Gandhi vuelve a la India. En la foto junto a su mujer, Kasturbai, en 1915.
A su llegada al puerto de Bombay, Mohandas no se lo podía creer: Miles de personas le esperaban como a un gran héroe. Todos estaban al tanto de lo que había hecho en Sudáfrica. El gobernador inglés se encontraba en el puerto y se acercó a recibirle como a una gran personalidad, y el filósofo y poeta Rabindranath Tagore le recibió con los brazos abiertos en su Universidad Libre de Santiniketan.
En Ahmedabad se creó un ashram especialmente estricto, en el que estaban prohibidas la ropa extranjera, la comida con especias, la propiedad privada, y por supuesto las castas. Solo se realizaban dos actividades: Agricultura para tener su propia comida, y tejer algodón en antiguas ruecas para vestirse.
Durante los primeros años tras su vuelta a la India, Gandhi siguió mostrándose a favor del bando británico durante la Primera Guerra Mundial, hasta que en 1919 se dió cuenta de lo que realmente querían hacer los ingleses en su país. Se impuso la censura por ley y cualquier sospechoso de atentar contra el Imperio sufriría condenas muy severas. Así, se posicionó en contra de la ley Rowlatt y dió el primer paso a lo grande, convocando una huelga general (no violenta, por supuesto) en toda la India.
La huelga fue un éxito, extendiéndose rápidamente por todo el país, aunque en algunos puntos hubo disturbios violentos. Él seguía insistiendo contínuamente en que no caer en la violencia era absolutamente necesario para el éxito de las protestas, por lo que viajó de Bombay a Delhi para poner orden, pero fue detenido por la policía. Pocos días después, en la ciudad de Amritsar un militar británico ordenó abrir fuego contra una manifestación pacífica. Murieron casi 400 personas y miles resultaron heridas. Esto causó tanta conmoción que incluso el mismo gobierno recapacitó y la ley Rowlatt nunca llegó a aplicarse.
Tras la masacre, Gandhi se convirtió en el lider indiscutible de los indios, siendo nombrado presidente del Congreso Nacional Indio, un partido político fundado en 1885, que a partir de ese momento se convirtió en un partido claramente nacionalista que buscaba la independencia de Gran Bretaña. Hasta este momento, el movimiento de Gandhi había sido cosa de los trabajadores de las grandes ciudades, pero ahora era una gran inspiración y un motivo de orgullo para todos los indios, especialmente los pobres del campo, que incluso le llamaban "padre". Se pusieron en marcha muchas más protestas y campañas de desobediencia civil: Miles y miles de personas se negaban a pagar impuestos, a solicitar permisos supuestamente necesarios, etc. Las cárceles estaban llenas y el propio Gandhi fue detenido otra vez en 1922 y fue sometido a juicio unos días después. Se declaró culpable y dijo que era un honor para él pasar seis años en prisión.
Saliendo de la cárcel en 1924.
Dos años después sufrió una apendicitis y las autoridades decidieron dejarle en libertad por motivos de salud y se llevó una desagradable sorpresa: Durante aquel tiempo, el Partido del Congreso se había dividido en dos facciones enfrentadas y la buena relación que había conseguido entre hindúes y musulmanes ya no era tan buena. Fue entonces cuando decidió retirarse de la política, viviendo de la forma más pobre posible y dedicándose a la meditación, el silencio y la reflexión. De ser un gran lider político se convirtió en inspirador espiritual para su país. Fue entonces cuando le dijo a un periodista que "no soy un santo que se dedica a la política. Solo soy un político al que le gustaría llegar a ser santo".
La situación volvió a cambiar en 1927, cuando el gobierno británico anunció que iba a reformar la Constitución y que en la comisión encargada de hacerlo no iba a participar ningún nativo; únicamente colonos británicos. Gandhi se puso de nuevo en marcha consiguiendo que todos los demás partidos políticos se pusieran en contra de esta medida. Poco después, una huelga para protestar contra el pago de más impuestos fue un éxito sin precedentes. Gran Bretaña estaba desbordada, el gobierno ya no sabía qué hacer, y Gandhi fue propuesto para encabezar la campaña no-violenta para conseguir la independencia. El primer paso sería un durísimo golpe para la economía británica en la India: Conseguir que los indios recuperasen el monopolio del mercado de la sal, un sector importantísimo en aquella época y por el que la gestión británica estaba causando grandes desgracias entre los más pobres. El 12 de marzo se organizó una gran marcha desde Sabartami y Dandi, separadas por 385 kilómetros. El mismo día en que se cumplía el aniversario de la matanza de Amritsar, Gandhi llegó a la playa, se agachó y cogió un puñado de sal. Nunca un gesto tan simple había significado tanto. Políticos y funcionarios empezaron a dimitar, los militares indios se rebelaron pacíficamente contra sus superiores blancos, un gran número de mujeres se sumaron a las protestas, y las personas que habían acompañado a Gandhi durante la marcha tomaron las fábricas de sal.
Finalmente se llegó a un acuerdo con el virrey (la máxima autoridad británica en la India, en representación de la reina). Se legalizó el trabajo de los indios en la industria de la sal y se pusieron en libertad a cien mil prisioneros. Fue entonces cuando Gandhi viajó de nuevo a Londres para participar en una conferencia que serviría para marcar las pautas que conducirían a la India a ser un país independiente por fín. Pero estaba claro que no podía fiarse en ningún momento: Nada más volver de Inglaterra, su amigo y lider del CNI, Jawaharlal Nehru, estaba en la carcel de nuevo.
No era la primera vez que Gandhi recurría a una huelga de hambre como medida de presión, porque tanto indios como británicos no querían ni pensar qué pasaría si muriese, cada uno por distintas razones. Volvió a dedicar sus esfuerzos a luchar por los derechos de la casta de los intocables, la más baja y miserable del sistema, sin ningún tipo de derecho y despreciados por todas las demás, hasta tal punto que podían votar en las elecciones, pero de forma independiente para que sus votos no se mezclaran con los de los demás. Desde la prisión de Yervada anunció que ayunaría hata morir si no se eliminaba esta discriminación. Todos los líderes políticos le fueron a visitar para firmar un pacto. Después de salir una vez más de la cárcel y abandonando la huelga de hambre ante las buenas expectativas, dedicó un tiempo a viajar por la India, conociéndola mejor y enseñando sobre educación, los peligros del alcohol y la importancia de la espiritualidad.
Volvió a la política con la Segunda Guerra Mundial. Su compromiso con el pacifismo era tal que se mostraba absoluta y radicalmente en contra de cualquier forma de guerra, y ni siquiera apoyaba a sus amigos del CNI, que proponían combatir contra el fascismo. Entonces se volvió a comprobar hasta qué punto la filosofía de Gandhi había cuajado en la sociedad india: Cuando el gobierno británico decidió que la India también participara en la guerra sin consultar con los políticos nativos, todos los ministros del congreso dimitieron en bloque. Cuando los japoneses invadieron Rangún, Gandhi exigió enérgicamente que la India fuese declarada independiente urgentemente. El día siguente, 9 de agosto de 1942, fue encarcelado de nuevo, lo que causó una gran oleada de protestas violentas y boicots en toda la india. Fue la última vez que pasó por la cárcel y seguramente la más triste de todas: Estando encerrado, le comunicaron que su queridísima esposa Kasturbai había fallecido. Cuando salió en libertad en 1944 ya era un frágil anciano.
Con Kasturbai en uno de los ashram, poco antes de morir ella.
Después de la Segunda Guerra Mundial los laboristas llegaron al gobierno británico y Gandhi volvió a ver una oportunidad de negociar. Al fín había llegado el momento en que los indios tuvieran su propio país. Esta buena noticia se vió empañada por parte de los simpatizantes de la Liga Musulmana. Su líder, Mohammed Al Jinnah, exigía que si India se independizaba de Reino Unido, entonces Pakistán debía independizarse de India. Esto fue un jarro de agua fría para Gandhi, que creía mantener una buena relación con Jinnah sin que éste le hubiera contado nunca su plan separatista. Gandhi se sintió traicionado. El entusiasmo de que su buen amigo Nehru pudiera convertirse en presidente de la nueva patria, se aguó también por los enfrentamientos violentos entre indios hindúes y musulmanes en distintos puntos del país.
Los disturbios comenzaron en Noakhali. Inmediatamente, Gandhi fue personalmente a pedir a la gente que dejara de pelearse, y personalmente significa exactamente eso. Descalzo en muchas ocasiones, fue caminando de pueblo en pueblo, uno por uno por toda la zona, pidiendo que no se cayera en el terrible error de la violencia. Pero se estaban cometiendo auténticas masacres, que se extendían por Bengala, Calcuta, Bihar, Cachemira y Delhi. Desgraciadamente, uno no siempre sabe cómo van a resultar las cosas, y a pesar de su buena intención, lo único que consiguió fue exaltar aun más a los extremistas de ambos bandos: Los musulmanes separatistas le veían como a un líder de sus enemigos; los radicales hindúes creían en la violencia. Tanto es así que sufrió atentados por parte de unos y de otros.
Sabiendo que todavía servía de gran inspiración para la inmensa mayoría de la población, inició una nueva huelga de hambre, que afectó mucho a su salud. Ya tenía 78 años y estaba muy enfermo, pero quiso continuar con sus actividades. El 30 de enero de 1948 sobre las cinco de la tarde se disponía a salir de su casa de Nueva Delhi para ir a una vigilia de oración. Cuando atravesaba el jardín la gente que esperaba para acompañarle y saludarle se postraron a sus pies, como era habitual. Se pusieron de pie de nuevo, y uno de ellos, un extremista hindú, sacó una pistola automática y le disparó tres veces a quemarropa en el pecho.
Mohandas Gandhi, "Alma Grande" como era llamado, el mayor símbolo de la lucha no violenta que ha conocido la humanidad, había muerto. Tras su funeral, Albert Einstein dijo: "Tal vez a las generaciones futuras les costará creer que alguien como él, de carne y hueso, caminase una vez por el mundo".
Ahora, conociendo su historia, su virtud, su santidad, su honorabilidad, su importancia, una importancia que pide a gritos ser respetada, cometer el terrible error de no esforzarnos con toda la fuerza de nuestros espíritus en rechazar cualquier forma de violencia, es poco menos equivalente a rechazar esa historia suya, esa virtud, esa santidad, esa honorabilidad, restándole, cegados por la brutalidad, toda la importancia a un hombre que de todos los que han existido nunca, bien puede ser el más importante de todos nosotros.