23-F: LA VOLUNTAD DE MUCHOS HIZO FRACASAR LA LOCURA DE POCOS
Eran las 6.23 de la tarde del 23 de febrero de 1981. Se van a cumplir 28 años desde aquel día que pudo cambiar el curso de la historia de España. La imagen de Tejero pistola en mano en la tribuna del Congreso ha quedado grabada en la memoria de muchos españoles, yo tenia por entonces recien cumplidos 15 años:|Es pues inevitable no recordar aquella fecha en el calendario y aquella hora.
Tejero, Armada, Milans y sus cómplices y seguidores querían quebrar la legalidad constitucional para imponer un impreciso Gobierno de excepción, tutelado o dirigido por la autoridad militar. Fracasaron estrepitosamente en su intento ya que, al margen de la chapucera planificación del golpe, sus promotores se quedaron solos en aquella aventura que suscitaba un frontal rechazo de la sociedad española.
El general Gabeiras, entonces jefe del Estado Mayor del Ejército y, por tanto, testigo excepcional de los hechos comentó que el papel del monarca fue decisivo para sofocar la rebelión. El mensaje televisivo de Don Juan Carlos permitió a los españoles irse a la cama aquella noche con la tranquilidad de que la intentona había fracasado.
Tejero, Armada, Milans y compañía, imbuidos de la soberbia que da el respaldo de los cañones, cometieron un gravísimo error: minusvalorar la influencia de los medios de comunicación. La televisión pública, la radio y la prensa escrita movilizaron a los ciudadanos contra los militares sublevados.
Especialmente relevante fue el papel de las cadenas de radio, que, minuto a minuto durante toda aquella larga noche de los transistores, funcionaron como una invisible pero poderosa red contra el golpe. Dos periódicos de Madrid, Diario 16 y El País, lanzaron ediciones especiales con una inequívoca defensa de la legalidad constitucional. Resulta pueril el intento de El País de monopolizar veinte años después unos méritos que nadie le niega pero que, como las hemerotecas demuestran, debe compartir con el Diario 16 de entonces.
Si algún sentido tiene reflexionar hoy sobre el 23-F no es enzarzarse en una vana polémica entre medios de comunicación sino intentar comprender por qué sucedieron aquellos hechos y cuáles son las lecciones que podemos sacar de ellos.
Como saben perfectamente los españoles que tenemos hoy40 años o más, el golpe del 23-F se desencadenó por el concatenamiento de una serie de circunstancias que llevaron a un sector del Ejército a la fatal convicción de que los problemas de España se arreglaban con una dictadura militar.
Esos problemas eran fundamentalmente cuatro: la descomposición de UCD, que forzó a Adolfo Suárez a dimitir tres semanas antes de la intentona, la galopante crisis económica que afectaba a España, la actividad terrorista de ETA (la banda asesinó en 1980 a 95 personas, la gran mayoría policías y militares) y la reafirmación de las identidades del País Vasco y de Cataluña tras las elecciones autonómicas celebradas en marzo de 1980.
Era evidente entonces que amplios sectores del Ejército, dirigido por generales que habían participado en la Guerra Civil, estaban en contra de las reformas políticas de Suárez y pensaban que la única respuesta al terrorismo y la amenaza de disgregación del Estado era un pronunciamiento militar. El fracaso del 23-F produjo el efecto contrario que buscaban los golpistas: vacunar a la sociedad española contra futuras intentonas, que, a partir de aquel momento, dejaron de ser posibles, al quedar patente que carecían del respaldo del monarca, de la población y de los partidos y que suscitaban un absoluto rechazo en la Europa de nuestro entorno.
Eran las 6.23 de la tarde del 23 de febrero de 1981. Se van a cumplir 28 años desde aquel día que pudo cambiar el curso de la historia de España. La imagen de Tejero pistola en mano en la tribuna del Congreso ha quedado grabada en la memoria de muchos españoles, yo tenia por entonces recien cumplidos 15 años:|Es pues inevitable no recordar aquella fecha en el calendario y aquella hora.
Tejero, Armada, Milans y sus cómplices y seguidores querían quebrar la legalidad constitucional para imponer un impreciso Gobierno de excepción, tutelado o dirigido por la autoridad militar. Fracasaron estrepitosamente en su intento ya que, al margen de la chapucera planificación del golpe, sus promotores se quedaron solos en aquella aventura que suscitaba un frontal rechazo de la sociedad española.
El general Gabeiras, entonces jefe del Estado Mayor del Ejército y, por tanto, testigo excepcional de los hechos comentó que el papel del monarca fue decisivo para sofocar la rebelión. El mensaje televisivo de Don Juan Carlos permitió a los españoles irse a la cama aquella noche con la tranquilidad de que la intentona había fracasado.
Tejero, Armada, Milans y compañía, imbuidos de la soberbia que da el respaldo de los cañones, cometieron un gravísimo error: minusvalorar la influencia de los medios de comunicación. La televisión pública, la radio y la prensa escrita movilizaron a los ciudadanos contra los militares sublevados.
Especialmente relevante fue el papel de las cadenas de radio, que, minuto a minuto durante toda aquella larga noche de los transistores, funcionaron como una invisible pero poderosa red contra el golpe. Dos periódicos de Madrid, Diario 16 y El País, lanzaron ediciones especiales con una inequívoca defensa de la legalidad constitucional. Resulta pueril el intento de El País de monopolizar veinte años después unos méritos que nadie le niega pero que, como las hemerotecas demuestran, debe compartir con el Diario 16 de entonces.
Si algún sentido tiene reflexionar hoy sobre el 23-F no es enzarzarse en una vana polémica entre medios de comunicación sino intentar comprender por qué sucedieron aquellos hechos y cuáles son las lecciones que podemos sacar de ellos.
Como saben perfectamente los españoles que tenemos hoy40 años o más, el golpe del 23-F se desencadenó por el concatenamiento de una serie de circunstancias que llevaron a un sector del Ejército a la fatal convicción de que los problemas de España se arreglaban con una dictadura militar.
Esos problemas eran fundamentalmente cuatro: la descomposición de UCD, que forzó a Adolfo Suárez a dimitir tres semanas antes de la intentona, la galopante crisis económica que afectaba a España, la actividad terrorista de ETA (la banda asesinó en 1980 a 95 personas, la gran mayoría policías y militares) y la reafirmación de las identidades del País Vasco y de Cataluña tras las elecciones autonómicas celebradas en marzo de 1980.
Era evidente entonces que amplios sectores del Ejército, dirigido por generales que habían participado en la Guerra Civil, estaban en contra de las reformas políticas de Suárez y pensaban que la única respuesta al terrorismo y la amenaza de disgregación del Estado era un pronunciamiento militar. El fracaso del 23-F produjo el efecto contrario que buscaban los golpistas: vacunar a la sociedad española contra futuras intentonas, que, a partir de aquel momento, dejaron de ser posibles, al quedar patente que carecían del respaldo del monarca, de la población y de los partidos y que suscitaban un absoluto rechazo en la Europa de nuestro entorno.