Muy buenas a todos,
El álbum Dangerous entrañó para Michael Jackson un enormísimo reto, al tener que encarar y hacer frente a determinadas variables, las cuales se conjugaron al mediar el lanzamiento de este trabajo, en noviembre de 1991, a saber:
a) El panorama musical había experimentado un vuelco sideral en la horquilla comprendida entre 1987 -la fecha de lanzamiento de Bad en el mercado- y 1991. En apenas cuatro años, el paradigma en cuanto a tendencias portadoras de inconfundible éxito en las estaciones de radiofórmula sufría una convulsión sin precedentes: la emergencia de géneros que ya habían comenzado a despuntar en los ochenta -tales como el rap, el hip hop, o el New Jack Swing- gozaron de un mayor grado de penetración social, forzando a los artistas en solitario, y a las bandas musicales, a invertir tiempo y esfuerzo a efectos de una irremediable tentativa de reinvención inevitable. Por ello, la línea trazada en el pasado, que se presuponía incuestionable poco tiempo atrás, carecía de visos de continuidad y permanencia, provocando consigo un reto demoledor para todos: quienes se atuvieran a la renovación sobrevivirían en el camino; los restantes, terminarían sepultados bajo el lodo del olvido y el ostracismo.
b) 1991 marca, asimismo, el anticipo a la caída progresiva e irremediable que experimentaría -en los años sucesivos, con una propensión acentuada a partir de 1994/95- un formato clásico de producción en lo musical: el vinilo, dando paso al más eficiente y práctico CD, como principal soporte físico de venta y distribución de ejemplares discográficos. Ello se traducía en la expectativa de oportunidad consistente en integrar múltiples nuevos temas que antaño habrían sido vetados, al propiciar el nuevo modelo una mayor disponibilidad de espacio a ocupar, redundando, en principio, este nuevo elemento en provecho del consumidor musical de masas.
c) Tras tres álbumes en solitario -con la discográfica Epic Records- de inconfundible sello y calidad incuestionable (Off the Wall, Thriller y Bad, respectivamente), todos ellos bajo la producción y la batuta de Quincy Jones, Michael apostó por reorientar su carrera hacia nuevos derroteros, optando por prescindir del sujeto con el que, conformando una dupla excepcional, casi irrepetible, bien engrasada y con una visión compartida hacia dónde proyectar cada proyecto hacia la consecución del mejor servicio dispensado al espectador, con la dosis elevadísima de riesgo ante la incertidumbre que ello generaba. El testigo lo recogería alguien de poco más de veinte años: Teddy Riley. Bill Bottrell proseguía, aunque asumiendo un rol más secundario. El ritmo prevalecería, a partir de ese momento, sobre la melodía. Y la instrumentación real sería suplida por la sintetización, ya registrada en Bad, con asombrosos resultados positivos.
d) Paralelamente a lo anterior, y tras haber sembrado los cimientos sónicos de los ochenta, una década que no podría ser interpretada de modo análogo sin su excepcional aportación y concurso, Michael se hallaba obligado a definir el nuevo lenguaje musical para el decenio subsiguiente, y todo ello teniendo presente como trasfondo la enormísima y creciente competencia existente en el período señalado: los referentes del mercado discográfico aún experimentaban su mayor etapa de apogeo creativo y personal (Madonna, U2, George Michael, Gun' Roses, Prince, Phil Collins, Whitney Houston...), incorporándoseles algunos nuevos referentes, tales como Mariah Carey, Alanis Morrisette, Cranberries, Nirvana, R.E.M., bajo géneros tan dispares como el regiornamiento del R&B, así como del rock alternativo.
En mi escala de valores preferencial, estrictamente personal, medida en términos de afinidad musical con los trabajos en solitario de Michael Jackson, clasificaría sus trabajos del siguiente modo:
#1 Thriller
#2 Off the Wall
#3 Bad
#4 Dangerous
#5 HIStory: Past, Present and Future, Book I
#6 Blood on the Dance Floor (como EP, desprovisto de remixes)
#7 Invincible
#8 Blood on the Dance Floor: HIStory in the Mix (con remixes)
#9 Got to Be There
#10 Forever, Michael
#11 Music & Me
#12 Ben
En honor a la verdad, debo confesar que siempre he manifestado quebraderos de cabeza a la hora de decantarme -en predilección- entre los álbumes Bad y Dangerous. Si en el pasado sostenía sin vacilación que Bad rebasaba cualitativamente a aquél, al cabo de unos años me posicionaba en variables asimétricamente opuestas. Y, en el momento presente, no sabría dilucidar con clarividencia por cuál me decantaría.
Bad y Dangerous contienen, de efectuarse una comparativa selectiva entre ambos discos (magistrales por igual, lo cual complejiza la labor de discriminación entre los dos), ventajas e inconvenientes con respecto al otro. Así, por ejemplo, la portada de Dangerous trasciende mucho más allá del simple boceto presto a ser editado como carátula de un trabajo musical contemporáneo dedicado a una audiencia objetivo de masas. Es tan abrumador el compendio de elementos icónicos, perfectamente sincronizados, de símbolos visualmente indescrifrables para la mayoría (deliberadamente así determinados, para así alentar la perspectiva del significado de cada cual, en función de la subjetividad de cada espectador), que la parangonarían a una obra de arte. Excepcional trabajo del dibujante Mark Ryden. De todas las artes de tapa de Michael, la de Bad quizá personifica (junto a la de Off the Wall) a la perfección la esencia musical que se transpira en el disco. Siendo excelentes, no alcanzan el grado de depuración y excelsitud de la de Dangerous, candidata ésta última, sin reservas, a mejor portada de álbum de la historia musical contemporánea.
En cambio (quienes sean portadores del LP en formato de vinilo así podrán atestiguarlo), en mi opinión en Bad las fundas del interior, con las letras de las canciones incorporadas a tal efecto, resultan mejor elaboradas. Sí, resultarán un tanto más convencionales que las gráficamente ornamentadas en Dangerous, con sus siluetas estilizadas y sus figuritas alineadas conjuntamente al albur de la estrofa de cada canción -véase la cintura perceptible de una fémina en la pista Dangerous-, pero detalles como el tamaño, o la fuente tipográfica de la letra redactada, juegan en favor de Bad. Algo similar acontece con la galleta cilíndrica del interior de cada vinilo, un tanto más original en Bad y la pérdida de atractivo del logotipo de Sony, en relación retrospectiva a la imagen de marca, infinitamente más seductora, que presentaba Epic en sus trabajos predecesores.
Otro componente de análisis relevante (al menos, para mí): en Bad, se encuentran garantizados, de los once temas publicados, como mínimo, nueve-diez grandes éxitos de arrollador alcance. Quincy y Michael revolucionaron el sonido que había conmocionado al planeta con Thriller, elevándolo a una categoría inexplorada antaño por ellos. Sin embargo, estimo que en Dangerous Michael elevó el pistón de un modo tan acusado que, en la equidistancia entre ambos álbumes, cuasi podría afirmar que en Bad mostraron una disposición un tanto más conservadora y menor propensa a la asunción de riesgos que en Dangerous. Eso juega de modo encarecidamente positivo al servicio de éste último, al demostrar el empeño de Michael por superarse a sí mismo -más de cuanto había logrado, que no era poco, hasta la fecha- en pos de la búsqueda incesante de la mejora continua, en un proceso inacabado, con una fuente de destino final: la calidad total, fuente suprema de la excelencia.
Aparte de ello, mientras que en Bad temáticas de magnitud social habían apenas emergido, aun con cuentagotas -Man in the Mirror supuso un punto de inflexión importante en su trayectoria-, en Dangerous incrementan su peso neto en el conjunto del disco, con pistas como Why You Wanna Trip on Me, Heal the World, Keep the Faith, o Will You Be There, brindándole a Jackson una pátina de artista más depurado y completo, sumamente versátil y plenamente capacitado para lidiar con cualquier tipo de reto o género, y difundiendo un mensaje distintivo propio, en absoluto equiparable a la de cualquier otro compositor. Michael Jackson había forjado su propio léxico musical, fácilmente identificable para cualquier tipo de público. He aquí, pues, la creación de la primera marca musical global inmediatamente reconocible en cada gesto, en cada paso de baile, en cada acorde, en cada golpe de voz, etcétera, en una era previa a la de la globalización y a la de la revolución de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (sólo al alcance, en el pasado, de The Beatles, y en contexto histórico muy diferenciado).
Y vosotros, acto seguido, tras la lectura momentánea de mi pasaje, exclamaréis: ¿y por qué lo relegas, entonces, a la cuarta plaza? Más bien diría a la tercera, empatado técnicamente con Bad. Muy sencillo: en ese sentido, coincido plenamente con lo apuntado en algunas entradas en el foro emitidas en tiempos remotos por el usuario liberianboy (que referiré con mayor halo de detalle en lo venidero) en lo tocante a estos planteamientos. Aunque mayoritariamente entre los compañeros de mjhideout mantienen una cierta inclinación hacia los álbumes Bad y Dangerous, yo hago lo propio con Thriller y Off the Wall. ¿Razón? A Thriller siempre lo he catalogado como una evolucion en positivo y ascendente, de las aportaciones exhibidas en Off the Wall: los temas más bailables gozaban de un mayor marchamo de adictividad irresistible (Beat It, Billie Jean, Wanna Be Startin' Somethin') y las baladas atesoraban un cierto mayor grado de solemnidad y profundidad cautivadoras para los sentidos (Human Nature, The Lady in My Life).
Pero, y que conste en acta, Bad y Dangerous son fabulosos (joyas de alcurnia diamantina), por definición, con el único matiz de que en ellos Michael ya se encontraba un tanto forzado -por la presión sobreañadida de emular las hazañas anteriores, quizá- ante la exigencia histórica de tener, ineludiblemente, que presentar cada tema o actuación, con su correspondiente correlato de éxito aparejado, y ello, a cualquiera le debe acarrear un estrés terribilísimo (en el medio y largo plazo). Aludo a las dimensiones de lo físico, de la energía y de las vibraciones deparadas ante los demás. Y, sin embargo, él no se arredró, y lo hizo, pensando siempre en lo mejor para sus seguidores, lo cual le honraba en sumo grado. Así, aunque en la gira mundial de Bad Michael se encontraba idénticamente pletórico y portentoso al unísono que en etapas anteriores (entonando la práctica mayoría de temas en directo), en Dangerous detecto un cierto decaimiento, más perceptible a partir de 1993, por las causas por todos conocidas, aunque supo suplir tales carencias con una renovada puesta en escena, más espectacular e impactante en cuanto a presentación (la estancia, detenido e impasible, inmóvil, durante dos minutos, en la coreografía preliminar de Jam, impagable).
Si en 1993 el caso Chandler no hubiera tenido lugar, y, por ende, Michael hubiera representado este trabajo en su país natal –incorporando la coreografía del tema Dangerous, ya estrenada en los American Music Awards a comienzos de ese mismo año- Dangerous (el álbum), si bien no hubiera puesto en aprietos a Thriller –en ventas globales-, sí habría podido haber dado la campanada, ubicándose a la altura, como mínimo, de The Dark Side of the Moon, del grupo Pink Floyd, en el podio de los más vendidos de todos los tiempos.
En definitiva, si Nirvana en 1991 con su álbum Nevermind había edificado las bases para la defunción de los parámetros establecidos de la música pop tal y como habían sido definidos hasta comienzos de los noventa, el Rey del Pop, paradójicamente, logró, con Dangerous, demostrar ser plenamente capaz de ofrecer alternativas más que consistentes, y tanto que han sido tales, que, en 2014, en la industria discográfica vigente persisten mayores retazos de la magia michaeliana en cada uno de sus sucedáneos, que los impresos por cualquier otro artista conocido.
Ello certifica, aún más, si cabe, el éxito de la fórmula destapada en Dangerous.
Un cordial saludo a todos.