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Nueva York / Crisis personal
'Jacko' desciende a los infiernos
Está enganchado a los analgésicos y al alcohol, con problemas económicos y solo, la madre del 'rey del pop' ha recurrido a sus otros hijos para que le auxilien
CARLOS FRESNEDA
Desde 1999 y tras el fiasco de 'Invincible', el 'rey del Pop' se refugia en el Demerol, la bebida y en sí mismo. Una espiral autodestructiva que parece no tener fin.
La sombra funesta de Elvis revolotea sobre Michael Jackson, que atraviesa uno de los peores momentos de su vida personal y profesional.
Derrotado por el fiasco de Invincible, obcecado en su guerra particular contra Tommy Mottola y la Sony y acechado por la soledad a sus 43 años, el rey del Pop sólo parece encontrar consuelo en el Demerol y en la bebida. Su descenso a los infiernos lo relata en el último número la revista National Equirer, casi siempre atinada en todo lo que se refiere a la extraña vida de Michael Jackson.
El incidente que ha disparado las alarmas ocurrió en Nueva York, durante un almuerzo con Denise Rich, la famosa compositora y amiga del presidente Clinton. Aparte de su demacrado aspecto físico, Jackson dio la impresión de estar en órbita, «hasta el punto de que la única manera de captar su atención era haciendo un chasquido con los dedos delante de sus narices» (según confesó a la revista un comensal).
De acuerdo con otra fuente anónima, a sueldo del rey del Pop, Jackson lleva varios meses «comportándose como un zombi» y ha vuelto a engancharse al Demerol, su analgésico predilecto, combinado ocasionalmente «con grandes cantidades de vino».
Su comportamiento errático ha llegado a un punto en que su familia teme no ya por su salud, sino por su vida. Durante una de sus crisis, a su paso por Nueva York, uno de los hombres de confianza de Jackson lanzó un SOS a la familia. La madre, Katherine, pidió desesperadamente ayuda a sus hijos.
Acto seguido, las hermanas Janet y Rebbie Jackson y los hermanos Tito y Randy tomaron un avión, especialmente fletado para ellos desde Los Angeles, para venir en auxilio de su hermano, que languidecía en un apartamento neoyorquino sin querer ver a nadie.
UNA LARGA MALA
Su preocupante situación se remonta, al parecer, a 1999. El National Enquirer publicó entonces que Jackson (que ya estuvo una vez ingresado para superar su adicción a los analgésicos) había vuelto a recaer y estaba incluso suministrándose los medicamentos por vía intravenosa. El cantante, que por entonces andaba tramando su vuelta a los escenarios, lo desmintió rotundamente.
Jackson esperaba redimirse con su último disco, Invincible, lanzado en octubre del año pasado coincidiendo con sus 30 años en el mundo de la música. Ni la multimillonaria promoción, ni su reaparición junto a los Jackson Five, ni sus conciertos en el Madison Square Garden (al más puro estilo Elvis) sirvieron para devolverle un ápice de su gloria pasada.
La resaca de Invincible acabó pasándole factura. Hace poco más de un mes, en un arranque de cólera, Jackson se desmarcaba llamando «mezquino, diabólico y racista» al mandamás de Sony Music, Tommy Mottola. La Sony contraatacaba con una campaña de descrédito y le acusaba de haberse convertido en víctima de sus propios problemas (en lejana y velada referencia al escándalo de la pederastia que marcó el declive de su carrera).
SOLO EN SU LABERINTO
Para sorpresa de todos, Jackson reivindicó entonces su negritud y se paseó por Harlem con el reverendo Al Sharpton, como pidiendo perdón por su conversión a la raza albina.
Acechado por los problemas económicos, tuvo que disolver también hace meses su vieja compañía, Jackson International, y crear una nueva, Pan International. Sus gastos personales le están estrangulando: tan sólo el mantenimiento del rancho de Neverland -remotamente emparentado con Graceland- le cuesta al año más de 17 millones de euros.
Los fantasmas le acucian a Jackson por todos los frentes, y el problema -según confiesan sus allegados- es que el rey del Pop no se deja ayudar. A diferencia de 1993, cuando él mismo pidió que le internaran en un hospital privado para ayudarle a superar la adicción a los analgésicos, Jackson intenta ahora restarle importancia a su tortura interior, alegando que lo único que hace es «beber ocasionalmente vino» y tomar una pastilla para el dolor «sólo cuando lo considero necesario».
VAMOS A IR A MUERTE CON ESTA GENTE, QUIERO A ESE CARLOS FRESNEDA EN LA PUTA CALLE. EN VUESTROS EMAILS PODÉIS PONER MUY SERIAMENTE QUE CUALQUIER DIA DE ESTOS SE VAN A VER CON UNA DEMANDA JUDICIAL QUE SE LES VA A QUITAR LAS GANAS DE HACER EL GILIPOLLAS PARA TODA SU PUTA VIDA ENTERA. TIENEN QUE DESPEDIR A ESE CABRÓN COMO SEA!!! Y SI LE HEMOS DEJADO CLARO A LA GIGANTESCA SONY MUSIC QUE CON NOSOTROS NO SE JUEGA, SE LO PODEMOS DEJAR CLARO A ESTA GENTUZA DE MIERDA.