Encontré esto hoy revisando la página de uno de los periódicos más importantes del país y creo que puede interesarles
Publicado en la ed. impresa: Exterior
Sábado 16 de diciembre de 2006
Noticias | Exterior | Nota
Mario Diament
Crónicas norteamericanas
El derecho a elegir el sexo
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MIAMI.- ¿Es el sexo de una persona una cuestión de elección o de anatomía? Para los neoyorquinos, por lo menos, la polémica estuvo a punto de resolverse a favor de lo primero.
Hace unas semanas, y tras cuatro años de intenso cabildeo, Nueva York se disponía a permitir que cualquiera eligiera su sexo sin que mediara una operación genital a tal efecto.
La iniciativa surgió por el reclamo de grupos transexuales y fue recomendada por una comisión de expertos, que la remitió al Departamento de Salud e Higiene Mental de la ciudad para su consideración. Se basaba en el hecho de que algunos transexuales no tienen cómo pagar una operación de cambio de sexo, que cuesta entre 35.000 y 75.000 dólares (según de qué a qué vaya), no pueden hacerla por motivos de salud o no la consideran necesaria.
De aprobarse la norma, los nativos de la ciudad tendrían derecho a cambiar el sexo que figura en su certificado de nacimiento con sólo una declaración jurada firmada por un médico y un profesional del área de la salud que explique por qué sus pacientes deben ser considerados miembros del sexo opuesto y que deje en claro que el cambio será permanente. Para oficializar la metamorfosis, los solicitantes tendrían que haber cambiado de nombre y demostrar que han vivido un mínimo de dos años en su condición adoptiva.
El intendente Michael Bloomberg y la mayoría de los comisionados de la ciudad estaban a favor de aprobar la ordenanza, que pondría a Nueva York a la par de España en este tema, cuando, inesperadamente, el Departamento de Salud dio marcha atrás y vetó la iniciativa por "amplias ramificaciones sociales". Por lo visto, eliminar las barreras entre los sexos es más sencillo en la teoría que en la práctica. Sucede que en una sociedad organizada sobre la base de la separación anatómica de los sexos, la introducción de una definición basada meramente en el comportamiento o la preferencia creaba un atolladero burocrático. "¿Cómo meter a alguien con pene en una cárcel de mujeres?", se preguntó alarmado un funcionario del Departamento de Salud. Las dificultades no terminaban allí. Si era posible cambiar legalmente el sexo, nada podría impedir el matrimonio gay, puesto que bastaría con uno de los miembros de la pareja solicitara el cambio de sexo.
Con todo, Nueva York ha tomado en los últimos tiempos una serie de medidas destinadas a borrar gradualmente la frontera entre los sexos, según la definición clásica. Una disposición adoptada en enero establece que la asignación de camas en los refugios se haga teniendo en cuenta la apariencia de las personas y no su anatomía. Y tomando una decisión aún más provocativa, la Autoridad Metropolitana de Transporte acordó permitir que fueran los usuarios los que decidan qué baño quieren usar dentro de las estaciones.
A estas disposiciones se suma una tendencia, recientemente consignada en un artículo de The New York Times , donde muchos padres de niños pequeños que revelan una disposición hacia el sexo opuesto, asumen una actitud más permisiva que se traduce en dejar que los niños se vistan con ropa de mujer (y las niñas con ropa de hombre) si así lo desean. Las escuelas, por su parte, suelen aceptar la voluntad de los padres.
Esta decisión cuenta con el apoyo de muchos educadores y psicólogos que opinan que esta tolerancia ayudaría a controlar la depresión y las tendencias suicidas de los niños que manifiestan tendencias transexuales, aunque todos reconocen que no será fácil impedir las burlas de los compañeros si un niño aparece vestido de mujer o viceversa.
Lo cierto es que, a pesar de que aún se está lejos de aceptar la transexualidad como una condición corriente, los neoyorquinos responden con una mayor tolerancia a sus diferentes manifestaciones. Será porque, en esta Babel de razas, idiomas, acentos, creencias, atuendos y preferencias apretujados a orillas del Hudson, lo normal es precisamente la anomalía.
Por Mario Diament
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Publicado en la ed. impresa: Exterior
Sábado 16 de diciembre de 2006
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Mario Diament
Crónicas norteamericanas
El derecho a elegir el sexo
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MIAMI.- ¿Es el sexo de una persona una cuestión de elección o de anatomía? Para los neoyorquinos, por lo menos, la polémica estuvo a punto de resolverse a favor de lo primero.
Hace unas semanas, y tras cuatro años de intenso cabildeo, Nueva York se disponía a permitir que cualquiera eligiera su sexo sin que mediara una operación genital a tal efecto.
La iniciativa surgió por el reclamo de grupos transexuales y fue recomendada por una comisión de expertos, que la remitió al Departamento de Salud e Higiene Mental de la ciudad para su consideración. Se basaba en el hecho de que algunos transexuales no tienen cómo pagar una operación de cambio de sexo, que cuesta entre 35.000 y 75.000 dólares (según de qué a qué vaya), no pueden hacerla por motivos de salud o no la consideran necesaria.
De aprobarse la norma, los nativos de la ciudad tendrían derecho a cambiar el sexo que figura en su certificado de nacimiento con sólo una declaración jurada firmada por un médico y un profesional del área de la salud que explique por qué sus pacientes deben ser considerados miembros del sexo opuesto y que deje en claro que el cambio será permanente. Para oficializar la metamorfosis, los solicitantes tendrían que haber cambiado de nombre y demostrar que han vivido un mínimo de dos años en su condición adoptiva.
El intendente Michael Bloomberg y la mayoría de los comisionados de la ciudad estaban a favor de aprobar la ordenanza, que pondría a Nueva York a la par de España en este tema, cuando, inesperadamente, el Departamento de Salud dio marcha atrás y vetó la iniciativa por "amplias ramificaciones sociales". Por lo visto, eliminar las barreras entre los sexos es más sencillo en la teoría que en la práctica. Sucede que en una sociedad organizada sobre la base de la separación anatómica de los sexos, la introducción de una definición basada meramente en el comportamiento o la preferencia creaba un atolladero burocrático. "¿Cómo meter a alguien con pene en una cárcel de mujeres?", se preguntó alarmado un funcionario del Departamento de Salud. Las dificultades no terminaban allí. Si era posible cambiar legalmente el sexo, nada podría impedir el matrimonio gay, puesto que bastaría con uno de los miembros de la pareja solicitara el cambio de sexo.
Con todo, Nueva York ha tomado en los últimos tiempos una serie de medidas destinadas a borrar gradualmente la frontera entre los sexos, según la definición clásica. Una disposición adoptada en enero establece que la asignación de camas en los refugios se haga teniendo en cuenta la apariencia de las personas y no su anatomía. Y tomando una decisión aún más provocativa, la Autoridad Metropolitana de Transporte acordó permitir que fueran los usuarios los que decidan qué baño quieren usar dentro de las estaciones.
A estas disposiciones se suma una tendencia, recientemente consignada en un artículo de The New York Times , donde muchos padres de niños pequeños que revelan una disposición hacia el sexo opuesto, asumen una actitud más permisiva que se traduce en dejar que los niños se vistan con ropa de mujer (y las niñas con ropa de hombre) si así lo desean. Las escuelas, por su parte, suelen aceptar la voluntad de los padres.
Esta decisión cuenta con el apoyo de muchos educadores y psicólogos que opinan que esta tolerancia ayudaría a controlar la depresión y las tendencias suicidas de los niños que manifiestan tendencias transexuales, aunque todos reconocen que no será fácil impedir las burlas de los compañeros si un niño aparece vestido de mujer o viceversa.
Lo cierto es que, a pesar de que aún se está lejos de aceptar la transexualidad como una condición corriente, los neoyorquinos responden con una mayor tolerancia a sus diferentes manifestaciones. Será porque, en esta Babel de razas, idiomas, acentos, creencias, atuendos y preferencias apretujados a orillas del Hudson, lo normal es precisamente la anomalía.
Por Mario Diament
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