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REGRESO A EUROPA. 2ª parte de EN EL PARAISO CON MICHAEL JACKSON

Gracias Blues!!! Que guapo, como siempre.

Y que frase más adecuada para él: “Si ayudar a miles de personas me convierte en culpable, entonces sí, soy culpable.”
 
Esa tarde, Michael propone una cena de enamorados en su apartamento rojo, oro y verde con armarios de madera oscura.


Quién se atrevería a decirle que no?


Si se quiere medir el bien que Michael ha hecho sobre la tierra, no tiene fin. Hay que añadir a las letras los números, a la caridad las estadísticas y los años a los decenios.
Tomemos el ejemplo de un solo año, 1992, el de nuestro viaje a África.

En junio: donación de Michael Jackson de 100.000 marcos alemanes al hospital infantil Sofía de Rotterdam.

En julio: donación de 821.477.296 liras para la lucha contra el cáncer a la Partita del Cuore en Roma; donación de 120.000 marcos alemanes a Children’s Charities en Estonia y Letonia.

En septiembre: donación de 1 millón de pesetas a la sociedad de beneficencia de la Reina de España. Inauguración de un patio de recreo para niños en Bucarest, Rumanía.

En noviembre: 47 toneladas de material de emergencia para los niños de Sarajevo con AmeriCares, incluyendo medicamentos, mantas, ropas de invierno y zapatos.

En diciembre: ayuda por transporte aéreo a los niños de Bosnia, en asociación con la operación de Niños de Noel, consistente en treinta mil cajas conteniendo juguetes, artículos de escuela, fotografías y cartas coleccionadas por los escolares de Inglaterra.

Sin palabras!!!!




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continuará...[/QUOTE]

Ese día, con esa ropa estaba perfecto!!!! Tan pero tan hermoso!!! Es para quedarse sin aliento!


Gracias Blues!!! Me gusta el cariño con el que habla de Michael, Saint Bris, realmente lo llegó a querer y apreciar mucho.
 
Último destino: Versalles - Champ de Bataille



En Versalles. el jardinero jefe declara: “Vi ese día a Michael con los niños y quisiera decir lo que sentí: Él hubiera sido incapaz de hacerles daño, era un niño entre niños.”


Alain Baraton trabaja desde hace treinta y cinco años en el parque de Versalles y en el dominio del Trianon, del que se ha convertido en jardinero jefe.
Es él quien me cuenta la visita de Michael Jackson, el Rey de la Noche, en casa del Rey Sol: “Cuando Michael Jackson vino a Versalles, fue de un modo totalmente improvisado, acompañado por el vicepresidente de EuroDisney.

“Michael llegó con su esposa, Lisa Marie Presley, les guié hacia el centro de los jardines dándoles largas y precisas explicaciones sobre las plantas y su planificación, ¡algo que a Michael le importaba realmente poco! Con sombrero, guantes y gafas negras, él caminaba por las veredas de su sueño, por los parterres de sus fantasías. Observé sin embargo que su esposa estaba atenta a todo, apreciando el paseo y, eso parecía, también mis comentarios.

“Continuamos el paseo por los jardines, acompañados por una horda de seguidores. Lisa Marie quería saberlo todo sobre la composición de los parterres y el origen de las plantas.

“Michael, estaba acompañado por seis o siete guardaespaldas. Se avisó a la policía de Versalles como refuerzo para evitar el desbordamiento ya que la multitud era cada vez más densa, y ahora Michael tiene una necesidad natural. Estábamos en el Bosque de la Reina, cerca del Invernadero de Naranjos.
Prácticamente todos los guardias del palacio están presentes ahora, una treintena de personas. Se espera a la policía nacional para que Michael pueda orinar tranquilamente. Una vez que el bosque ha sido evacuado, rastreado, verificado, orina contra un árbol, rodeado por los guardaespaldas que le vuelven la espalda. Cuando termina, atraviesa el matorral y aparece de repente un grupo de niños que vienen de visita desde un parvulario de Versalles. Ellos están tan sorprendidos como él. ¡Imagínense el estupor de unos críos que se encuentran delante de su dios viviente a unas leguas de su escuela! Muy rápidamente, Michael confraterniza con ellos y se muestra adorable e infinitamente amable. Yo vi ese día a Michael con los niños y quisiera decir lo que sentí: él habría sido incapaz de hacerles daño, era un niño entre los niños.”

Cuando se anuncia la llegada de Michael Jackson al interior del palacio, aquello fue un zafarrancho de combate. Surgió de una limusina blanca seguido de Lisa-Marie, de un traductor y de tres guardaespaldas. Jackson, enteramente vestido de negro hasta los guantes, llevaba una máscara inmaculada. Es Jean-Pierre Babelon, historiador y director general del palacio de Versalles, acompañado de Ariane de Lestrange, directora de comunicación, inglés perfecto, quien guía a la pareja en su visita. En la galería de los Espejos, se muestra a Michael y a Lisa-Marie el cuadro de Elisabeth Vigée-Lebrun representando a María Antonieta y a sus tres hijos. Esta tela pintada con un espíritu de propaganda para dar una imagen positiva de la reina, familiarmente tranquilizadora y gratificante, comporta sin embargo una nota de infinita tristeza, que no se percibe enseguida: esa cuna vacía, en alusión a la pequeña Sofía Helena Beatriz, muerta prematuramente.

En un momento, durante la larga travesía de los setenta y tres metros de la galería de los espejos, Michael Jackson se adelanta y todo el mundo comprende que necesita despegarse del grupo. Cuando está lejos y solo, esboza dos o tres movimientos de danza, recreando en su propia persona esa armonía de la que él posee el secreto, que le une tanto a la juventud de su época como a la suntuosidad de un siglo pasado. El príncipe de las metamorfosis juega a escaparse del tiempo entre moonwalk y minueto. Como él mismo ha dicho: “Pensar es el mayor error que puede cometer un bailarín. Hay que sentir las cosas.”


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De niño, en la escuela primaria, decía a su profesora: “!Algún día, ya verá, viviré en un castillo!” Cuando su primer hijo, Prince Michael Jjunior, cumple seis meses, toma la decisión: Comprar un castillo en Francia para vivir allí y criar a su delfín.




¿Quién habría podido imaginar que, igual que Marcel Proust había ido a visitar en taxi los castillos de Glisolles y de Balleroy en Normandía, el coche con cristales tintados que recorría la campiña francesa en este final de siglo XX era el que llevaba a Michael Jackson en la búsqueda de su castillo? Un indicio no podía errar, en la placa del coche, solo tres letras en la matrícula: “BAD”.
De vez en cuando, al pasar por las ciudades, se paraba. Iban en busca de un MacDonald para alimentar al hombre invisible. En medio de la campiña era diferente: el caballero de la máscara negra bajaba a veces del coche para estirar las piernas. Un año de exploración, un año de visitas a mansiones, castillos, de locuras, un año en busca de alamedas bordeadas de flores, de jardines de estilo francés, de estanques rodeados de césped, de fortificaciones, de torres almenadas, de mármoles clásicos, de atalayas románticas.




Francesa, habitual en Manhattan, también volvía a París. Tenía una belleza majestuosa y tranquila con un toque de clase eslava, su padre era húngaro. Me había dado su nombre: Elisabeth, No me podía imaginar que la volvería a encontrar en Francia en su nuevo trabajo. Es ella, Elisabeth Dauchy –pero Michael prefiere llamarla siempre “Isabelle”-, quien será la guía de la megaestrella en su búsqueda del Grial: descubrir y adquirir un castillo en Francia.

Es en este año, 1997, cuando el rey del pop había decidido instalarse en nuestro país. Entre dos giras por Europa, conciertos en Viena, Munich, Londres, Barcelona, retomó los senderos de la dulce Francia en busca del castillo de sus sueños. A veces solo, a veces con su esposa Debbie Rowe, la madre de Prince Michael Junior, su hijo de seis meses. ¿Por qué Michael había elegido Francia? En primer lugar, porque representaba para él, el pináculo del arte, la realeza de la belleza, la culminación de la cultura. Además porque, habiendo bautizado a su primer hijo “Prince”, buscaban el decorado digno de la educación de su delfín.
Puede que también porque Michael quería acercarse a su público europeo, el más fiel, el más caluroso. Después de unas semanas de gira europea, pudo medir el increíble éxito que disfrutó entre jóvenes y mayores. Solo en la última semana, fueron cerca de cien mil personas las que asistieron a los dos conciertos parisinos. Y además Francia, que era también el país predilecto de los nuevos managers de la estrella americana. Su Alteza Real (SAR) el príncipe saudí Al-Walid Bin Talal, su socio desde 1996, había hablado ya en muchas ocasiones de su proximidad a Francia donde él invirtió millones de francos en hoteles y atracciones. Francia era también el país de adopción del tunecino Tarak Ben Ammar, que era el nuevo manager de Michael Jackson.

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Elisabeth iba a hacer descubrir a Michael por la ruta de Normandía un verdadero castillo de cuento de hadas con un majestuoso cuerpo central, alas, torretas y pabellones.
Era un verdadero castillo como los antiguos, con herrería, lavandería, saladero, lagar, neveras, frutales y huertos. Fue erigido entre 1653 y 1665 por un gentilhombre contestatario, el conde Alexandre de Créqui. Se llamaba Champ de Bataille (Campo de Batalla), pero no se sabe por qué: ¿fue en recuerdo de un combate en particular dirigido por ese temido duelista que era Créqui o el nombre tenía su origen en el campo sobre el que su propietario lo edificó: “Bataille”?


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Después de haber pertenecido a la familia Harcourt, había sido restaurado, amueblado de nuevo, resucitado por el gran talento de su nuevo propietario, el decorador Jacques García. Aunque no estuviera a la venta, Champ de Bataille lo tenía todo para seducir a Michael: la grandeza y la belleza, pero también la comodidad, la buena vida y todo lo que hace noble una morada. Todo reflejaba el espíritu del Gran Siglo: Sala de estrado y gran salón, billar y biblioteca, escalera de honor y gabinete de porcelanas, sin olvidar el diseño grandioso de sus jardines con sus bellos parterres cubiertos de césped. El cantante se deslizaba de pieza en pieza con una calma soberana que solo contradecía la increíble intensidad de su mirada. En el salón de juegos, un péndulo de Boulle con un mecanismo Clouzier, encuadrado en dos floreros de laca china del siglo XVIII, retiene su atención.

Elisabeth me contó que en un momento de esa visita, Michael la llevó aparte a una sala de baños, con la intención de hablar de negocios. Ella pudo sentir entonces su verdadera naturaleza: “Yo estaba lejos de estar frente a un fantasma, tenía delante de mí a un hombre muy masculino y decidido.” Sin desvelar sus intenciones, la interrogó sobre el importe y los detalles de una eventual transacción. La ausencia momentánea del propietario –Jacques Garcia llegaba del extranjero y había previsto reunirse con la estrella al final de la visita- permitió a Michael jugar a maestro del lugar y vivir su sueño. Durante la visita, el emperador del videoclip se sintió primeramente completamente fascinado por una colección de bustos romanos. Después, intrigado por la pasión por el juego en la corte del rey, hizo que le explicaran el funcionamiento de una mesa de tric-trac. En cambio, los animales disecados no provocaron en él otra cosa que disgusto y dedicó una mirada reprobadora a las cabezas de ciervos y de las aves embalsamadas.

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Michael y Debbie habían sido seducidos por la sala de estrado donde la riqueza de la escultura de la cama respondía a aquellas de ebanistería dorada atribuidas a Jacques Verberckt, uno de los escultores adornistas que trabajó en la decoración de Versalles. Michael no puede resistir sentarse en el gran sillón de siglo XVIII guarnecido de terciopelo bordado y provisto de brazos en forma de cabeza de delfín recordando el diseño de un asiento realizado para el Gran Delfín, hijo de Luis XIV. Las cortinas de satén azul estampadas con flores de lys procedían del palacio de las Tullerías. Por último, la atracción principal de la pieza era la cama. Estaba cubierta por un excepcional bordado chino recordando una descripción de Jean de La Fontaine en su visita al palacio de Versalles y describiendo la habitación del rey: “Hemos visto una cama de seda bordada con personajes de China y pagodas, por culpa del Brahman, nuestros amigos no encontrarán su camino.” Delante de “la cama de la duquesa” coronada con un impresionante baldaquino de seda azul, estalla la complicidad amorosa entre Debbie y Michael. Consumidores del “king size” al estilo americano, no pueden evitar echarse a reír ante la estrechez del lecho.

Pero lo que entusiasma verdaderamente a Michael en Champ de Bataille es la biblioteca. Entonces Michael Jackson pide que le dejen solo con su mujer, Debbie e “Isabelle” en ese templo de la cultura. Permanece allí dos horas, tocando los incunables, acariciando las encuadernaciones de obras antiguas y tomándose todo su tiempo para hojear los libros más singulares. Se encontraba en un estado que le gustaba, como de ingravidez, suspendido entre las dos etapas de la monarquía solar, la de los faraones de Egipto y la de Luis XIV, el astro de Versalles.

En ese aspecto, nada le pareció más bello que lo que le enseñaron por primera vez: un libro de dibujos sobre la coronación de Luis XIV, acompañado de una colección suntuosa de obras, realizadas especialmente para las grandes ocasiones, a las que se llamaba libros de fiestas y que contaban, por ejemplo, el matrimonio del delfín. Esos libros de fiestas estaban acuñados en los escudos de Francia. Después de haberlos consultado largamente, se inclina sobre dos volúmenes igualmente esenciales para él. El primero revelaba su pasión por la egiptología, el segundo le ponía en presencia de uno de los grandes hombres que frecuentaban su galería de ilustres: la edición original de La Descripción de Egipto de Vivant Denont y un libro de Albert Einstein.


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Cuando uno se aísla en una biblioteca no es para atrincherarse del mundo sino, a veces, para comprenderlo mejor. A menudo es para un encuentro secreto en el que se nos sorprende con aquello que esperamos. Albert Einstein, por cierto, lo ha explicado muy bien: “El hombre solitario piensa solo y crea nuevos valores para la sociedad.” Recorriendo los estantes, se encuentra el alma de un autor en su intimidad. Tomando en sus manos el libro que había sido tocado, abierto, cerrado, colocado y vuelto a colocar, ordenado y desordenado por el mismo Albert Einstein, Michael tenía el sentimiento de que el viejo erudito, uno de sus maestros preferidos, le transmitía sus pensamientos mágicos. Como si esas páginas murmuraran respuestas a preguntas que aun no han sido planteadas: “El mundo no será destruido por quienes hacen daño, sino por aquellos que les observan sin hacer nada.”


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Gracias Blues!! Me ha gustado mucho y me ha hecho mucha gracia que Michael no le echara cuenta al pobre jardinero y la que se montó para que pudiera orinar :mareao:

Que gran verdad!!
“El mundo no será destruido por quienes hacen daño, sino por aquellos que les observan sin hacer nada.”
 
Elisabeth me contó que en un momento de esa visita, Michael la llevó aparte a una sala de baños, con la intención de hablar de negocios. Ella pudo sentir entonces su verdadera naturaleza: “Yo estaba lejos de estar frente a un fantasma, tenía delante de mí a un hombre muy masculino y decidido.”


¡Ohhhh, gracias a Dios que le contó ésto!! Es que me pone la cabeza a mil!!! jajajaj!!!

Muchas gracias Blues!!
 
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