Y como soy un hijo de la movida de este país-bueno casi que en los momentos álgidos era mas un renacuajo que otra cosa-me decido a crear este post dedicado a tanta música cantada en español (casi toda) que me hizo tan feliz en mi época adolescente, y aun a día de hoy of course.
Y no se puede empezar mejor con este verdadero documento audiovisual en el que
Vicky Larraz -hasta entonces vocalista
de Olé, Olé -presenta tan grata y amablemente a su relevo en dicho grupo:
Precisamente, ese breve acto de presentación en sociedad, en TVE, de la nueva vocalista del grupo al que, paradójicamente, había pertenecido Larraz hasta no mucho tiempo atrás, pareció abrir un período de desencuentro y hostilidad entre las dos protagonistas, el cual iría
in crescendo conforme Sánchez fue consolidándose como líder del mismo, hasta eclipsar, con el transcurso de los años -en mi opinión, así sucedió- la estela de su predecesora en tal puesto.
Al parecer, el entorno próximo a Sánchez aireó que Marta no sobrellevó bien el hecho de que, tras un corto intercambio de palabras, Vicky cediera el turno de palabra -a los escasos segundos de iniciado el diálogo, tal y como se atestigua en el vídeo- a los restantes miembros de la banda, interpretándolo como un ejercicio de minusvaloración hacia su persona. Hay que entender que, en ese punto, a Sánchez no se le conocía periplo alguno en la música popular española, más allá de un anecdótico paso por el prácticamente desconocido grupo
Cristal Oskuro, de cuya una de sus actuaciones un técnico de sonido, Tino Ozores, captó su atención en ella, reparando en sus servicios como posible relevo de una Larraz, ya decidida a embarcarse en su propia singladura, al margen de
Olé Olé. Y que, por otra parte, a Marta siempre se la ha reconocido, en la industria, como portadora de un temperamento muy complejo, susceptible a todo tipo de equívocos y malentendidos.
Debió resultar, de todos modos, bastante incómodo para Vicky Larraz, a lo largo de los ochenta, ser testigo de cómo su plan de ascensión al primer plano mediático y musical viró al traste, creyendo que, por sí misma y con el amparo de macrocampañas de promoción y márketing se haría todo un nombre en el panorama de la época, no sólo viendo cómo esta previsión no se cumplía -terminaría emigrando a EE.UU. pocos años después, como presentadora en magacines menores, en busca de nuevos horizontes como revulsivo a una carrera pentagrámica desenfocada y varada en punto muerto-, sino que su aparente sucesora la empequeñecía a todas luces, encumbrando al grupo a la cúspide comercial, de la que se despeñó tras su marcha, en 1990.
Tras años de pretendida y enconada rivalidad personal, atizada, o no, quién sabe, por sus respectivos publicistas, parecen haber enterrado el hacha de guerra en los últimos tiempos, en una etapa en la que ambas no atraviesan por su mejor momento profesional. De hecho, en 2017, simularon ficticiamente una suerte de polémica en redes sociales, la cual no supuso sino el anticipo a un tráiler de Netflix, en el que dieron rienda suelta a las cuentas pendientes que, reales o simuladas, habían ido acumulando entre ellas. El montaje, como púgiles en el cuadrilátero, como mínimo, no tiene desperdicio alguno. Muy
kitsch. Todo sea, con tal de preservarse en el candelero, ante la falta de buenas noticias que protagonizar, en tiempos de poca inspiración, en sus desempeños mutuos: