y admiradores discutían febrilmente acerca de la acusación contra la estrella del pop. Tras varias semanas de sesiones, tras escuchar a decenas de testigos, que en la mayor parte de ocasiones no hablaban de hechos, sino de impresiones, tras la última escenificación del drama por parte del abogado defensor y del fiscal, 12 hombres y mujeres se retiraron a deliberar con la misión de establecer si su igual era culpable o no de los cargos de abuso de menores que se le imputaban. En teoría, era uno más de los cientos de casos que a diario se juzgan en los Estados Unidos. Aun así, una frase en un blog en el periódico Los Angeles Times quería resumir el desenlace: "Las treinta horas de deliberaciones del jurado y el gesto de Michael Jackson al salir de la sala confirmaron el veredicto de culpabilidad en el juicio de la opinión pública."
Resultó curioso ver como con posterioridad al veredicto los 12 jurados comparecieron en rueda de prensa explicando las razones que les movieron a fallar a favor del acusado. Y resultó más conmovedor aún escuchar a su presidente implorar que se les dejase volver al anonimato en el que sus vidas se desenvolvían antes de ser designados para ejercer su misión.
¿Quiere la gente ser jurado? Las encuestas dicen que no. Sin embargo, las encuestas también reflejan que los ciudadanos perciben la administración de justicia como un coto cerrado en el que los actores se mueven al margen de la sociedad. Esta paradoja tiene difícil solución porque, además, los medios de comunicación se encargan de organizar y escenificar juicios paralelos en los que no tienen empacho en solicitar su opinión a la gente de a pie. La frase "yo no quiero ser jurado, pero creo que fulanito es culpable" encierra una profunda insolidaridad, pues el desentendimiento de las obligaciones (y los derechos) que la Constitución impone, puede suponer el comienzo de un déficit democrático que a medio y largo plazo pasará factura. Y es que ser jurado no debe ser visto como una obligación pesada, sino como la manifestación del derecho del ciudadano a participar en los asuntos públicos.
En España existe un recelo patológico hacia la institución del jurado, aunque más bien debería decirse hacia los jurados personales que en cada caso la integran. Pese a ello, la ley española opta por el jurado compuesto exclusivamente por ciudadanos inexpertos en derecho, frente al escabinado o jurado mixto, en el que los jurados son acompañados por un magistrado asesor. Además, no todos los casos son enjuiciados por jurados populares. Sólo pueden serlo un puñado de delitos. Sólo pueden serlo un puñado de delitos, los que el legislador entiende que no tienen una especial complejidad para determinar el hecho típico que los sustenta, como el homicidio y sus diversas presentaciones, los delitos cometidos por funcionarios públicos, como el tráfico de influencias, la infidelidad en la custodia de documentos y de presos o los allanamientos de morada y las coacciones, por ejemplo. Se dice también que los veredictos suelen ser revocados por las instancias superiores. Hasta la fecha, sin embargo, los tribunales superiores han modificado pocos veredictos y la mayoría de las veces han dirigido sus críticas hacia el magistrado presidente del juicio, por no haber instruido convenientemente a los jurados. A día de hoy, sólo hay un caso en el que el Tribunal Supremo haya absuelto a un acusado condenado por el jurado sin una sólida base probatoria. Será señal de que éste no lo hace tan mal.
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Por cierto, creo que el caso al que se refiere al final es el de la pobre Dolores Vázquez, víctima de los medios como Michael.
S@ludos...
Jurados a la fuerza
por Alberto P. Cáncer, abogado
Ser jurado popular no sólo debe verse como una pesada obligación, sino como la manifestación del derecho de los ciudadanos a participar en los asuntos públicos.
El reciente veredicto de inocencia (o de no culpabilidad) de Michael Jackson vuelve a poner en tela de juicio la institución del jurado. Al igual que en otros casos en los que los acusados eran estrellas del espectáculo, como O.J. Simpson o Kobe Bryant, en los medios de comunicación y en los foros de internet se estableció un proceso paralelo en el que detractores y admiradores discutían febrilmente acerca de la acusación contra la estrella del pop. Tras varias semanas de sesiones, tras escuchar a decenas de testigos, que en la mayor parte de ocasiones no hablaban de hechos, sino de impresiones, tras la última escenificación del drama por parte del abogado defensor y del fiscal, 12 hombres y mujeres se retiraron a deliberar con la misión de establecer si su igual era culpable o no de los cargos de abuso de menores que se le imputaban. En teoría, era uno más de los cientos de casos que a diario se juzgan en los Estados Unidos. Aun así, una frase en un blog en el periódico Los Angeles Times quería resumir el desenlace: "Las treinta horas de deliberaciones del jurado y el gesto de Michael Jackson al salir de la sala confirmaron el veredicto de culpabilidad en el juicio de la opinión pública."
Resultó curioso ver como con posterioridad al veredicto los 12 jurados comparecieron en rueda de prensa explicando las razones que les movieron a fallar a favor del acusado. Y resultó más conmovedor aún escuchar a su presidente implorar que se les dejase volver al anonimato en el que sus vidas se desenvolvían antes de ser designados para ejercer su misión.
¿Quiere la gente ser jurado? Las encuestas dicen que no. Sin embargo, las encuestas también reflejan que los ciudadanos perciben la administración de justicia como un coto cerrado en el que los actores se mueven al margen de la sociedad. Esta paradoja tiene difícil solución porque, además, los medios de comunicación se encargan de organizar y escenificar juicios paralelos en los que no tienen empacho en solicitar su opinión a la gente de a pie. La frase "yo no quiero ser jurado, pero creo que fulanito es culpable" encierra una profunda insolidaridad, pues el desentendimiento de las obligaciones (y los derechos) que la Constitución impone, puede suponer el comienzo de un déficit democrático que a medio y largo plazo pasará factura. Y es que ser jurado no debe ser visto como una obligación pesada, sino como la manifestación del derecho del ciudadano a participar en los asuntos públicos.
En España existe un recelo patológico hacia la institución del jurado, aunque más bien debería decirse hacia los jurados personales que en cada caso la integran. Pese a ello, la ley española opta por el jurado compuesto exclusivamente por ciudadanos inexpertos en derecho, frente al escabinado o jurado mixto, en el que los jurados son acompañados por un magistrado asesor. Además, no todos los casos son enjuiciados por jurados populares. Sólo pueden serlo un puñado de delitos. Sólo pueden serlo un puñado de delitos, los que el legislador entiende que no tienen una especial complejidad para determinar el hecho típico que los sustenta, como el homicidio y sus diversas presentaciones, los delitos cometidos por funcionarios públicos, como el tráfico de influencias, la infidelidad en la custodia de documentos y de presos o los allanamientos de morada y las coacciones, por ejemplo. Se dice también que los veredictos suelen ser revocados por las instancias superiores. Hasta la fecha, sin embargo, los tribunales superiores han modificado pocos veredictos y la mayoría de las veces han dirigido sus críticas hacia el magistrado presidente del juicio, por no haber instruido convenientemente a los jurados. A día de hoy, sólo hay un caso en el que el Tribunal Supremo haya absuelto a un acusado condenado por el jurado sin una sólida base probatoria. Será señal de que éste no lo hace tan mal.
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Por cierto, creo que el caso al que se refiere al final es el de la pobre Dolores Vázquez, víctima de los medios como Michael.
S@ludos...
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