Yo tenía un perro igualito que Buba, vivía en nuestra casa de campo, nosotros lo ibamos a ver todos los fines de semanas y pasabamos todas las vacaciones allí, era el guardian de la casa.
Tenía un deposito donde había instalado mi padre un bebedero de agua potable que se reciclaba constantemente, no se para que él y yo bebiamos de cualquier charco que hubiera en la roca. No estaba yo muy civilizado antes de los doce años. Su pienso era malísimo, todos lo eran en aquellos tiempos, cuando volviamos encontrabamos a menudo pieles de conejo por el suelo, en especial por una especie de pista de tenis que teníamos (bastante cutre). Se liaba con las perras del pueblo y nos ignoraba si ellas estaban delante, supongo que quería mostrar su lado de perro duro sin dueños y duro que las volvía locas.¨
Mi hermana lo llamo Negri (no es un nombre muy original ya que era negro), su madre era una perra abandonada que llego un verano muerta de hambre a nuestra casa; creo que mis amigos no conocen bien esta historía, aunque si hablan con mi familia podran confirmarla.
Ya no tenemos esa torre y no tenemos espacio para ofrecerles a estos perros abandonados.
Mi perro Negri es el único perro que he visto vivir con un perfecto equilibrio entre vida salvaje y vida casera, y al único que he visto mostrar tanto orgullo y cariño a la vez. La verdad, si no hubiera sido por él no se si habría vuelto a casa en más de una ocasión, mi padre se fiaba más de el que de mi hermana mayor.
Se tendría que tener más respeto por estos animales, perciven muchas cosas que ni imaginais.