pussycontrol
HideOuter Gayhetero
¿Así sí?
Hay cierto control emocional sobre las mujeres que se inicia en la infancia coartando las manifestaciones de agresividad o los impulsos defensivos.
Cuando una niña va creciendo recibe mensajes constantes acerca de la inadecuación del enfado, del hecho de ser considerada demasiado emotiva, brusca, poco femenina o directamente una histérica.
Lo que en un niño reafirma su carisma en una niña es un demérito claro y así nos socializamos diferencialmente sintiendo que determinadas emociones no se nos permiten.
Las mujeres acabamos pidiendo perdón por sentirnos mal, por expresarnos con contundencia al vivir algún daño u ofensa y ante el miedo al juicio ajeno muchas veces optamos por callarnos o dulcificar nuestras peticiones o discursos.
Este mecanismo de control social interiorizado es muy peligroso ya que nos hace dudar de nosotras mismas constantemente, nos coloca en sumisión en las relaciones afectivas y en lo cotidiano acabamos por no saber distinguir bien cuándo y cómo hay que cabrearse y defenderse o no.
Es fácil ahí depositar nuestro poder en manos de otros o bien acabar pareciendo un equipo musical desintonizado:
O apenas se nos oye o subimos la voz y nos desgañitamos.
¿Me tengo que enfadar?
¿Me he pasado?
¿Van a pensar de mí que...?
¿Seré muy excesiva?
María Sabroso.
Hay cierto control emocional sobre las mujeres que se inicia en la infancia coartando las manifestaciones de agresividad o los impulsos defensivos.
Cuando una niña va creciendo recibe mensajes constantes acerca de la inadecuación del enfado, del hecho de ser considerada demasiado emotiva, brusca, poco femenina o directamente una histérica.
Lo que en un niño reafirma su carisma en una niña es un demérito claro y así nos socializamos diferencialmente sintiendo que determinadas emociones no se nos permiten.
Las mujeres acabamos pidiendo perdón por sentirnos mal, por expresarnos con contundencia al vivir algún daño u ofensa y ante el miedo al juicio ajeno muchas veces optamos por callarnos o dulcificar nuestras peticiones o discursos.
Este mecanismo de control social interiorizado es muy peligroso ya que nos hace dudar de nosotras mismas constantemente, nos coloca en sumisión en las relaciones afectivas y en lo cotidiano acabamos por no saber distinguir bien cuándo y cómo hay que cabrearse y defenderse o no.
Es fácil ahí depositar nuestro poder en manos de otros o bien acabar pareciendo un equipo musical desintonizado:
O apenas se nos oye o subimos la voz y nos desgañitamos.
¿Me tengo que enfadar?
¿Me he pasado?
¿Van a pensar de mí que...?
¿Seré muy excesiva?
María Sabroso.