kikeblay
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He decidido emprender una serie de capitulos sobre personajes historicos, para saber lo que hay que hacer en el futuro se dice que se debe conocer la historia y para ello nada mejor que empezar esta serie con Nelson Mandela, una leyenda viviente.
Espero poder seguir con esta serie de capitulos de personajes historicos (siempre y cuando este post haya tenido una buena aceptacion, no de respuestas sino de visitas porque sino, no me voy a pegar el curro otra vez para que no lo lea nadie) pero, sobre todo espero que os guste ya que me ha llevado un bonito tiempo hacer este post y que aprendais algo que antes no sabiais., para los que no conozcan muy bien la historia de Nelson.
Saludos.
Comenzaremos esta pequeña biografía de Nelson Mandela diciendo que es perteneciente al clan madiba, de la etnia xhosa, y uno de los 15 hijos de un consejero principal de la casa real Thembu (a su vez nieto de rey), en 1927, tras quedar huérfano de padre, quedó al cuidado del regente de los thembu, el jefe Jongintaba Dalindyebo. Recibió la educación primaria en el Methodist Boarding School -donde el profesor, el primer día de clase, le puso el nombre anglófono de Nelson- y la secundaria en el Wesleyan School de Healdtown, de donde pasó al Universitary College de Port Hare en 1939.
Como miembro del Consejo de Representantes Estudiantiles, su participación en acciones de protesta le acarreó la expulsión de las aulas en el tercer año de carrera, con lo que tuvo que terminar su diplomatura por correspondencia desde Johannesburgo. Posteriormente inició estudios de Derecho en la Universidad de Witwatersrand.
Fue en Johannesburgo -ciudad en la que se había establecido para evitar un matrimonio concertado por su protector- donde trabó contacto con el activismo puramente político, uniéndose, en 1942, al Congreso Nacional Africano (ANC), organización abanderada del nacionalismo negro que había sido fundada en 1912. Mandela inició un estrecho vínculo con Walter Sisulu, quien le presentó a un bufete de abogados, facilitándole una salida profesional.
En los años de la Segunda Guerra Mundial, Mandela, Sisulu, Oliver Tambo y otros jóvenes militantes, bajo el liderazgo de Anton Lembede, trabajaron por la transformación del ANC, que hasta entonces había expresado sus reivindicaciones dentro de los cauces parlamentarios, en un movimiento de masas con un programa de exigencias radicales al Gobierno racista sudafricano. A tal fin, en septiembre de 1944 pusieron en marcha la Liga de la Juventud del ANC (ANCYL), de la que Mandela fue elegido secretario tres años después.
En 1949, un año después de la victoria electoral del Partido Nacional (NP) y del inicio formal por la minoría blanca del sistema de segregación racial o apartheid, el Comité Nacional Ejecutivo (CNE) del ANC aceptó un Programa de Acción, conforme a las tesis de la ANCYL, que fue elaborado y supervisado en su aplicación por un subcomité de seis miembros entre los que figuraba Mandela.
El programa, que contemplaba el llamamiento a la huelga, la desobediencia civil, la no cooperación y otros instrumentos de lucha no violenta, más un plantel de demandas políticas y sociales sobre la igualdad jurídica de los ciudadanos de color, un parlamento representativo según el principio de un hombre, un voto, una redistribución más democrática de la tierra y la remoción de impedimentos a la educación de los jóvenes negros, se integró en la doctrina de partido, más allá de constituir una estrategia coyuntural. Cada vez más prestigiado entre sus compañeros, en 1950 Mandela fue promocionado a miembro del CNE.
Como presidente de la ANCYL desde 1951, en junio de 1952 el ANC le encomendó la divulgación por todo el país de la denominada Campaña del Desafío a las Leyes Injustas, un movimiento de masas no violento por el que en el mes de julio fue procesado bajo la acusación de violar la Ley de Supresión del Comunismo. En septiembre la sentencia de nueve meses de prisión que recibió quedó en suspenso durante dos años, pero a cambio se le prohibió participar en actos públicos y ejercer cargos políticos hasta 1958, quedando confinado en Johannesburgo por espacio de seis meses.
En diciembre de 1952, Mandela, que acababa de ser elegido vicepresidente del ANC y presidente de su sección en Transvaal, y Tambo consiguieron abrir en aquella ciudad un despacho de abogados, el primero del país regentado con licencia por negros, labor que fue constantemente hostigada por las autoridades hasta el cierre del bufete en 1956.
En los años siguientes, Mandela siguió participando en las campañas contra las leyes discriminatorias de la mayoría negra y prestando asistencia legal a activistas con problemas con la justicia. Detenido y encarcelado en varias ocasiones, en marzo de 1960 le sobrevino un nuevo arresto días después de la matanza de Sharpeville y de la declaración de ilegalidad del ANC. En 1961 su caso fue revisado y quedó exonerado de la acusación de participar en actividades terroristas, pero en junio de 1962 fue detenido otra vez y recibió una sentencia condenatoria de cinco años de cárcel por los delitos de incitación a la huelga y de abandono ilegal del país, en referencia a unas estancias en Etiopía y Argelia para recibir entrenamiento militar.
Lo cierto es que en junio de 1961 Mandela, convencido de la inutilidad de la lucha pacífica contra el apartheid, había organizado en la clandestinidad y tomado la jefatura del brazo armado del ANC, Umkhonto we Sizwe (Escudo de la Nación). Este viraje fue inmediatamente posterior a la proclamación por el NP de la República de Sudáfrica (31 de mayo de 1961) y la subsiguiente retirada de la Commonwealth, rompiendo los lazos con la corona británica mantenidos desde la independencia de facto en 1910 como Unión de Sudáfrica.
En 1963 Mandela continuaba encarcelado cuando se le extendió su causa a los cargos de sabotaje y terrorismo. El 12 de junio de ese año, junto con otros siete altos dirigentes del ANC, fue condenado a cadena perpetua (el fiscal solicitó para él la pena capital) e internado en la prisión de máxima seguridad de Robben Island, situada en una pequeña isla en el mar a 7 km de Ciudad del Cabo. Desde su celda, el preso 466/64 se convirtió en el símbolo de la resistencia negra y de la conciencia secuestrada de la nación, ganando una masiva solidaridad internacional y abundando en el descrédito de un gobierno que no acertaba a presentarle como un extremista peligroso o como un racista negro.
Su esposa desde junio de 1958, Winnie Madikizela-Mandela, que pronto se revelaría como una dirigente del ANC radical y autocrática a medida que la Policía se ensañaba con ella, fue a su vez puesta bajo confinamiento en 1977 en compañía de sus dos hijas y de sus nietos, no pudiendo visitarle en prisión más que en contadas ocasiones.
En abril de 1984 Mandela fue transferido a la prisión de Pollsmoor, en Ciudad del Cabo, y en diciembre de 1988 a la prisión Victor Verster, cerca de Paarl, donde, en atención a su dolencia de tuberculosis, se le aisló en un bungalow con piscina, jardines y un cocinero particular. Desde finales de los años setenta venía rechazando los ofrecimientos de los gobiernos de Balthazar Vorster y Pieter Botha para una remisión de su pena a cambio de aceptar la independencia, no reconocida internacionalmente, de los bantustanes (territorios negros teóricamente autónomos) y de hacer público su rechazo a la violencia.
No obstante, a partir de 1986 sus contactos secretos con el régimen, agriamente rechazados por algunos dirigentes del ANC por su carácter unilateral, permitieron intuir un próximo desenlace negociado. En un encuentro sin precedentes, el 5 de julio de 1989 Mandela fue invitado a tomar té con Botha en su residencia presidencial.
La llegada al poder de Frederik de Klerk a la Presidencia del país en agosto de 1989 inauguró una era de reformas que liquidó el apartheid. El 13 de diciembre Mandela celebró con él el primero de tres encuentros preliminares para tratar su liberación, la cual tuvo lugar el 11 de febrero de 1990. Tras casi 28 años en prisión y varias ofertas de libertad condicionada, Mandela había conseguido la vindicación política para su causa, pero también una victoria personal.
En sus primeras declaraciones, tanto a la prensa como a la muchedumbre que le acogió en el estadio de Soweto, el castigado barrio negro de Johannesburgo, el líder nacionalista prodigó los mensajes de moderación y de cooperación en la empresa iniciada por de Klerk, lo que, no suscitó la unanimidad en el campo negro nacionalista; así, los extremistas de izquierda del Congreso Panafricano (PAC, fundado en 1959 en protesta por la inclusión de gentes no de color, como indios y blancos, en la lucha anti apartheid) siguieron apostando por la vía revolucionaria y el derrocamiento del poder blanco por la fuerza.
Mandela aceptó la renuncia a la lucha armada del ANC, que había sido legalizado el 2 de febrero, por los Acuerdos de Pretoria del 6 de agosto de 1990. En los meses siguientes realizó una serie de viajes por todo el mundo para advertir contra un prematuro levantamiento de las sanciones a Sudáfrica, en tanto el Gobierno blanco no adoptara reformas decisivas y las fuerzas de seguridad siguieran cometiendo abusos. En julio de 1991 fue elegido presidente del ANC, reunido en Durban en su primera conferencia anual en Sudáfrica desde 1960, sustituyendo a Tambo, quien, enfermo y hospitalizado en Suecia, venía ocupando el puesto desde la muerte de Albert Lutuli en 1967.
El proceso de desmantelamiento jurídico, político e institucional del apartheid fue un proceso trufado de tensiones y estuvo expuesto a muy peligrosos embates, en particular los sangrientos enfrentamientos armados entre xhosas -mayoritariamente identificados con el ANC- y zulúes -representados por el Partido Inkatha de la Libertad (IFP) del primer ministro del bantustán de Kwazulu Natal, Mangosuthu Buthelezi-, pero también las provocaciones terroristas de la extrema derecha blanca.
Los respectivos compromisos adquiridos por Mandela y de Klerk salvaron la delicada transición, pese a los recelos y a las acusaciones mutuas. El líder negro denunció en numerosas ocasiones que las fuerzas de seguridad seguían perpetrando tropelías como en los mejores tiempos del apartheid, y censuró la intención del NP de otorgar a la minoría blanca algún tipo de veto en un futuro Gobierno de mayoría negra.
Mandela tuvo también que aplicarse en la ordenación de sus propias filas, donde las posiciones radicales seguían teniendo vigencia. En esta tesitura se enmarcó el anuncio de separación, el 13 de abril de 1992, de su esposa Winnie, a la sazón presidenta de la Liga de Mujeres del ANC, debido a que las “tensiones aparecidas en los últimos meses por diversas cuestiones”, habían hecho la ruptura “inevitable”.
Condenada el año anterior a seis años de prisión por el rapto en diciembre de 1988 de cuatro jóvenes y el asesinato de uno ellos a manos de sus guardaespaldas (reclutados del Club de Fútbol United Mandela) en su propia vivienda -un asunto escandaloso que dañó irremisiblemente una trayectoria política ya controvertida-, Winnie apeló y en junio de 1993 consiguió la suspensión de la pena a cambio de una multa.
Luego de consensuar Mandela y de Klerk, en el seno de las conversaciones multipartitas, los mecanismos e instituciones del período de transición, del 26 al 28 de abril de 1994 tuvieron lugar las históricas elecciones a una Asamblea Nacional multirracial de 400 miembros. Sin sorpresas, el ANC obtuvo una victoria masiva con el 62,6% de los votos y 252 escaños, mientras que el NP se hizo con el 20,4% y 82 escaños.
El 6 de mayo, conforme a lo pactado, Mandela formó un Gobierno de unión nacional con el NP, el IFP y el multirracial Partido Comunista Sudafricano (SACP). El día 9 la Asamblea le eligió presidente de la República y al día siguiente, en presencia de numerosos líderes mundiales y en un ambiente festivo y colorista, tomó posesión del puesto con un mandato de cinco años.
Sobre Mandela recayeron todas las esperanzas de un pueblo que, si bien había conseguido plenitud de derechos políticos, aún topaba con numerosas barreras para su promoción social, educativa y profesional, pero que fundamentalmente, sobre todo esos millones de habitantes de los guetos y los barrios de miseria, ansiaba salir de su extremada postración económica.
El presidente definió unas reglas de juego que equilibraban el dominio indiscutible del ANC con la cooperación y la concesión de parcelas de poder y de responsabilidad a los otros partidos y las nuevas minorías, que no necesariamente eran aliados naturales, e incluso ni siquiera fácticos. Con sensatez y realismo, Mandela confió al NP sectores clave casi en exclusiva, como la economía, la cual se mantuvo en los criterios capitalistas de mercado, o en un régimen de cogestión, como la defensa y la seguridad interior.
El sistema innegablemente funcionó en los cinco años siguientes: (Y esto es importantísimo Hideouters) aseguró el total respaldo internacional; implicó a las élites blancas, luego de calmar sus últimas aprensiones, en la normalización del país; desarmó dialécticamente, con más rapidez de lo esperado, a la extrema derecha racista, que se automarginó completamente del escenario político; y apaciguó a ojos vista las tensiones violentas en la provincia de Natal, luego de ir aceptando el IFP su posición en el nuevo orden político.
En la hora de su partida se hizo un balance agridulce del compromiso con la emancipación socioeconómica de la mayoría negra, pues si bien ésta había mejorado un tanto su situación con la extensión de los servicios sociales en los populosos barrios marginales y el surgimiento de una incipiente clase media, los blancos, que constituyen menos del 14% de la población, seguían detentando la práctica totalidad del sistema financiero y de los negocios. Además, su Gobierno se vio incapaz de contener la explosión de una violencia mayormente delictiva, fenómeno que azota a todas las sociedades recién salidas del proscenio de la guerra y que en el caso de Sudáfrica se entremezcla con nuevas e inquietantes formas de radicalismo.
El 30 de junio de 1996 el NP, conforme al anuncio hecho por de Klerk el 9 de mayo y coincidiendo con la aprobación de la nueva Constitución (que fue ratificada por Mandela el 10 de diciembre), abandonó el Gobierno de unión nacional alegando que el período de transición había concluido sin novedad, lo que dejó al segundo de Mandela, Thabo Mbeki, como único vicepresidente. El hecho, más que generar incertidumbre, vino a certificar hasta que punto la minoría blanca se sentía tranquila por la evolución política, prefiriendo que el ANC -con quien las relaciones tampoco habían sido excesivamente cordiales, sino, antes bien, bastante resignadas- asumiera todas las cargas de gobierno.
Mandela, en aras de la unidad y la reconciliación nacional, convocó por ley en julio de 1995 una Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR) para elucidar las masivas violaciones de los Derechos Humanos cometidas durante el apartheid. La CVR, presidida por el obispo y premio Nobel de la Paz Desmond Tutu, publicó el 29 de octubre de 1998 el resultado de sus investigaciones en un documento de 3.500 páginas, cuyas conclusiones eran contundentes: el Estado racista blanco fue responsable de la mayoría de las atrocidades, pero el movimiento de liberación negro también cometió violaciones de los Derechos Humanos, por todo lo cual solicitaba el procesamiento de Pieter Botha, Buthelezi y Winnie Mandela.
El informe provocó un terremoto en el ANC, donde un sector, tildado de dogmático y de excluyente, encabezado por Mbeki (él mismo salió malparado en los testimonios escuchados por la CVR) se negó a disculparse de cualquier aspecto de la lucha anti apartheid. Mandela, que recibió de Tutu el documento, se limitó a expresar su apoyo incondicional al trabajo hecho por la CVR, pero se abstuvo de entrar en polémicas.
Con Mandela, Sudáfrica removió sus últimos estigmas internacionales. En las semanas inmediatamente posteriores a su asunción presidencial se produjeron los retornos a la Commonwealth (1 de junio) y a la Asamblea General de Naciones Unidas (23 de junio), así como los ingresos en la Organización para la Unidad Africana (23 de mayo) y el Movimiento de países No Alineados (31 de mayo).
Durban fue la sede de la XII Cumbre trianual del MNA, el 2 y el 3 de septiembre de 1998, en la que Mandela fue elegido presidente de turno de la organización para lo que le quedaba de mandato y donde declaró que su país tenía intención de mantener buenas relaciones con todos los estados, incluidos los que figuran en la lista negra de Estados Unidos
El presidente sudafricano viajó a las principales capitales mundiales, participó en numerosas citas multilaterales y tuvo invitaciones especiales a cumbres de organismos de los que su país no es miembro, como el Consejo Europeo de Cardiff del 15 de junio de 1998, donde, sin embargo, no se logró firmar el acuerdo comercial que Sudáfrica venía negociando con la Unión Europea, y la XIV Cumbre presidencial del Mercado Común del Sur (MERCOSUR), en Ushuaia, Argentina.
Durante y con posterioridad a su mandato, Mandela ha ejercido una suprema autoridad moral en los conflictos bélicos que asolan el continente negro, apareciendo como árbitro y mediador. En mayo de 1997 intentó, sin éxito, reconciliar al dictador zaireño Mobutu Sese Seko y al líder guerrillero Laurent Kabila, quien terminó haciéndose con el poder en Kinshasa.
En la guerra que, a mucha mayor escala, estalló en agosto de 1998 en la nueva República Democrática del Congo, caracterizada por la profusión de contendientes internos y la intervención militar de otros tantos estados de la región, Mandela multiplicó sus esfuerzos pacificadores, adoptando en el seno de la Comunidad de Desarrollo de África del Sur (SADC, de la que fue presidente de turno hasta septiembre de 1998) una posición sumamente cauta, aunque con claras simpatías por el Gobierno de Kabila, y llegando a enfrentarse con el presidente zimbabwo, Robert Mugabe, por su decisión de enviar tropas en ayuda de Kabila, roces que soterraban una rivalidad cierta por el liderazgo regional.
Precisamente, esta tendencia de buscar en la nueva Sudáfrica multirracial un patrón y guía para todo tipo de desavenencias y crisis nacionales en los estados de la zona, ha parecido prefigurar un escenario de presencia militar activa, ante la que, sin embargo, Mandela se mostró bastante reticente por entender que las intervenciones militares de interposición o humanitarias podían añadir más leña al fuego y escalar el conflicto.
La única excepción, y no por ello menos clamorosa y polémica dado su carácter expeditivo y de injerencia, fue el envío el 22 de septiembre de 1998 de un millar de soldados, junto con tropas de Botswana, al estado de Lesotho, pequeño reino independiente enclavado en Sudáfrica, para poner orden en un contexto de crisis política poselectoral y de motines militares.
Su éxito mediador más importante ha sido en Burundi, donde en octubre de 1999 tomó el relevo del fallecido Julius Nyerere, ex presidente de Tanzania y otro destacado exponente de la lucha contra la supremacía blanca de la región, en los esfuerzos para un poder compartido entre las distintas tendencias de la minoría tutsi y la mayoría hutu. Así, el 28 de agosto de 2000 presidió en Arusha, Tanzania, la firma de un prometedor acuerdo de paz, del que, no obstante, se excluyeron los insurgentes hutus y varios partidos extremistas tutsis.
Mandela cumplió 80 años en un momento de plenitud personal y política el 18 de julio de 1998, día que escogió para contraer matrimonio en Johannesburgo con Graça Machel, de 52 años, viuda del antiguo presidente mozambiqueño Samora Machel, a la que conoció en Maputo en 1990 y que era su compañera sentimental al menos desde 1996. De su primera esposa, Evelyn James, Mandela se separó en 1952 tras seis años de matrimonio y de haber tenido con ella tres hijos (uno de los cuales falleció en accidente de tráfico en 1969 cuando él estaba encarcelado), y terminó divorciándose en 1957; como ya se citó, otras dos hijas tuvo con Winnie, de la que, tras tres años de separación, obtuvo el divorcio el 19 de marzo de 1996.
El 7 de julio de 1996 Mandela declaró a la BBC que no se presentaría a la reelección dentro de tres años y que propondría a Mbeki para el puesto. El 18 de diciembre de 1997, durante la 50ª Conferencia Nacional del partido celebrada en Mafikeng, presentó su renuncia oficial como presidente del ANC y fue sustituido por Mbeki. A partir de entonces fue alejándose del ejercicio práctico del poder y se concentró en su papel simbólico de padre de la nación y de estadista prestigioso, cuya presencia es solicitada en múltiples foros internacionales.
En la primavera de 1999 realizó una vibrante gira nacional de despedida, en la que aleccionó a su pueblo en un sentido moral, aunque tampoco se privó de hacer diagnósticos negativos sobre una "sociedad enferma", incapaz de librarse de la violencia y los sectarismos, y el 16 de junio entregó el testigo a Mbeki, rotundo vencedor en las elecciones presidenciales del día 2.
El jovial anciano de las camisas estampadas es un dirigente universalmente respetado y admirado. Probablemente la mayor figura política mundial viva, ha llegado a llamársele el "estadista perfecto". En su país, entre la mayoría negra es un personaje idolatrado, pero no son pocos los que comparten este sentimiento entre la población blanca, que terminó por rendirse ante su carisma, su talla humana y su responsabilidad política.
Mandela está en posesión de más de un centenar de títulos universitarios honoríficos y galardones de todo el mundo. Además del premio Nobel de la Paz concedido en 1993, que aceptó en nombre de todos los sudafricanos que se sacrificaron para traer la paz a su país, posee los premios J. Nehru al Entendimiento Internacional (India, 1980), Simón Bolívar a la Lucha por la Libertad (Venezuela, 1983), del Tercer Mundo (Reino Unido, 1985), de la ONU en el campo de los Derechos Humanos (1988), Lenin de la Paz (URSS, 1990), Sajarov a la Libertad de Conciencia por el Parlamento Europeo (1988), de la UNESCO en el campo de la Paz (1991) y Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional (España, 1992), así como la orden de Oro Olímpica del COI (1993) y la medalla de Oro del Congreso de Estados Unidos (1998), por citar sólo los principales honores. Ha escrito los libros autobiográficos (títulos traducidos al castellano) La lucha es mi vida (1988) y El largo camino hacia la libertad (
Espero poder seguir con esta serie de capitulos de personajes historicos (siempre y cuando este post haya tenido una buena aceptacion, no de respuestas sino de visitas porque sino, no me voy a pegar el curro otra vez para que no lo lea nadie) pero, sobre todo espero que os guste ya que me ha llevado un bonito tiempo hacer este post y que aprendais algo que antes no sabiais., para los que no conozcan muy bien la historia de Nelson.
Saludos.
Comenzaremos esta pequeña biografía de Nelson Mandela diciendo que es perteneciente al clan madiba, de la etnia xhosa, y uno de los 15 hijos de un consejero principal de la casa real Thembu (a su vez nieto de rey), en 1927, tras quedar huérfano de padre, quedó al cuidado del regente de los thembu, el jefe Jongintaba Dalindyebo. Recibió la educación primaria en el Methodist Boarding School -donde el profesor, el primer día de clase, le puso el nombre anglófono de Nelson- y la secundaria en el Wesleyan School de Healdtown, de donde pasó al Universitary College de Port Hare en 1939.
Como miembro del Consejo de Representantes Estudiantiles, su participación en acciones de protesta le acarreó la expulsión de las aulas en el tercer año de carrera, con lo que tuvo que terminar su diplomatura por correspondencia desde Johannesburgo. Posteriormente inició estudios de Derecho en la Universidad de Witwatersrand.
Fue en Johannesburgo -ciudad en la que se había establecido para evitar un matrimonio concertado por su protector- donde trabó contacto con el activismo puramente político, uniéndose, en 1942, al Congreso Nacional Africano (ANC), organización abanderada del nacionalismo negro que había sido fundada en 1912. Mandela inició un estrecho vínculo con Walter Sisulu, quien le presentó a un bufete de abogados, facilitándole una salida profesional.
En los años de la Segunda Guerra Mundial, Mandela, Sisulu, Oliver Tambo y otros jóvenes militantes, bajo el liderazgo de Anton Lembede, trabajaron por la transformación del ANC, que hasta entonces había expresado sus reivindicaciones dentro de los cauces parlamentarios, en un movimiento de masas con un programa de exigencias radicales al Gobierno racista sudafricano. A tal fin, en septiembre de 1944 pusieron en marcha la Liga de la Juventud del ANC (ANCYL), de la que Mandela fue elegido secretario tres años después.
En 1949, un año después de la victoria electoral del Partido Nacional (NP) y del inicio formal por la minoría blanca del sistema de segregación racial o apartheid, el Comité Nacional Ejecutivo (CNE) del ANC aceptó un Programa de Acción, conforme a las tesis de la ANCYL, que fue elaborado y supervisado en su aplicación por un subcomité de seis miembros entre los que figuraba Mandela.
El programa, que contemplaba el llamamiento a la huelga, la desobediencia civil, la no cooperación y otros instrumentos de lucha no violenta, más un plantel de demandas políticas y sociales sobre la igualdad jurídica de los ciudadanos de color, un parlamento representativo según el principio de un hombre, un voto, una redistribución más democrática de la tierra y la remoción de impedimentos a la educación de los jóvenes negros, se integró en la doctrina de partido, más allá de constituir una estrategia coyuntural. Cada vez más prestigiado entre sus compañeros, en 1950 Mandela fue promocionado a miembro del CNE.
Como presidente de la ANCYL desde 1951, en junio de 1952 el ANC le encomendó la divulgación por todo el país de la denominada Campaña del Desafío a las Leyes Injustas, un movimiento de masas no violento por el que en el mes de julio fue procesado bajo la acusación de violar la Ley de Supresión del Comunismo. En septiembre la sentencia de nueve meses de prisión que recibió quedó en suspenso durante dos años, pero a cambio se le prohibió participar en actos públicos y ejercer cargos políticos hasta 1958, quedando confinado en Johannesburgo por espacio de seis meses.
En diciembre de 1952, Mandela, que acababa de ser elegido vicepresidente del ANC y presidente de su sección en Transvaal, y Tambo consiguieron abrir en aquella ciudad un despacho de abogados, el primero del país regentado con licencia por negros, labor que fue constantemente hostigada por las autoridades hasta el cierre del bufete en 1956.
En los años siguientes, Mandela siguió participando en las campañas contra las leyes discriminatorias de la mayoría negra y prestando asistencia legal a activistas con problemas con la justicia. Detenido y encarcelado en varias ocasiones, en marzo de 1960 le sobrevino un nuevo arresto días después de la matanza de Sharpeville y de la declaración de ilegalidad del ANC. En 1961 su caso fue revisado y quedó exonerado de la acusación de participar en actividades terroristas, pero en junio de 1962 fue detenido otra vez y recibió una sentencia condenatoria de cinco años de cárcel por los delitos de incitación a la huelga y de abandono ilegal del país, en referencia a unas estancias en Etiopía y Argelia para recibir entrenamiento militar.
Lo cierto es que en junio de 1961 Mandela, convencido de la inutilidad de la lucha pacífica contra el apartheid, había organizado en la clandestinidad y tomado la jefatura del brazo armado del ANC, Umkhonto we Sizwe (Escudo de la Nación). Este viraje fue inmediatamente posterior a la proclamación por el NP de la República de Sudáfrica (31 de mayo de 1961) y la subsiguiente retirada de la Commonwealth, rompiendo los lazos con la corona británica mantenidos desde la independencia de facto en 1910 como Unión de Sudáfrica.
En 1963 Mandela continuaba encarcelado cuando se le extendió su causa a los cargos de sabotaje y terrorismo. El 12 de junio de ese año, junto con otros siete altos dirigentes del ANC, fue condenado a cadena perpetua (el fiscal solicitó para él la pena capital) e internado en la prisión de máxima seguridad de Robben Island, situada en una pequeña isla en el mar a 7 km de Ciudad del Cabo. Desde su celda, el preso 466/64 se convirtió en el símbolo de la resistencia negra y de la conciencia secuestrada de la nación, ganando una masiva solidaridad internacional y abundando en el descrédito de un gobierno que no acertaba a presentarle como un extremista peligroso o como un racista negro.
Su esposa desde junio de 1958, Winnie Madikizela-Mandela, que pronto se revelaría como una dirigente del ANC radical y autocrática a medida que la Policía se ensañaba con ella, fue a su vez puesta bajo confinamiento en 1977 en compañía de sus dos hijas y de sus nietos, no pudiendo visitarle en prisión más que en contadas ocasiones.
En abril de 1984 Mandela fue transferido a la prisión de Pollsmoor, en Ciudad del Cabo, y en diciembre de 1988 a la prisión Victor Verster, cerca de Paarl, donde, en atención a su dolencia de tuberculosis, se le aisló en un bungalow con piscina, jardines y un cocinero particular. Desde finales de los años setenta venía rechazando los ofrecimientos de los gobiernos de Balthazar Vorster y Pieter Botha para una remisión de su pena a cambio de aceptar la independencia, no reconocida internacionalmente, de los bantustanes (territorios negros teóricamente autónomos) y de hacer público su rechazo a la violencia.
No obstante, a partir de 1986 sus contactos secretos con el régimen, agriamente rechazados por algunos dirigentes del ANC por su carácter unilateral, permitieron intuir un próximo desenlace negociado. En un encuentro sin precedentes, el 5 de julio de 1989 Mandela fue invitado a tomar té con Botha en su residencia presidencial.
La llegada al poder de Frederik de Klerk a la Presidencia del país en agosto de 1989 inauguró una era de reformas que liquidó el apartheid. El 13 de diciembre Mandela celebró con él el primero de tres encuentros preliminares para tratar su liberación, la cual tuvo lugar el 11 de febrero de 1990. Tras casi 28 años en prisión y varias ofertas de libertad condicionada, Mandela había conseguido la vindicación política para su causa, pero también una victoria personal.
En sus primeras declaraciones, tanto a la prensa como a la muchedumbre que le acogió en el estadio de Soweto, el castigado barrio negro de Johannesburgo, el líder nacionalista prodigó los mensajes de moderación y de cooperación en la empresa iniciada por de Klerk, lo que, no suscitó la unanimidad en el campo negro nacionalista; así, los extremistas de izquierda del Congreso Panafricano (PAC, fundado en 1959 en protesta por la inclusión de gentes no de color, como indios y blancos, en la lucha anti apartheid) siguieron apostando por la vía revolucionaria y el derrocamiento del poder blanco por la fuerza.
Mandela aceptó la renuncia a la lucha armada del ANC, que había sido legalizado el 2 de febrero, por los Acuerdos de Pretoria del 6 de agosto de 1990. En los meses siguientes realizó una serie de viajes por todo el mundo para advertir contra un prematuro levantamiento de las sanciones a Sudáfrica, en tanto el Gobierno blanco no adoptara reformas decisivas y las fuerzas de seguridad siguieran cometiendo abusos. En julio de 1991 fue elegido presidente del ANC, reunido en Durban en su primera conferencia anual en Sudáfrica desde 1960, sustituyendo a Tambo, quien, enfermo y hospitalizado en Suecia, venía ocupando el puesto desde la muerte de Albert Lutuli en 1967.
El proceso de desmantelamiento jurídico, político e institucional del apartheid fue un proceso trufado de tensiones y estuvo expuesto a muy peligrosos embates, en particular los sangrientos enfrentamientos armados entre xhosas -mayoritariamente identificados con el ANC- y zulúes -representados por el Partido Inkatha de la Libertad (IFP) del primer ministro del bantustán de Kwazulu Natal, Mangosuthu Buthelezi-, pero también las provocaciones terroristas de la extrema derecha blanca.
Los respectivos compromisos adquiridos por Mandela y de Klerk salvaron la delicada transición, pese a los recelos y a las acusaciones mutuas. El líder negro denunció en numerosas ocasiones que las fuerzas de seguridad seguían perpetrando tropelías como en los mejores tiempos del apartheid, y censuró la intención del NP de otorgar a la minoría blanca algún tipo de veto en un futuro Gobierno de mayoría negra.
Mandela tuvo también que aplicarse en la ordenación de sus propias filas, donde las posiciones radicales seguían teniendo vigencia. En esta tesitura se enmarcó el anuncio de separación, el 13 de abril de 1992, de su esposa Winnie, a la sazón presidenta de la Liga de Mujeres del ANC, debido a que las “tensiones aparecidas en los últimos meses por diversas cuestiones”, habían hecho la ruptura “inevitable”.
Condenada el año anterior a seis años de prisión por el rapto en diciembre de 1988 de cuatro jóvenes y el asesinato de uno ellos a manos de sus guardaespaldas (reclutados del Club de Fútbol United Mandela) en su propia vivienda -un asunto escandaloso que dañó irremisiblemente una trayectoria política ya controvertida-, Winnie apeló y en junio de 1993 consiguió la suspensión de la pena a cambio de una multa.
Luego de consensuar Mandela y de Klerk, en el seno de las conversaciones multipartitas, los mecanismos e instituciones del período de transición, del 26 al 28 de abril de 1994 tuvieron lugar las históricas elecciones a una Asamblea Nacional multirracial de 400 miembros. Sin sorpresas, el ANC obtuvo una victoria masiva con el 62,6% de los votos y 252 escaños, mientras que el NP se hizo con el 20,4% y 82 escaños.
El 6 de mayo, conforme a lo pactado, Mandela formó un Gobierno de unión nacional con el NP, el IFP y el multirracial Partido Comunista Sudafricano (SACP). El día 9 la Asamblea le eligió presidente de la República y al día siguiente, en presencia de numerosos líderes mundiales y en un ambiente festivo y colorista, tomó posesión del puesto con un mandato de cinco años.
Sobre Mandela recayeron todas las esperanzas de un pueblo que, si bien había conseguido plenitud de derechos políticos, aún topaba con numerosas barreras para su promoción social, educativa y profesional, pero que fundamentalmente, sobre todo esos millones de habitantes de los guetos y los barrios de miseria, ansiaba salir de su extremada postración económica.
El presidente definió unas reglas de juego que equilibraban el dominio indiscutible del ANC con la cooperación y la concesión de parcelas de poder y de responsabilidad a los otros partidos y las nuevas minorías, que no necesariamente eran aliados naturales, e incluso ni siquiera fácticos. Con sensatez y realismo, Mandela confió al NP sectores clave casi en exclusiva, como la economía, la cual se mantuvo en los criterios capitalistas de mercado, o en un régimen de cogestión, como la defensa y la seguridad interior.
El sistema innegablemente funcionó en los cinco años siguientes: (Y esto es importantísimo Hideouters) aseguró el total respaldo internacional; implicó a las élites blancas, luego de calmar sus últimas aprensiones, en la normalización del país; desarmó dialécticamente, con más rapidez de lo esperado, a la extrema derecha racista, que se automarginó completamente del escenario político; y apaciguó a ojos vista las tensiones violentas en la provincia de Natal, luego de ir aceptando el IFP su posición en el nuevo orden político.
En la hora de su partida se hizo un balance agridulce del compromiso con la emancipación socioeconómica de la mayoría negra, pues si bien ésta había mejorado un tanto su situación con la extensión de los servicios sociales en los populosos barrios marginales y el surgimiento de una incipiente clase media, los blancos, que constituyen menos del 14% de la población, seguían detentando la práctica totalidad del sistema financiero y de los negocios. Además, su Gobierno se vio incapaz de contener la explosión de una violencia mayormente delictiva, fenómeno que azota a todas las sociedades recién salidas del proscenio de la guerra y que en el caso de Sudáfrica se entremezcla con nuevas e inquietantes formas de radicalismo.
El 30 de junio de 1996 el NP, conforme al anuncio hecho por de Klerk el 9 de mayo y coincidiendo con la aprobación de la nueva Constitución (que fue ratificada por Mandela el 10 de diciembre), abandonó el Gobierno de unión nacional alegando que el período de transición había concluido sin novedad, lo que dejó al segundo de Mandela, Thabo Mbeki, como único vicepresidente. El hecho, más que generar incertidumbre, vino a certificar hasta que punto la minoría blanca se sentía tranquila por la evolución política, prefiriendo que el ANC -con quien las relaciones tampoco habían sido excesivamente cordiales, sino, antes bien, bastante resignadas- asumiera todas las cargas de gobierno.
Mandela, en aras de la unidad y la reconciliación nacional, convocó por ley en julio de 1995 una Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR) para elucidar las masivas violaciones de los Derechos Humanos cometidas durante el apartheid. La CVR, presidida por el obispo y premio Nobel de la Paz Desmond Tutu, publicó el 29 de octubre de 1998 el resultado de sus investigaciones en un documento de 3.500 páginas, cuyas conclusiones eran contundentes: el Estado racista blanco fue responsable de la mayoría de las atrocidades, pero el movimiento de liberación negro también cometió violaciones de los Derechos Humanos, por todo lo cual solicitaba el procesamiento de Pieter Botha, Buthelezi y Winnie Mandela.
El informe provocó un terremoto en el ANC, donde un sector, tildado de dogmático y de excluyente, encabezado por Mbeki (él mismo salió malparado en los testimonios escuchados por la CVR) se negó a disculparse de cualquier aspecto de la lucha anti apartheid. Mandela, que recibió de Tutu el documento, se limitó a expresar su apoyo incondicional al trabajo hecho por la CVR, pero se abstuvo de entrar en polémicas.
Con Mandela, Sudáfrica removió sus últimos estigmas internacionales. En las semanas inmediatamente posteriores a su asunción presidencial se produjeron los retornos a la Commonwealth (1 de junio) y a la Asamblea General de Naciones Unidas (23 de junio), así como los ingresos en la Organización para la Unidad Africana (23 de mayo) y el Movimiento de países No Alineados (31 de mayo).
Durban fue la sede de la XII Cumbre trianual del MNA, el 2 y el 3 de septiembre de 1998, en la que Mandela fue elegido presidente de turno de la organización para lo que le quedaba de mandato y donde declaró que su país tenía intención de mantener buenas relaciones con todos los estados, incluidos los que figuran en la lista negra de Estados Unidos
El presidente sudafricano viajó a las principales capitales mundiales, participó en numerosas citas multilaterales y tuvo invitaciones especiales a cumbres de organismos de los que su país no es miembro, como el Consejo Europeo de Cardiff del 15 de junio de 1998, donde, sin embargo, no se logró firmar el acuerdo comercial que Sudáfrica venía negociando con la Unión Europea, y la XIV Cumbre presidencial del Mercado Común del Sur (MERCOSUR), en Ushuaia, Argentina.
Durante y con posterioridad a su mandato, Mandela ha ejercido una suprema autoridad moral en los conflictos bélicos que asolan el continente negro, apareciendo como árbitro y mediador. En mayo de 1997 intentó, sin éxito, reconciliar al dictador zaireño Mobutu Sese Seko y al líder guerrillero Laurent Kabila, quien terminó haciéndose con el poder en Kinshasa.
En la guerra que, a mucha mayor escala, estalló en agosto de 1998 en la nueva República Democrática del Congo, caracterizada por la profusión de contendientes internos y la intervención militar de otros tantos estados de la región, Mandela multiplicó sus esfuerzos pacificadores, adoptando en el seno de la Comunidad de Desarrollo de África del Sur (SADC, de la que fue presidente de turno hasta septiembre de 1998) una posición sumamente cauta, aunque con claras simpatías por el Gobierno de Kabila, y llegando a enfrentarse con el presidente zimbabwo, Robert Mugabe, por su decisión de enviar tropas en ayuda de Kabila, roces que soterraban una rivalidad cierta por el liderazgo regional.
Precisamente, esta tendencia de buscar en la nueva Sudáfrica multirracial un patrón y guía para todo tipo de desavenencias y crisis nacionales en los estados de la zona, ha parecido prefigurar un escenario de presencia militar activa, ante la que, sin embargo, Mandela se mostró bastante reticente por entender que las intervenciones militares de interposición o humanitarias podían añadir más leña al fuego y escalar el conflicto.
La única excepción, y no por ello menos clamorosa y polémica dado su carácter expeditivo y de injerencia, fue el envío el 22 de septiembre de 1998 de un millar de soldados, junto con tropas de Botswana, al estado de Lesotho, pequeño reino independiente enclavado en Sudáfrica, para poner orden en un contexto de crisis política poselectoral y de motines militares.
Su éxito mediador más importante ha sido en Burundi, donde en octubre de 1999 tomó el relevo del fallecido Julius Nyerere, ex presidente de Tanzania y otro destacado exponente de la lucha contra la supremacía blanca de la región, en los esfuerzos para un poder compartido entre las distintas tendencias de la minoría tutsi y la mayoría hutu. Así, el 28 de agosto de 2000 presidió en Arusha, Tanzania, la firma de un prometedor acuerdo de paz, del que, no obstante, se excluyeron los insurgentes hutus y varios partidos extremistas tutsis.
Mandela cumplió 80 años en un momento de plenitud personal y política el 18 de julio de 1998, día que escogió para contraer matrimonio en Johannesburgo con Graça Machel, de 52 años, viuda del antiguo presidente mozambiqueño Samora Machel, a la que conoció en Maputo en 1990 y que era su compañera sentimental al menos desde 1996. De su primera esposa, Evelyn James, Mandela se separó en 1952 tras seis años de matrimonio y de haber tenido con ella tres hijos (uno de los cuales falleció en accidente de tráfico en 1969 cuando él estaba encarcelado), y terminó divorciándose en 1957; como ya se citó, otras dos hijas tuvo con Winnie, de la que, tras tres años de separación, obtuvo el divorcio el 19 de marzo de 1996.
El 7 de julio de 1996 Mandela declaró a la BBC que no se presentaría a la reelección dentro de tres años y que propondría a Mbeki para el puesto. El 18 de diciembre de 1997, durante la 50ª Conferencia Nacional del partido celebrada en Mafikeng, presentó su renuncia oficial como presidente del ANC y fue sustituido por Mbeki. A partir de entonces fue alejándose del ejercicio práctico del poder y se concentró en su papel simbólico de padre de la nación y de estadista prestigioso, cuya presencia es solicitada en múltiples foros internacionales.
En la primavera de 1999 realizó una vibrante gira nacional de despedida, en la que aleccionó a su pueblo en un sentido moral, aunque tampoco se privó de hacer diagnósticos negativos sobre una "sociedad enferma", incapaz de librarse de la violencia y los sectarismos, y el 16 de junio entregó el testigo a Mbeki, rotundo vencedor en las elecciones presidenciales del día 2.
El jovial anciano de las camisas estampadas es un dirigente universalmente respetado y admirado. Probablemente la mayor figura política mundial viva, ha llegado a llamársele el "estadista perfecto". En su país, entre la mayoría negra es un personaje idolatrado, pero no son pocos los que comparten este sentimiento entre la población blanca, que terminó por rendirse ante su carisma, su talla humana y su responsabilidad política.
Mandela está en posesión de más de un centenar de títulos universitarios honoríficos y galardones de todo el mundo. Además del premio Nobel de la Paz concedido en 1993, que aceptó en nombre de todos los sudafricanos que se sacrificaron para traer la paz a su país, posee los premios J. Nehru al Entendimiento Internacional (India, 1980), Simón Bolívar a la Lucha por la Libertad (Venezuela, 1983), del Tercer Mundo (Reino Unido, 1985), de la ONU en el campo de los Derechos Humanos (1988), Lenin de la Paz (URSS, 1990), Sajarov a la Libertad de Conciencia por el Parlamento Europeo (1988), de la UNESCO en el campo de la Paz (1991) y Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional (España, 1992), así como la orden de Oro Olímpica del COI (1993) y la medalla de Oro del Congreso de Estados Unidos (1998), por citar sólo los principales honores. Ha escrito los libros autobiográficos (títulos traducidos al castellano) La lucha es mi vida (1988) y El largo camino hacia la libertad (
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