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Pienso (por mi mismo) luego estorbo.

Suscribo la parte de letra de este tema de Bunbury: "El extranjero", menos la segunda línea que en mi caso ni fú, ni fá.

También, extraño en mi tierra
Aunque la quiera de verdad
Pero mi corazón me aconseja
Los nacionalismos,
¡qué miedo me dan!
 
Dejo aquí este muy interesante documental de cómo estamos condicionados en el sistema de consumo, en este mundo físico, hasta qué punto. "La codicia es como una droga". Tenemos el síndrome del rey Midas.

Poder y dinero, ¿pueden hacernos felices? Nuestro deseo constante de más es parte de nuestra naturaleza humana. ¿Cuál debería ser el límite?
Unos dicen que es un legado útil de la evolución; otros, que es un error en el programa genético. El viejo pecado capital de la codicia parece más actual que nunca. ¿Por qué algunos seres humanos no tienen nunca suficiente? ¿A dónde conduce tal desmesura? ¿Se puede romper el círculo vicioso de la satisfacción de las necesidades?
"A las personas les gusta poseer cosas, pues les da la sensación de vivir eternamente". Son palabras del psicólogo social estadounidense Sheldon Solomon, para quien el fetichismo de la mercancía y la fiebre consumista actuales son nefastos. En la era del ego, quien no consigue satisfacer sus deseos materiales, recibe el sello de "perdedor". Pero, con una población mundial de más de 7000 millones de personas, las consecuencias del consumo de recursos desmedido son manifiestas. ¿El estado deplorable de nuestro planeta no demuestra que el "programa de la codicia", que nos ha hecho adictos a la propiedad, al estatus y al poder, toca a su fin? O, ¿es la sed de poseer un ingrediente inseparable de la naturaleza humana? Indagamos en la esencia de la codicia. Y les contamos las historias de personas, que, de forma activa, como víctimas o consumidores desenfrenados, son partes integrantes de un paulatino cambio de valores.



 
Muy buenas, pussycontrol. Recojo el guante a tu petición, emitiendo mis impresiones al respecto.

El homo sapiens sapiens, desde que el estado de naturaleza sobre el que idealizaba el filósofo y pensador John Locke (1) llegó a su término -señalando alguien, un buen día, la sentencia demoledora "esta parcela de tierra es mía", dando así comienzo a la propiedad privada, en lugar del colectivismo, propio de las sociedades cazadoras y recolectoras abocadas a la compartición común de los recursos, por mor de la supervivencia-, es una especie forjada en base a una doble serie de atributos:
  • Unos, contenidos en la propia esencia de su ser, de su composición genética, en la que elementos tales como la territorialidad, o el dominio ejercido sobre el contrario, de acuerdo con las reglas de la mayor fortaleza física, superioridad intelectual y de recursos sobre el otro, han formado parte de nuestra impronta -de hecho, siempre la hemos preservado, aun en términos de mayor reglamentación, juridificación, o sofisticación, hasta nuestros días-, como motor intrínseco de nuestra continuidad en el planeta: el afán de promocionar, de impulsarnos hacia nuevos derroteros y singladuras, en síntesis, de avanzar hacia adelante que la ambición comporta, se derivan de miles de años de evolución, como trazas residuales del legado cromosómico que nuestros ancestros nos han proporcionado como tales, a través de sus experiencias y vivencias. Lo único que se ha visto alterado ha sido el modo en que tales pretensiones han sido justificadas, o perseguido su legitimidad, de una forma aceptable, consensuada y encuadrable en los ordenamientos jurídico-legales de los sucesivos períodos históricos que han ido adornando nuestro devenir como colectivo.

  • Otros, en cambio, nos son inducidos externamente: estoy hablando de los procesos de legitimación del sistema de estratificación social que, en una determinada época, a un colectivo social (del que el individuo siempre forma parte) se le inocula, desde el preciso instante -y punto culminante- en que nacemos: primero, en el seno de la unidad familiar que, por azares de Gregor Mendel (2), nos corresponda como consecuencia de nuestra caprichosa dependencia cromosómica con respecto a nuestros ascendientes, o, al margen de ello, de quienes nos hayan acogido en su regazo; del estatus socioeconómico (estrechamente ligado al cultural, el cual brinda o priva a alguien de ciertas expectativas de mejora y desarrollo); a partir de la infancia, del núcleo de amistades que iremos tejiendo en el instituto en el que estudiemos, o en el que, ya en la madurez, nos desarrollemos profesionalmente; incluso, del distrito en que uno/a pueda eventualmente residir, condicionado por el poder adquisitivo que uno pueda detentar.

La palabra clave, muy en boga en las últimas décadas, es la relativa a la autorrealización. Pero ésta, ¿en qué consiste exactamente? En dar cumplimiento efectivo a cada uno de los tramos correspondientes a la jerarquía de necesidades de Maslow (3). Y, para ser más precisos, ¿qué aspiramos a conquistar con ello? Las metas, las ensoñaciones, los objetivos..., en suma, las estaciones de término a las que se nos aboca, siempre una más antes de avistar la luz al final del túnel, que nunca llegaremos a ver, a partir del control de nuestros deseos reprimidos, de nuestra conciencia, de nuestras debilidades y tentaciones, consecuencia del origen génico del que partimos, y sobre se nos ha ido modelando nuestro carácter y temperamento.

¿Quiénes moldean nuestro espíritu, haciéndonos creer libres, dueños de nuestra propia toma de decisiones, cuando, en realidad, no lo somos, actuando al dictado (inconsciente) de voluntades ajenas, cuya maquinaria perfectamente engrasada conllevando operando, bajo diversos mantos, rúbricas, estampas de todo linaje y condición, desde, como mínimo, el siglo XVII, en el Barroco, en el que las élites comenzaron a recurrir de modo más elaborado a técnicas de condicionamiento de la voluntad colectiva, a fin de 'legitimarse' ante ésta y lograr, así, el propósito siempre pergeñado, el de continuar preservando el control del poder? Los mismos que imponen la visión oficial de la historia, de los hechos pasados, presentes y, que a buen seguro, provendrán en el futuro más próximo en plataformas tan variopintas y de eficacia probada como la televisión, la radio, la prensa escrita, el modelo educativo de enseñanza, las técnicas de propaganda cultural de masas, el consumo como fin en sí mismo, o, más recientemente, las redes sociales. O las mismas instancias que te sugieren las tendencias modales a digerir, los ídolos a encumbrar, las actividades en las que consagrar el día, o los temas y grupos a los que estigmatizar, en lo que viene a conocerse en la Ciencia Política como la práctica del sadismo político.

¿Por qué? Muy sencillo: quien ha paladeado las mieles del poder, y ejercido la auctoritas, con la dosis de reconocimiento social y estímulo a la vanidad y orgullo tan prototípicamente humanos (siempre emergerá alguien adicto al aplauso y al halago, gran talón de Aquiles de los pretenciosos), siempre, sin excepción, ansiará perpetuar lo máximo posible el disfrute de tan privilegiado manjar. Porque, en el fondo, maneja los tempos de la situación en tiempos de paz o de conflicto, ejerciendo una suerte de prerrogativa divina en la Tierra que le permite sustraerse por encima del bien y del mal, ajeno a los riesgos de la clemencia (o impiedad) del otro. Ello le libera de la ansiedad comprensible en tales casos, reconfortando la zona de confort de su propio yo.

Los demás, debajo del prócer de turno, aguardarán, como mucho, a que caigan las migajas que vaya soltando, pues, como bien es sabido, "no debes morder la mano que te da de comer". ¿Veis? Esa cita célebre que acabo de apostillar, ¿de qué ámbito proviene? De la cultura. Sí, la cultura, gran artefacto sempiterno aliado del poder, gracias al cual otorga a éste último la presunta "razón de ser" que posibilita su dominio sobre los demás, mediante el ejercicio de la coacción física legítima de la violencia, en virtud del cual presuntamente acatamos las leyes emanadas del Derecho, que garantizan la coexistencia pacífica y armónica entre los ciudadanos. Pero las leyes, así como la construcción de todos los conceptos son fruto deliberado y consciente de todo cuanto ha ido hilvanando el ser humano a lo largo de su productiva tarea de tutela sobre casi, prácticamente, todos los aspectos que conforman nuestro ecosistema (hasta casi hacerlo supurar de dolor, como no pongamos pronto remedio a ello) a lo largo de miles de años ha provenido del triunfo, por persuasión y preeminencia en medios y recursos, sobre los de corrientes de pensamiento alternativos, que han visto su derrota ante la noción existencial que informa nuestro tiempo histórico desde los ochenta: el neoliberalismo, con la gran falacia del mérito, y las premisas de la economía neoclásica (Hayek, David Ricardo, Adam Smith) como estandartes de su doctrina: limitar el ideal de libertad al de la sopa de consumo de mercado como único horizonte en nuestra vida; la creencia de que la sociedad, como tal, no supone sino la suma de sus individuos (cuando, la trayectoria del hombre/de la mujer lo determina, con su aportación colectiva, el conjunto de la sociedad: ¿quién paga, como contribuyente, el mantenimiento de las escuelas públicas o de los centros concertados con los que el chico/la chica se educa desde niño?; la aspiración de erigirnos en propietarios de nuestra casa, y no vivir de alquiler (aunque, en realidad, salvo que puedas permitírtelo, lo cual dudo en sumo grado, pertenecerá siempre al banco); de nuestro propio vehículo (y no del empleo del transporte público); de triunfar entre los tuyos, apareciendo unos segundos en el gran medio viral de nuestra civilización: la televisión (aunque obedezca a alguna motivación poco edificante); socialización de las pérdidas y la privatización de los beneficios (o socialismo para ricos); el capital, libre de sujeción alguna a fronteras (deslocalización y dumping económico y social -4-); el trabajo, ceñido a ellas; la banalidad como bandera en la que consumir nuestros esfuerzos, considerando el refuerzo del pensamiento crítico como una práctica anacrónica y estéril; consagrar a prebostes como Cristiano Ronaldo (o como Leo Messi) como referentes a emular -ambos, con problemas conocidos con la Hacienda Pública-, en lugar de servirnos como fuentes inspiración profesionales que, como en la crisis del coronavirus, sacrifican su vida en pos del interés general: sanitarios, ciudadores profesionales/informales; docentes, etcétera. Y, por encima de todo, otro gran mantra de nuestro tiempo: el utilitarismo benthamiano, el localismo tribalista de lo privado, esto es, el "primero, yo, más tarde, yo, y, en última instancia, yo". O, lo que equivale a decir, "yo, yo mismo y mis circunstancias".

¿El pasado? No existe, pasto del síndrome de Estocolmo; del no aprendizaje de un ayer que volverá a zozobrarnos en cuanto menos lo esperemos. ¿El presente? Se barrunta con escepticismo, conllevándose al día. ¿El futuro? con nubarrones de desesperanza. Vivimos al límite del ahora, en una nube tóxica de sobreinformación acerca de lo mundano, y de desinformación, por el contrario, relativa a lo esencial, y verdaderamente importante. De cuanto nos afecta e incumbe, en general, a todos. De cuanto nos une, aunque todavía no lo sepamos, o no tengamos interiorizado.

Como muy bien ilustró, hace años, el teórico de negocios estadounidense Chris Argyris (5), la educación que se nos inculca por el sistema desde muy temprano se empeña calculadamente, con su particular método memorístico y programado, en coartar la apelación a la creatividad, a la expansión de la autocrítica, al refinamiento del gusto y cultivo de las manifestaciones más nobles de nuestro espíritu, ciñéndose a que los seres humanos cumplan con su función en el cuerpo social del que hablaba el francés Émile Durkheim (6): obedecer, asentir con lo leído sobre todas las cosas reveladas, y, sobre todo, no formularse preguntas que puedan incomodar a algunos.

En ese sentido, parte de ese código conductual lo tenemos compartido con el de las demás especies animales, con la única diferencia de que ellos, superiores en bonhomía y lealtad y exentos de la vileza que sólo los humanos pueden reproducir, deben competir por el territorio y los víveres por necesidad. El humano, por contra, lo hace, en infinidad de ocasiones desgranadas por la historia, espoleado por el sentimiento de quien, desde el XVI, en pleno Renacimiento, creó a Dios siglos atrás, para luego matarlo, y abocar, como no pongamos freno, a su hábitat a un triste destino, tal y como sucede en la fábula de la rana y el escorpión, llegando a aniquilarse a sí mismo, víctima de su propios excesos.

¡Maldigo el momento desventurado en que, por causas ajenas que la ciencia no ha sabido todavía descifrar, el ser humano no consiguió replicar para sí el ADN de los panes paniscus (bonobos), sujetos en los que, de acuerdo con investigaciones recientes, prima el compañerismo, la camaradería y la anteposición del bien común en detrimento del propio! Nosotros salimos (por mucho que lo desdeñen los creacionistas, legión en países como Estados Unidos), para colmo de nuestra desgracia, del chimpancé común.

Aunque, quién sabe. Siempre terminará brotando alguna voz discordante que exponga que, aun con todos los pormenores citados en las líneas anteriores, "la mente de un niño al nacer, está vacía", como el enciclopedista ilustrado francés Jean-Jacques Rousseau (7).

El cuerpo sobre el que reposan los cimientos de la humanidad desde que el vil metal (el dinero) se incrustó en su alma e inundó sus motivaciones más aviesas, se condensa en el siguiente epígrafe:

"Digo, una y otra vez, que el dinero es el Dios de esta vida. El que mueve montañas, facilita imposibles, compra almas, vidas, cuerpos, felicidad (...). Y hemos conseguido que admiréis el lujo, que envidiéis el derroche, que ansiéis comprarlo todo. En una palabra: que os postréis a adorar al becerro de oro. Al Dios dinero.
Segunda lección: después de haberos convencido de que el dinero lo es todo, os hemos quitado la miel de los labios. Os hemos obligado a ver, con vuestros propios ojos, y a sufrir en vuestra propia carne, que eso del dinero sólo es para unos pocos privilegiados, y que dicho privilegio no siempre se consigue con buenas armas. Os hemos inculcado que la vida es una jungla: zancadilla, puñalada por la espalda; que el ser humano es un lobo que devora al otro ser humano; y que la presa codiciada es para el primero que llegue: para el más listo, para el más ágil, para el más audaz, o para el más sinvergüenza (...).
Y la tercera lección: es que os hemos convencido de que con el trabajo en esto no llegaréis a ningún sitio. Sí, claro; a ser una honradísima mediocridad, empeñado hasta las cejas con letras y recibos, con el futuro hipotecado, sin poder comprar lo que deseas, sin dar gusto a tus ambiciones... Pero, eso sí, recibiendo a cambio eso tan etéreo como es la satisfacción de una conciencia tranquila".

En fin... Con el propósito de romper el hielo de tan profunda disquisición abierta por mi parte, me permito la humilde licencia de rebajar el listón, apostando por la elección de un tema musical que encajaría como un guante en la caracterización voraz y fuertemente depredadora que define al homo-economicus de nuestra era, así como a la influencia que lo visual (el continente, en menoscabo del contenido) proyecta sobre el homo-videns, otro arquetipo de nuestro hoy: que la disfruten.

Un saludo.

(1) https://es.wikipedia.org/wiki/John_Locke

(2) https://es.wikipedia.org/wiki/Gregor_Mendel

(3) https://es.wikipedia.org/wiki/Pirámide_de_Maslow

(4) https://es.wikipedia.org/wiki/Dumping

(5) https://en.wikipedia.org/wiki/Chris_Argyris

(6) https://es.wikipedia.org/wiki/Émile_Durkheim

(7) https://es.wikipedia.org/wiki/Jean-Jacques_Rousseau
 
Última edición:
Destaco esto de tu speech escrito digamos, ejeje! por a mi entender especialmente relevantes:

"¿Quiénes moldean nuestro espíritu, haciéndonos creer libres, dueños de nuestra propia toma de decisiones, cuando, en realidad, no lo somos, actuando al dictado (inconsciente) de voluntades ajenas, cuya maquinaria perfectamente engrasada conllevando operando, bajo diversos mantos, rúbricas, estampas de todo linaje y condición, desde, como mínimo, el siglo XVII, en el Barroco, en el que las élites comenzaron a recurrir de modo más elaborado a técnicas de condicionamiento de la voluntad colectiva, a fin de 'legitimarse' ante ésta y lograr, así, el propósito siempre pergeñado, el de continuar preservando el control del poder? Los mismos que imponen la visión oficial de la historia, de los hechos pasados, presentes y, que a buen seguro, provendrán en el futuro más próximo en plataformas tan variopintas y de eficacia probada como la televisión, la radio, la prensa escrita, el modelo educativo de enseñanza, las técnicas de propaganda cultural de masas, el consumo como fin en sí mismo, o, más recientemente, las redes sociales. O las mismas instancias que te sugieren las tendencias modales a digerir, los ídolos a encumbrar, las actividades en las que consagrar el día, o los temas y grupos a los que estigmatizar, en lo que viene a conocerse en la Ciencia Política como la práctica del sadismo político.

Y esta parte: El futuro? con nubarrones de desesperanza. Vivimos al límite del ahora, en una nube tóxica de sobreinformación acerca de lo mundano, y de desinformación, por el contrario, relativa a lo esencial, y verdaderamente importante. De cuanto nos afecta e incumbe, en general, a todos. De cuanto nos une, aunque todavía no lo sepamos, o no tengamos interiorizado" .
 
Estudios demuestran que la sociedad de consumo-de derroche-no nos hace mas felices.

Considerando esta sociedad de usar y tirar, fiebre por las compras a mansalva que provoca mucho de los males ecológicos de planeta y de hecho lo está deteriorando a un nivel y velocidad realmente preocupante, resulta que los diversos y múltiples estudios al respecto de si la sociedad es mas feliz, como el sistema asegura, resulta que no es así. ¿Es por tanto tan indispensable seguir con tal ritmo? I don't think so. Deberíamos repensar todo ello cuanto antes pues por lo que digo, es un asunto que urge de veras.

 
NO TE FÍES DE MÍ

"Hoy es un día normal (si por normalidad entendemos experimentar el milagro que se viene sucediendo cotidianamente desde hace unos cuantos miles de millones de años en este planeta). Lo que quiero decir es que, dentro de esta normalidad, no ha ocurrido nada excepcional. Pero se han conjugado cuatro circunstancias que me han hecho darme cuenta de que no soy una persona en la cual valga la pena confiar. Y creo que es mi deber hacértelo saber...
La primera de ellas es que mi hermano me recomendó ver una serie llamada Colony, que básicamente va de un mundo confinado por una amenaza alienígena, en el que la gente se busca distintas excusas para cooperar con el régimen de ocupación. Los protas lo hacen porque tienen un hijo retenido por los extraterrestres al que aspiran poder recuperar si colaboran. Podríamos decir que es una buena excusa, ¿no? Bueno, pues esta advertencia es para mis hijos: no debéis confiar en mí porque, si por recuperaros a cualquiera de vosotros, he de cooperar consciente y directamente con una fuerza que oprime a otros, muy mal ejemplo os estaría dando como padre.

La segunda de ellas es que hoy un amigo me ha intentado convencer, citando a Joseph Stiglitz, de la conveniencia de un sistema económico basado en la desigualdad, alegando que la deslocalización de empresas multimillonarias a regiones miserables del mundo contribuye a que esas regiones miserables se desarrollen porque, en lugar de pagarles una mierda, les pagan una mierda +1. Bueno, pues esta advertencia es para las empresas que deslocalizan la producción pero no los salarios: no debéis confiar en mí porque, mientras de mí dependa, no compraré vuestro producto o servicio, por más que aleguéis su "españolidad".

La tercera de ellas es que he recibido esta mañana un vídeo de Twitter en el que aparece un manifestante de #BlackLivesMatter que es empujado por un miembro de la policía en Buffalo (Nueva York), con tan mala suerte que se tropieza y se golpea en la nuca, sangrando abundantemente y perdiendo el conocimiento. El vídeo ha armado tanto revuelo que, en apenas unas horas ha dado la vuelta al mundo. El manifestante no ha sido tiroteado, no ha sido asfixiado hasta la muerte, ningún policía le ha aplastado la tráquea con la rodilla... Sin embargo, las imágenes nos conmocionan tanto o más porque se trata de una persona de raza blanca. Lo siento, no creo en la superioridad racial, ni en el alineamiento emocional, ya sea por cuestión de nacionalidad, etnia, religión o cualquier otra etiqueta que os queráis inventar. Avisados quedáis...

La cuarta tiene que ver con los correos electrónicos que ha hecho públicos el diario El País esta mañana y que ha desvelado Alberto Reyero, el consejero de políticas sociales de la Comunidad de Madrid, en los que se demuestra que se ha dejado morir indignamente a cientos de ancianos en las residencias de esta región de forma premeditada y calculada. Esto que ya de por sí es gravísimo y que debería acabar con el procesamiento de los miembros del gobierno de la región, no sólo se va a soslayar, sino que compruebo con estupor cómo hay algunos miembros de mi sociedad y hasta de mi entorno más cercano que consideran "razonable" e incluso hasta "deseable" que se retire el derecho de auxilio en función de la edad de una persona. Lo siento pero no... No contéis conmigo para esto...
Se nos llena la boca hablando de fascismo de estos o de aquellos. A mí el primero. Sin embargo, sé que antes o después la vida me (te, os, les) va a colocar en la tesitura de tener que elegir entre mi vida y la de los míos y la de "los otros" (los alien, los negros, los viejos, los extranjeros...), los que "no son como yo". De modo que, antes de que me llegue el turno, me lo dejo aquí por escrito (por si acaso se me olvida) y de paso, te aviso: no estoy dispuesto a seguir viviendo a cualquier precio. De modo que no te fíes de mí".
 
Suscribo la parte de letra de este tema de Bunbury: "El extranjero", menos la segunda línea que en mi caso ni fú, ni fá.

También, extraño en mi tierra
Aunque la quiera de verdad
Pero mi corazón me aconseja
Los nacionalismos,
¡qué miedo me dan!

Al hilo de esto:

El mundo si fuera una sola tribu sin fronteras.

"¿Qué sucede si todos en el mundo somos parte de una misma tribu? si lo vemos de esta manera, el día que los recursos naturales se acaben no importará cúal sea nuestra bandera o religión ya que todos tendremos el mismo problema y nos daremos cuenta de lo inútiles que son las fronteras cuando todos somos seres humanos".

EDIT:

"La ilusión de la división amenaza nuestra existencia. Todos sabemos la verdad, hay mas cosas que nos conectan de las que nos separan. Pero en tiempos de crisis, los sabios construyen puentes, mientras que los tontos levantan muros. Debemos encontrar una manera de cuidarnos los unos a los otros, como si fuéramos una sola tribu".
 
Última edición:
La humanidad no tiene esperanza, siempre se corrompen la mayoría apenas prueban el poder (dinero, estatus social, etc.) Estamos destinados a desaparecernos entre nosotros, sé que no pensarán igual que yo, pero es nuestro destino (no es nuestro destino corrompernos, pero si es nuestro destino nuestra desaparición...)
 
La humanidad no tiene esperanza, siempre se corrompen la mayoría apenas prueban el poder (dinero, estatus social, etc.) Estamos destinados a desaparecernos entre nosotros, sé que no pensarán igual que yo, pero es nuestro destino (no es nuestro destino corrompernos, pero si es nuestro destino nuestra desaparición...)

La clave sería conseguir la consciencia cósmica* que estamos-a la contra- regresando a las tribus con el reauge de nacionalismos . ¿Por qué cuesta tanto hacer algo mas de zoom y en vez de considerarte de tu respectivo terruño no amplias a considerarte del gran terruño que es de hecho, La Tierra?

*
 
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El otro día escuchaba en la radio sobre el autor de un libro con título Vivir en lo esencial de que si con esta crisis vamos a salir con alguna lección aprendida, dispuestos a modificar hábitos y modos de consumir decía que para que esto pasara tendría que ocurrir que todos le viésemos las orejas al lobo, es decir que en este caso el maldito virus nos afectase a to2 y cada uno de manera realmente grave, lo equiparaba así a cuando alguien tiene un infarto, que entonces es mas posible que se plantee de manera seria su modo de vida hasta entonces: dejar de fumar, comer mas sano, hacer ejercicio regular, ...pero como en este caso se está viviendo- o se ha vivido-de manera diferente en muchos casos (afortunadamente por cierto): o bien la enfermedad ha sido moderada o simplemente no la ha pasado, de esta manera muchos no se plantearán modificar nada y seguirán después básicamente como antes.

El libro es este: https://www.casadellibro.com/ebook-vivir-en-lo-esencial-ebook/9788418285226/11514977
 
Parece que a la gente le da alzheimer cuando no le combiene...
 
El reportaje que emite esta semana Documentos TV, ‘Otra justicia’, aboga por el encuentro entre asesinos y sus víctimas, para que intenten superar juntos el trauma del crimen que ha sacudido sus vidas.

Los expertos están convencidos de que la justicia restaurativa contribuye de manera muy positiva a la reparación del dolor de las víctimas y en la transformación del comportamiento de los culpables.


 
A propósito de la homosexualidad, en la semana del Orgullo LGTB, ¿sabíais q hasta el siglo X en nuestra sociedad europea se daban casos de matrimonios entre hombres y que no fue hasta el siglo XIII-presión eclesiástica mediante, ¡cómo no!-se prohibieron en adelante.

Por otro lado, recordar que la trama de La Iliada tiene como trama central la venganza de Patroclo al enterarse de la muerte de Aquiles que algunos estudiosos interpretan como una relación de amantes.
 
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