Gitana
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Marzo, 2001
En las fotos de arriba, Michael aparece con un grupo de personas en el Hotel Lanesborough; en una época narrada a continuación.
La llamada se produjo a las 2 de la madrugada. Dicen que la única cosa peor que una llamada equivocada en medio de la noche, es la llamada de un número correcto, porque invariablemente trae una tragedia. Sin embargo, en este caso, la llamada de un número correcto a pocas horas del alba, trajo una de las más increíbles oportunidades imaginadas por un periodista.
El periodista Jonathan Margolis, el rabino Shmuley Boteach, Michael Jackson y Uri Geller
“¿Te gustaría ir a las 9 de la mañana a encontrarte con Michael Jackson cuando baje del avión en Heathrow, y pasar parte de la semana con él?”, me preguntó una familiar voz norteamericana.
Quien telefoneaba era Shmuley Boteach, mi hiperactivo amigo y rabino, quien formando parte de una de las más imprevisibles parejas del espectáculo, se convirtió en el amigo y gurú de la leyenda viva del pop, Michael Jackson –y, una semana antes, en su socio fundador para una institución de caridad infantil.
Michael Jackson y el rabino, en una fiesta en la casa de éste
Naturalmente, acepté la oferta, y horas más tarde, entré por segunda vez en pocos meses, en lo que es la vida del cantante de 42 años; descrito una vez por Bob Geldof como “El hombre más famoso del planeta. ¡Que Dios lo ayude!”.
El cantante Bob Geldof dijo esas palabras al entregar a Michael Jackson el premio al Artista Generación en los Brit Awards de 1996, como se muestra en la imagen
Detrás del telón de una de las más extraordinarias historias de celebridades, yo estuve en el medio de todo, para escuchar a Michael dar los toques finales a su discurso de Oxford -vestido con su pijama, para hacerlo reír con una broma en la parte posterior de su coche, o para escuchar una de las llamadas más emotivas de su vida.
Michael Jackson iba a venir a Inglaterra para lanzar su fundación, Heal The Kids, mediante un discurso en Oxford, y para ser el padrino de boda del ilusionista Uri Geller, como muestra de agradecimiento por haberle presentado a Shmuley dos años atrás.
Michael Jackson y Uri Geller a su derecha
Había sido una semana tensa para el rabino. El viaje de Michael, planeado durante tanto tiempo, se veía amenazado en el último minuto porque se había roto dos huesos del pie cuando se cayó por una escalera; anteriormente, por una huelga de las aerolíneas, y también, por una tormenta de nieve en New York.
Por lo tanto, no sólo los cínicos dudaban de que el Rey del Pop viniera a Oxford. Podría decirse que el rabino también se estaba poniendo nervioso. Había pasado un año tratando de conseguir que Michael hablara en Oxford, en contra de la opinión de que una mega estrella podría recibir una recepción difícil por parte de los estudiantes.
Pero unos minutos antes de llamarme, el rabino Shmuley había recibido la confirmación proveniente de los EE.UU. Michael Jackson estaba escayolado y dolorido –pero también saliendo en un vuelo desde el aeropuerto JFK.
Michael Jackson, caminando con muletas
En noviembre, yo había pasado una semana con Michael en New York, preparando un artículo para una revista. Ahora, Shmuley me invitaba a presenciar aún más, acercándome a Michael, quien este mes se convertiría en un Embajador Especial de la Infancia para las Naciones Unidas; transformándose de artista en una figura mundial más grave.
Shmuley hizo su misión para convencer al mundo de que Michael, dos veces divorciado, puede ser poco convencional en algunos aspectos, pero tiene buen corazón y es un hombre inocente que quiere sensibilizar a los adultos hacia las necesidades de los niños; que merece ser escuchado.
Michael Jackson habla con convencimiento acerca de Heal The Kids
Ahora estábamos saliendo hacia el aeropuerto. El personal de Michael, una tribu de individuos robustos, ya estaba allí, por supuesto. Ellos eran el escuadrón silencioso y observador; así como los conductores, todos ingleses, y con experiencia en hacer que las celebridades escapen en convoyes de Mercedes con cristal ahumado.
Incluso había un camarógrafo contratado para fotografiar y filmar cualquier movimiento de Michael para su archivo personal.
Y luego llegó otro grupo –un joven apoderado de Michael, su ya mayor médico libanés -que estaba allí para cuidarle el pie lesionado-, además de un puñado de hombres robustos.
Michael Jackson y tras él a la derecha, su joven apoderado Frank Cascio
Normalmente, también estaría la niñera de los hijos de Michael, una dama gentil, sensible y de mediana edad, que se ocupaba de todo y cuidaba de sus dos pequeños hijos, Prince y su hermana Paris. No habría una tropa de 12 niñeras, como frecuentemente se comenta en los periódicos –sólo una. Los hijos de Michael -y también de su segunda esposa, la enfermera Debbie Rowe-, son una pareja perfecta; no son mimados y son terriblemente inteligentes.
Michael Jackson, con sus hijos Prince y Paris
Su padre había decidido no traerlos en el viaje, porque temía que fueran fotografiados, algo que evita después de haber sido constantemente perseguidos por los paparazzis.
Así que cuando Michael y su personal salieron de la aduana, la comitiva de cuatro coches lo esperó en su posición, en una parte pública del aeropuerto, cerca de otras personas que salían de sus coches para dar un paseo.
Para mi sorpresa, Michael llevaba una máscara de seda negra, un elemento con el que no lo había visto, ni en privado ni cuando salíamos por New York; ni siquiera cuando lo conocí en Japón algunos años atrás.
La verdad es que yo siempre le decía a la gente que la máscara era otro mito, junto con la cámara de oxígeno y los rumores de que Michael ordena desechar los juguetes de Prince y París, después de usarlos una sola vez, por temor a los gérmenes; ambas cosas que yo sé que son mentira.
La historia de la cámara hiperbárica, según me contó Michael cuando tuvimos la cena de Acción de Gracias en la casa de Boteach en New Jersey, surgió de una broma que le hizo a un fotógrafo después de haberse metido en una que había comprado para un hospital de niños, y salió de ella diciendo: “¡Vaya, si yo tuviera una de ésas, podría vivir hasta los 150 años!”.
Michael Jackson en la cámara de oxígeno que donó a un hospital infantil
Un tabloide recogió el hecho y así nació el apodo de “Wacko Jacko” -que él aborrece.
El agotamiento físico de Michael en Heathrow era visible. Estaba estresado y exhausto, tambaleándose con las muletas y poniendo todo su esfuerzo en mantenerse de pie. Claramente, estaba mucho más concentrado en caminar que en decir “¡Hola!” a cualquiera que no fuese el rabino Shmuley; y por desgracia para mí, sus muletas y su pierna estirada ocuparon el que sería mi asiento en su coche.
Michael Jackson, en el aeropuerto de Heathrow
Así que seguí al convoy hasta el Hotel Lanesborough de Londres junto a un chófer de 67 años, Stan, que es el chófer de Michael desde que éste era un adolescente.
Stan me estaba hablando sobre el asunto de la máscara: “Es por todos los fans y todos ustedes, los de la prensa, ¿sí?”, dijo riendo. “Llevándola, las fotos están garantizadas en los periódicos de mañana. Nunca olvides que Michael es un showman”.
Los fans acudieron en masa al hotel de Michael; docenas de ellos acamparon en el suelo, sobre bolsas de plástico, sin poder ver al ídolo.
Mientras Michael se instalaba en la suite, yo vi a su camarógrafo caminando entre la multitud, que gritaba y enviaba mensajes a Michael para que los grabara su cámara. Fue muy emocionante.
Michael Jackson, a las puertas del Hotel Lanesborough
Arriba en la suite, Michael estaba con su médico. Me preguntaba cuándo iba a recordar quien era yo. Entonces, él me vio y me saludó con un divertido gesto militar. No tengo idea de si realmente me reconoció, pero hizo un trabajo convincente haciéndome creer que sí.
De izquierda a derecha, el rabino Boteach, Jackson, Geller y el autor de este artículo, Jonathan Margolis
El maquillaje de Michael y su comportamiento tranquilo y tímido, lo hacía parecer inalcanzable y que no sabía lo que ocurría a su alrededor; pero él tiene una visión de 360º y raramente se pierde algo.
Todos, por supuesto, quieren saber cómo es realmente este hombre misterioso. Para mí, él es como un niño divertido, con un espíritu generoso, amable, muy exigente, e indefectiblemente educado. También es inesperadamente cotilla, aunque nunca malévolo.
Tiene, por ejemplo, una serpiente llamada cariñosamente Madonna –pero siempre está dispuesto a decirle al mundo que piensa que es una rival para el puesto de superestrella Nº 1 del mundo.
Michael Jackson en una imagen de archivo con Madonna
Su voz es ligera y tiene un acento distinto del noroeste, aunque habla en voz baja y dulce. Paro también se ríe en voz alta y con frecuencia. Jugar con la comida y ver a la gente tropezar con las cosas, lo hacen reír a carcajadas. Él odia el más mínimo de los insultos y siempre está haciendo preguntas. Escucha con curiosidad y te observa continuamente con ojos ligeramente suspicaces, lo que te garantiza que te está escuchando con atención, ya que no habla mucho.
En lo referente a la apariencia, no voy a fingir entender por completo el porqué del colonizar su imagen, pero estoy seguro de que tiene que ver con la timidez y el deseo de querer ocultarse. De cerca, las cirugías plásticas son obvias y ahora, él parece estar compitiendo con el proceso natural del envejecimiento. No tengo ninguna razón para no creer (y sí tengo algunas para creer) en su afirmación de que sufre una enfermedad que aclara su piel, y sé a ciencia cierta que está orgulloso de su herencia negra.
Él le contó a Jackie Onassis, quién lo ayudó con su autobiografía “Moonwalk”, que utiliza máscaras para esconderse, y también es sabido que cuando era niño, su padre, el conocido, severo y exigente Joseph Jackson, le dijo en repetidas ocasiones que era feo –un trauma terrible.
Jackson y Jackie Onassis
Michael me recuerda a un adolescente anoréxico que nunca está satisfecho con la imagen que ve en el espejo, y tiene que seguir cambiándola.
Michael quería dormir unas pocas horas y acordamos verlo más tarde, ya que Shmuley tenía una lista de temas a discutir, relacionados con la caridad.
Me permitieron reunirme de nuevo con él, en calidad de observador.
Esa noche llamaron a la puerta de la suite, cuando Michael y su mentor se encontraban conversando seriamente. Michael me preguntó si no me importaba ir a ver quién era. Fuera estaba Macaulay Culkin, quien estaba en Londres representando una obra de teatro en el WestEnd, y se había acercado para pasar el rato con Michael. “¡Hola! ¿Qué tal, cabeza gorda de mono?”, le dijo Culkin a su amigo.
Michael, quien tiene la muleta apoyada en el pecho, junto a Macaulay Culkin
O bien entiendes el interés de Michael Jackson por Peter Pan o no, pero él es honesto al respecto y dice que no le gustan mucho los adultos y que no le gusta ser uno de ellos –de ahí su simpatía hacia las personas que han sido estrellas infantiles, como Culkin; quien al igual que él, perdió la infancia.
Dejamos a Michael y a Macaulay a solas y, según un tabloide, se sentaron en la cama de Michael y vieron películas infantiles.
Es interesante que en lo que respecta a Michael, la gente dice que lo que la decepciona son las afirmaciones (absolutamente sin sentido y sin pruebas) de que a principios de los 90, él habría abusado sexualmente de un niño y habría llegado a un acuerdo de 18 millones de dólares para silenciar a su acusador.
Michael Jackson con Jordie Chandler, su acusador
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