GALES, Santiago Carrillo siempre negó que él ordenara esas muertes.
Te voy a poner el relato que hace en sus memorias de cómo ocurrieron los hechos.
Ponte en situación porque es muy difícil valorar a día de hoy y juzgar los acontecimientos que ocurrieron y las decisiones que llevaron a cabo las personas que libraban una guerra cruenta en la que diariamente morían a montones, de un bando y de otro.
En ambos bandos se cometieron atrocidades en la guerra, pero no te olvides de que el Franquismo convirtió esas atrocidades en política de gobierno y siguió cometiéndolas muchos años después de terminada la guerra, pero éste ya es otro tema.
Es bueno conocer lo que cuenta la otra parte de la historia (en este caso Santiago Carrillo) a cerca de lo que sucedió entonces, para luego sacar tus conclusiones.
No tengo mucho tiempo y el texto es largo, pero lo voy a copiar porque quiero que lo veas.
"Uno de aquellos días, no recuerdo cuál, los franquistas llegaron a doscientos metros de la cárcel Modelo. Y en la junta acordamos que era necesario evacuar a los militares presos, a todo riesgo; si perdíamos veinticuatro horas m´s podían ser liberados, con el fortalecimiento evidente del potencial franquista que iba a derivarse de ello. Impedirlo era esencial para la defensa de Madrid e incluso para todo el curso de la guerra. El problema más difícil era el de su custodia; las fuerzas de que se disponía para ello eran más bien escasas; las brechas que teníamos en el frente y por las que el enemigo trababa de entrar exigían la presenciaa de todas las reservas movilizables. Al final el mando militar destinó algunas fuerzas para escoltar el convoy.
Tardamos varios días en saber que habían sido interceptados y ejecutados, pero nunca llegamos a saber por quién y en aquel momento ni supimos dónde. En los alrededores de Madrid merodeaban miles de incontrolados, con armas; muchos de ellos provenientes del territorio tomado por los franquistas antes de llegar a la capital, que habían perdido familiares y amigos por la represión y que se hallaban animaos de un odio cerval. En las carreteras había controles, que no obedecían ni a la Junta ni al Gobierno. Y frente a gentes así las fuerzas de escolta hubieran debido librar batalla para proteger a los presos; a la vista de lo sucedido puedo imaginar que ni por su número, ni sobre todo por su moral, estaban dispuestos a dar su vida para defender la de los que iban custodiando.
Tuve las primeras noticias del suceso por el embajador de Finlandia, que vino a mi consejería a protestar. Era un nazi y unos años después publicó un libro en Berlín, donde reconoce que cuando me visitó yo no sabía nada del asunto. Pero en ese momento él tampoco pudo darme una información precisa. La verdad es que yo he empezado a oír hablar de Paracuellos bastantes años más tarde.
Después de esa visita lo que hicimos fue suspender la evacuación de un grupo que aún quedaba. Pero la verdad es que en ese momento no pudimos meternos en ninguna indagación; los agobiantes problemas de la defensa de la capital nos tenían cogidos por el cuello a todos; la desorganización y el caos existente eran aún muy grandes y la preocupación por salvar Madrid era prioritaria sobre cualquier otra consideración. En todo caso si alguien estaban en condiciones de abrir una investigación era el Gobierno y no la junta.
En el frente caían diariamente miles de hombres. Los bárbaros bombardeos a que sometían la aviación y la artillería franquista a la población madrileña causaban todos los días infinidad de víctimas; por mi cargo yo tenía que mostrar cotidianamente a la prensa los cadáveres de docenas de niños y mujeres inocentes muertos por el fatal empeño de crear una atmósfera de desmoralización en nuestra retaguardia.
Cuando uno está alejado en el tiempo y en la distancia de una guerra - y en esta época hay muchas - cabe la posibilidad de una reflexión puramente humana, dolida por la desaparición de vidas sin diferenciar el campo en que caen.
Pero cuando tú está inmerso en esa guerra, convencido de que defiendes una causa justa, no sientes la pérdida de vidas del enemigo como sientes la de tus conrreligionarios, no; desgraciadamente para que venzan los tuyos tienen que caer los otros. Es el sinsentido de todas las guerras y desgraciadamente seguirá siéndolo mientras haya guerras.
No trato de justificarme ni de buscar atenuantes. En noviembre de 1936 yo, Miaja, toda la Junta de Defensa nos encontramos en medio de una situación difícilmente controlable y no conseguimos controlarla en muchos aspectos. Logramos eso sí que durante dos años y medio Madrid fuera el símbolo mundial de la resistencia antifascista.
El 6 de Noviembre el general Mola daba como segura su entrada en Madrid, donde creo que fue Queipo de Llano quien dijo que los cuatro generales tomarían café antes de pocas horas. Ya era público que don Luis Alcócer sería el alcalde de la capital; ya estaban preparadas las milicias y guardia civil encargadas de la represión franquista, así como ocho tribunales militares extraordinarios que debían dar un semblante de regularidad a la represión; ya tenían preparadas las cuerdas con que nos iban a arrastrar y a colgar probablemente en la Puerta del Sol. Entonces no pasaron. Y la resistencia de Madrid fue un ejemplo para la posterior resistencia antinazi en la Europa ocupada y hasta en la lejana China se evocó el ejemplo de Madrid por las fuerzas que luchaban contra los invasores japoneses.
He leído en algunas publicaciones que en Paracuellos se habían producido antes y después otras ejecuciones. Antes yo no me ocupé nunca del orden público o de tareas de seguridad; después de mi dimisión de la junta, a mediados de diciembre, cuando los frentes en la ciudad se habían estabilizado, tampoco....... (Sigue relatando los acontecimientos que se sucedían).
Retrospectivamente, ya de nuevo en España durante la transición, cuando he leído literatura por franquista sobre lo sucedido en noviembre del 36, aunque la mayor parte de los testimonios aducidos vienen de personas detenidas y como era corriente, torturadas antes de ser fusiladas me he preguntado si alguna de las policías de grupo pudo instalarse en las proximidades de Madrid, aprovechando el vacío de poder que en ellas se prolongó bastante tiempo. Pero si existió algo así, no tuvo relación de ningún género con la Consejería de Orden Público.
En ésta se formó un consejo que presidía Serrano Poncela, integrado por un representante de cada una de las organizaciones gubernamentales, consejo que decidía quién pasaba a disposición de os Tribunales Populares y quién debía ser puesto en libertad. El criterio era que las gentes de derechas, que no tuvieran acusaciones de participación en la quinta columna, y estuvieran en edad militar, fueran enviadas a batallones de fortificación.
En las condiciones de entonces, con todas las rivalidades políticas existentes en los partidos y organizaciones del Frente Popular era imposible que los arrestos o las libertades los decidiera en representante de un solo partido. De ahí la existencia de ese consejo que luego Galarza, ministro del Interior, creó también a nivel nacional. Yo, que había depositado mi confianza en Serrano Poncela, no participé ni en una sola de las reuniones de dicho consejo y , que recuerde, incluso no conocía personalmente a la mayor parte de los que lo componían, designados por sus organizadores.
Las únicas detenciones que yo decidí personalmente fueron las de un control, aparentemente anarquista que actuaba en la salida de las Ventas y las de la escolta de un ateneo libertario que había tomado bajo su protección a los que dispararon sobre el consejero Pablo Yagüe.
Libertades decidí concretamente tres: .... ( Y las va citando).
Esas fueron las únicas prisiones y libertades que yo decidí mientras fui consejero de Orden Público."
SANTIAGO CARRILLO, Madrid, julio de 2.006. Sus memorias.
Creo que está bastante bien explicado, en sus propias palabras, ahora que cada uno saque las conclusiones que le parezcan.
Un saludo.