Buenas
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Hace año y algo estuve estudiando tomar (y tomé) los votos de Chenrezig, una entidad budista muy importante, representada por el Dalai Lama, y tener el compromiso de hace lo posible por convertirme en un bodisatva.
He encontrado un texto de un maestro budista que trata sobre el odio y la venganza. Es un comentario sobre el Sutra del Diamante, uno de los muchos discursos de Buda. Puede ser interesante para entender qué pienso sobre la venganza
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Aunque se dan indicaciones para bodisatvas, puede entenderse igual para cualquiera que busque la felicidad completa. Espero que os pueda servir de algo
[...] Es sumamente significativo que el primer acto malo que confiesa Ruciraketu es la crueldad. Sin duda esto es porque la crueldad es el comportamiento que está más directamente en oposición al ideal del bodhisattva. Si eres cruel, no es posible que seas un bodhisattva, porque la crueldad es lo directamente opuesto a la compasión. Una de las palabras para crueldad es nirdaya, que quiere decir ausencia de compasión. Por tanto, si quieres ser bodhisattva, lo primero que has de confesar, lo primero que has de vomitar, es la crueldad. Los actos crueles van a obstruirte el paso más que ninguna otra cosa.
Es por eso que en el Mahayana [* apunte de bizilagun: El Mahayana es la vertiente del budismo que pone más énfasis en la compasión infinita por todos los demás seres, y en la que se trabaja por la Iluminación de todos ellos, no solo de uno mismo] se insiste particularmente en los actos torpes que provienen del odio. Algunos sutras del Mahayana llegan a decir que en cierto sentido no importa si cometes actos torpes basados en la avaricia. Al menos eso indica que tienes cierta afinidad con los seres vivos, alguna inclinación hacia ellos. Pero el odio muestra una actitud del todo diferente. No es posible que un bodhisattva abrigue pensamientos de odio o crueldad. Puedes ser un bodhisattva, un buda, si tienes todavía un poco de avaricia, pero no lo serás si te queda apenas un poco de odio. No es accidental que los actos crueles sean los primerisimos a ser confesados.
Quizás sea ésta la razón por la cual dice en algunas escrituras que un bodhisattva no debe tener gatos. Al gato se le supone cruel -esto es una idea india- porque tortura al ratón jugando con él antes de matarlo. Por eso para los indios el gato es una criatura cruel y de duro corazón. Se dice que el gato fue el único que no lloró de entre aquellos presentes en el momento del parinirvana [muerte definitiva] del Buda -aparte de los arhats [seres muy avanzados, casi budas], que estaban iluminados-. Todos los animales presentes lloraron, pero el gato permaneció allí sentado y nada conmovido. Por lo tanto el gato tiene una reputación un tanto mala en los mitos y leyendas indias.
La crueldad es peor que el odio, y el odio peor que el enfado. El enfado es simplemente el deseo frustrado; es [...] el deseo que encuentra un obstáculo y prueba a atraversarlo. El enfado puede ser explosivo, pero con frecuencia es poco duradero, y uno no desea a la persona que le obstruye ningún daño. Uno sólo quiere atravesar el obstáculo, no quiere hacer daño a nadie. Pero cuando se odia, se tiene una idea fija de una persona particular o cosa que nos obstruye y se quiere ir a por la persona o cosa y quitarla de enmedio; se quiere dañar y herir porque se está enfadado con aquello que nos obstruye. Hay una especie de odio que es la enemistad, es el odio vengativo que persigue a alguien y no le deja irse, no le perdona.
Puedes enfadarte con alguien sin llegar a estar en peligro de odiarle; puede que incluso le tengas mucho afecto. Pero no se puede odiar a una persona y al mismo tiempo estar genuinamente encariñado con ella. Ciertamente puedes odiar a una persona y estar enamorada de ella -son dos caras de una misma moneda- pero no puedes odiar a alguien por quien tienes un afecto genuino. Cuando te enfadas con alguien no es que desees hacerles daño; no intencionadamente. Simplemente explotas porque se te ponen en tu camino. El enfado en cierto sentido puede ser positivo en un modo que el odio nunca lo será. El peligro está en enfadarse regularmente con la misma persona por la misma razón, consolidándose el enfado en odio.
El odio se desarrolla a partir del enfado, de igual modo la enemistad lleva al odio, en persecución de la venganza, más allá de la posibilidad del perdón. La crueldad va todavía más lejos. La crueldad es inflingir dolor o sufrimiento a alguien más allá de lo que es necesario para quitarlos de nuestro camino y disfrutar de su sufrimiento. La malicia es gozar de inflingir sufrimiento a alguien que no nos ha hecho daño alguno. Desde el punto de vista del Mahayana este es el estado mental más torpe de todos.
Ese punto de vista se refleja en el enfoque general de la ética en el Mahayana. Por ejemplo, cuando el rey Asoka, el gran soberano budista del imperio mauryan, exhortaba a su gente a hacer buenos actos, siempre hablaba de ser amable, paciente y no ceder al enfado. Para él era ésta la base de la moralidad. El nunca dijo ni una palabra sobre el sexo, por ejemplo. En nuestra cultura cuando se piensa sobre la moralidad, lo primero que se nos pasa por la cabeza es que no podemos hacer esto o lo otro. Pero en las culturas budistas, si se dice que una persona es inmoral, eso quiere decir que es grosera, antipática, malhablada, inhospitalaria y de mal genio.
Así que, hay diferencia entre enfadarse por algo, aunque sea enfadarse con otra persona, y odiar. Por eso entre los grandes "venenos" de la mente, según enseña el budismo, no necesariamente está el enfado. Desde luego que el enfado no está bien, pero se ve como algo mucho más grave el odio. Puedes enfadarte con una persona y levantarle la voz, pero cualquiera razonablemente inteligente diferencia el simple enfado de algo como la ira, porque la ira, igual que el odio, tiene un componente de desprecio, de intención de hacer daño que no se tiene cuando sufres un simple enfado, que al rato se te pasa.
Así que, relacionando, uno puede entender que un enfado puede ser instintivo. Por ejemplo, alguien puede enfadarse -aunque no lo exprese y se lo calle- por el clic clic clic clic que está haciendo alguien con un bolígrafo. Ahora mismo mientras escribo esto, un vecino tiene puesta la tele demasiado fuerte, y eso puede hacer enfadar a otros vecinos. Es normal que haya quien se enfade por muchas razones. Te puedes enfadar con alguien y sin embargo querer y respetar mucho a esa persona, como cuando te enfadas con tu pareja o con tu madre.
Pero el odio no es enfado; se parecen y están relacionados, pero el odio sí implica querer hacer daño. Eso significa que uno cuando odia, también se hace daño a sí mismo, porque consume pensamientos, tiempo, recursos físicos y sobre todo mentales, en despreciar a ese objeto de odio, esa persona detestable o esa cosa asquerosa. Cuando te cruzas alguien, en la calle, en un comercio, en el trabajo o donde sea, si te portas de forma agradable con esa persona, no dando demasiada importancia a sus errores, etc, es más fácil y hay muchas más probabilidades de que esa persona también se porte bien con uno, y no encuentre razones para portarse mal con uno, al menos ninguna concreta o justificable. Pero cuando se dedica aunque solo sea un momento en tener malos pensamientos para con los demás, se están plantando semillas, razones, para pasarlo mal. De entrada, por perder el tiempo en preocupaciones inútiles que solo traen malestar a la mente de forma tan absurda como voluntaria, y luego porque si uno está ocupado teniendo malos pensamientos, puede mostrarse desagradable hasta con gente con la que no se tiene nada en contra.
Un ejemplo de esta diferencia entre enfado y odio es que si un empleado se enfada puntualmente con su jefe, cuando llegue un cliente, el empleado puede mostrarse simpático y agradable. Pero si esa persona lo que siente por su jefe es odio, su mente se comportará de manera más torpe y es más fácil que pueda mostrarse antipático o frío o distante o desagradable con ese cliente que no tiene culpa de nada, el pobre, y que a su vez es posible que se sienta molesto y haga sentir mal a otras personas.
Así que cuando a uno se pega con un martillo en un dedo, es comprensible el enfado, pero cuando se siente odio, por una persona o por cualquier otro objeto del tipo que sea, no se hace daño solo a uno mismo sino que además se puede dañar a una infinidad -literalmente- de gente más. Y no solo eso sino que además durante todo el tiempo que la mente se mantiene ocupada en el odio y su expresión externa agresiva, es decir la ira, se cancela cualquier progreso que pueda hacerse hacia el bienestar, de uno y de los demás. Da igual que no sea gente con la que se esté en contacto; Mientras uno está ocupado odiando y creando -aunque sea sin darse cuenta- una infinidad de sufrimientos, mayores o menores, no se están produciendo las causas para manifestarse una infinidad de felicidad, ni en uno mismo ni en otros, que son los realmente importantes porque si los demás están bien, uno estará bien.
Además, la venganza es algo especialmente grave porque aparte de "desmitificar" -por decirlo de alguna manera- la peligrosidad de odiar, es un acto premeditado de hacer daño específico a otra persona que tiempo atrás nos hizo sentir muy mal, pero antes de plantear la posibilidad de la venganza se debería plantear la posibilidad de si, cuando me sentí tan mal aquella vez, fue por un auténtico acto de odio por parte de aquella persona hacia mí, o si tal vez fue un malestar causado por mí mismo, ofendiéndome al creer que YO tenía la razón y el otro no. Así que uno corre el riesgo de querer vengarse por algo que no solo es una simple expresión de desprecio, sino que además es inspirado por apego, por un sentimiento o pensamiento de aferramiento al hecho de tener la razón cuando tal vez ni siquiera tenías razón, por más que en ese momento pensaras que sí. Nos equivocamos en muchas cosas todo el tiempo; no por defender con más énfasis una postura significa que de forma última y auténtica esa postura sea la realmente correcta. Se han cometido crímenes horribles y se han generado tragedias inconmensurables inspiradas en un apego desproporcionado a ideas que no eran válidas...
Y desde luego, está el importantísimo inconveniente que tiene la venganza, de no solucionar aquello que tanto daño nos hizo. Como en esas películas donde A decide acabar con B como venganza por haber matado a su padre en el pasado. Vengándose, no solo no recupera a su padre, sino que además se ganará un enemigo. Uno no tiene enemigos en función de cuánto te desprecien los demás, sino en función de ser uno quien desprecie a los otros. Por eso, si uno nunca odia a los demás, puede considerar que en realidad no tiene ningún enemigo. Poner en práctica la venganza solo es comprar papeletas para convertirse uno mismo en odiado por otros, con lo que el odio nunca acabaría.
Así que la venganza es como prenderle fuego a un bosque: Mientras el fuego está activo, no solo se detiene el crecimiento de las plantas y los animales y demás seres que viven ahí. Su vida no es que se paralice, o se detenga momentáneamente, sino que se degenera, se destruye, y donde hay un foco de fuego, toda la vida que tiene a su alrededor, siente su calor, sufre, se quema, y es destruida sin importar que vea o no el peligro acercarse. Y después de un fuego, cuesta mucho recuperarse, pero la venganza es todavía mucho peor que el fuego porque el fuego puede apagarse y controlarse y desaparece, y poco a poco se regenera todo. La venganza aunque queme a su alrededor, aunque se cometa el acto de venganza, se cumpla ese acto, solo inspira más deseos de venganza por parte de otros, más tensión, se pasa del deseo de venganza hacia alguien a odiar directamente a esa persona por nuevos motivos que no existían antes, etc, etc. Es un fuego que no puede apagarse. Justo es esa ofuscación mental lo que impide ver esos otros efectos, mucho más indeseables y más horribles que cualquier supuesto "motivo" de deseos de venganza. El deseo de venganza solo es eso: un deseo. Y desear es aferrarse a algo que se quiere para uno mismo, sea una cosa, un placer, un interés, algo que se considera conveniente... No algo que se busque para beneficiar a todos en general, sino a uno mismo en particular, o lo que es afín a uno mismo.
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