EL ARTÍCULO DEL DÍA // JORGE M. REVERTE
Vuelve el nacionalcatolicismo
• La brusca reaparición de la ultraderecha responde a los intereses de una fracción del PP en alza
JORGE M. Reverte
Periodista
Llevaban mucho tiempo sin salir a flote. Los adeptos a la extrema derecha española apenas se habían hecho notar en los últimos años, sujetos como estaban a la poderosa influencia del PP, que ha cumplido durante lustros la espléndida misión de moderar sus expresiones desde que Manuel Fraga se hiciera con el timón de la derecha nacional. Sin embargo, la actitud combativa de la Iglesia y las provocaciones de grupos xenófobos nacionalistas han dado armas a quienes, desde el PP luchan ahora por conquistar la hegemonía en el partido, desplazando a los grupos relativamente moderados que lo controlan.
El fenómeno no es sólo español, sino totalmente europeo. En Francia, los lepenistas han asomado poderosamente la cabeza y alcanzan en algunas regiones porcentajes de voto que superan el 25%; en Italia, el saludo fascista es aclamado en algunos estadios de fútbol, y en Bélgica y Holanda es moneda corriente la presencia activa en la política de partidos políticos cargados de mensajes nacionalistas, xenófobos e integristas en lo religioso.
EN LA manifestación del sábado en Madrid, estos grupos dieron el do de pecho, y a algunos le pilló a contrapié, a pesar de que ya habían avisado de su capacidad de movilización y de la brutalidad de su mensaje. Cuando Pilar Manjón, presidenta de la Asociación de Afectados del 11-M, compareció ante la comisión, a la puerta del Congreso de los Diputados se escucharon mensajes tan sutiles como "Métete a tu hijo por el culo", dirigidos a Manjón, que había perdido a su hijo Daniel en los atentados de Madrid. El PP había intentado sin éxito que esta señora no declarara, con el peregrino argumento de que militaba en CCOO. Eso hacía que su dolorido testimonio perdiera valor para Ángel Acebes y el portavoz popular Zaplana.
El pretexto del sábado era nimio: no estaban en la manifestación ni el presidente del Gobierno ni el alto comisionado, Gregorio Peces-Barba. La frustración legítima: como no estaban, no podían agredirles. Les quedaban dos personas tan sospechosas de simpatías con los terroristas como José Bono y la eurodiputada Rosa Díez. Y a por ellos fueron.
Las declaraciones posteriores a los acontecimientos no pudieron ser más explícitas. El presidente de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, José Alcaraz, condenó con la boca pequeña las agresiones, pero inmediatamente añadió que había motivo, porque no habían ido Zapatero ni Peces Barba. Un razonamiento que continuó alguien tan destacado en el PP como Acebes.
Quien siguiera la manifestación no podía llamarse a equívocos. No sólo se escucharon gritos de protesta por estas ausencias, sino muchos más de todo cariz que iban desde la defensa del derecho a la vida hasta la protesta porque la religión no es asignatura en los planes de estudio, pasando por el rechazo al matrimonio entre homosexuales. Monseñor Antonio Rouco Varela también se sumó a esta visión global sobre la política socialista, Y en su visita al papa Juan Pablo II dos días después, lo ha conseguido: hay una condena papal al Gobierno socialista, con mención incluida al Plan Hidrológico. Poco más o menos, la propuesta política del PP alternativa a la del PSOE. Falta el apoyo a la guerra de Irak, porque el Papa no estuvo a favor en su momento.
Quien piense que esto es un crecimiento casual, está muy errado. La brusca aparición de la extrema derecha, aún desprovista de siglas propias, responde ahora mismo a los intereses de una fracción del PP que está en alza, y ha sido fomentada en los últimos años por la política de José María Aznar y su círculo de dirigentes próximos a los Legionarios de Cristo. Su irrupción, ha sido urgida por la derrota en las urnas el 14 de marzo del 2004, y por las provocaciones de profesionales de la política como Josep Lluís Carod-Rovira o Josu Jon Imaz, más proclives a entender a los presos terroristas, siempre que sean vascos, que a las víctimas, siempre que sean de Madrid. Los fascistas de la manifestación del sábado necesitan de su alimento espiritual.
Estamos en un momento muy delicado. Lo del sábado es el primer acontecimiento de una movilización de largo aliento. Nadie debe olvidar el llamamiento que la Iglesia hizo hace pocas semanas a unaþcontra la política del Gobierno. Ahora, esa movilización tiene la bendición del Papa. Y no es cosa de chiquiteo, porque la burda y confusa polémica sobre el uso del condón para combatir el sida respondió a un serio reajuste interno, que tiene que ver con el más furioso nacionalcatolicismo: en la lucha emprendida no caben matices.
EL PROPIO portavoz de la Conferencia Episcopal, Martínez Camino, que no es sospechoso de centrismo, sufrió las consecuencias de un mal paso negociador. Con el Gobierno socialista ya no cabe ningún apaño, hay que desestabilizarlo para reemprender el camino que estaba imponiendo José María Aznar, ese camino que, probablemente, se vio truncado por su enorme respeto a una de las máximas de Escrivá de Balaguer, cuando reclamaba a sus discípulos que mostraran en su quehacer diario "santa desvergüenza".
La pelea que acaba de abrirse, el nuevo frente que define la lucha política en España, no afecta al poder económico. Se trata de una pugna que tiene sus profundas raíces en la ideología más reaccionaria de nuestro país. Una especie de nueva guerra de religión que, por fortuna, no reúne en torno a las banderas que guían a los combatientes de la fe a una mayoría de los ciudadanos. Los jóvenes españoles han abandonado en su mayor parte los templos. Modales fascistas con mensajes nacionalcatólicos. La España de los años 40. Aunque entonces eran el 50%. La cabeza de Rajoy es la que corre más peligro.
El Periódico