Acto de contrición
Por Pilar Portero
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Cibeles lava sus pecados de pacatería e hipocresía otorgando a David Delfín el premio L'Oreal al mejor diseñador de la Pasarela. Tras el "linchamiento" mediático al que fue sometido hace menos de seis meses por tapar la cabeza de las modelos, un jurado, del que Cuca Solana -responsable institucional del escaparate de moda- formaba parte, le santifica para redimirse tras la ridiculez del escándalo.
Opiniones entre perchas hay para todos los gustos. A algunos diseñadores les impresiona el arrojo con que el aprendiz se ha lanzado al negocio junto a Bimba Bosé y los hermanos Postigo. Otros no comprenden tanto ruido. Mientras, los cazatalentos gimen ante el descubrimiento. Beatriz de Orleans, directora de Christian Dior en España, admira a David Delfín. Él, se nota en sus diseños, adora a Veronique Branquinho, a Ángel Vilda -joven esperanza blanca del diseño patrio, embebido del british más absoluto y curtido en Inditex y Cortefiel antes de lanzar su primera colección invierno 2001-2002- y hasta a Moschino. Por homenajear que no quede. El estilo rancio, ése que gastaba la aristocracia inglesa de principios de siglo en sus pabellones de caza -cenas de gala incluidas-, con sus fustas y sus juegos erótico-disciplinarios, su pulcritud y la tensión contenida fruto de una rígida educación. Todo ese clima ha inaugurado el último día del Cibeles. El chico malo de la moda española -título obtenido por hacer -digo admirar- el cubierto de Martin Margiela de hace varias temporadas, se reconcilia con la institución. Se nota que desde septiembre hasta ahora ha hecho los deberes, pero uno no se termina de creer su vocación. Aprovechar el tirón y la pasión que ha suscitado entre los vampiros ávidos de sangre fresca es casi una obligación. El problema es estar a la altura de la expectación. Delfín ha echado mano de recursos efectistas, pequeños detalles que a pesar del 'Thriller' de Michael Jackson usado de colchón musical, resucitaban el entorno siniestro de 'Parálisis Permante' y compañía. Entre el mar de pantalones cargo, uniforme oficial de las estilistas presentes, despuntaban más famosos que en cualquier otro desfile comandados por el multiartista argentino Dani Panulo. El subidón de adrenalina del público lo han rentabilizado los canarios 'TRAStornados', que también beben en las fuentes de colegas como 'Ailanto' y Miriam Ocariz. Sus zapatos en rosa flúor desfilando al ritmo de 'Pizzicato Five', de lo más apetecible. Alma Aguilar ha cambiado el paso. Romanticismo pizpireto, ración de años 50, trajecitos y abrigos entallados, cinturas de avispa, corte imperio y punto, satén y mariposas. El testigo lo ha recogido Jorge Vázquez, perfeccionista y minucioso, empeñado en sacar al macho ibérico del aburrimiento textil. Trajes rotundos de rayas que no admiten ni un pero y mucha tricotosa. Una retahíla de modelos aptos para la planta joven desgastaron la pasarela hasta que llegó la hora de Miriam Ocariz y Locking Shocking. Lo mejor sin duda. La diseñadora bilbaína confirma su liderazgo con sus serigrafías y la estampación de telas -geniales los clavos-, volúmenes estructurados, pantalones pitillo, raso y ganas de diferenciarse. Los imprescindibles Ana e Iván, más conocidos como Locking, han logrado un pleno al quince. Patronaje impecable, cortes pensados respetando las imposiciones del tejido y un delicioso retorno a los años 30. Al final, la Pasarela merecía la pena sólo por disfrutar de su trabajo.
[El Mundo]