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Posteo el artículo de opinión publicado hoy en la sección diaria de opinión de Fernando Delgado (que suelo leer a diario) del diario Levante-El Mercantil Valenciano,porque me ha encantado,coincido (oootra vez) plenamente con él y además pongo otro artículo de opinión del mismo diario de hoy que trata el mismo tema.Ahí van:
POPULISMO Y DEMAGOGIA
Fernando Delgado
Seguramente Evo Morales se ha pasado al decidir, sin más, que «se acabó el saqueo de nuestros recursos naturales por empresas extranjeras». Sobre todo porque habrá que ver cómo se gestionan ahora esos recursos y de qué modo responde a los chantajes que se le hagan desde donde hay otros recursos que los bolivianos necesitan. Pero las amplias ganancias de los que vienen explotando los recursos de los bolivianos y el poco provecho que los bolivianos obtienen de sus propios recursos no parece que lo discuta nadie. En cualquier caso, la patria allí se llama recursos propios, y es verdad que las patrias son con frecuencia más sentimiento que razón. Pero cuando el sentimiento coincide con la precariedad, y desde la escasez contempla el nativo cómo el extranjero se llena el bolsillo y a su alrededor cunde el hambre, la patria tiene también sus razones. Sin embargo, a estas razones, que hay que matizar naturalmente, se le suele denominar demagogia: «halago de la plebe para hacerla instrumento de la propia ambición política». Es decir: exactamente lo que aquí se hace con el agua, por poner un ejemplo. Pero aquí la demagogia la hacen los ricos, con lo cual parece cambiar de nombre. En Bolivia la demagogia la hacen los pobres y a la gestión de esa demagogia se le llama populismo, que debe ser algo así como la populachería: «fácil popularidad que se alcanza entre el vulgo, halagando sus pasiones». O sea: la demagogia y el populismo necesitan siempre la pobreza como caldo de cultivo. Pero si los pobres reaccionan, con demagogia y por efectos del populismo, se les echa en cara casi como un delito de ignorantes peligrosos. Mientras, parece que el equilibrio está en quienes han venido fomentando la pobreza del otro y la avaricia propia. Parece que se les exija a los pobres ilustrarse para defenderse cuando la carencia de educación de los pobres no es útil para que cunda la demagogia del poderoso.
EL GAS DE LOS BOLIVIANOS
Rafael Torres
Bolivia es, simultáneamente, uno de los países más ricos del mundo y uno de los países más pobres de la Tierra. Sus yacimientos de hidrocarburos rinden, en un mundo de total dependencia hacia ellos, enormes beneficios, pero esos beneficios no repercuten en los bolivianos, sus dueños legítimos, porque se los embolsan las multinacionales del sector radicadas en su suelo y los pocos bolivianos pertenecientes a la casta que desde antiguo han dominado el país y que se ha enriquecido ominosamente intermediando para las empresas extranjeras, a quienes otorgaron a cambio de jugosas comisiones y mordidas la explotación de la riqueza nacional. Lógicamente, el más elemental sentido del decoro y de la justicia, así como el indiscutible principio político de la soberanía nacional, avalan la decisión del gobierno de don Evo Morales de nacionalizar esa riqueza, esto es, de rescatarla y regresarla al pueblo para su disfrute, su elevación y su bienestar.
La derecha dineraria internacional, que muy a menudo no ama a otra patria que no sea la de los dividendos, se ha alarmado extraordinariamente ante el decreto nacionalizador del presidente Morales, un decreto, por lo demás, que simplemente limita los beneficios de las multinacionales dentro de la lógica y la equidad que deben regir las leyes de la economía y del mercado internacionales. Se trata de renegociar las condiciones de explotación y comercialización de los yacimientos para conseguir que su propietarios ancestrales, los bolivianos que además constituyen la mano de obra, se beneficien de aquello que hasta hoy iba a parar, casi íntegro y sin detenerse en Bolivia, a las cuentas corrientes de los magnates extranjeros. Claro que tan benéfica y saludable determinación ha colocado una diana en el pecho del presidente Morales, pues las cavernas del dinero no asimilan que un indio y un pueblo determinados a vivir en democracia reivindiquen su dignidad.
Fuente: www.levante.emv.com
Un 10 para los dos.
Un saludo.
POPULISMO Y DEMAGOGIA
Fernando Delgado
Seguramente Evo Morales se ha pasado al decidir, sin más, que «se acabó el saqueo de nuestros recursos naturales por empresas extranjeras». Sobre todo porque habrá que ver cómo se gestionan ahora esos recursos y de qué modo responde a los chantajes que se le hagan desde donde hay otros recursos que los bolivianos necesitan. Pero las amplias ganancias de los que vienen explotando los recursos de los bolivianos y el poco provecho que los bolivianos obtienen de sus propios recursos no parece que lo discuta nadie. En cualquier caso, la patria allí se llama recursos propios, y es verdad que las patrias son con frecuencia más sentimiento que razón. Pero cuando el sentimiento coincide con la precariedad, y desde la escasez contempla el nativo cómo el extranjero se llena el bolsillo y a su alrededor cunde el hambre, la patria tiene también sus razones. Sin embargo, a estas razones, que hay que matizar naturalmente, se le suele denominar demagogia: «halago de la plebe para hacerla instrumento de la propia ambición política». Es decir: exactamente lo que aquí se hace con el agua, por poner un ejemplo. Pero aquí la demagogia la hacen los ricos, con lo cual parece cambiar de nombre. En Bolivia la demagogia la hacen los pobres y a la gestión de esa demagogia se le llama populismo, que debe ser algo así como la populachería: «fácil popularidad que se alcanza entre el vulgo, halagando sus pasiones». O sea: la demagogia y el populismo necesitan siempre la pobreza como caldo de cultivo. Pero si los pobres reaccionan, con demagogia y por efectos del populismo, se les echa en cara casi como un delito de ignorantes peligrosos. Mientras, parece que el equilibrio está en quienes han venido fomentando la pobreza del otro y la avaricia propia. Parece que se les exija a los pobres ilustrarse para defenderse cuando la carencia de educación de los pobres no es útil para que cunda la demagogia del poderoso.
EL GAS DE LOS BOLIVIANOS
Rafael Torres
Bolivia es, simultáneamente, uno de los países más ricos del mundo y uno de los países más pobres de la Tierra. Sus yacimientos de hidrocarburos rinden, en un mundo de total dependencia hacia ellos, enormes beneficios, pero esos beneficios no repercuten en los bolivianos, sus dueños legítimos, porque se los embolsan las multinacionales del sector radicadas en su suelo y los pocos bolivianos pertenecientes a la casta que desde antiguo han dominado el país y que se ha enriquecido ominosamente intermediando para las empresas extranjeras, a quienes otorgaron a cambio de jugosas comisiones y mordidas la explotación de la riqueza nacional. Lógicamente, el más elemental sentido del decoro y de la justicia, así como el indiscutible principio político de la soberanía nacional, avalan la decisión del gobierno de don Evo Morales de nacionalizar esa riqueza, esto es, de rescatarla y regresarla al pueblo para su disfrute, su elevación y su bienestar.
La derecha dineraria internacional, que muy a menudo no ama a otra patria que no sea la de los dividendos, se ha alarmado extraordinariamente ante el decreto nacionalizador del presidente Morales, un decreto, por lo demás, que simplemente limita los beneficios de las multinacionales dentro de la lógica y la equidad que deben regir las leyes de la economía y del mercado internacionales. Se trata de renegociar las condiciones de explotación y comercialización de los yacimientos para conseguir que su propietarios ancestrales, los bolivianos que además constituyen la mano de obra, se beneficien de aquello que hasta hoy iba a parar, casi íntegro y sin detenerse en Bolivia, a las cuentas corrientes de los magnates extranjeros. Claro que tan benéfica y saludable determinación ha colocado una diana en el pecho del presidente Morales, pues las cavernas del dinero no asimilan que un indio y un pueblo determinados a vivir en democracia reivindiquen su dignidad.
Fuente: www.levante.emv.com
Un 10 para los dos.
Un saludo.