mjj2021
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Cada vez son más las que no se quieren casar y al mismo tiempo se quejan de que no hay hombres para ellas. Quieren ser autosuficientes pero también contar con el soporte económico de una pareja. Las mujeres del siglo XXI son un enigma que la población masculina no puede resolver.
Los hombres están sufriendo las consecuencias de esta crisis y no saben cómo comportarse. Los roles femeninos y masculinos están cambiando y en medio de ese proceso se descubren mujeres difíciles de entender.
En estos tiempos, las mujeres sienten la necesidad interna de ser independiente y autosuficiente, pero muchas veces ese deseo choca con sus estructuras sociales y familiares, que hacen que quieran ser independientes -pero no tanto-, comprometerse, -pero no tanto-, tener hijos pero no renunciar a nada... y así vamos dando tumbos.
“Por otro lado los hombres tampoco están seguros de nada. Quieren una mujer independiente, pero no tanto que no se pueda controlar”, reflexiona el guionista Luis Buero respecto del comportamiento femenino.
Se asustan si ven que van a tener que hacerse cargo de todo y de todos (cosa que me parece lógica ya que yo también me asustaría si me tiran toda una familia sobre mis espaldas), considerando que en otras épocas esto era lo recomendable e ineludible, así como para la mujer era recomendable e ineludible dedicarse a la cocina, los hijos y la limpieza.
”Si tanto los hombres como las mujeres estuvieran decididos a compartir los roles, la vida sería un paraíso de parejas felices”, estima Buero en un artículo publicado por el portal En Plenitud.
Compañeros
Las mujeres –explican los especialistas del informe- tienen que definir sus objetivos y no cargarle con la culpa a nadie si no los pueden cumplir, y los hombres deben tener también sus propios objetivos, visualizando la relación con una mujer olvidándose de su viejo rol de "todolopuede" para transformarse en un compañero de viaje por la vida.
Por lo que se ve, esto es bastante difícil si cada uno por su lado no se hace cargo de sus propias inseguridades y no está decidido a aceptar el cambio, dejar atrás las viejas estructuras y transformarse, no en un hombre o una mujer, sino en dos seres humanos con las mismas capacidades, los mismos derechos y aceptando por otra parte, las limitaciones o beneficios o diferencias relacionadas con su propio sexo.
En el fondo es una cuestión de evolución , mirándolo desde objetivos espirituales o simplemente madurez para hablar desde lo práctico y terrenal.
No me quiero casar
Se la pasan exclamando que "no hay hombres", buscan tipos maduros porque, según dicen, los menores de treinta y cinco todavía están en la adolescencia y no quieren relaciones serias, pero cuando un varón de verdad (de cualquier edad) les dice " te amo, vivamos juntos, casémonos", se escapan levantando polvo como el correcaminos.
No hay novio que sea más importante que el "papu" y si el "papu" la llama para que le rasque la espalda ella los deja plantados a todos hasta en la puerta del Registro Civil.
Las restantes: son las que no se escapan de la boda, tal vez porque el mandato familiar las atraviesa culturalmente y deben casarse y tener hijos, sí o sí. Van al psicólogo para seguir amándose cada día más a si mismas pero no al prójimo cercano, es decir, al hombre, porque quererlo demasiado significaría decir gracias, perdón, ser humildes, es decir, en el 2005, tener baja autoestima.
Estas son las que asumen su condición de esposas y reducen el pánico blasfemando al pobre consorte, que a partir de ese instante dejará de llevar la cuenta de sus defectos, miserias y debilidades, ya que no tiene sentido que dos personas que comparten el mismo techo vivan recordando lo mismo, en voz alta, todos los días.
Los hombres están sufriendo las consecuencias de esta crisis y no saben cómo comportarse. Los roles femeninos y masculinos están cambiando y en medio de ese proceso se descubren mujeres difíciles de entender.
En estos tiempos, las mujeres sienten la necesidad interna de ser independiente y autosuficiente, pero muchas veces ese deseo choca con sus estructuras sociales y familiares, que hacen que quieran ser independientes -pero no tanto-, comprometerse, -pero no tanto-, tener hijos pero no renunciar a nada... y así vamos dando tumbos.
“Por otro lado los hombres tampoco están seguros de nada. Quieren una mujer independiente, pero no tanto que no se pueda controlar”, reflexiona el guionista Luis Buero respecto del comportamiento femenino.
Se asustan si ven que van a tener que hacerse cargo de todo y de todos (cosa que me parece lógica ya que yo también me asustaría si me tiran toda una familia sobre mis espaldas), considerando que en otras épocas esto era lo recomendable e ineludible, así como para la mujer era recomendable e ineludible dedicarse a la cocina, los hijos y la limpieza.
”Si tanto los hombres como las mujeres estuvieran decididos a compartir los roles, la vida sería un paraíso de parejas felices”, estima Buero en un artículo publicado por el portal En Plenitud.
Compañeros
Las mujeres –explican los especialistas del informe- tienen que definir sus objetivos y no cargarle con la culpa a nadie si no los pueden cumplir, y los hombres deben tener también sus propios objetivos, visualizando la relación con una mujer olvidándose de su viejo rol de "todolopuede" para transformarse en un compañero de viaje por la vida.
Por lo que se ve, esto es bastante difícil si cada uno por su lado no se hace cargo de sus propias inseguridades y no está decidido a aceptar el cambio, dejar atrás las viejas estructuras y transformarse, no en un hombre o una mujer, sino en dos seres humanos con las mismas capacidades, los mismos derechos y aceptando por otra parte, las limitaciones o beneficios o diferencias relacionadas con su propio sexo.
En el fondo es una cuestión de evolución , mirándolo desde objetivos espirituales o simplemente madurez para hablar desde lo práctico y terrenal.
No me quiero casar
Se la pasan exclamando que "no hay hombres", buscan tipos maduros porque, según dicen, los menores de treinta y cinco todavía están en la adolescencia y no quieren relaciones serias, pero cuando un varón de verdad (de cualquier edad) les dice " te amo, vivamos juntos, casémonos", se escapan levantando polvo como el correcaminos.
No hay novio que sea más importante que el "papu" y si el "papu" la llama para que le rasque la espalda ella los deja plantados a todos hasta en la puerta del Registro Civil.
Las restantes: son las que no se escapan de la boda, tal vez porque el mandato familiar las atraviesa culturalmente y deben casarse y tener hijos, sí o sí. Van al psicólogo para seguir amándose cada día más a si mismas pero no al prójimo cercano, es decir, al hombre, porque quererlo demasiado significaría decir gracias, perdón, ser humildes, es decir, en el 2005, tener baja autoestima.
Estas son las que asumen su condición de esposas y reducen el pánico blasfemando al pobre consorte, que a partir de ese instante dejará de llevar la cuenta de sus defectos, miserias y debilidades, ya que no tiene sentido que dos personas que comparten el mismo techo vivan recordando lo mismo, en voz alta, todos los días.