Vigilia de la guerra
Por IndyACP
o sabemos, no podemos saber cómo serán de grandes los ojos de los iraquíes cuando vean llegar los aviones que bombardearán sus ciudades, tampoco podemos saber qué canciones les cantarán las madres a sus hijas para convencerlas de que nada va a suceder, quizá minutos antes de estallar bajo la metralla. No sabemos tampoco qué pensará el soldado que duerme a kilómetros de Bagdad, esperando "liberarla". Siempre nos preguntamos este tipo de cosas cuando los acontecimientos nos superan, cuando sentimos en el cielo del paladar, al borde del gusto, el amargo sabor de no poder hacer más. Lo cierto es que, si lo sentimos, si hoy miramos a la oscuridad de los ojos del pueblo iraquí, es porque somos más grandes, porque estamos más implicados. Estamos en ese momento. Esa tensa espera, sabiendo que ya nada tiene que ver con nosotros.
En este momento, ahora, si nos dejamos vencer por la desesperanza, por la impotencia y el miedo, sabrán que han vencido. Debemos sobrevivir a este momento, a este instante en el que vemos cómo nuestros gobernantes eligen sin contar con nosotros masacrar pueblos que tampoco han podido escoger lo que quieren, vivir o morir. Corremos el riesgo de creer que todo está perdido. Que siempre hacen lo que quieren. No es cierto. Cada vez les cuesta más porque cada vez somos más grandes. Por eso, ahora, en este momento, nos sentimos impotentes, buscamos alternativas posibles a una ecuación macabra. Quizá mañana, o pasado, quizá dentro de una semana, se declare la guerra. Hemos dicho una guerra, pero ¿qué guerra? ¿contra una población desarmada? ¿en un ejercicio de brutalidad policial militarizada? Eso no es una guerra. Es una invasión.
Llevamos semanas, meses en realidad, buscando palabras para describir lo que acontecía. Meses de búsqueda. Ya no nos quedan palabras. Las hemos dicho tantas y tantas veces que estamos cansados y cansadas de usarlas. Ya sabemos que no les importamos. Lo sabíamos antes, pero hoy más. Saben que han construido un mundo donde pueden decidir aniquilar a un pueblo y que el mayor castigo que reciban, el único, sea, quizá, perder unas elecciones. Ese será todo el pago que deban asumir.
Cuando un sistema que se dice democrático no tiene medios para la libre expresión de su pueblo y sus gobernantes pueden elegir impune y salvajemente el destino de la humanidad, no sólo sin consultar, sino en contra de la opinión de la mayoría social, cuando eso sucede, el único ejercicio que nos queda es poner en marcha una nueva democracia, por medio de la desobediencia activa y la construcción de otros espacios donde practicarla: "ahora la sociedad debe legislar: no se paga, no se trabaja, no se obedece mientras permanezcan las condiciones de la dictadura global" (Franco Berardi, "Bifo")
Querrían que, llegados a este momento, mientras nos dejan tiempo para pensar en su manifiesta superioridad imperial, mientras nos hacen sentir perdedores, fuéramos asumiendo la lógica del silencio y la resignación. Pretenden hacernos creer que nuestra protesta ha finalizado. Justo ahora debemos responder que no, que estamos en marcha construyendo otro mundo, y que la única respuesta que encontramos en los ojos del pueblo iraquí es esa. Otro mundo, ya, ahora. No pedirlo. Construirlo.
Construir un mundo nuevo es el camino que emprendimos en Seattle, en Chiapas, en Argentina, es el camino que lleva a un millón de hombres y mujeres a Florencia, a medio millón a Barcelona, a 110 millones de personas a tomar las calles en todo el mundo el 15 de febrero, somos nosotros y nosotras quienes impedimos sus reuniones en Seattle, quienes les echamos de Praga, quienes asediamos Génova, quienes cortamos las rutas el 19 y 20 en Argentina, quienes llenamos el Zócalo de Méjico. Fuimos nosotros y nosotras quienes salimos a las calles de todo el mundo a poner piedras en ese camino múltiple.
Ahora nos han demostrado que el "movimiento de movimientos" es, para ellos, señores de la muerte, una cuenta, un porcentaje, un balance. Por eso no podemos asumir su lógica, por eso debemos parar su mundo y rehacer todos los cálculos. Por eso debemos desobedecer a sus normas. No permitir que salgan a la calle como si nada pasara. Todos los días, cotidianamente, hay que recordarles que no tienen total impunidad, que no se puede matar a la gente impunemente. Hoy es el día antes del principio de todo. Hemos llegado hasta aquí y somos más. Démonos un momento de tristeza y respiro, un momento para pensar en las madres iraquíes, en los hombres que escapan de un país sentenciado, en las escuelas, en la vida. Recordemos que hoy nos duelen más sus vidas amenazadas porque hemos construido un dique mucho más duro y mucho más resistente. Ya hemos atravesado el momento crítico. Ahora no queda más que hacer. Desobedecer a la legión de genocidas. Salir a la calle, parar la producción y la circulación de mercancías, enseñarles en nuestros ojos los ojos del pueblo iraquí.
Colectivo Editorial IndyACP
http://madrid.indymedia.org
Por IndyACP
o sabemos, no podemos saber cómo serán de grandes los ojos de los iraquíes cuando vean llegar los aviones que bombardearán sus ciudades, tampoco podemos saber qué canciones les cantarán las madres a sus hijas para convencerlas de que nada va a suceder, quizá minutos antes de estallar bajo la metralla. No sabemos tampoco qué pensará el soldado que duerme a kilómetros de Bagdad, esperando "liberarla". Siempre nos preguntamos este tipo de cosas cuando los acontecimientos nos superan, cuando sentimos en el cielo del paladar, al borde del gusto, el amargo sabor de no poder hacer más. Lo cierto es que, si lo sentimos, si hoy miramos a la oscuridad de los ojos del pueblo iraquí, es porque somos más grandes, porque estamos más implicados. Estamos en ese momento. Esa tensa espera, sabiendo que ya nada tiene que ver con nosotros.
En este momento, ahora, si nos dejamos vencer por la desesperanza, por la impotencia y el miedo, sabrán que han vencido. Debemos sobrevivir a este momento, a este instante en el que vemos cómo nuestros gobernantes eligen sin contar con nosotros masacrar pueblos que tampoco han podido escoger lo que quieren, vivir o morir. Corremos el riesgo de creer que todo está perdido. Que siempre hacen lo que quieren. No es cierto. Cada vez les cuesta más porque cada vez somos más grandes. Por eso, ahora, en este momento, nos sentimos impotentes, buscamos alternativas posibles a una ecuación macabra. Quizá mañana, o pasado, quizá dentro de una semana, se declare la guerra. Hemos dicho una guerra, pero ¿qué guerra? ¿contra una población desarmada? ¿en un ejercicio de brutalidad policial militarizada? Eso no es una guerra. Es una invasión.
Llevamos semanas, meses en realidad, buscando palabras para describir lo que acontecía. Meses de búsqueda. Ya no nos quedan palabras. Las hemos dicho tantas y tantas veces que estamos cansados y cansadas de usarlas. Ya sabemos que no les importamos. Lo sabíamos antes, pero hoy más. Saben que han construido un mundo donde pueden decidir aniquilar a un pueblo y que el mayor castigo que reciban, el único, sea, quizá, perder unas elecciones. Ese será todo el pago que deban asumir.
Cuando un sistema que se dice democrático no tiene medios para la libre expresión de su pueblo y sus gobernantes pueden elegir impune y salvajemente el destino de la humanidad, no sólo sin consultar, sino en contra de la opinión de la mayoría social, cuando eso sucede, el único ejercicio que nos queda es poner en marcha una nueva democracia, por medio de la desobediencia activa y la construcción de otros espacios donde practicarla: "ahora la sociedad debe legislar: no se paga, no se trabaja, no se obedece mientras permanezcan las condiciones de la dictadura global" (Franco Berardi, "Bifo")
Querrían que, llegados a este momento, mientras nos dejan tiempo para pensar en su manifiesta superioridad imperial, mientras nos hacen sentir perdedores, fuéramos asumiendo la lógica del silencio y la resignación. Pretenden hacernos creer que nuestra protesta ha finalizado. Justo ahora debemos responder que no, que estamos en marcha construyendo otro mundo, y que la única respuesta que encontramos en los ojos del pueblo iraquí es esa. Otro mundo, ya, ahora. No pedirlo. Construirlo.
Construir un mundo nuevo es el camino que emprendimos en Seattle, en Chiapas, en Argentina, es el camino que lleva a un millón de hombres y mujeres a Florencia, a medio millón a Barcelona, a 110 millones de personas a tomar las calles en todo el mundo el 15 de febrero, somos nosotros y nosotras quienes impedimos sus reuniones en Seattle, quienes les echamos de Praga, quienes asediamos Génova, quienes cortamos las rutas el 19 y 20 en Argentina, quienes llenamos el Zócalo de Méjico. Fuimos nosotros y nosotras quienes salimos a las calles de todo el mundo a poner piedras en ese camino múltiple.
Ahora nos han demostrado que el "movimiento de movimientos" es, para ellos, señores de la muerte, una cuenta, un porcentaje, un balance. Por eso no podemos asumir su lógica, por eso debemos parar su mundo y rehacer todos los cálculos. Por eso debemos desobedecer a sus normas. No permitir que salgan a la calle como si nada pasara. Todos los días, cotidianamente, hay que recordarles que no tienen total impunidad, que no se puede matar a la gente impunemente. Hoy es el día antes del principio de todo. Hemos llegado hasta aquí y somos más. Démonos un momento de tristeza y respiro, un momento para pensar en las madres iraquíes, en los hombres que escapan de un país sentenciado, en las escuelas, en la vida. Recordemos que hoy nos duelen más sus vidas amenazadas porque hemos construido un dique mucho más duro y mucho más resistente. Ya hemos atravesado el momento crítico. Ahora no queda más que hacer. Desobedecer a la legión de genocidas. Salir a la calle, parar la producción y la circulación de mercancías, enseñarles en nuestros ojos los ojos del pueblo iraquí.
Colectivo Editorial IndyACP
http://madrid.indymedia.org