El artista, víctima de un paro cardiaco, será enterrado este martes en el cementerio de Alhaurín de la Torre, localidad malagueña en la que vivía
Agencias
José Ortega Heredia, apodado Manzanita porque se ponía 'colorao' por nada, falleció el domingo por la noche, a los 48 años, a consecuencia de un fallo cardíaco. El deceso de quien era considerado el primer cantautor gitano se produjo en su casa de Alhaurín de la Torre, y fue descubierto gracias a que uno de sus vecinos escuchó «jaleo» y llamó al servicio de urgencias 061, que se desplazó de inmediato a la vivienda del cantante, aunque los médicos ya no pudieron hacer nada por salvar la vida de artista.
La noticia trascendió hoy lunes y, nada más conocerse, provocó que numerosos amigos, vecinos y seguidores se concentrasen ante la puerta de la casa de este gitano «de pura cepa», que será enterrado este martes, a las 10 de la mañana, en el cementerio de la localidad malagueña donde residía.
Hijo de gitanos andaluces y sobrino de Manolo Caracol, Manzanita vivió momentos de gloria en los últimos setenta y primeros ochenta cuando se atrevió a convertir al flamenco el popular 'Ramito de violetas', de Cecilia, del que vendió medio millón de copias, 'La quiero a morir', de Francis Cabrel, o el 'Verde que te quiero verde', de Lorca.
Nacido en Madrid, aunque criado en Málaga, Manzanita tenía siete hijos y dos nietos. Comenzó a tocar la guitarra a los nueve años, en los tablaos en los que su padre, cantaor, actuaba, y dos años después acompañó en sus giras mundiales a Enrique Morente, que le inculcó su afición por la literatura.
El artista nunca fue un ortodoxo del cante, del que siempre defendió su peculiaridad. En sus inicios formó parte del grupo Los Chorbos (1974), integrado por otros chicos del barrio madrileño de Caño Roto, en el que vivía; el grupo copiaba música funky e influyó en otras formaciones flamencas, como Los Chichos. Tres años después inició su carrera en solitario y en 1978 apareció su primer trabajo, 'Poco ruido y mucho duende', al que siguieron 'Espíritu sin nombre', 'Talco y bronce' y otros ocho discos más llenos de éxito para el que protagonizó la primera fusión entre el flamenco y el pop. También fue uno de los primeros en romper las barreras comerciales que el flamenco, hasta entonces minoritario, tenía en nuestro país.
El campo, el mar y Gustavo Adolfo Bécquer fueron fuente de inspiración de Manzanita, de quien los flamencólogos renegaron porque no conservó la pureza. Y él repitió una y otra vez que lo suyo no era un flamenco, «lo mío no tiene nombre, es una mezcla de todo un poco, de flamenco, jazz, rock, salsa... de todos los tipos de música que me gustan». «Además, cuando yo hago una cosa, la hago para mí», subrayó el artista, que dejó de cantar, se hizo vendedor de mercadillo y se entregó a Dios a través del culto en la Iglesia Evangélica.
Manzanita, que publicó 'Dímelo' tras estar muchos años sin grabar material inédito, no era un gran cantaor, ni tenía una voz privilegiada, según sus propias palabras, pero poseía una voz «con personalidad» una voz rota, ronca y sufrida de la que salieron lo que él llamaba «bulemias» en lugar de bulerías, algo que él sentía «y que ningún flamencólogo entenderá jamás», recalcaba.