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Parte de la ofensiva contrarrevolucionaria militar en curso desde Afganistán se expresa con todo en el día de hoy en Palestina. A 48 horas de los atentados del 11 de septiembre, Ariel Sharon lanzó una propuesta para Medio Oriente, que fue relativamente contenida en ese momento por Estados Unidos. Al mejor estilo de Hitler, el primer ministro israelí postuló la política de “solución final”. Hoy retomó esa línea y, por eso, mientras cerramos esta edición, centenares de helicópteros están bombardeando los edificios de la Autoridad Palestina y todos aquellos donde el Mossad dice que se pueden encontrar grupos de Hamas y otras organizaciones. Es una operación de exterminio digna de los nazis, cuya realización significa que cuenta con el visto bueno de Bush (h), con quien se acaba de reunir Sharon. El genocida sionista avanza –o intenta avanzar– hacia la “solución final” del problema palestino, que no es otra que una reedición gigantesca del Autswitz del nazismo: un exterminio en masa de millones de palestinos, exactamente lo mismo que Hitler y Roemmer hicieron con millones de judíos más de medio siglo atrás.
Si uno quiere entender la realidad de Afganistán, tiene que dar vuelta la moneda del genocidio imperialista y encontrará, en la otra cara, el rostro del pueblo de Palestina.
La lucha sin vacilaciones contra el terrorismo ejecutado por el Estado israelí es el primer deber no sólo de los revolucionarios antimperialistas y anticapitalistas sino también de cualquier demócrata y de toda persona honrada.
Si uno quiere entender la realidad de Afganistán, tiene que dar vuelta la moneda del genocidio imperialista y encontrará, en la otra cara, el rostro del pueblo de Palestina.
La lucha sin vacilaciones contra el terrorismo ejecutado por el Estado israelí es el primer deber no sólo de los revolucionarios antimperialistas y anticapitalistas sino también de cualquier demócrata y de toda persona honrada.