Antes de poner todo, solo pido respeto para lo que pondré, si no creen o no comparten lo que aquí dice, pido muy atentamente respeto para los que nos interesa. Es una mini-investigación publicada en un periódico hace 6 años, hecha por doctores regiomontanos, la investigación completa me la hicieron llegar por un mail que mande, pero no me dieron permiso de publicarla, solo lo que el periódico publico.
Aki está:
HEMATHIDROSIS
“…Se fue, según su costumbre, al Monte de los Olivos y le siguieron también los discípulos. Llegado ahí, díjoles: ‘Orad para que no entreís en la tentación’. Se apartó de ellos como un tiro de piedra y, puesto de rodillas, oraba diciendo: ‘Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya’. Se le apareció un ángel del cielo que le confortaba. Lleno de angustia oraba con más instancia; y sudó como gruesas gotas de sangre que corrían hasta la cara …” San Lucas 22, 30-44
En ese momento Jesús se enfrentaba a una angustia severa, extrema, por el peligro que lo acechaba. Sabía que su muerte se acercaba y que durante las próximas horas viviría situaciones terribles.
Por eso sudó sangre. Esto, aunque se presenta muy rara vez, en términos médicos se conoce como hemathidrosis, y está relacionado directamente con estados de angustia. Durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, se reportaron casos de algunos niños que sudaron sangre.
La sangre perdida durante esta sudoración especial provocó una baja importante en el volumen de sangre corporal o hipovolemia. Además, en el momento de la oración que precedió a su captura, Jesús sudó profusamente e la manera convencional, que significó también una pérdida importante de los líquidos corporales.
DOLOR CORPORAL SEVERO
“’¿Queréis, pues, que os suelte al rey de los judíos?’ Entonces de nuevo le gritaron diciendo: ‘¡No a éste, sino a Barrabás!’. Era barrabás un bandolero. Tomo entonces Pilatos a Jesús y lo mandó azotarle”. San Juan 18, 39-40 y 19, 1
Como al resto de los presos, amarraron a Jesús de espalda a un madero que lo sostuvo durante la tortura. Para azotarlo, los flageladores usaron un mango con extensiones de cuero terminadas en puntas de hueso, piedras filosas o plomo.
Estos azotes hicieron que Jesús, además de experimentar un dolor corporal severo, sufriera temblores incontrolables. Al activarse su sistema nervioso simpático continuó la sudoración profusa y el rompimiento de sus vasos sanguíneos produjo la formación de hematomas.
También se rompieron vasos sanguíneos de la micro circulación y perdió líquidos a través del intercisio, es decir, entre las células.
Y, como lo más probable es que la mayoría de los flagelos haya alcanzado su tórax, Jesús tuvo un derrame pleural: se le formaron como ampollas internas al nivel de los pulmones.
Por eso, las costillas le dolían, respirar le dolía, y de seguro trató de inspirar lo menos posible para evitarlo. Debió tener sed en ese momento, pero no le dieron líquidos para saciarla. La pérdida de líquidos comenzaba a ser más severa.
ATAQUE A LOS NERVIOS TRIGÉNIMO Y OCCIPITAL
“…tejiendo una corona de espinas, se la pusieron sobre la cabeza, y en la mano una caña; y doblando ante él la rodilla se burlaban diciendo: ¡Salve, rey de los judíos!’ Y escupiéndole, tomaban la caña y le herían con ella en la cabeza” San Mateo 27, 29-30
Más que una corona de espinas, lo que le colocaron a Jesús era una especie de capucha o sombrerete de espinas que, además de lastimar la piel aérea y producir sangrado nuevamente, oprimió nervios importantes para producir un dolor aún más intenso del que ya había experimentado durante la flagelación.
Las espinas debieron atacar, principalmente, al nervio trigésimo, el que se activa con un dolor típico de muelas, aunque en este último caso apenas funciona una rama del nervio.
También tocaron el nervio occipital mayor, que seguramente le produjo una molestia similar a la de una quemadura. Debe de haber sentido que le quemaban toda la parte superior del cuero cabelludo. Además, siguió perdiendo líquidos.
DAÑO SEVERO EN LOS NERVIOS – CAUSALGIA
“Le crucificaron y se repartieron sus vestidos echando suertes sobre ellos para saber lo que había de tomar cada uno” San Marcos 15, 24
Jesús llevaba encima los restos de un manto, pegado a la piel entre la sangre ya coagulada y el sudor, que los soldados arrancaron sin la menor consideración. El sangrado en sus heridas volvió a activarse y el dolor creció. Lo colocaron recostaron sobre una cruz y comenzaron a clavarlo.
Usaron clavos de unos 12-15 centímetros de largo y 3-4 centímetros de ancho. Los colocaron sobre los pies y a la altura de la muñeca, no en el centro de la mano, como siempre se ilustra, porque esto hubiera provocado un desgarro.
Cristo volvió a sangrar y a experimentar dolor extremo. Los clavos le produjeron un daño severo en los nervios y arterias de la región, en particular en nervio mediano (que atraviesa por en medio de la mano) y el pedial en los pies, que causa uno de los dolores más desagradables, llamado “causalgia”.
Cuando lo levantaron en la cruz, todo el peso de su cuerpo se concentró en los tres clavos e intensificó el dolor. Jesús estaba cerca del choque hipovolémico y traumático.
DERRAME PLEURAL
“Vinieron pues los soldados y rompieron las piernas al primero y al otro que estaba crucificado con Él, pero llegando a Jesús, no le rompieron las perinas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua”. San Juan 19, 31-34
Jesús ya había expirado, pero los soldados le introdujeron una lanza en su costado. La sangre y el suero que se derramó provenían del derrame pleural de sus pulmones.
CHOQUE HIPOVOLÉMICO Y TRUMÁTICO
“Era ya como la hora sexta y las tinieblas cubrieron toda la tierra hasta la hora de nona, oscureciese el Sol y el velo del templo se rasgó por el medio. Jesús, dando una gran voz, dijo: ‘Padre, en tus manos entregó mi espíritu’ y diciendo esto, expiró.” San Lucas 23, 44-46
La pérdida de líquidos llevó a Jesús a morir a consecuencia de un choque traumático e hipovolémico.
Un “choque” en medicina se presenta cuando la cantidad de sangre que llega a los tejidos es insuficiente para que cumplan con su labor. Se le llama hipovolémico cuando lo detona una hemorragia, y traumático cuando se ocasiona por lesiones ocasionadas por golpes; un accidente automovilístico, por ejemplo.
CONLCLUSIÓN
Si a Jesús se le hubiera hecho un certificado de defunción diría:
“Muerte por paro cardiorrespiratorio a causa de choque hipovolémico y choque traumático debido a una larga tortura y crucifixión”
Aki está:
HEMATHIDROSIS
“…Se fue, según su costumbre, al Monte de los Olivos y le siguieron también los discípulos. Llegado ahí, díjoles: ‘Orad para que no entreís en la tentación’. Se apartó de ellos como un tiro de piedra y, puesto de rodillas, oraba diciendo: ‘Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya’. Se le apareció un ángel del cielo que le confortaba. Lleno de angustia oraba con más instancia; y sudó como gruesas gotas de sangre que corrían hasta la cara …” San Lucas 22, 30-44
En ese momento Jesús se enfrentaba a una angustia severa, extrema, por el peligro que lo acechaba. Sabía que su muerte se acercaba y que durante las próximas horas viviría situaciones terribles.
Por eso sudó sangre. Esto, aunque se presenta muy rara vez, en términos médicos se conoce como hemathidrosis, y está relacionado directamente con estados de angustia. Durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, se reportaron casos de algunos niños que sudaron sangre.
La sangre perdida durante esta sudoración especial provocó una baja importante en el volumen de sangre corporal o hipovolemia. Además, en el momento de la oración que precedió a su captura, Jesús sudó profusamente e la manera convencional, que significó también una pérdida importante de los líquidos corporales.
DOLOR CORPORAL SEVERO
“’¿Queréis, pues, que os suelte al rey de los judíos?’ Entonces de nuevo le gritaron diciendo: ‘¡No a éste, sino a Barrabás!’. Era barrabás un bandolero. Tomo entonces Pilatos a Jesús y lo mandó azotarle”. San Juan 18, 39-40 y 19, 1
Como al resto de los presos, amarraron a Jesús de espalda a un madero que lo sostuvo durante la tortura. Para azotarlo, los flageladores usaron un mango con extensiones de cuero terminadas en puntas de hueso, piedras filosas o plomo.
Estos azotes hicieron que Jesús, además de experimentar un dolor corporal severo, sufriera temblores incontrolables. Al activarse su sistema nervioso simpático continuó la sudoración profusa y el rompimiento de sus vasos sanguíneos produjo la formación de hematomas.
También se rompieron vasos sanguíneos de la micro circulación y perdió líquidos a través del intercisio, es decir, entre las células.
Y, como lo más probable es que la mayoría de los flagelos haya alcanzado su tórax, Jesús tuvo un derrame pleural: se le formaron como ampollas internas al nivel de los pulmones.
Por eso, las costillas le dolían, respirar le dolía, y de seguro trató de inspirar lo menos posible para evitarlo. Debió tener sed en ese momento, pero no le dieron líquidos para saciarla. La pérdida de líquidos comenzaba a ser más severa.
ATAQUE A LOS NERVIOS TRIGÉNIMO Y OCCIPITAL
“…tejiendo una corona de espinas, se la pusieron sobre la cabeza, y en la mano una caña; y doblando ante él la rodilla se burlaban diciendo: ¡Salve, rey de los judíos!’ Y escupiéndole, tomaban la caña y le herían con ella en la cabeza” San Mateo 27, 29-30
Más que una corona de espinas, lo que le colocaron a Jesús era una especie de capucha o sombrerete de espinas que, además de lastimar la piel aérea y producir sangrado nuevamente, oprimió nervios importantes para producir un dolor aún más intenso del que ya había experimentado durante la flagelación.
Las espinas debieron atacar, principalmente, al nervio trigésimo, el que se activa con un dolor típico de muelas, aunque en este último caso apenas funciona una rama del nervio.
También tocaron el nervio occipital mayor, que seguramente le produjo una molestia similar a la de una quemadura. Debe de haber sentido que le quemaban toda la parte superior del cuero cabelludo. Además, siguió perdiendo líquidos.
DAÑO SEVERO EN LOS NERVIOS – CAUSALGIA
“Le crucificaron y se repartieron sus vestidos echando suertes sobre ellos para saber lo que había de tomar cada uno” San Marcos 15, 24
Jesús llevaba encima los restos de un manto, pegado a la piel entre la sangre ya coagulada y el sudor, que los soldados arrancaron sin la menor consideración. El sangrado en sus heridas volvió a activarse y el dolor creció. Lo colocaron recostaron sobre una cruz y comenzaron a clavarlo.
Usaron clavos de unos 12-15 centímetros de largo y 3-4 centímetros de ancho. Los colocaron sobre los pies y a la altura de la muñeca, no en el centro de la mano, como siempre se ilustra, porque esto hubiera provocado un desgarro.
Cristo volvió a sangrar y a experimentar dolor extremo. Los clavos le produjeron un daño severo en los nervios y arterias de la región, en particular en nervio mediano (que atraviesa por en medio de la mano) y el pedial en los pies, que causa uno de los dolores más desagradables, llamado “causalgia”.
Cuando lo levantaron en la cruz, todo el peso de su cuerpo se concentró en los tres clavos e intensificó el dolor. Jesús estaba cerca del choque hipovolémico y traumático.
DERRAME PLEURAL
“Vinieron pues los soldados y rompieron las piernas al primero y al otro que estaba crucificado con Él, pero llegando a Jesús, no le rompieron las perinas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua”. San Juan 19, 31-34
Jesús ya había expirado, pero los soldados le introdujeron una lanza en su costado. La sangre y el suero que se derramó provenían del derrame pleural de sus pulmones.
CHOQUE HIPOVOLÉMICO Y TRUMÁTICO
“Era ya como la hora sexta y las tinieblas cubrieron toda la tierra hasta la hora de nona, oscureciese el Sol y el velo del templo se rasgó por el medio. Jesús, dando una gran voz, dijo: ‘Padre, en tus manos entregó mi espíritu’ y diciendo esto, expiró.” San Lucas 23, 44-46
La pérdida de líquidos llevó a Jesús a morir a consecuencia de un choque traumático e hipovolémico.
Un “choque” en medicina se presenta cuando la cantidad de sangre que llega a los tejidos es insuficiente para que cumplan con su labor. Se le llama hipovolémico cuando lo detona una hemorragia, y traumático cuando se ocasiona por lesiones ocasionadas por golpes; un accidente automovilístico, por ejemplo.
CONLCLUSIÓN
Si a Jesús se le hubiera hecho un certificado de defunción diría:
“Muerte por paro cardiorrespiratorio a causa de choque hipovolémico y choque traumático debido a una larga tortura y crucifixión”