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Álbumes decisivos en la trayectoria musical de Michael Jackson

Pues sinceramente no tengo una razón concreta, siempre lo he visto como un álbum diferente, lo noto con un cambio tanto vocal como de estilo musical, un estilo más parecido al que terminó adoptando y un estilo distinto a los anteriores discos en solitario que publicó con Motown, esa voz distinta a la de los J5, el último álbum de su etapa adolescente...

Sus otros álbumes (Ben, Music and Me, Got To Be There) son muy buenos pero este, supongo que por estos motivos, siempre me ha parecido que se diferencia del resto.

No sé, pienso que tras este ser el último álbum que lanzó con Motown en solitario lo dejó con las ganas de seguir probando en hacer cosas como solista, una puerta que dejó abierta y terminó de abrir tras su paso con The Jacksons.

Qué opinas Robin?

Si, me parece totalmente lógica tu apreciación. Cuando tenga algo de tiempo haré mi apreciación.
 
Hace unas semanas, revelé que, por cuestiones de agenda, personalmente me hallaba privado de tiempo para emitir una opinión razonada y reflexiva acerca de la cuestión sobre la que inicié este post. Creo llegado el momento de hacer honor a mi palabra, y cumplir con la promesa vertida a todos vosotros.

Así, establecería una serie de líneas divisorias en la trayectoria musical de Michael Jackson, englobando en la misma su andadura como integrante del grupo musical del que provino en origen, pues siempre he asimilado dicha etapa con la protagonizada en solitario, inicialmente de manera simultánea y, acto seguido, en exclusiva y a tiempo completo, al haber supuesto, no en vano, sino la voz solista principal y, por ende, conferir la pátina más influyente -amén de la composición: de terceros, en Motown y primeros álbumes con el sello Epic; propia, en los subsiguientes proyectos- en cada pieza musical facturada junto a sus hermanos correligionarios de experiencia discográfica, hasta zarpar sin el concurso de ellos, como estrella consagrada, que ya era sobremanera, en los primeros ochenta.

La primera (refiriéndonos, estrictamente, en el campo del profesionalismo), abarcaría los años 1969-1972. De la mano de Motown -tras salir de Steeltown, como grupo amateur-, encadena sus primeros éxitos en las listas: nada menos que los cuatro sencillos lanzados de forma oficial se vieron aupados al número 1 en Billboard, y, además, consecutivos: I Want You Back, ABC, The Love You Save y, finalmente, I'll Be There (éste, presumiblemente, el tema más exitoso, comercialmente hablando, de The Jackson 5). La buena recepción del clan familiar por parte del público y, a título particular, del pequeño exponente, tributador de la energía electrizante de un James Brown en versión diminuta y un timbre de voz al alcance de los elegidos hicieron que probara fortuna, otorgándosele la licencia de estrenarse, estrenando su casillero con un disco, Got to Be There (1972), el cual le permitió a la compañía testar si, en efecto, la acogida de la audiencia a Michael continuaba sumida en la luna de miel que, por aquel entonces, entablaba con la familia surgida en Gary (Indiana), o, como en muchas ocasiones, el elixir de la atención capturada se diluía en medio de la indiferencia y el sopor del respetable. Superó la criba con solvencia, y demostró que, hallándose debidamente enfocado, había florecido una joya que, razonablemente bien pulida y curtida, conferiría un enorme -y lucrativo- rendimiento a una industria, siempre ávida de nuevos ídolos con los que amenizar las existencias vitales de cada nueva hornada generacional. Una nueva canción de cabecera, Ben, prorrogaría brevemente este ciclo, al verse nominada al Óscar en su categoría -un galardón del que, mereciéndolo, fue de los pocos que se le resistieron en su dilatado palmarés-, siendo finalmente derrotada por The Morning After, de Maureen McGovern.

La segunda, comprendería el período 1972-1976. El círculo virtuoso, consistente en que a cada publicación de un single le correspondía, automáticamente y por definición, su encuadre en el número uno de los charts, queda interrumpido, y, aun imperceptiblemente -en su tramo inicial- y, con posteriodidad, con visos de mayor certeza, el grupo comienza a alejarse de las posiciones de privilegio, despachados en sociedad sus proyectos de continuación: las desavenencias entre Motown y los Jackson empiezan a ventilarse, por cuestiones de calado artístico y de control de la propia producción -en los setenta, otros artistas pertenecientes a la entidad presidida por Berry Gordy, Jr., como Marvin Gaye, Diana Ross o Stevie Wonder presentaron sus repertorios más renombrados-, a partir del álbum Looking Through the Windows (1972). En él, así como en algunos otros venideros, la tónica se mantendrá inalterable: el afán, quizá desmedido, de la compañía, en conservar la imagen aniñada, muy enfocada al género bubblegumpop que tantos réditos les había reportado en los años precedentes, a fin de minimizar riesgos, y desencantar al público ya fidelizado, al mostrar los síntomas inequívocamente irremediables del desarrollo biológico, hormonal y evolutivo de los hermanos: ley de vida. Y, junto a lo anterior, la frustración de unos chicos al constatar cómo las facetas de estudio seguían recayendo en el mismo equipo, patrimonializado por The Corporation, o en referentes portadores de su máxima confianza y credibilidad. Tras tocar fondo, en mi opinión, con Skywriter (1973), las partes asintieron en que resultaba perentorio un leve cambio de rumbo, redefiniendo el patrón sónico hacia otros derroteros más diversos, proveyendo, por consiguiente, de una variabilidad antaño sólo centrada en el soul y el pop adolescente: el funk. Y eso se demuestra con el salto hacia adelante que supusieron, entre otros, Get It Together (1973), Dancing Machine (1974) y, por último, Moving Violation (1975). De hecho, tras conllevar algún tiempo exentos de presencia en cualquier top que se preciara dado, reconquistaron el mismo con el tema Dancing Machine. En solitario, Music and Me (1973), y Forever, Michael (1975) trascendieron más inadvertidos que los dos primeros de Michael Jackson en Motown, pero sirvieron para foguearle en canciones de inspiración broadwayana -en el primer supuesto- y de índole funk -en el segundo-. Reseñar que, para mí, la mitad de éste último se vio enormemente minusvalorado (el producido por el excelente consorcio conformado por Holand-Dozier-Holland), a resultas de la invisibilidad de la que fue objeto, pues entrañó un salto cualitativo, en cuanto a rango de voz -visiblemente ya más masculina y en trance adulto- y prestaciones musicales de algunos de los temas -We're Almost There, Take Me Back, One Day in Your Life, Cinderella Stay Awhile, Just a Little Bit of You, Dapper Dan-. De no haberse hallado lastrado por fenómenos tales como el diseño manifiestamente desprovisto de intención artística de la carátula (algo connatural al sello Motown) -o del título del propio disco-, podría haber constituido una mejora, a medio camino entre la andadura recorrida hasta entonces, y Off the Wall, inicio de su epítome como cantante de estatus legendario a tener en cuenta. En aquellos años, The Jackson 5 frecuentó la pequeña pantalla, ejerciendo sus integrantes como teloneros en espacios, tales como The Jackson Variety Show, lo cual amenazó con convertirles en poco más que un popular artefacto, producto del mundo del espectáculo, que de un sobrio y respetable grupo musical. Hicieron bien en decretar el carpetazo a dicha etapa, y, por extensión, a la que hasta ahora nos ha ocupado.

La tercera, se tornó efímera y breve, aunque no por ello menos dotada de interés: 1976-1978. El grupo (ahora rebautizado como The Jacksons) queda transferido a Epic Records, bajo la expectativa de forjar su propia identidad creativa. Ello no tiene lugar con carácter inmediato (salvo un par de canciones), pues, en el bienio 76-77 publicarán los dos primeros álbumes de la nueva etapa (The Jacksons y Goin' Places), bajo Philadelphia Records, con el único distingo de haber prescindido del capital humano de Motown, por el de dos productores, Gumble & Huff. La buena noticia residió en que ambos eran considerados como dos de los mejores del circuito, auténticos Reyes Midas en plena era disco/boogie, y de ellos Michael, como sagaz observador, extrajo múltiples lecciones de las que aprendería en sumo grado de cara al futuro. Aunque no les acompañó la vitola de ser trabajos rompepistas, en ambos discos se acusó una progresión ascendente con respecto a los anteriores de Motown: las canciones se antojaban menos forzadas, los arreglos más sofisticados y elegantes y, en definitiva, ello le propició a Michael bregarse en una gama, cada vez más amplia, de matices. A partir de este punto de inflexión, su voz, definitivamente asentada en la franja adulta, experimentó una evolución indudablemente positiva, muy decisiva en su imparable despegue posterior. Un timbre sensible, capaz de articular entonaciones de muy diverso signo y exigencia, teñida bajo un cierto poso de tristeza, muy cautivadora a todos los niveles. Muestras de ello los ejemplifican temas como Show You the Way to Go, Blues Away -su primera composición publicada como tal, con carácter oficial- Good Times, Find Me a Girl, Man of War, o Even Though You're Gone. De esta fase supo, ante todo, continuar en la senda de su aprendizaje integral como artista consumado y completo -que haría traslucir años más tarde- y sufrir ante las adversidades en su campo de juego profesional.

Hasta aquí por hoy. En otra ocasión, me posicionaré acerca de la senda emprendida, a partir de 1978 en adelante.

Muy buen recuento, pero no dijiste mucho realmente.
 
Continúo, al hilo de mi intervención precedente.

La cuarta arranca en 1978, prolongándose en el tiempo hasta 1996 (la caracterizaré como su edad dorada), debiendo dividirse en diversos hitos cronológicos:

1. En 1978, y tras no haber recibido certificación alguna, en términos de ventas, el álbum Goin' Places, a los Jackson, como grupo (y a Michael, como exponente integrante del mismo) -como buenamente señalaba con anterioridad D.S.- se les abrían interrogantes, los cuales, llegaban a planear seriamente sobre su propia continuidad en el circuito musical profesional. ¿Serían capaces de producir y componer, de una vez por todas, un disco de manera autónoma, bajo el amparo del respaldo de la crítica y, asimismo, del público medio? ¿Sobrevolaría Michael, el más cualificado y capacitado sobremanera de todos ellos, en solitario, o se vería arrastrado, aun no ignorando sus virtudes vocales y técnicas, al túnel de un pasado brillante, aunque ya distante, caracterizado por los temas que, en los primeros setenta, amenizaron las veladas fiesteras de los adolescentes estadounidenses bajo el sello de Motown?

Pues, en poco más de doce meses, fueron respondidas ambas cuestiones, y con un saldo netamente favorable para quienes se jugaban su credibilidad, y su porvenir artístico, en dicho trance tan crucial de sus vidas profesionales. Destiny -título premonitorio de lo bueno que les sobrevendría a todos ellos, y en primera persona, al propio Michael- disipó las dudas, si todavía arreciaban entre los más escépticos, acerca de las cualidades de la familia Jackson. A la magistralidad vocal de Michael, algo recurrentemente consustancial a él -a lo largo de toda su trayectoria, sin excepción-, se aunaron las simpares habilidades compositivas de sus hermanos, amén de las suyas propias, en siete de las ocho piezas del repertorio -siendo objeto de peculiar renombre Shake Your Body (Down to the Ground), la homónima, Things I Do for You, o la menos ameritada That's What You Get (For Being Polite) -todo un anticipo de las tribulaciones vitales del propio Michael, con años de antelación a su gestación-. Paradójico que la canción que abriera la veda de la resurrección del grupo en las listas fuera la única, precisamente, carente de implicación creativa de nuestros protagonistas: Blame It on the Boogie. Con Destiny, Michael comenzó a despuntar señaladamente más de lo ya deducible -en relación con sus congéneres-, a punto, cual eyección, de salir de órbita, punto ineludible y síntoma inequívoco de que la perentoria -e inevitable- emancipación musical, que años atrás, había sido excusada en base a variables diversas (formativas, de dependencia familiar) había comenzado a adolecer de justificación, como para entorpecer por más tiempo las pretensiones de Jackson de tentarse a sí mismo y desentrañar el verdadero alcance de su potencial como solista. Asimismo, a partir de Destiny, Michael pudo comenzar a tomar conciencia de que su fórmula conducente al éxito vendría, fundamentalmente, de las raíces del funk, siendo éstas aderezadas con otros elementos (pop, disco, R&B), los cuales, bien sazonados y debidamente complementados, darían lugar a un lenguaje sonoro dotado de personalidad y con rasgos diferenciales. En suma, lo indispensable para triunfar y labrar una huella indeleble, como muchos otros hicieran en el pasado, o coetáneamente junto a él, en la música popular contemporánea de fines del siglo XX.

A todo lo anterior, le vino adicionado un rasgo igualmente relevante, y no por ello menos baladí: la elección del productor adecuado con el que zarpar el vuelo tras años de aprendizaje y postergación, en la tarea titánica y decisiva de abogar por el sonido más conveniente, con el que emprender la tarea de darte a conocer, ya como adulto incipiente, con una oferta diferencial y marcadamente alternativa a la exhibida en el pasado: Quincy Jones. Y lo consiguió, gracias a su reencuentro con él, con motivo del rodaje de la adaptación al target afroamericano de la época de The Wiz (también en 1978). La crítica se ensañó -con razón- con el largometraje, el cual acogió una recepción fría y decepcionante, hallándose a una distancia sideral de la exquisita The Wizard of Oz, de 1939, protagonizada por Judy Garland, y no llegando a amortizar siquiera la inversión presupuestaria de la que dispuso -recaudó en taquilla, según el Box Office, en torno a unos veintiún millones de dólares; frente a los veinticuatro que se consagraron a financiar tal proyecto-. Sin embargo, elogió la actuación desbordante, positiva, entusiasta e imaginativa de un Michael Jackson embutido bajo el rol del Espantapájaros, quien, como se atestiguaba a partir de la jovialidad radiante con la que encarnaba, entre otros, You Can't Win o Ease on Down the Road -con Diana Ross-, iniciaba un período fértil de confianza creciente en sus posibilidades, alentado todo ello por la acogida positiva que al respetable Destiny había comportado, y la apertura de la posibilidad, diezmada poco tiempo atrás, por parte de Epic Records, de focalizar, al fin, su interés en la construcción de los cimientos de su carrera solista, su sueño desde niño.

Y el resultado del primer episodio colaborador entre Quincy -de quien en la discográfica no se fiaban (proponiendo otras soluciones), dada su inclinación a géneros tales como el jazz, ajenos al enfoque mainstream al que Epic deseaba orientar a Jackson- y Michael se tradujo en Off the Wall, el primer trabajo en solitario en cuatro años, ahora sí, fiel a su impronta personal. Una cuidada y esmerada campaña de imagen -traje de gala negro, camisa blanca y pajarita, a la usanza de Frank Sinatra, acompañado por calcetines blancos y mocasines negros, en sentido homenaje a Fred Astaire- hicieron el resto, confiriendo a Michael los resortes de los que precisaba, en aras de la determinación de un perfil sólido, convincente, ajeno a cualquier reminiscencia pasada conocida en su haber y, lo más significativo, esbozándose el diseño de un boceto, a partir del cual poder ser emprendida una evolución continua y permanente en los trazos del carácter y atributos de su personaje, con vistas a enriquecerlo con nuevos matices de cara al futuro.

Pero lo que verdaderamente contribuyó a que Michael hiciera enmudecer a quienes, como críticos musicales, creían que no despacharía un producto muy disímil al ya manufactado por The Jacksons los años anteriores y, como eje principal, Destiny, en particular, fue la música que, con el concurso providencial del equipo de ensueño (Dream Team) del que comenzó a formar parte (junto con Bruce Swedien, Louis Johnson, Rod Temperton, David Foster, Paulinho da Costa...) presentó en sociedad, asistiéndose a una cierta reingeniería de lo que Michael Jackson había supuesto hasta ese momento, sin desnaturalizarse, cobrando una nueva entidad, apuntando en la dirección señalada y acorde a postularse como uno de los emblemas de la industria, ¡por fin! traducible en ventas parangonables a las de los solistas y grupos del pasado, como Elvis, The Beatles, Pink Floyd, u otros de análoga estirpe: una síntesis pop-disco-R&B, con ecos de la tradición del jazz, como nunca antes se había remezclado, en diez temas bien entrelazados, de regularidad notable, impregnador de una positividad contagiosa y con una consistencia sónica compacta, como, en mi opinión, ningún otro trabajo posterior de Jackson conseguiría emular, con la misma solvencia que la despachada en el disco que aquí nos ocupa. Don' Stop 'Til You Get Enough supone un ejercicio magistral y persistente del falsete, mesuradamente administrado, como elemento vehicular imperante en gran parte de la canción; o Rock with You, uno de los mejores medio tiempos de los últimos cuarenta años; la sombría declaración de melancolía sincera que se desprende en She's Out of My Life; el clímax de liberación y entrega a las cotidianidades mundanas a la que invita Off the Wall; o las grandes olvidadas Get on the Floor, o I Can't Help It, deudor del modo en que sentir y percibir la música por Stevie Wonder.

Casi veinte millones de discos -más de unas tres cuartas partes de dicha suma, gestadas en Estados Unidos y Reino Unido- lo elevaron a la categoría de primera obra con vitola de reconocimiento popular y de crítica de Michael Jackson, cuatro números diez en Billboard Hot 100 -primera ocasión en la que dicha marca se conquistaba, en un mismo álbum en solitario- y múltiples nominaciones, de las que sería galardonado en diversas categorías en los American Music Awards -como álbum favorito de R&B/Soul; o artista masculino masculino de R&B/Soul- los Billboard Awards y los premios Grammy, respectivamente. Pero se le resistió, en cambio, el cetro que más ansiaba -en lo que respecta a la última ceremonia mencionada-: el del Álbum del año. Esa desilusión, rayana en frustración personal, se tornaría en afán de desquite y resarcimiento, pagada con creces en años venideros, alimentándose el prurito de una ambición que no hará sino verse acrecentada con el devenir de los acontecimientos, a la par que la de las dimensiones de la figura sobre la que nos estamos pronunciando.
 
Yo me quedaría sin duda como álbum decisivo uno que seguramente no esperaríais ninguno por aquí: Goin' Places. Y explicaré el porqué...

Creo que es un álbum que, aparte de infravaloradísimo (para mí no le tiene nada que envidiar a Destiny o Triumph, aunque está claro que está un escalón por debajo de estos), creo que se nota a un Michael Jackson mucho más suelto que en todos los trabajos tanto en solitario, como con sus hermanos. Luego, obviamente, creo que esa "liberación" y punto culmen de madurez se alcanza con el comienzo fulgurante de Off The Wall con Don't Stop Til' You Get Enough.

Justamente ese punto del que hablo se refleja perfectamente en Music's Takin' Over, un tema con una producción tremenda, canta tan fluídamente que es alucinante... y esa improvisación con esos ad-libs del final del tema son simplemente geniales. Pero es que para mí las canciones movidas de este disco son una auténtica pasada: Goin' Places, Different Kind Of Lady, Jump For Joy... Pero es que las armonías de las baladas son supremas también.

Yo noto que en The Jacksons les noto como más 'contenidos', especialmente a Michael. No es que sea un mal álbum, pero veo un cambio muy muy notable entre 1976 y 1977... No sé si es que estaban tratando de buscar el sonido que querían o la vía adecuada que tomar cuando se juntaron con Gamble&Huff o qué, pero noto a Goin' Places un disco más vital, más alegre y lleno de vida que el anterior. Y noto a un Michael ya con matices en su voz, en la manera de cantar, en los ad-libs... en definitiva, de soltarse plenamente, que ya va recordando a la época adulta y a lo que vendría con Off The Wall.

Para mí sin duda creo que Goin' Places es el álbum decisivo en su trayectoria. Veo un Michael más liberado y con los ejemplos que he dado creo que me entenderéis. No perdería este disco de vista. Lo dicho: infravaloradísimo. Yo que vosotros le daría unas buenas vueltas, porque no os arrepentiréis ;);)
 
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Even Though You're Gone es una belleza realmente. Siberian a qué te refieres con "la menos ameritada"
 
A lo que aludía con Even Though You're Gone
era que, para el gran público, trascendió desapercibida y muy poco valorada (hoy, aparte de nosotros y los seguidores de The Jacksons, muy pocos más la reconocerían, lo cual constituye una enorme lástima) -al igual, en honor a la verdad, que el álbum Goin' Places en su conjunto; producto, quizá, de su publicación a medio camino, con apenas unos meses de paréntesis, entre el primero con el sello Epic y Destiny; pero ése supuso el ritmo frenético y desenfrenado con el que el grupo despachaba sus producciones discográficas en el intervalo comprendido entre 1969 y 1980, promediándose una media (en poco más de una década) de algo más de un LP por año-. Coincido con el usuario que me antecede en la notabilidad de su factura, figurando como pieza candidata sin competencia a la de mejor tema de dicho disco. Para mí, y dentro de mi más estricta subjetividad al respecto, la canción menos inspirada sería la que otorga su nombre al álbum.

En todo caso, yo enmarco a The Jacksons (1976) y a Goin' Places (1977) a la misma altura, aun portando matices diferenciados -el primero, más entroncado al soul de Filadelfia, sello distintivo de Gamble & Huff; el segundo, algo más funk-. Considerados como un todo integral, mostraron una superioridad en esa cualidad, la de forjar discos de excelsa factura, de la que el grupo había carecido en la era Motown (en la que se caracterizó como un conjunto musical, más cualificado en la generación de buenos e irresistibles sencillos -factoría, en la mayor parte de las ocasiones, de The Corporation)- que en la elaboración de discos potentes, sólidamente amparados bajo el prisma de la regularidad sin fisuras -es decir, sin material de relleno, o secundario (la segunda mitad de Maybe Tomorrow, Skywriter)-. Además, a partir de 1976, Michael se halló acompañado de un registro vocal sobresaliente (muy singular, personal, intransferible y característico, al alcance sólo de los elegidos), capaz de articular múltiples rangos, lo cual le terminaría simplificando extraordinariamente la labor en su búsqueda del cetro musical, conquistado al cabo de los años.

Además, la sensible baja de Jermaine como voz secundaria (para mí, más destacado en tal faceta, que en la de su, no obstante, decente trayectoria en solitario) a partir del desembarco de la familia -salvo él- en Epic Records fue cubierta, con cierta suficiencia, por Jackie -p.e., en Man of War; o en Wait -ya como intérprete principal-, en el álbum Victory, sobre el que nos pronunciaremos, deduzco, más adelante.

A la altura de 1976-1977, como decía, le quedaba solamente definir el código fuente por el que, desde entonces, transitaría en su postrero viaje en solitario hacia el éxito y reconomiento masivos, y lo encontró en 1978, gracias al itinerario de aprendizaje acumulado en los precedentes (pues, nada más atinado que el de descubrirse a uno mismo en el plano musical de la mano del soul (etapa Motown y The Jacksons -1976-), una de las raíces sobre la que se han edificado todos los demás géneros contemporáneos; y del funk (a partir del tridente Get It Together, Dancing Machine y Moving Violation; ello retomado en cierto modo en Goin' Places y plenamente apuntalado en Destiny, y, también, por qué no reconocerlo, a través de su colaboración en The Wiz -en éstos últimos, con ecos del sonido disco, aún resonante en el panorama de la época-).

Un saludo.
 
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Reacciones: spy
Qué poco valorado es Destiny y Triumph, en especial el primero, pero incluso entre los fans son muy poco valorados.
 
En efecto, Going Places bien puede considerarse -en temas como Music is taking over, el proto origen de lo que luego va a ser la línea mas digamos, fonky rompedora de la carrera en solitario de MJ.

Music is a teacher/ La música es la profesora
That can teach you right from wrong/ que te puede enseñar lo correcto de lo equivocado.



Y luego en el anterior disco Keep on dancing o en Destiny ; All night dancing , all right!
 
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