Dejo este artículo-opinión aquí, por si a alguien le interesa.
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EL ORO (NEGRO) ES EL QUE MANDA
Anxel Vence
Después de intercambiar camisetas, buen rollo, jijijis y jajajás con el rey de España, el presidente venezolano Hugo Chávez ha tardado apenas unos días en anunciar la "nacionalización" de la filial de un banco español en Venezuela. Alguna gente ha puesto aquí el grito en el cielo, pero en realidad no hay motivo.
Nada se le puede reprochar a Chávez, puesto que se limita a ejercer una opción de compra -que no de expropiación- sobre una entidad financiera que su propietario Emilio Botín ya había puesto a la venta. Entre negociantes anda el juego y allá ellos con sus cosas.
Si acaso, podría alegarse que el vocabulario empleado por el jefe de Estado venezolano resulta un poco antiguo cuando habla de nacionalizaciones. Aunque los diccionarios no recojan esta acepción, el verbo "nacionalizar" es sinónimo de "arruinar" según prueba tenazmente la experiencia de las últimas décadas. La empresa pública es a la empresa lo que la música militar es a la música, como bien demuestra -sin ir más lejos- el caso del propio Gobierno de Venezuela que nada en la abundancia de petróleo a 120 dólares el barril y sin embargo es incapaz de garantizar el suministro de leche y otros productos básicos a su población.
Razones hay para suponer, por tanto, que la nacionalización de la banca venezolana traiga consigo una inmediata burocratización del trabajo, la colocación multitudinaria de parientes con el lógico incremento de plantilla, la caída en picado de la productividad y acaso la entrada en pérdidas de una empresa que hasta ahora ganaba millones a paladas. Pero esa es, en todo caso, una decisión soberana de las autoridades de Venezuela.
Lo que realmente sorprende en este curioso asunto es que Chávez pretenda crear una "banca socialista" -algo así como el carbón blanco- en la aparente convicción de que se trata de una medida progresista y de izquierdas. Al igual que el personaje de Molière que hablaba en prosa sin saberlo, el líder bolivariano practica algo tan viejo como el populismo sin darse cuenta de ello o, peor aún, bajo la extravagante creencia de que lo suyo es el socialismo de pata negra.
Por más que Chávez parezca ignorarlo, la palabrería izquierdista es paradójicamente uno de los rasgos más característicos de la ultraderecha. También la Falange española incluía en su programa la nacionalización de la banca y gastaba camisa azul mahón como símbolo de su supuesta identificación con la clase obrera. Y "obrero" se llamaba precisamente el primer partido en el que militó Hitler antes de fundar otro de terminología tan equívocamente izquierdista como el Partido Nacional-Socialista de los Trabajadores de Alemania. Tampoco será necesario recordar que Benito Mussolini -un antiguo socialista radical- se adjudicó el proletario título de "primer trabajador de Italia" y hasta impuso por decreto el tuteo generalizado para acabar con los viejos vicios de cortesía de la "plutocracia burguesa".
Chávez no pasa de ser, en realidad, uno de tantos caudillos pintorescos que España dejó como herencia a sus colonias, aunque en este caso haya sido elegido en las urnas. Lo único que le diferencia de otros espadones es la posesión de ingentes recursos petrolíferos y el consiguiente poder que el oro (ahora negro y líquido) da a quienes lo manejan. "Madre, yo al oro me humillo", decía Quevedo en su oda al Poderoso Caballero; y efectivamente, cinco siglos después los hombres siguen bajando con gesto reverencial la testuz ante su señorío.
Infelizmente, el moderno oro líquido que mueve los coches y las industrias está en manos de gentes tan anacrónicas y turbadoras como los sátrapas de Arabia Saudita e Irán, el guineano Obiang o el caudillo Chávez (que es, pese a todo, el único formalmente demócrata de ese club). Si además va a obsequiarnos con 10.000 barriles diarios de petróleo a bajo precio, no quedará otra que reírle sus chistes. Qué remedio.
anxel@arrakis.es