Sinuhé
2
Es tal vez mi estado de conciencia favorito, y surge en esos momentos en los que uno está a punto de dormirse pero todavía conserva cierto contacto con el mundo de los despiertos.
Supongo que todas las personas lo experimentamos a diario. A mí concretamente me pasa, sobre todo, cuando voy sentado en el tren echándome una cabezadita, o cuando me quedo recostado en el sofá en un estado de pre-siesta.
Y digo que es mi estado de conciencia favorito porque en esos ratos me olvido progresivamente de quién soy yo como persona individual (con nombre, apellidos y DNI) y me transformo en un punto impersonal de la Conciencia Infinita que se limita a percibir cosas y a generar pensamientos y escenas mentales de forma aleatoria.
Por ejemplo, estando así, con los ojos cerrados y a solo un paso de dormirme, experimento en mi interior escenas de un gran realismo, una especie de sueños muy creíbles, cortísimos y en rápida y cambiante sucesión. Tan pronto aparezco (sin saber quién soy, insisto en ello) junto a una imaginaria tapia de ladrillos y al mirar hacia arriba, en el cielo, descubro un avión enorme volando lentamente, como me teletransporto a un museo con vitrinas de cristal rojo que al tocarlas desaparecen instantáneamente, permitiéndome coger los objetos preciosos que hasta entonces protegían. O lo mismo me imagino una ciudad vista desde una gran altura, y de pronto hago un rápido zoom visual hacia una de las millones de ventanas de los edificios y me encuentro observando de cerca a un señor con sombrero y gabardina al estilo "janfribogar" tomándose un café en la barra de un bar. O me descubro sin venir a cuento curioseando varios libros entre unas viejas estanterías que en la siguiente escena han desaparecido dejando paso a unas construcciones de piedra antiquísimas erigidas por las civilizaciones pre-incaicas. Todo ello, y muchísimo más (me resulta imposible describirlo con cierta coherencia, precisamente porque carece de ella) a una velocidad de vértigo y sin levantar la cabeza del reposabrazos de mi sofá rojo.
Respecto a lo que comentaba de ir en el tren en semejante estado, los efectos son algo diferentes, pero igualmente curiosos. También pueden aparecer en mi mente adormecida escenas como las descritas, pero por lo general al encontrarme rodeado de otros pasajeros que van hablando entre ellos, haciendo ruidos, o al escuchar los sonidos propios del funcionamiento de los sistemas mecánicos del vagón, lo que me pasa es que filtro toda esa información sonora a través de un surrealista colador mental, y el resultado es que me doy cuenta de que no existo en absoluto, que todos esos ruidos y movimientos que están "en mi exterior" acontecen en un tiempo y lugar totalmente ajenos a mí, que ocurren por sí mismos sin que haya nadie que los experimente, porque yo como observador desaparezco por completo (o casi). Incluso llego a un punto en que las voces humanas no me son reconocidas como tales, sino como un caudal sonoro indescifrable comparable al rumor del agua de un río. Después, cuando ya estoy plenamente despierto, recapacito sobre ello y me doy cuenta de que un estado mental como el mencionado bien pudiera ser el que se identifica como "meditación" por las culturas orientales.
Pero lo que más me gusta, me maravilla y recomendaría, es permanecer en estado de duermevela mientras escucho música. Como en duermevela uno se olvida de quién es, y el "yo" desaparece, ese vacío que queda se llena de música, y por tanto uno no escucha música, sino que ES música. Me identifico con cada canción (no me refiero a la letra, sino a los sonidos) como si mi respirar y el fluir de mi sangre fueran notas músicales, instrumentos y voces brotando de una fuente invisible.
Recuerdo especialmente que, cuando escuché por primera vez el álbum "Sgt. Peppers Lonely Heart´s Club Band" de The Beatles, lo hice tumbado en la cama después de comer y en estado de duermevela. Y fue una experiencia tremendamente curiosa (sobre todo cuando sonó "Within You Without You"). No sé lo que se siente al probar sustancias alucinógenas o al alcanzar la iluminación espiritual después de haber pasado años meditando, pero tal vez se parezca en algo a aquello.
Supongo que todas las personas lo experimentamos a diario. A mí concretamente me pasa, sobre todo, cuando voy sentado en el tren echándome una cabezadita, o cuando me quedo recostado en el sofá en un estado de pre-siesta.
Y digo que es mi estado de conciencia favorito porque en esos ratos me olvido progresivamente de quién soy yo como persona individual (con nombre, apellidos y DNI) y me transformo en un punto impersonal de la Conciencia Infinita que se limita a percibir cosas y a generar pensamientos y escenas mentales de forma aleatoria.
Por ejemplo, estando así, con los ojos cerrados y a solo un paso de dormirme, experimento en mi interior escenas de un gran realismo, una especie de sueños muy creíbles, cortísimos y en rápida y cambiante sucesión. Tan pronto aparezco (sin saber quién soy, insisto en ello) junto a una imaginaria tapia de ladrillos y al mirar hacia arriba, en el cielo, descubro un avión enorme volando lentamente, como me teletransporto a un museo con vitrinas de cristal rojo que al tocarlas desaparecen instantáneamente, permitiéndome coger los objetos preciosos que hasta entonces protegían. O lo mismo me imagino una ciudad vista desde una gran altura, y de pronto hago un rápido zoom visual hacia una de las millones de ventanas de los edificios y me encuentro observando de cerca a un señor con sombrero y gabardina al estilo "janfribogar" tomándose un café en la barra de un bar. O me descubro sin venir a cuento curioseando varios libros entre unas viejas estanterías que en la siguiente escena han desaparecido dejando paso a unas construcciones de piedra antiquísimas erigidas por las civilizaciones pre-incaicas. Todo ello, y muchísimo más (me resulta imposible describirlo con cierta coherencia, precisamente porque carece de ella) a una velocidad de vértigo y sin levantar la cabeza del reposabrazos de mi sofá rojo.
Respecto a lo que comentaba de ir en el tren en semejante estado, los efectos son algo diferentes, pero igualmente curiosos. También pueden aparecer en mi mente adormecida escenas como las descritas, pero por lo general al encontrarme rodeado de otros pasajeros que van hablando entre ellos, haciendo ruidos, o al escuchar los sonidos propios del funcionamiento de los sistemas mecánicos del vagón, lo que me pasa es que filtro toda esa información sonora a través de un surrealista colador mental, y el resultado es que me doy cuenta de que no existo en absoluto, que todos esos ruidos y movimientos que están "en mi exterior" acontecen en un tiempo y lugar totalmente ajenos a mí, que ocurren por sí mismos sin que haya nadie que los experimente, porque yo como observador desaparezco por completo (o casi). Incluso llego a un punto en que las voces humanas no me son reconocidas como tales, sino como un caudal sonoro indescifrable comparable al rumor del agua de un río. Después, cuando ya estoy plenamente despierto, recapacito sobre ello y me doy cuenta de que un estado mental como el mencionado bien pudiera ser el que se identifica como "meditación" por las culturas orientales.
Pero lo que más me gusta, me maravilla y recomendaría, es permanecer en estado de duermevela mientras escucho música. Como en duermevela uno se olvida de quién es, y el "yo" desaparece, ese vacío que queda se llena de música, y por tanto uno no escucha música, sino que ES música. Me identifico con cada canción (no me refiero a la letra, sino a los sonidos) como si mi respirar y el fluir de mi sangre fueran notas músicales, instrumentos y voces brotando de una fuente invisible.
Recuerdo especialmente que, cuando escuché por primera vez el álbum "Sgt. Peppers Lonely Heart´s Club Band" de The Beatles, lo hice tumbado en la cama después de comer y en estado de duermevela. Y fue una experiencia tremendamente curiosa (sobre todo cuando sonó "Within You Without You"). No sé lo que se siente al probar sustancias alucinógenas o al alcanzar la iluminación espiritual después de haber pasado años meditando, pero tal vez se parezca en algo a aquello.
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