Un pequeño cuento de reflexión...
Hace casi un siglo, el reverendo Edwin Abbott escribió un libro titulado Flatland, "A Romance of Many Dimensions" (País llano, una novela de muchas dimensiones). Flatland era un mundo de dos dimensiones, una superficie llana sobre la que seres de diversas formas geométricas se deslizaban, sin abandonar nunca ese mundo o imaginar siquiera que pudiera existir algo distinto. La vida transcurría plácidamente en Flatland hasta que, un día, un habitante común, un cuadrado, tuvo una experiencia paranormal: una visita de un ser del Más Allá. Lo que estaba viendo era un cuerpo tridimensional, una esfera, pero cuando el objeto penetró en Flatland sólo percibió su sección transversal, es decir, un círculo. El visitante abrió los ojos al cuadrado haciéndole ver la superficie llana en que vivía y la posibilidad de la existencia de una tercera dimensión. Cuando el cuadrado volvió a casa nadie quería creerle y fue encarcelado por considerársele una amenaza para la sociedad. Muchos científicos medievales y no pocos investigadores modernos han pasado por situaciones semejantes.
¿Qué sentiríamos si fuéramos habitantes de Flatland? Su mundo es tan real para ellos como el nuestro para nosotros. Pueden deslizarse adelante, atrás y a los lados siempre en el mismo plano, pero no tienen idea de lo que es "arriba" y "abajo". Tales palabras no existen en Flatland.
Nosotros, con nuestro conocimiento de una tercera dimensión del espacio, podríamos hacerles todo tipo de jugarretas a los habitantes de Flatland: colgar sobre ellos objetos de diversas formas y proyectar sombras en la superficie moviendo la luz de aquí para allá a fin de que las sombras cambiaran rápidamente de forma y resultaran terroríficas. La población de este mundo bidimensional vería un ser extraordinario que va cambiando de forma y que, de pronto, desaparece.
Cuando una esfera atraviesa Flatland, los habitantes de ese país sólo pueden percibir su sección transversal: es decir, un disco que es primero un punto y va creciendo hasta llegar al diámetro completo de la esfera para volver a "encogerse" cuando la esfera termina de pasar. Un objeto diferente, como por ejemplo un cubo, daría lugar a apariciones de formas y comportamiento diversos. Del mismo modo, al atravesar una "hiperesfera" o un "hipercubo" de cuatro dimensiones, nuestro universo tridimensional -uno de los muchos que los seres tetradimensionales podrían percibir-, daría lugar a apariciones que serían su "sección transversal" tridimensional. Crecerían, disminuirían, cambiarían de forma, se romperían en fragmentos y seguirían cursos erráticos de acuerdo con la complejidad de la forma del objeto tetradimensional y su movimiento en el espacio superior.
A todos nos cuesta comprender que nosotros, al igual que los habitantes de Flatland, acaso captemos sólo una pequeña parte de la realidad. Estaríamos de acuerdo en que los conceptos de realidad de los habitantes de Flatland son incompletos, mientras que quizá pasáramos por alto el hecho de que los nuestros pueden resultar igualmente incompletos sólo porque nuestra experiencia de la realidad está limitada por la extensión de nuestros cinco sentidos.
La teoría de la relatividad de Einstein predijo el espacio curvo, el tiempo relativo y los agujeros negros. Algunas de estas predicciones han sido confirmadas, pero aún no podemos atribuirnos ninguna capacidad para visualizar tales fenómenos. Creemos que los científicos saben de lo que están hablando con sus horizontes limitados y agujeros de gusano en el espacio, y renunciamos a ulteriores análisis. Bastantes problemas nos plantea el llegar a un acuerdo sobre la realidad que podemos percibir.
Nosotros, como los habitantes de Flatland, estamos atrapados en una realidad física y material. Si dejamos al margen conceptos más o menos pueriles sobre Dios y tratamos de pensar en Él/Ello como un Todo Creador Eterno que transciende nuestra realidad, resulta lógico llegar a la conclusión de que nuestra ciencia (también física y material) no pueda mensurar todo aquello que Sea al margen de nuestro espacio dimensional tangible. Luego la ciencia no resulta válida para afirmar o negar la existencia de Dios.