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No salimos de malos rollos potencialmente catastróficos últimamente.

Ya que veo a Siberian Husky me gustaría que como versado en el mundillo de la politología (¿se dice así?, xp!) comentara en la medida que le parezca oportuno, su opinión al respecto.

Otro saludo desde aquí por cierto.;)
Sí, la disciplina encargada del estudio de las relaciones de poder en el seno de una sociedad, así como los fenómenos políticos, económicos y sociales que se sustancian en ella, se denomina politología. O también, Ciencia Política. Y una de sus sub-ramas, la geopolítica, es la dedicada al examen de las relaciones internacionales. A ella voy a volcar mi atención, en la ocasión que nos ocupa.

Bien. Contrariamente a mi proceder habitual, consistente en un análisis dilatado y extenso de un determinado tema, voy a enfocarlo, de manera tal que sea el lector quien, en base a las pinceladas que vaya emitiendo, extraiga sus propias conclusiones al respecto.

Cincuenta días han transcurrido desde el inicio de la invasión, por las tropas de Putin, de su país limítrofe, Ucrania -la que una vez fuera, con la capital, Kiev, cuna, por cierto, de la civilización rusa-, que tanto ha conmocionado a Occidente, generando consigo miles de noticiarios, artículos y columnas de opinión, declaraciones de presuntos expertos militares, diplomáticos y opinadólogos -que tanto afirman conocer de todo sin saber, en el fondo, de casi nada-, bulos, medias verdades, mentiras falaces, atribuciones de falsa bandera, guerra híbrida en pos del triunfo del relato en un entorno altamente mediatizado y, por si no fuera poco, fuertes implicaciones en la macro y microeconomía de los Estados miembros de la Unión Europea, siendo España una de las afectadas por ello, en los sectores estratégicos del gas, el petróleo, la electricidad, la industria, la alimentación y, por ende, del consumo, todos ellos interconectados en un mundo tan interdependiente y globalizado como el nuestro.

Apuntes que saco a relucir:
  • ¿Rusia ha obrado, penetrando en territorio ucraniano, con buen tino y criterio, siguiendo la lógica de la incursión militar a la antigua usanza, desplegando la fuerza militar? En mi opinión, Putin le ha entregado en bandeja de plata a su homólogo estadounidense, Joe Biden, la atribución de la victoria en el plano de la comunicación, al permitirle presentarse ante la opinión pública internacional, y convencer de paso a sus aliados, al abanderar el discurso de la exigencia de los derechos humanos y la no injerencia en los asuntos internos de un Estado soberano e independiente. Recuerden que comenzamos a hacernos eco de la inestabilidad recobrada en la zona a mediados de enero de este año, a través de declaraciones de miembros de la Administración estadounidense, así como de su Presidente, advirtiendo a la comunidad internacional de la inminencia de un ataque ruso. Inicialmente, el gobierno de Putin obró con cautela y mesura, procurando no responder a las provocaciones, acusando a su adversario histórico de pretender una escalada en la violencia dialéctica y en la capacidad de disuasión, optando por no entrar al trapo. Si el Kremlin se hubiera mantenido, como todos preveíamos, silente y a la expectativa de una atenuación de la hostilidad verbal yanqui, Biden y su equipo habrían quedado retratados como unos bocachanclas, ávidos de justificar una nueva intervención en otro punto del planeta con el que, en primer lugar, dotar de rentabilidad a una industria armamentística deseosa de amortizar sus inversiones, siempre crecientes, en nuevos pertrechos; y, en segundo término, desviar la lupa de los asuntos de política interna, poco favorecedores, hasta el momento, en lo que llevamos de mandato, para el Presidente norteamericano. Pero no ha sucedido finalmente así, y es de prever que, aparte de la espiral de muerte y sufrimiento ocasionados a civiles inocentes, Rusia esté sufriendo en sus carnes un episodio incierto, costoso para sus arcas y de impredecible salida, de cariz similar a los de Irak y Afganistán para los Estados Unidos a comienzos de este siglo, que quizá le cueste sumamente caro, en cuanto a factura a saldar.
¿Por cuál bando decantarnos? En una guerra de estas características, y máxime con las infinitas posibilidades que las redes sociales nos brindan, deben preservarse la calma, el desapasionamiento y la ecuanimidad, ponderando las razones esgrimidas por unos y otros a la hora de tomar partido y postura en el contencioso.​

En este caso, ambos países tienen parte de razón. Rusia no puede, bajo ningún concepto, condicionar, ni tutelar, las aspiraciones políticas y de defensa de un Estado autónomo: así, si Ucrania ambicionara formar parte, en un eventual e hipotético futuro, tanto de la Unión Europea como de la Alianza Atlántica, en principio, debería actuar libremente y sin ataduras en dicha dirección, por mucho que a aquéllos se les antojara inconveniente, en términos de correlación de fuerzas. Pero, precisamente este factor, nada secundario, es el que dota también de cierta entidad la vindicación rusa, consistente en su negativa recalcitrante a que la OTAN continúe imparable su expansión hacia el Este del continente europeo, como conlleva, sin oposición, emprendiendo a lo largo de las últimas décadas, alegando inapelables motivaciones de seguridad de sus fronteras: con Ucrania en el bando atlantista, éste se hallaría a poco menos de unos doscientos kilómetros de Moscú, pudiendo interferir en sus comunicaciones internas, pilar quintaesencial en la salvaguardia intacta de sus dominios.​

Una imagen, pues, ilustra infinitamente más que mil palabras:​

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  • Segundo elemento de debate: ¿dónde quedaron corresponsales, micrófono delante cubriendo la información en tiempo real, tanto en el frente como en la retaguardia, de la talla de los prestigiosos Eric Frattini, Arturo Pérez-Reverte, Ricardo Ortega (fallecido en Haití, en 2004), o Jon Sistiaga? Suplidos por los portavoces de moda en la nueva era en la que nos encontramos: youtubers, influencers y, en general, individuos anónimos reclamados por los medios de comunicación, sin conocimientos en la materia y sin fuentes sólidas a las que agarrarse en el motivo en que postean sus alocuciones. Consecuencia de la primacía, en el público medio, de portales tales como Youtube, Facebook o Instagram, en detrimento de quienes conocen, pues lo han estudiado sesudamente, dicho ámbito de conocimiento. Los directivos de los mass-media han bendecido el nuevo modelo, al acarrearles menores costes de producción y transporte (en concepto de desplazamiento de sus plantillas a los lugares en que tienen cabida los hechos), a cambio de sacrificar lo más importante: la veracidad de cuanto se narra y cuenta.

  • Tercero: la unidireccionalidad en la atribución de responsabilidad de los sucesos producidos en Ucrania. En España, así como en la mayoría de países de nuestro entorno, en la órbita occidental, se parte por los medios de un filtro nada matizado de adhesión acrítica a la versión de una de las facciones: la ucraniana. ¿Qué fuentes se toman para ello? Se asumen, de forma acrítica, las tesis vertidas por los servicios de inteligencia estadounidense, británico y ucraniano, fundamentalmente, sean ciertas o no, llegándose, en algunos extremos, a satanizarse todo lo ruso, alcanzando a la esfera cultural. Como si un determinado colectivo ruso, por el mero hecho de serlo, tuviera que coincidir con la posición adoptada por su gobierno, errada o no, en un determinado asunto.

  • Cuarto: busquen Svoboda. Y, ya de paso, amplíen su grado de conocimiento sobre un personaje, cuanto menos, pintoresco: Hunter Biden.

  • Quinto: la rusofobia, es obvio, está de moda entre nuestros conciudadanos del Viejo Continente, idea imbuida por el neuromárketing aplicado sobre sus volubles mentes, por tierra, mar y aire, por determinadas terminales mediáticas. Lo que no termino de comprender es, cómo, paradójicamente, la extrema derecha se halla, electoralmente hablando, al alza en esas mismas sociedades... cuando existe evidencia empírica de haber sido financiada, en todo o en parte, por entidades vinculadas al Kremlin (Le Pen, Salvini, Vox...). https://www.lavanguardia.com/intern...cha-europea-quiere-borrar-vinculos-putin.html


Qué casualidad. Unos años más tarde, ha debido cruzarse en el camino de Europa Ucrania, para, de improviso, bajo una amenaza de guerra en el continente, y con elocuente unanimidad, ir cediendo los Estados miembros de la UE (España, entre ellos) en su empeño y comprometerse, ahora sí, a destinar, al menos, un 2% de su presupuesto en Defensa. ¿Qué fue de la política exterior y de seguridad común de la UE? ¿En qué momento se asumió como algo natural su supeditación continua y permanente a los postulados geoestratégicos de EE.UU.? ¿Cuál es la razón de ser actual de la OTAN, creada en plena guerra fría, si su némesis del pasado, el Pacto de Varsovia, expiró tras la desintegración de la Unión Soviética y su bloque asociado?

Porque, como bien afirmaba Noam Chomsky al describir las diez estrategias de manipulación mediática, no hay nada más conveniente que generar un problema que antaño no existía -al menos, con la misma gravedad de nuestros días-, para así hacer más justificable y defendible lo que, una vez en el pasado, parecía a todas luces rechazable en un contexto de paz: invertir más en premisas militares.

Un saludo.
 
Última edición:
En conclusión, la paz solo será una realidad si, más allá de treguas puntuales en conflictos armados, la rendición de cuentas permite que la justicia sea una realidad y se abordan todos los retos globales de derechos humanos, incluido un comercio de armas que impida la comisión de las peores atrocidades.

 
¿Somos un error de la evolución?
Me explico, a raiz de todo el tono apocalítptico que está tomando el panorama en los últimos años-ahora a la cabeza lo de Rusia Ucrania y n tales casos debido a nuestra acción destructiva y provocando tanto daño al planeta, la vida en ello (incluidos nosotros) es como que estuviésemos diseñados para autodestruirnos y en ese sentido vamos totalmente en contra del instinto natural del resto de especies, el de supervivencia, de ahi que diga esto.
 
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