Se cumple el décimo aniversario de la muerte de Lady Di, “la princesa del pueblo”, y su recuerdo aún está vivo. Madre antes que princesa, a Diana pertenecer a la realeza no siempre le fue cómodo. Generosa y solidaria con los más desfavorecidos, la gente se encariñó con la persona más humana de la familia real británica. A todos cautivó con su tímida sonrisa y su gran calidad humana.
A las cuatro de la madrugada del 31 de agosto de 1997, los médicos certificaron la muerte de la princesa de Gales, en París. El mundo entero sufrió una conmoción, los londinenses sembraron las calles de flores y notas de cariño. En ese momento, su vida reunía todos los ingredientes para convertirse en un mito.
Nacida en el seno de una familia de rancio abolengo, los Spencer, afable, con buenos modales y exquisita educación, Lady Di, una joven de 19 años, reunía todos los requisitos para ser la esposa del príncipe Carlos de Inglaterra, el futuro rey.
Su historia empezó así. Tras un partido de polo, en 1980, el heredero al trono británico se interesó por una rubia, de tímida sonrisa. Mantuvo a solas una conversación con ella. Días después reveló a sus más íntimos que había conocido a la mujer que debía de ser su esposa.
En otoño de ese mismo año Diana fue invitada al castillo de Balmoral, donde pasó unos días de descanso maravillosos. El destino quiso que durante su estancia en tierras escocesas fuese descubierta por un objetivo fotográfico. A partir de ese momento dejo de tener vida privada.
Diana tomo conciencia de que no debía de hacer nada que perjudicara a la Casa Real Británica. Ella tenía muy claro que deseaba casarse con Carlos pero él, confuso, disfrutaba de la compañía de su íntima amiga Camila Parker.
Su padre el duque de Edimburgo le dio el ultimátum “debes de poner fin a la relación con Diana o casarte con ella”. En febrero de 1981, pidió a la Lady Di que se casara con él. La joven no se lo podía creer, vivía en una dulce nube.
SUS PRIMERAS LÁGRIMAS.
Diana, que debía de prepararse para ser princesa, semanas antes de la boda, se instaló en la palacio de Buckingham. Fue entonces cuando se separó de su familia y de sus amigos. También dejó de trabajar en la guardería. Su aislamiento, las presiones, el rígido protocolo y la ausencia del su amado, Carlos, a Australia y Nueva Zelanda hicieron que afloraran en sus ojos sus primeras lágrimas.
Indiscretas llamadas de teléfono, cartas y varios regalos a Camilla hicieron estallar la ira de Diana que días antes de la boda le pidió explicaciones a Carlos. Él negó cualquier romance y admitió una buena y larga amistad ella.
El 29 de julio de 1981, Diana se convirtió en la protagonista de un cuento de hadas. En una carroza de cristal llegó a la catedral de San Pablo, donde Carlos la esperaba para jurarla amor eterno toda su vida. El soltero más deseado por las mujeres de la aristocracia de todo el mundo era para la señorita Spencer el hombre de su vida, el que ella creía que le daría la felicidad eterna.
Las imágenes de aquella boda dieron la vuelta al mundo y fue orgullo de los británicos, que en ese caluroso día de julio hicieron largas colas desde horas muy tempranas para ver el casamiento del heredero de la corona.
Sin tensiones emocionales partieron de luna de miel a bordo del “Britania”, pero la sombra de Camilla acompañó a Diana durante su viaje cuando al príncipe Carlos se le cayó una fotografía de su amante de su diario. Lady Di se sentía insegura, aparecieron las primeras crisis nerviosas y los desequilibrios alimenticios desembocaron en bulimia.
ANTES MADRE QUE PRINCESA.
Justo un año después, la princesa cumplió con su obligación más importante, dar a luz al príncipe Guillermo y asegurar así la sucesión al trono. Diana se convirtió en una mujer segura, activa, humilde y muy elegante. Su belleza y su impecable estilo la convirtieron en la princesa más fotografiada, desbancando a la mismísima Carolina de Mónaco.
Los príncipes empezaron una nueva vida, dulce, en la que disfrutaban del calor del hogar e iban asumiendo compromisos públicos y realizaron viajes oficiales. Con la llegada de Harry se convirtieron en padres por segunda vez.
Los príncipes tenían temperamentos dispares y mientras que la princesa Diana apenas tenía estudios y prefería los conciertos de música pop a los de música clásica, el príncipe Carlos se había educado en la Universidad de Cambridge y se interesaba por la antropología y la arquitectura.
Sin embargo, esas diferencias no parecían un obstáculo y buena prueba de ello eran las imágenes de los primeros años felices de la pareja, como las fotografías en que aparecían besándose en público.
Tanto en las visitas en el extranjero como en las locales, Diana iba adquiriendo mayor protagonismo, luchaba por mantener su propia identidad, el pueblo la adoraba y ella se implicaba cada día más con los más desfavorecidos. Pero a medida que la popularidad de la princesa crecía el distanciamiento de la pareja era mayor.
Carlos volvía a buscar consuelo en su amiga Camilla y Diana, que se volcó en la educación de sus hijos, coqueteaba con un joven oficial del Ejército, James Hewitt, profesor de equitación de Guillermo y Harry y con james Gilbey un amigo de la infancia.
Con 28 años, Lady Di, una madre muy activa, era presidenta de más de 40 organizaciones benéficas con causan tan solidarias como los niños abandonados, el SIDA o las minas antipersona.
LA SEPARACIÓN.
Mientras la Casa Real Británica se desvivía para ocultar las desavenencias de los príncipes, la prensa sensacionalista aireaban las intimidades de la pareja. En 1992, anuncian que se separan.
Tras su separación el perfil público de Diana se revalorizó, más aún cuando el acuerdo legal le otorgo la guardia y custodia de sus hijos. Entregó su vida a sus hijos y a causas solidarias.
En agosto de 1995, la prensa británica le atribuyó otra relación con el ex capitán de la selección inglesa de rugby Will Carling. Meses después, Diana concedió una polémica entrevista al programa "Panorama" de la BBC, en la que reconocía su adulterio con Hewitt y ponía en duda la capacidad del príncipe Carlos para asumir la responsabilidad de la Corona.
Tras la entrevista, Isabel II decidió enviar una carta a los príncipes de Gales en la que les aconsejó el divorcio, propuesta que Diana aceptó el 28 de febrero de 1996. Desde esa fecha, sus abogados llevaron a cabo unas arduas negociaciones para determinar las condiciones de la separación.
El 12 de julio siguiente, el palacio de Bukingham anunció el acuerdo para el divorcio, que fue definitivo el 28 de agosto.
El acuerdo al que llegaron los príncipes de Gales para divorciarse dejó a la princesa Diana como clara ganadora. Recibía una compensación económica de 17 millones de libras (25,5 millones de dólares) y podía mantener su residencia en el palacio londinense de Kensington, pero tuvo que renunciar al título de "Su Alteza Real". Sin embargo, mantuvo el título de princesa y gozó de pleno acceso a sus hijos, Guillermo y Enrique.
SU ÚLTIMO AMOR, DODI AL FAYED.
A primeros de agosto de 1997 salió a la luz su relación con el empresario de origen egipcio Dodi Al Fayed, hijo del millonario Mohamed Al Fayed, dueño de los grandes almacenes “Harrods”, y con quien Diana pasó buena parte de ese mes en varios puntos del Mediterráneo.
En esos días se llegó incluso a especular con la posibilidad de que la pareja estuviera planeando casarse y vivir en Francia.
Dodi y Diana fallecieron instantáneamente cuando trataban de eludir, en el túnel del Puente del Alma, en el centro de París, la persecución de cinco fotógrafos que viajaban en motocicletas y que seguían a su vehículo Mercedes 600, que quedó destrozado.
La princesa fue el centro de atención de los medios británicos desde su unión, en julio de 1981, con el príncipe de Gales, boda que fue vista por más de 700 millones de telespectadores hasta el día de su muerte. Diez años después, “la princesa del pueblo” sigue vive en la memoria de todos.
Fuente
A las cuatro de la madrugada del 31 de agosto de 1997, los médicos certificaron la muerte de la princesa de Gales, en París. El mundo entero sufrió una conmoción, los londinenses sembraron las calles de flores y notas de cariño. En ese momento, su vida reunía todos los ingredientes para convertirse en un mito.
Nacida en el seno de una familia de rancio abolengo, los Spencer, afable, con buenos modales y exquisita educación, Lady Di, una joven de 19 años, reunía todos los requisitos para ser la esposa del príncipe Carlos de Inglaterra, el futuro rey.
Su historia empezó así. Tras un partido de polo, en 1980, el heredero al trono británico se interesó por una rubia, de tímida sonrisa. Mantuvo a solas una conversación con ella. Días después reveló a sus más íntimos que había conocido a la mujer que debía de ser su esposa.
En otoño de ese mismo año Diana fue invitada al castillo de Balmoral, donde pasó unos días de descanso maravillosos. El destino quiso que durante su estancia en tierras escocesas fuese descubierta por un objetivo fotográfico. A partir de ese momento dejo de tener vida privada.
Diana tomo conciencia de que no debía de hacer nada que perjudicara a la Casa Real Británica. Ella tenía muy claro que deseaba casarse con Carlos pero él, confuso, disfrutaba de la compañía de su íntima amiga Camila Parker.
Su padre el duque de Edimburgo le dio el ultimátum “debes de poner fin a la relación con Diana o casarte con ella”. En febrero de 1981, pidió a la Lady Di que se casara con él. La joven no se lo podía creer, vivía en una dulce nube.
SUS PRIMERAS LÁGRIMAS.
Diana, que debía de prepararse para ser princesa, semanas antes de la boda, se instaló en la palacio de Buckingham. Fue entonces cuando se separó de su familia y de sus amigos. También dejó de trabajar en la guardería. Su aislamiento, las presiones, el rígido protocolo y la ausencia del su amado, Carlos, a Australia y Nueva Zelanda hicieron que afloraran en sus ojos sus primeras lágrimas.
Indiscretas llamadas de teléfono, cartas y varios regalos a Camilla hicieron estallar la ira de Diana que días antes de la boda le pidió explicaciones a Carlos. Él negó cualquier romance y admitió una buena y larga amistad ella.
El 29 de julio de 1981, Diana se convirtió en la protagonista de un cuento de hadas. En una carroza de cristal llegó a la catedral de San Pablo, donde Carlos la esperaba para jurarla amor eterno toda su vida. El soltero más deseado por las mujeres de la aristocracia de todo el mundo era para la señorita Spencer el hombre de su vida, el que ella creía que le daría la felicidad eterna.
Las imágenes de aquella boda dieron la vuelta al mundo y fue orgullo de los británicos, que en ese caluroso día de julio hicieron largas colas desde horas muy tempranas para ver el casamiento del heredero de la corona.
Sin tensiones emocionales partieron de luna de miel a bordo del “Britania”, pero la sombra de Camilla acompañó a Diana durante su viaje cuando al príncipe Carlos se le cayó una fotografía de su amante de su diario. Lady Di se sentía insegura, aparecieron las primeras crisis nerviosas y los desequilibrios alimenticios desembocaron en bulimia.
ANTES MADRE QUE PRINCESA.
Justo un año después, la princesa cumplió con su obligación más importante, dar a luz al príncipe Guillermo y asegurar así la sucesión al trono. Diana se convirtió en una mujer segura, activa, humilde y muy elegante. Su belleza y su impecable estilo la convirtieron en la princesa más fotografiada, desbancando a la mismísima Carolina de Mónaco.
Los príncipes empezaron una nueva vida, dulce, en la que disfrutaban del calor del hogar e iban asumiendo compromisos públicos y realizaron viajes oficiales. Con la llegada de Harry se convirtieron en padres por segunda vez.
Los príncipes tenían temperamentos dispares y mientras que la princesa Diana apenas tenía estudios y prefería los conciertos de música pop a los de música clásica, el príncipe Carlos se había educado en la Universidad de Cambridge y se interesaba por la antropología y la arquitectura.
Sin embargo, esas diferencias no parecían un obstáculo y buena prueba de ello eran las imágenes de los primeros años felices de la pareja, como las fotografías en que aparecían besándose en público.
Tanto en las visitas en el extranjero como en las locales, Diana iba adquiriendo mayor protagonismo, luchaba por mantener su propia identidad, el pueblo la adoraba y ella se implicaba cada día más con los más desfavorecidos. Pero a medida que la popularidad de la princesa crecía el distanciamiento de la pareja era mayor.
Carlos volvía a buscar consuelo en su amiga Camilla y Diana, que se volcó en la educación de sus hijos, coqueteaba con un joven oficial del Ejército, James Hewitt, profesor de equitación de Guillermo y Harry y con james Gilbey un amigo de la infancia.
Con 28 años, Lady Di, una madre muy activa, era presidenta de más de 40 organizaciones benéficas con causan tan solidarias como los niños abandonados, el SIDA o las minas antipersona.
LA SEPARACIÓN.
Mientras la Casa Real Británica se desvivía para ocultar las desavenencias de los príncipes, la prensa sensacionalista aireaban las intimidades de la pareja. En 1992, anuncian que se separan.
Tras su separación el perfil público de Diana se revalorizó, más aún cuando el acuerdo legal le otorgo la guardia y custodia de sus hijos. Entregó su vida a sus hijos y a causas solidarias.
En agosto de 1995, la prensa británica le atribuyó otra relación con el ex capitán de la selección inglesa de rugby Will Carling. Meses después, Diana concedió una polémica entrevista al programa "Panorama" de la BBC, en la que reconocía su adulterio con Hewitt y ponía en duda la capacidad del príncipe Carlos para asumir la responsabilidad de la Corona.
Tras la entrevista, Isabel II decidió enviar una carta a los príncipes de Gales en la que les aconsejó el divorcio, propuesta que Diana aceptó el 28 de febrero de 1996. Desde esa fecha, sus abogados llevaron a cabo unas arduas negociaciones para determinar las condiciones de la separación.
El 12 de julio siguiente, el palacio de Bukingham anunció el acuerdo para el divorcio, que fue definitivo el 28 de agosto.
El acuerdo al que llegaron los príncipes de Gales para divorciarse dejó a la princesa Diana como clara ganadora. Recibía una compensación económica de 17 millones de libras (25,5 millones de dólares) y podía mantener su residencia en el palacio londinense de Kensington, pero tuvo que renunciar al título de "Su Alteza Real". Sin embargo, mantuvo el título de princesa y gozó de pleno acceso a sus hijos, Guillermo y Enrique.
SU ÚLTIMO AMOR, DODI AL FAYED.
A primeros de agosto de 1997 salió a la luz su relación con el empresario de origen egipcio Dodi Al Fayed, hijo del millonario Mohamed Al Fayed, dueño de los grandes almacenes “Harrods”, y con quien Diana pasó buena parte de ese mes en varios puntos del Mediterráneo.
En esos días se llegó incluso a especular con la posibilidad de que la pareja estuviera planeando casarse y vivir en Francia.
Dodi y Diana fallecieron instantáneamente cuando trataban de eludir, en el túnel del Puente del Alma, en el centro de París, la persecución de cinco fotógrafos que viajaban en motocicletas y que seguían a su vehículo Mercedes 600, que quedó destrozado.
La princesa fue el centro de atención de los medios británicos desde su unión, en julio de 1981, con el príncipe de Gales, boda que fue vista por más de 700 millones de telespectadores hasta el día de su muerte. Diez años después, “la princesa del pueblo” sigue vive en la memoria de todos.
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