Lee también:
Personas a las que admiro (Parte 1): Eduard Punset
Personas a las que admiro (Parte 2): Malcolm X
Personas a las que admiro (Parte 3): Mohandas Gandhi
Qué tal anda la gente por aquí
Siempre he tenido una enorme devoción por la idea de que las cosas pequeñas pueden convertirse en grandes maravillas. Es una de las razones por las que decidí hacer esta serie dedicada a gente a la que admiro: Quién sabe si después de leer algunas de estas biografías o ver según qué foto o leer tal o cual cita de estas personas, se enciende una lucecita en alguna parte de tí que tarde o temprano desemboque en que muchísima gente se vea beneficiada.
Por eso, a veces cuando recomiendo a alguien que reflexione sobre una frase, una afirmación, unos hechos, una experiencia, o lo que sea, por ejemplo una enseñanza del Buda, siempre digo: "No importa que lo dijera Buda. Lo importante es que lo dijo". Y lo importante es que estuvieras en ese sitio exacto, en ese momento preciso, que recibieras el mensaje en tu idioma, de forma que lo puedas entender, en un estado mental adecuado para que pudieras sacar provecho, etc, etc, etc. Entonces, son todas esas cosas las que hacen importante esa frase, ese consejo, esa enseñanza. Que lo dijera fulano o mengano deja de ser importante.
Y digo todo esto porque a veces me resulta tan curioso como triste, que tantas veces un prejuicio esté por encima de esa realidad. Es lo que pensaba hace un rato al leer sobre la vida de la protagonista de este tema: Que su enorme devoción por Jesucristo, su vida como monja católica, el hecho de que cada paso que diese en su vida fuese motivado por su condición de cristiana, es suficiente para que algunas personas pierdan interés en su labor. Sin embargo, su labor era -como ella misma decía- trabajar para "los más pobres entre los pobres".
Aunque la persona que lea esto pueda no tener especial simpatía por la Iglesia Católica, o simplemente le inspire indiferencia, cuando la devoción religiosa sirve para que una persona se ponga en marcha para dar pasos de gigante como los dió nuestra protagonista, entonces esa motivación no puede ser más que digna de nuestra más profunda admiración y nuestro respeto más sincero, puesto que la motivación no se encuentra ni en figuras talladas de Jesucristo, ni en antiguas enseñanzas de grandes lamas iluminados, ni en la conexión que pudiéramos tener con la Pacha Mama. La motivación no está más que dentro de cada uno de nosotros. Y es por eso que considerar las creencias espirituales de alguien como positivas o negativas no deja de ser un prejuicio tan absurdo como pretender descalificarse a uno mismo por esa misma razón. El hecho de que nuestra amiga de hoy fuese una monja católica tiene tanta o tan poca importancia como que quien escribe esto sea budista, y tanta o tan poca importancia como quien lo lee pueda ser ateo, agnóstico, musulmán, baha'i, animista o cualquier cosa que a uno se le pueda pasar por la imaginación. Y tan importante es que podamos darle importancia como no concederle ninguna en absoluto.
Cualquiera de los niños que esta maravillosa persona acunó entre sus brazos, o dió de comer, o consoló antes de morir, podía comprender hasta qué punto era por igual, importante y no importante, que ella fuese quien les acunara, les diera de comer o les consolara. Porque para quien lo necesita, lo importante no es quién lo hiciera, sino que alguien lo hiciera.
Hoy hablamos de Agnes Gonxha Bojaxhiu, más conocida como Madre Teresa de Calcuta.
En pocas palabras, ¿por qué admiro a la Madre Teresa? -- Al igual que otras personas a las que admiro, pasaba de ser una simple inconformista a ser una verdadera reaccionaria ante problemas que no podía pretender ignorar. Su amor y su compasión no conocían límites, y al igual que Gandhi, era alguien que destacaba por ser menuda y sencilla de manera física pero espiritualmente grandiosa, admirable en sus razones y sabedora de que el miedo no es un obstáculo, sino una excusa.
Personas a las que admiro (Parte 1): Eduard Punset
Personas a las que admiro (Parte 2): Malcolm X
Personas a las que admiro (Parte 3): Mohandas Gandhi
Qué tal anda la gente por aquí
Siempre he tenido una enorme devoción por la idea de que las cosas pequeñas pueden convertirse en grandes maravillas. Es una de las razones por las que decidí hacer esta serie dedicada a gente a la que admiro: Quién sabe si después de leer algunas de estas biografías o ver según qué foto o leer tal o cual cita de estas personas, se enciende una lucecita en alguna parte de tí que tarde o temprano desemboque en que muchísima gente se vea beneficiada.
Por eso, a veces cuando recomiendo a alguien que reflexione sobre una frase, una afirmación, unos hechos, una experiencia, o lo que sea, por ejemplo una enseñanza del Buda, siempre digo: "No importa que lo dijera Buda. Lo importante es que lo dijo". Y lo importante es que estuvieras en ese sitio exacto, en ese momento preciso, que recibieras el mensaje en tu idioma, de forma que lo puedas entender, en un estado mental adecuado para que pudieras sacar provecho, etc, etc, etc. Entonces, son todas esas cosas las que hacen importante esa frase, ese consejo, esa enseñanza. Que lo dijera fulano o mengano deja de ser importante.
Y digo todo esto porque a veces me resulta tan curioso como triste, que tantas veces un prejuicio esté por encima de esa realidad. Es lo que pensaba hace un rato al leer sobre la vida de la protagonista de este tema: Que su enorme devoción por Jesucristo, su vida como monja católica, el hecho de que cada paso que diese en su vida fuese motivado por su condición de cristiana, es suficiente para que algunas personas pierdan interés en su labor. Sin embargo, su labor era -como ella misma decía- trabajar para "los más pobres entre los pobres".
Aunque la persona que lea esto pueda no tener especial simpatía por la Iglesia Católica, o simplemente le inspire indiferencia, cuando la devoción religiosa sirve para que una persona se ponga en marcha para dar pasos de gigante como los dió nuestra protagonista, entonces esa motivación no puede ser más que digna de nuestra más profunda admiración y nuestro respeto más sincero, puesto que la motivación no se encuentra ni en figuras talladas de Jesucristo, ni en antiguas enseñanzas de grandes lamas iluminados, ni en la conexión que pudiéramos tener con la Pacha Mama. La motivación no está más que dentro de cada uno de nosotros. Y es por eso que considerar las creencias espirituales de alguien como positivas o negativas no deja de ser un prejuicio tan absurdo como pretender descalificarse a uno mismo por esa misma razón. El hecho de que nuestra amiga de hoy fuese una monja católica tiene tanta o tan poca importancia como que quien escribe esto sea budista, y tanta o tan poca importancia como quien lo lee pueda ser ateo, agnóstico, musulmán, baha'i, animista o cualquier cosa que a uno se le pueda pasar por la imaginación. Y tan importante es que podamos darle importancia como no concederle ninguna en absoluto.
Cualquiera de los niños que esta maravillosa persona acunó entre sus brazos, o dió de comer, o consoló antes de morir, podía comprender hasta qué punto era por igual, importante y no importante, que ella fuese quien les acunara, les diera de comer o les consolara. Porque para quien lo necesita, lo importante no es quién lo hiciera, sino que alguien lo hiciera.
Hoy hablamos de Agnes Gonxha Bojaxhiu, más conocida como Madre Teresa de Calcuta.

En pocas palabras, ¿por qué admiro a la Madre Teresa? -- Al igual que otras personas a las que admiro, pasaba de ser una simple inconformista a ser una verdadera reaccionaria ante problemas que no podía pretender ignorar. Su amor y su compasión no conocían límites, y al igual que Gandhi, era alguien que destacaba por ser menuda y sencilla de manera física pero espiritualmente grandiosa, admirable en sus razones y sabedora de que el miedo no es un obstáculo, sino una excusa.