LA MASACRE DEL CAMPO DE REFUGIADOS DE YENíN (CISJORDANIA)
“...Una pierna asoma ya casi negruzca entre un amasijo de ropas, alambres y piedras. Conserva la bota, pero no el resto del cuerpo. Será difícil determinar si perteneció a un civil o a un miliciano palestino. Poco importa ya. Está muerto. Como los tres policías que se pudren en la casa de la entrada. Y las 25 personas que sus vecinos aseguran que perecieron bajo los escombros de un edificio que ya no existe.Y los 30 jóvenes a los que vieron ejecutar una calle más adelante y cuyos documentos de identidad muestran como prueba...”.
“...Mi padre salió de casa para preguntar a los soldados a dónde podíamos ir y le mataron; le dispararon dos veces en la pierna y en el hombro, declara a EL PAÍS Yamal Ali Fayed, recién emergido de entre las ruinas de su casa. Fayed, un profesor de escuela de 34 años, permaneció escondido en el sótano de su casa durante los diez días de combate. “Tenía miedo”. Ahora no sabe dónde están su mujer y sus dos hijos...”.
“...Ahí enfrente mataron a una mujer de 70 años nada más abrir la puerta”, indica una muchacha cuya casa, en la zona de Yuret el Dahab, fue tomada por los soldados. “Tuvimos que irnos toda la familia, nueve personas en total”, va contando mientras muestra el estado en el que ha quedado la vivienda. La casa de al lado está totalmente derrumbada. Hoy mismo han encontrado en otro lugar del campo los cadáveres de una madre y su hijo bajo los escombros. Pero lo que más inconcebible le resulta a esta joven es la obscenidad de los soldados. “Se desnudaron delante de nosotras y nos gritaban que iban a jodernos, que iban a hacernos esto y lo otro”, recuerda sin querer entrar en detalles...”.
“...Quiero contarle como pasan de casa en casa”, dice todavía sorprendido Mues Abu Hamsa, albañil en paro desde el inicio de la Intifada. “Ponen una bomba en la pared del vecino y cruzan por el boquete que se abre”. “Vi dos muertos ayer por la tarde cuando dejé el campo; aún creo que están ahí. Si logra pasar esta calle los verá tendidos en el suelo debajo de unas mantas”. Pero “esa calle” está constantemente patrullada por los jeeps militares israelíes y bajo la vigilancia de un tanque cuya torreta se gira amenazadora al detectar el menor movimiento...”.
“...Los cadáveres en descomposición de cuatro palestinos, yacían ayer retorcidos en las ruinas de una casa alcanzada por un misil del ejército israelí, informa Reuters. Un fotógrafo de esta agencia de noticias burló ayer las restricciones a los informadores impuestas por el ejército israelí y capturó las primeras imágenes de lo que ya ha sido calificado como una masacre...”.
“...Resulta difícil imaginar cómo han sobrevivido los 15.000 habitantes de este campo de refugiados al asedio al que desde el viernes 5 de abril les ha sometido el ejército israelí. Sin agua, sin electricidad, sin apenas comida...”.
“...Los muertos se contaban ya por centenares. ”El número puede llegar a los 1000”, asegura Abu Mues. Las autoridades israelíes tachan estas cifras de “mentiras palestinas”. “Menos de cien” dijo a este diario una fuente militar. No ayuda a creerles el que, un día después de que dieran por terminada la operación, sigan sin permitir el acceso al campamento de la prensa y de las organizaciones humanitarias. No ayuda tampoco que el general Ron Kitrey, portavoz del ejército israelí, declarara a primera hora de ayer a la radio militar que “cientos de palestinos habían resultado muertos en Yenín”. La correción posterior -“se refería a cientos de muertos y heridos”- no convenció a nadie...”.
“...Uno de los muertos es Taha Subaidi, el marido de Rana, que llora desconsolada su prematura viudedad. Tiene 18 años. Acababa de casarse. “Nosotros no somos terroristas”, balbucea...”. “Se llevaron a mi hermano Mohamed, explica Rana, “tiene 22 años, tal vez lo hayan matado”. “Lo han destruido todo”, subraya Rana, “en nuestro barrio han dañado todas las casas”. “No sabíamos qué hacer, a dónde ir, prosigue con la mirada perdida en el vacío. Al final sus emociones pueden más que ella y Rana explota con lo que desde el principio ha deseado echarle en cara a la periodista. “Ustedes no hacen nada. Nos están matando y guardan silencio”.“...Todos nos pondremos un cinturón -de explosivos- y vengaremos a nuestros hombres...”.
“...Dianne Luping, una abogada británica especializada en derechos humanos asegura que la información preliminar de que disponen indica que existen pruebas de crímenes de guerra. “No sólo los palestinos armados han sido atacados”. Luping ha recopilado para las organizaciones que representa denuncias de malos tratos a detenidos, de familias sepultadas bajo casas sin aviso de evacuación y de disparos sobre civiles que huían de los bombardeos...”.
“...Varios testigos relataron a Luping que habían visto a las excavadoras militares cavar agujeros dentro y fuera del campo. Añadieron que los soldados echaron cuerpos envueltos en bolsas negras dentro de los agujeros, pero poco después volvieron a sacarlos y a cargarlos en camiones que se los llevaron hacia Israel...”.
“...El Tribunal Supremo de Israel ha ordenado que no se lleven a cabo inhumaciones de palestinos hasta que se reunan los jueces para examinar las denuncias presentadas. Un portavoz oficial había asegurado que se iba a enterrar a los milicianos en una fosa temporal en el cementerio para enemigos de guerra del valle del Jordán. “Los civiles se van a llevar al hospital general para que puedan hacerse cargo sus familiares”, precisa. A última hora de ayer, el administrador del hospital, Esam Aluini, aseguró que aún no habían recibido ningún cuerpo...”.
“...Las denuncias recibidas por Amnistía Internacional incluyen asesinato deliberado de civiles, derribo de casas sin advertencia previa a sus ocupantes y uso de civiles como escudos humanos en operaciones militares...”.
“...Justo cuando todos volvíamos con la sensación del deber cumplido y un nudo en el estómago. “No se muevan”, gritó el soldado mientras cargaba el M-16 y nos apuntaba amenazante. Fue media hora de humillación y de impotencia. Nada comparado con lo que acabábamos de ver...”.
Extractos de las crónicas enviadas por Ángeles Espinosa, enviada especial del diario “El País” de los días 13, 14, 16 y 17 de abril.
“...La situación moralmente es repugnante, aseguró ayer en Yenín el enviado de Naciones Unidas en la zona, Terje Roed Larsen, quien junto con un grupo de expertos en destrucciones y ayuda recibió autorización para recorrer la zona. Larsen criticaba la actitud del ejército israelí, que, aún después de finalizada la operación militar, impide la entrada de los equipos de rescate en el campo, para tratar de salvar a los heridos que se encuentran bajo los escombros. “Es un horror que supera el entendimiento”. “Han destruido todo, parece como si hubiera ocurrido un terremoto...” (según palabras de Larsen).
“...El Tribunal Supremo de Jerusalén exigió ayer al Gobierno de Ariel Sharon que explique y justifique su decisión de otorgar poderes extraordinarios al ejército para efectuar detenciones masivas de ciudadanos palestinos y someterlos a un periodo de incomunicación de hasta 18 días, sin necesidad de acusarlos formalmente y sin posibilidad de tener abogado...”.
“Mientras haya incursiones militares habrá ira, frustración y violencia”, declaraciones de Colin Powell, secretario de Estado norteamericano (un país que paradógicamente practica el “ojo por ojo, diente por diente” -lo que está entre paréntesis es aportación mía-).
Extractos de las noticias de Ferrán (corresponsal en Jerusalén) publicadas el día 12 de abril y hoy.
Al leer todas estas crónicas y noticias sobre lo sucedido en el campo de refugiados de Yenín no puedo evitar pensar en algunas de las palabras de Primo Levi, judío italiano, que fue deportado a Auschwitz y vivió el horror de los campos de exterminio nazis. Levi escribió tres libros (“Si esto es un hombre”, “La tregua” y “Los hundidos y los salvados”) de obligada lectura para comprender la barbarie del nazismo.
De todas las cosas que leí en esos libros, hay una que se me quedó especialmente grabada: el miedo de los prisioneros a que si lograban escapar nadie les creyera las monstruosidades que contaban. Decía Levi que todos los prisioneros tenían una misma pesadilla que se les repetía cada cierto tiempo, en la que se veían rodeados de familiares o amigos a los que les contaban su experiencia y nadie les creía.
Y entiendo perfectamente su sentimiento de angustia. A veces la realidad es tan cruda que preferimos ignorarla porque no soportamos la idea de que puedan suceder cosas así. Pero suceden. Y en nuestras manos está que estas atrocidades no queden impunes. Lo más cómodo es cambiar de canal, pasar la página del periódico, pensar que eso de Oriente Próximo nos queda muy lejano o que “yo no entiendo nada de política”. Pero no estamos hablando de política, sino de seres humanos, de miles de civiles inocentes (tanto palestinos como israelíes) que viven una pesadilla de horror y destrucción ante la pasividad de la comunidad internacional.