Una crítica sobre el concierto que salió en
El País un día como hoy (día después del concierto)
![Stick out tongue :p :p](data:image/gif;base64,R0lGODlhAQABAIAAAAAAAP///yH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAIBRAA7)
:
TENERIFE 93
Michael Jackson deslumbró con su espectáculo a 50.000 personas en Tenerife
Durante el día, el cantante norteamericano hizo un recorrido turístico por la isla
Michael Jackson actuó ayer en Santa Cruz de Tenerife para unas 50.000 personas en el único recital de su gira que hace escala en Europa. Jackson, que había llegado dos horas antes a su camerino tras recorrer por carretera 36 kilómetros desde su hotel en el Puerto de la Cruz, impuso enseguida sobre el escenario una precisión matemática en la puesta en escena de las canciones. Empezó a las 22.15 (hora canaria), y el público entró inmediatamente en un gran sueño musical y visual, del que no pudo despertar hasta el mismo desenlace del recital.
El espectáculo se inició con los sones de Carmina Burana de Carl Orff, pero el cantante no apareció en escena hasta el tema siguiente, Jam, bajo una lluvia de fuegos artificiales que desataron el delirio en general. El tema I wanna be starting something, de Thriller marcó, a continuación, el desarrolló más espectacular del programa.
Los más espectadores impacientes, alrededor de 2.000 habían entrado en desbandada cinco horas antes del inicio del concierto tras superar a la fuerza dos filtros de vallas protegidas por policías sin que se registraran incidentes.
Los miles de seguidores, agolpados ante las puertas del Meliá Botánico del Puerto de la Cruz, no perdieron el tiempo: desde la terraza de la quinta planta, alguien de rostro inconfundible, con sombrereo negro, gafas oscuras y el vaivén de un mechón de su melena les hacía señas y sonreía. Una aparición y otra, y después otra. Toda una gentileza del amo y señor indiscutible de arrobadas quinceañeras de cualquier parte llegadas en peregrinación.
A Michael Jackson, según sus íntimos, le ha sentado bien hacer escala en Tenerife –donde permanecerá, en principio, hasta hoy-, después de pasar el calvario de Asia, el peor temporal de su vida, en el que nada tuvo que ver el clima, sino el enorme escándalo provocado por un dentista de Los Ángeles, de su hijo de 13 años. Esto y el estrés de una gira asfixiante que casi lo deja sin resuello –sufrió deshidratación y migrañas- explican la esperanza de sus promotores de que aquí el astro recupere toda su vitalidad.
Los canarios saben que Jackson acaba de descubrir la isla, como prueba inocente pregunta que su madre, Katherine, formuló a Roberto Pérez, el chófer de la limusina: “¿Aquí que idioma se habla?”. A cambio de buenas dosis de energías naturales, la isla obtiene una gran promoción turística. Además, el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, que tuvo la idea de contratarlo para el concierto de anoche, ha conseguido su objetivo: que los 250 millones de pesetas del coste del espectáculo salieran de la taquilla.
La iniciativa municipal no fue repentina. Jackson estuvo a punto de incluir Tenerife en su anterior gira, como alternativa a Sevilla, pero, al final, el ayuntamiento debió conformarse con aguardar un año para tener esta oportunidad. En realidad, muchos no lo creyeron posible hasta que el avión del cantante aterrizó el sábado en la pista de Los Rodeos.
Admiración
En unas pocas horas, el cantante se mudó de Estambul a Tenerife, y todo lo que vio pareció agradarle, a juzgar por sus comentarios espontáneos a Cándido Figueroa, director del Botánico: el paisaje, las gentes y las especies animales del Loro Parque. Ya venia predispuesto. Aún a bordo del avión, mientras pasaba el control del pasaporte, el cantante bromeó con el policía que cumplimentaba este trámite. Se interesó por su pistola y le preguntó si, en realidad, sabía utilizarla; después sacó de la cartera dos entradas para la zona de invitados y se las regaló para el concierto de anoche.
Bañarse en la piscina y ver en una gran pantalla de televisión las 38 películas de vídeo, la mitad de Walt Disney, que encargó a su jefe de seguridad, Wayne Nagin, forman parte de la manera que tiene el mito de pasar el tiempo en su suite –dos dormitorios, dos salones, tres baños, un jardín-, la misma que ocupará a partir del próximo domingo la princesa tailandesa Galyani Badana. En este retiro donde no le falta nada le sirve la comida vegetariana su cocinero particular, Bruno Igre.
Visitó el zoológico la misma tarde de su llegada. Sin quitarse la camisa naranja con la que se presentó en el aeropuerto, se puso una chaqueta negra y disfrutó con el show de delfines que le ofrecieron en privado. Hasta movió el esqueleto para acompañar la música de fondo, un popurrí de Superdetective en Hollywood, Superman y otros por el estilo.
Estaba en su salsa, entre chimpancés, cocodrilos y gorilas. A los monos, que viven en este recinto al aire libre, les dedicó una atención preferente, con la confianza de estar al otro lado de una cristalera blindada. A lo que no se atrevió el cantante fue a recoger con sus manos dos papagayos. Posee algunos ejemplares en su casa, pero le producen miedo, según comentó al declinar esta invitación.
Mientras el cantante recorría a su aire la ciudad, centenares de admiradores –algunos disfrazados al más puro estilo Jackson, de negro y con lentejuelas- montaban guardia en las puertas del hotel, ajenos a su ausencia. “Y aquí seguiremos toda la noche, hasta mañana. Ya perdimos el autobús y no pensamos dormir”, anunció Nuria Raja, de 24 años, presidenta del club de fans ‘Jacko Magazine’, de Barcelona, enganchada al ídolo desde los tiempos de Thriller.
“¡Michael, Michael, eo, eo, eo...!”, coreaban en pleno trance sin que él pudiera escucharles mientras se avituallaba en una tienda de discos del paseo de San Telmo de las novedades de Ray Charles, Aretha Franklin, Billy Joel, una Barbra Streisand en oferta y hasta una recopilación de grandes éxitos.
El cliente había entrado en Frey Disco sin quitarse las gafas oscuras y se dirigió a un empleado para pedirle tímidamente música de bandas sonoras. Eligió Sólo en casa II, de la película de su buen amigo Macaulay Culkin, y de paso hizo acopio de las existencias de casetes y discos compactos de su propio Dangerous.
Carmelo Rivero, EL PAIS, 27 de Septiembre de 1993.