Dependiendo del prisma desde el que se analice, tomándose como ejes definitorios del debate el contexto histórico en que se desencadenó, las circunstancias socioeconómicas presentes en los implicados y el resultado final de todo el proceso, podremos inferir una valoración en un sentido u otro. De lo que no cabe desprender duda alguna reside en el concepto inherente al de explotación infantil con que etiquetemos cada relato personal. Y, en ese supuesto, siempre es el mismo, con independencia del caso sobre el que podamos pronunciarnos: esto es, el de una instrumentalización de la figura de un menor en funciones productivas a cargo de un superior, mayor de edad, del que se deduce un vínculo de dependencia y supeditación, con afán de lucro.
Así, a modo de ejemplo, de un mismo fenómeno, aun comportando elementos de analogía entre dos de la misma factura, podrán entreverse lecturas de muy diverso signo, en función de los factores antedichos en el párrafo anterior. No podríamos equiparar situaciones de dicho calibre en las sociedades afroamericanas radicadas en los Estados sureños de los Estados Unidos bajo el arbitrio de las leyes Jim Crow, hasta mediados de los años sesenta del pasado siglo, con otras reproducidas en la actualidad.
Aun siendo todas condenables, sin excepción, todavía podemos presenciar infinidad de familias que deben, por la fuerza de los hechos (o sin ella), recurrir a infantes que no han cumplido siquiera los dos dígitos de edad, prestos a asistir a las frágiles y modestísimas economías de subsistencia de sus padres, en países pertenecientes a la semiperiferia y/o abocados a los umbrales de la pobreza a escala planetaria, sin necesidad de recurrir a las ejemplificaciones aisladas del confortable mundo de la farándula. Es más: en países del norte del moderno sistema de estratificación mundial, por nuestros lares he continaudo siendo espectador privilegiado, de primera mano, llegando a atisbar episodios de tan execrable naturaleza en los extrarradios de gran parte de las capitales de provincia de España; poniéndose el foco en la realidad de desigualdad, explotación e invisibilidad de los tres grandes colectivos de población más vulnerables en el ser humano, sin distingo de fronteras, razas y/o credos de ningún signo: las mujeres, los ancianos y los niños que anidan con nosotros, en cualquier rincón del globo.
Un cordial saludo.