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Nuevo Libro "Jacksonismo" de Mark Fisher

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Jacksonismo. Michael Jackson como síntoma

ISBN: 978-987-1622-28-3
Editorial: Caja Negra
Año de la edición: 2014
Colección: Synesthesia
Traductor: Cecilia Pavón
Encuadernación: Rústica con solapas
Formato: 14x19
Páginas: 249
Idiomas: Castellano
Tipo: LIBRO
Pvp. 22.00 €

Como nos advierte Mark Fisher, este libro nació de la convicción de que la muerte de Michael Jackson debía ser abordada por algo más que tributos fáciles o biografías abultadas. Sus autores -una selección de críticos culturales y musicales entre los que se encuentran Tan Penman, Simon Reynolds, Barney Hoskyns y Steven Shaviro- coinciden en que su obra y su vida son un síntoma que requiere ser interpretado, y que su muerte, ocurrida justo después de la última crisis financiera y de la elección de Barack Obama como presidente de los Estados Unidos, marcó el final de una era que él más que nadie había ayudado a definir.

Muñecos, zombies, colosos, cyborgs, objetos fetiche y personajes de fantasía como Peter Pan o Mickey Mouse, que obsesionaron por completo a Michael Jackson, habitan estos ensayos no solo como testimonio del encantamiento y la hechicería con la que impregnó toda su obra, o como presagio de los desastres personales que erosionaron su carrera, sino ante todo como jeroglíficos en cuya superficie se refleja la trama que conecta a Jackson con la expansión del mundo neoliberal, globalizado y hipermediatizado en el que vivimos hoy. Ese proceso, que comenzó en la década del ochenta y que implicó la mercantilización de todos los aspectos de la vida, encontró en el Rey del Pop -la mercancía más absoluta y universal- a su mayor promulgador. Su cuerpo -cuerpo postracial, posthumano y andrógino- encarnó la voluntad de dominación planetaria del capital, su capacidad implacable de abstraerlo todo y al mismo tiempo investirlo con una fuerza libidinal irresistible. Tan irresistible como las performances con las que Jackson nos encandiló a lo largo de nuestras vidas, y frente a las cuales los autores de este libro se rinden una y otra vez como si se tratara de un fascinante, perturbador y completamente inasible misterio.

CONTENIDO:

Introducción: Michael Jackson, el síntoma, por Mark Fisher

1. El niño que iba a volar: Michael Jackson, por Barney Hoskyns
2. Él está fuera de nuestras vidas: Michael Jackson, 1958-2009, por Barney Hoskyns
3. Los veinte grandes hits de Michael Jackson, por Paul Lester
4. El fin del jacksonismo, por Mark Fisher
5. La utopía del pop: la promesa y la decepción de Michael Jackson, por Steven Shaviro
6. El "rey" ha muerto; larga vida a todo lo demás, por David Stubbs
7. Michael Jackson en el restaurante Vingtiéme Siécle, por Joshua Clover
8. Michael Jackson contra el espíritu de gravedad, por Dominic Fox
9. La abstracción real de Michael Jackson, por Jeremy Gilbert
10. Los dos cuerpos del Rey del Pop, o Thriller como alegoría, por Reíd Kane
11. Guante, medias, zombies, títeres. Maniobras de Unheimlich y metonimias muertas en vida de Michael Jackson, por Sam Davies
12. Don't stop `til you beat it. Michael Jackson en el límite del riff dialéctico post-racial, por Suhail Malik
13. El maharaja del pop. Michael Jackson y Bollywood, por Geeta Dayal
14. "You're just another part of me". Captain EO y la metafísica de la ONG, por Evan Calder Williams
15. "Stalin's tomb won't let me be". Michael Jackson como déspota, por Owen Hatherley
16. Ambición, por Simon Reynolds
17. Un diseño para la vida: la construcción de Michael Jackson, por Charles Holland
18. El laberinto de Michael: el tabloide sublime, por Alea Williams
19. Historias tristes sobre reyes muertos: Michael Jackson y Elvis Presley, por Ken Hollings
20. Notas para un exorcismo ritual del rey muerto, por Ian Penman
 
Por cierto, la misma editorial Caja Negra ha editado hace dos años este otro libro, que seguramente no verse mucho (o nada) sobre MJ, pero que curiosamente ha usado aquellas 5 figuritas piratoides para ilustrar su portada... (clic)

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retromanía la adicción del pop a su propio pasado - simon reynolds comprar el libro en tu libreria online BuscaLibre.com

Lo comentamos aquí es su día http://mjhideout.com/forum/noticias...del-pop-a-propio-pasado-de-simon-reynols.html

nuestra amiga Dulce encontró algo que ya me puso de muy mala leche y finalmente recuerdo que como dije,lo hojee y leí en la Fnac y me dejo sin ganas de más comentarios...Su contenido paso a la papelera de mi disco duro mental y me quedé con una sensación...sensación que ahora me recuerda que es un libro a no comprar,yo no perdería el tiempo ni en leerlo...infumable, el petulante que lo escribe me pareció que se tiraba el rollo psicoanalista de turno, que en ocasione sube a los altares para luego bajar a la miseria aquello que adoró dos líneas antes...se quedó bien agustico :mad: como siempre, uno más aprovechando el filón que tiene a la hora de vender poner a Michael en ello.
Cómo será la cosa Walt, que yo que tengo memoria de Dori al ver esa portada me he acordado del mal sabor de boca ;)
 
Última edición:

El fin del jacksonismo

Por Mark Fisher

Lo que me obsesionaba durante las primeras horas o días después de la muerte de Michael Jackson, mientras miraba todos sus videos emitidos una y otra vez por los canales de música, mientras escuchaba las charlas de la gente en bares y plazas, todos, a esa altura, bien entrenados en las rutinas de las muertes mediáticas, lo que me obsesionaba era la diferencia entre el aspecto que tenía Michael Jackson en los videos de Off the Wall y el que tenía en los de Thriller. No me refiero a la cirugía o, más bien, no me refiero solamente a la cirugía. Las operaciones –en ese momento, “apenas” un ensanchamiento de ojos estilo Disney, un afinamiento de nariz a lo Diana Ross, y un leve blanqueamiento de la piel: nada en comparación con la carnicería deformante, digna de Cronenberg, que vendría unos años después– no son más que un síntoma del cambio que uno puede ver en la cara y el cuerpo de Jackson. Ya entonces algo había desaparecido, algo que nunca regresaría.

La muerte de este rey (“mi hermano, el legendario Rey del Pop”, como lo describió Jermaine Jackson durante la conferencia de prensa en la que se anunció su muerte, frase con la que parecía querer darle a Michael su título oficial), antes que en el accidente automovilístico de lady Di, hacía pensar en Elvis pasando tristemente de la narcosis catatónica al largo adiós. Tal vez haya sido Elvis el único que logró instalarse en el cuerpo y los sueños de prácticamente cada ser humano con el mismo grado que Jackson, tanto en el nivel microscópico del goce como en la dimensión macro de los complejos de “memes” del espectáculo. Michael Jackson: un personaje tan repetido y consumido en el videodromo que es casi imposible pensar que sea humano... porque obviamente no lo era; volverse carne de video fue el precio de la inmortalidad, y eso significó morir en vida, y nadie lo supo mejor que Michael Jackson.

Los escritos de Greil Marcus sobre Jackson, o mejor dicho sobre el jacksonismo, forman parte de sus comentarios más sagaces sobre el pop y la economía política. Presentado como un estudio sobre cómo los Sex Pistols fueron la culminación de una “historia secreta” de las vanguardias del siglo XX, el ensayo Rastros de carmín, de Greil Marcus, hablaba del acontecimiento del punk (“76-78”) y también de su oscurecimiento intencional. Marcus entendió rápidamente el rol central que jugó el jacksonismo en ese ocultamiento. Una nueva forma de control emergió cuando los centros comerciales, los VHS, los discos con fines de caridad y la publicidad televisiva se volvieron aspectos intercambiables del mismo paisaje de mercancías mediáticas: un sentimentalismo consensuado como videodromo. Pues bien, todo eso era nuevo entonces, pero es muy viejo hoy; y se ha vuelto casi imperceptible ahora que nos hemos acostumbrado a vivir dentro de ese paisaje. Era realismo capitalista en forma de entretenimiento, y todos lo compramos, nos gustara o no: Thriller imponía su propio principio de realidad, estaba allí como parte de cada viaje al trabajo, como una serenata a cada recado, como un referente a cada compra, como un hecho que formaba parte de la vida de todos. No tenía por qué gustarte. Sólo tenías que reconocer esa realidad, aunque en cierto modo, en el año de Michael Jackson, reconocerla implicase que el disco te gustaba.

El 6 de julio de 1984, cuando los Jackson dieron en Kansas City, Missouri, el primer concierto de su gira Victory, treinta años y un día después de que Elvis Presley grabara su primer disco en Memphis, Tennessee, el jacksonismo había producido un sistema de mercantilización tan completo que todo objeto o persona que fuese admitido se convertía instantáneamente en una nueva mercancía. La gente ya no consumía mercancías en el sentido convencional del término (discos, videos, posters, libros, revistas, llaveros, pendientes, collares imperdibles, botones, pelucas, aparatos para alterar la voz, pepsis, camisetas, ropa interior, sombreros, bufandas, guantes, chaquetas... ¿y por qué no había unos jeans llamados Billie Jeans?), sino que consumía sus propios gestos de consumo. Es decir, no consumían a un Michael Jackson taylorista, o cualquier facsímil autorizado, sino a ellos mismos. Montar en una cinta de Moebius de puro capitalismo, eso era la transubstanciación.

(...) Off the Wall se encuentra todavía influenciado por Saturday Night Fever, delirando con la dulce promesa veraniega de la música disco. En este álbum, Quincy Jones y Jackson construyeron una suite de canciones que hizo por la cultura negra de fines de los setenta lo mismo que las novelas y relatos de Scott Fitzgerald habían hecho por un momento americano anterior más blanco y más pudiente: lograron que las frágiles evanescencias de la juventud y la danza se transformaran en bellos mitos, enlazados con fabulosas añoranzas que no podían ni contener ni agotar.

Los temas de Off the Wall tienen un contoneo sencillo que Michael Jackson encarna en sus pasos de baile y en su sonrisa. La sonrisa puede haber sido falsa, pero parecía auténtica. A esta altura, Jackson era capaz de, al menos, simular alegría (diversión) de manera convincente. En consecuencia, Off the Wall es su obra maestra; el LP cumbre del género disco, la música disco como teología, las canciones, himnos seculares a la divinidad disco, la “fuerza” impersonal, la pulsión no humana que hace que la vida avance, pero no tiene nada que ver con lo vital. Jackson iba a hacer mejores canciones –o una canción mejor–, pero ninguno de los LP que iban a venir, incluido Thriller, en gran parte anodino, se acerca siquiera a Off the Wall. Es el diario de un seductor cantado por alguien que ha sido él mismo seducido, un seductor que ha dejado todo por el baile (...)

Sí, algo desapareció después de ese disco. No se trata solamente de que Jackson fuera todavía un joven negro –y un joven negro atractivo, con ojos chispeantes de deseo–, antes del sepulcro emblanquecido en el que se transformaría una década después... Pensemos en el video escalofriante de “The Way You Make Me Feel”, Jackson acosando a una mujer (aunque a esta altura ya es imposible creer que alguna vez las haya deseado) por una calle oscura, tarde en la noche. Su aspecto es a la vez sexualmente agresivo (su cara en proceso de desintegración, ahora contorsionada en una constante y desdeñosa mueca de Pierrot) y sexualmente neutro, como si la performance, cada vez más absurda, de la intimidación a través de las posturas de pavo real fuera el sustituto de cualquier deseo sexual real. No es solamente que en Off the Wall todavía no hubiera perdido la raza y el sexo, pues la “desexualización” y el borramiento de la raza pueden haber sido justamente un rechazo a la etnización y sexualización compulsivas, que han acompañado a la restauración del poder y los privilegios en los últimos treinta años. Y Michael Jackson podría haber sido un emblema de la universalidad queer, si su disforia y su rareza hubieran encontrado la forma de llegar a la música. Lo que llegó, en cambio, fue un Edipo gótico con sus dramas privados (muy públicos) y un sentimentalismo consensuado que se reflejó en insípidas canciones artificialmente edulcoradas.

Pero antes de que el fenómeno Thriller redujera a Jackson a ser solamente una pequeña parte de una hipermercancía –pronto sería sólo un componente biótico enloqueciendo en el medio de una enorme maquinaria multimedia con su nombre–, antes de todo eso, estuvo “Billie Jean”. “Billie Jean” no es sólo uno de los mejores singles que jamás se hayan grabado, es una de las más grandes obras de arte del siglo XX, una escultura sonora con múltiples niveles cuyos aires de pantera sintética y furtiva todavía revelan detalles novedosos treinta años después. El único paralelo remoto que se me ocurre en el pop de los ochenta es la arquitectura sónica que Arif Mardin diseñó para Chaka Khan en “I Feel For You”.

Es posible que el cansancio de haberla escuchado tantas veces haga que uno cambie el dial cuando aparece “Billie Jean” en la radio. Pero al dejarla sonar, uno se siente muy pronto cautivado por su drama, seducido hacia su espacio ficcional sónico, las malvadas calles y los helados departamentos para familias monoparentales que ahora rodean la pista de baile todavía encendida, como un destino cargado de conspiración. Escucharla es como subirse a una cinta transportadora. Y eso es lo que su sonido evoca, cuando el implacable y sinuoso secuenciador del bajo sintético se apodera del enorme espacio abierto por los crujientes tambores que Jones y Jackson secuestraron inconscientemente del hip hop. Traten de escuchar, si es que pueden seguir concentrados mientras el tema repta por su espina dorsal y luego baja a sus pies, encarnando perfectamente la compulsión sobre la que la letra nos alerta... traten de escuchar el primer sonido que emite Jackson: no son palabras sino hipos y aullidos inhumanos, sin sentido, como si se hubiese quedado sin aire, o estuviese aprendiendo a hablar otra vez después de un episodio de afasia.

Diez años después del soul psicodélico, este es un soul cyborg, con Jackson tan articulado como alguna vez lo fue Grace Jones; en parte, por el funcionamiento a la James Brown de sus tics vocales que desmontan el lenguaje (esos hi-hiis, los ooohs divorciados a la fuerza de los du duás de la comunidad callejera, para circular como espectros sin cuerpo en los baldíos plagados de sobrevivientes del centro, en una ciudad arrasada por las medidas económicas de la era Reagan) y, en parte, por los deslumbrantes arreglos. Noten la forma en que el primer ataque de cuerdas ensombrece el tema, como los pasos de un acosador que se pierde en el viento frío como una niebla cargada de rumores. Sientan cómo la tensión les aumenta en los dientes, mientras el interludio se prepicita hacia el coro, rogando por una liberación (“The smell of sweet perfume / This happened much too soon” (El aroma del dulce perfume / sucedió demasiado rápido) que uno ya sabe que únicamente terminará en arrepentimiento, recriminación y humillación, pero que, de todas formas, no puede dejar de desear. Un deseo tan intenso que amenaza con fragmentar la psiquis, o exponer la forma en que la psiquis está siempre, de antemano, escindida en dos agencias antagonistas: “Just remember to always think twice” (recuerda pensar siempre dos veces). ¿Y qué es lo que canta después? ¿“Do think twice” (piensa dos veces)? ¿O acaso, en una exclamación del yo que resuena como un “don’t think twice” (no pienses dos veces)? Todo se disuelve en una alucinación auditiva, la cronología se vuelve confusa, las oscuras esquirlas de cuerdas tiemblan. Jackson está enojado con su acusadora (y con sus fans que lo atraparán para convertirlo en ícono: “Billie Jean” es el equivalente de Misery en el universo del pop), pero también está triste, atormentado y suplica (al gran Otro, con una lógica falaz: no fui yo, no pude evitarlo), mientras elementos de su voz rodean una psiquis sin centro. Noten que es una canción que trata exactamente sobre las cosas de las que Marcus habla en Rastros de carmín: la seducción a través del espectáculo, la forma en que las vidas cotidianas están contaminadas y poseídas por la pantalla (“She was more like a beauty queen / From a movie scene” (ella era más como una reina de belleza de una escena de película). Billie Jean –que fue una canción moderna sin esfuerzo, un nuevo tipo de soul desprovisto del más mínimo indicio de pastiche– fue capaz de dramatizar ese fenómeno; tal vez lo que escuchamos es el mismísimo proceso de sometimiento, Jackson transformándose en la marca. Después, habrá pocos destellos de un afuera.

¿Pero exactamente qué se había perdido? La teoría situacionista que Marcus expone en Rastros de carmín está hecha de un bergsonianismo críptico, la idea de que la reificación consiste en el endurecimiento y calcificación del cuerpo vivo. Pero, ¿y si no se tratara de lo orgánico sometido por lo inorgánico sino de un ser inorgánico reemplazado por otro? La danza se relaciona siempre con la pulsión de muerte, con el disciplinamiento libidinal del cuerpo, con el acto de forzar el cuerpo para que adopte posturas y formas no naturales (cuando Jackson sorprende, ocasionalmente, después de “Billie Jean”, es más por su forma de bailar que de cantar, como sucede, por ejemplo, en su literalización de la pose del gangster que parece ir imposiblemente contra la gravedad). “Todo artista”, escribe Nietzsche en Más allá del bien y del mal, “sabe que su estado ‘más natural’, esto es, su libertad para ordenar, establecer, disponer, configurar en los instantes de ‘inspiración’, está muy lejos del sentimiento del dejarse ir, y que justo en tales instantes él obedece de modo muy riguroso y sutil a mil leyes diferentes, las cuales se burlan de toda formulación realizada mediante conceptos, basándose para ello cabalmente en su dureza y en su precisión (comparado con éstas; incluso el concepto más estable tiene algo de fluctuante, multiforme, equívoco)”.

Bailar es precisamente subordinar el cuerpo a lo que Nietzsche llama “las leyes arbitrarias”; y finalmente, después de la severa dedicación de Jackson, esa subordinación produce una inspiración que sujeta y microdirige el cuerpo. Surge aquí un modelo de libertad diferente del modelo neoliberal centrado en la “elección” que Jackson promovió cuando transformó “Billie Jean” en un comercial para Pepsi. Cantando sobre la elección, actuando en vivo en un show muerto, Marcus acierta al decir que se trató de “una actuación de club de lujo rígida, impersonal y superensayada, inflada con rayos láser y estallidos sónicos”. ¿Y cuántos grandes shows de la industria del entretenimiento de los últimos veinte años podrían incluirse en esa definición?

“Michael Jackson, que comenzó el año de bailarín, se había convertido en un trozo de madera” (Marcus otra vez). Pero, ¿qué habría pasado si hubiera permanecido como bailarín? ¿Y si sus movimientos se hubieran liberado de ese espectáculo de club nocturno? ¿Y si el joven negro de los videos de Off the Wall no hubiera desaparecido?

Mark Fisher es periodista y profesor de filosofía. Escribe para The Wire y Sight & Sound y vive en Londres.

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Otro texto del mismo libro..

Fue uno de los artistas más populares de la historia y la primera estrella pop del mundo globalizado. Y esa fama sideral, desconocida antes e irrepetible después, lo convirtió en icono en vida, lo arrastró a los extremos de la excentricidad y lo fue diluyendo como músico, congelándolo en un personaje fascinante y a la vez patético con ocasionales destellos de enorme talento. A cinco años de su tan previsible como impactante muerte, Michael Jackson sigue siendo un signo de los tiempos, un cuerpo sobre el que se inscribieron todos los excesos del consumismo y un ídolo que disparó la prevalencia absoluta de la música negra en el mundo. Coincidiendo con la salida de un nuevo y muy buen disco póstumo, Xscape, esta semana llega a las librerías Jacksonismo. Michael Jackson como síntoma (Caja Negra), del cual Radar anticipa algunos de los textos en los que destacados críticos musicales vuelven su mirada sobre las diversas facetas del último Rey del Pop.

por Barney Hoskyns

En septiembre de 1979, mi amigo Dvitt Sigerson (en ese momento, un excelente escritor blanco que escribía sobre música negra; después, el director de Island Records de los Estados Unidos, y más tarde el autor de la excelente novela Faithful) me pasó una copia de Off the Wall antes de que se editara y me dijo que ese disco iba a hacer de Michael Jackson una superestrella.

La tapa no prometía mucho. El título del disco, Off the Wall, expresión que en inglés quiere decir excéntrico, remitía a lo inesperado, lo inusual, pero con su smoking y su peinado afro, el chico adorable que había liderado The Jackson 5 tenía un aspecto tan estrafalario como el de un estudiante camino a su baile de graduación. ¿Qué diferencia podía hacer este álbum, grabado después de varios años deslucidos de los Jacksons post-Jackson 5, en una carrera que parecía candidata segura a extinguirse en el semianonimato sufrido por tantos cantantes de soul de los años setenta?

Escuchar una sola vez “Don’t Stop ‘Til You Get Enough”, el primer tema, funky y electrizante, bastaba para saber que Sigerson tenía razón. Una mezcla tóxica de metales y vientos punzantes, percusión latina ultrasincopada, y los propios grititos de falsetto febriles de Jackson. “Don’t Stop” catapultó la música dance negra hacia una nueva dimensión, a una velocidad endemoniada. Todo el mundo de coreografías heroicas en el que hoy vivimos –desde Prince y Madonna hasta Britney y Beyoncé– sin duda tiene allí su inicio.

Michael había sido siempre la estrella en los Jackson 5: lindo como un pimpollo, de una coquetería propia de alguien de más edad, con un control completo del escenario. ¿Quién podía imaginar entonces que detrás de esa experta sincronización y esa gracia sin esfuerzo se desplegaba un régimen abusivo? Los hermanos parecían tan condenadamente felices... Incluso cuando Michael entró en la pubertad y la adolescencia, y su figura pequeña se estiró y adquirió miembros largos y desgarbados, seguía siendo magnético.

Jackson no fue un innovador. No influyó en el desarrollo de la música pop afroamericana como lo hicieron James Brown, Stevie Wonder, Sly Stone, Jimi Hendrix o Prince. Lo que Michael Jackson poseía era una visión de lo que podía ser un entertainer afroamericano; de Berry Gordy tomó la idea de confeccionar un pop negro para adolescentes blancos y hacerlo global: una estrella híbrida rutilante que empequeñecería incluso a Elvis Presley.

La unión con Quincy Jones era el evento catalizador que Michael necesitaba para dejar atrás a sus hermanos; para enlazar las distancias corrientes del pop negro en una marca distintiva irresistible, utilizando la crema y nata de los músicos de estudio y los técnicos de Los Angeles. Al mezclar las influencias melódicas de los iconos de Motown, Stevie, Marvin y Smokey, con la sensibilidad de Heatwave y con los hermanos Johnson, Jackson y Jones copilotearon un álbum que tenía algo para ofrecerle a cada oyente: la propulsión extática de “Don‘t Stop”, el groove espeso de “Rock with You”, la abyección llorona de “She‘s Out of My Life”. Al final de la era disco de los setenta, Off the Wall sentó un punto de referencia para la década de los ochenta.

Después del Monte Cervino, el Everest: Michael había saboreado el estrellato y se sintió obligado a subir la apuesta. Thriller tomó el molde de su antecesor y le reforzó todavía más los cimientos. Contratar a Eddie Van Halen para que sonara con estrépito en “Beat It” daba la impresión de ser un gesto tan premeditado y trabajado como el de reclutar a Paul McCartney para sonreír afectadamente junto a Jackson en “The Girl Is Mine”. Pero la energía vertiginosa de “Don’t Stop” fue retomada por la frenética “Wanna Be Startin’ Somethin”’, y todo el álbum Off the Wall fue, sin duda, superado por la extraordinaria “Billie Jean”, el relato funky y sinuoso de cómo enfrentar la demanda de paternidad de una groupie trastornada. La mañana siguiente a que ejecutara la canción en el show por el vigesimoquinto aniversario de Motown, frente a 47 millones de personas, con una seguridad sobrenatural, Michael Jackson era sin discusión la estrella más grande del planeta. El video del tema que le daba título al disco lo volvió de nuevo icono de MTV.

Entonces todo empezó a aclararse. Para un joven de veinticuatro años, esencialmente tímido, asustadizo, inmaduro y (como supimos más adelante) terriblemente abusado, el hecho de descubrir de repente que era la persona más famosa del mundo no podía sino tener resultados extraños en su frágil mente. Sin haber llegado a conocer nunca la normalidad, su patología empezó a seguir la disfuncionalidad habitual en un niño famoso: un alejamiento gradual de la realidad marcado por ideas delirantes sobre su identidad. Bad, de 1987, no era solamente un disco malo; era completamente falso respecto de sus impulsos musicales reales, tan artificial como su apariencia física cada vez más extraña y sus ridículos trajes rutinarios. En el momento en que Prince, el rival negro más cercano a Jackson, nos deslumbraba con Parade y Sign O’ The Times, y cuando Public Enemy y NWA estaban haciendo del hip hop la verdadera vanguardia de la cultura negra de la calle, Michael era... bueno, un poquito “cursi”.

En realidad, Michael siempre había sido cursi, algo que no importaba mientras hiciera una música tan radical como “Billie Jean”. Con Bad y los discos igual de horribles que le siguieron, Dangerous (1991), HIStory (1995) e Invincible (2001), daba la impresión de estar tratando de adivinar lo que el público quería, en lugar de escuchar sus propios instintos. Para ser más preciso: había perdido contacto con todo lo que había sido orgánicamente grandioso sobre Michael Jackson. Cuando en los Brit Awards de 1996 Jarvis Coker saltó al escenario durante la performance de Jackson de la horrible y mesiánica “Earth Song”, e hizo como que se tiraba un pedo en dirección a la audiencia, estaba pinchándole el globo a una construcción megalómana y haciendo que todos los fans, salvo los más miopes, se sintieran avergonzados.

Cualquier resto de credibilidad que Michael tuviera a esa altura estaba perdido, y la desesperada autocoronación como el “Rey del Pop”, mote engañoso que le dio Elizabeth Taylor, esa otra niña estrella crónicamente dañada, sólo empeoró las cosas. Los púberes pasando la noche en Neverland no fueron ninguna sorpresa. ¿Así que Peter Pan era un pedófilo? Dígannos algo que no hubiéramos adivinado hacía mucho.

Básicamente, la tragedia de Jackson no es tan extraordinaria, pero se representó en una escala mediática que le hubiera hecho mal hasta a Elvis. Ningún monto de dinero o fama podía curar las heridas psíquicas del pequeño niño golpeado por su padre con visos de ogro. Patrones clásicos de adicción se hicieron evidentes desde el momento en que los cirujanos comenzaron a esculpir el rostro de Michael. Cualquiera que haya visto aquellas espantosas entrevistas de Martin Bashir recordará la grotesca escena en la que un Jackson adicto a las compras gasta sin demasiado interés unos tres millones y medio de dólares en unos cuantos jarrones Imperio de dudoso gusto. Y de forma tristemente previsible, llegó finalmente la adicción de Jackson a las drogas de prescripción médica. Bueno, al menos no se murió sentado en un inodoro.

Michael Jackson no fue el primer entertainer al que la fama volvió loco, y no será el último: observen los recientes casos de Britney Spears, Amy Winehouse y Eminem. Pero si los penosos años finales del “Rey del Pop” no nos dejaron ninguna lección, sin duda los culpables somos todos nosotros.

Barney Hoskyns es cofundador y director editorial de Rock’s Backpages y es biógrafo de Led Zeppelin y Tom Waits.

Página/12 :: radar

:sleep:
 
:-¬:-¬:-¬ que rule, que rule porque sino esto no se lo lee ni Sánchez Dragó :sacabo:

El otro día tenía reservado este libro para ver qué era y ayer caí en la cuenta que es la mima :vom: con diferente traje y claro...despistan un poco en la edición española.

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Smellyjm gracias por el peazo esfuerzo, menos mal que el copia y pega lo pone más fácil pero sigue siendo admirable;)...buena prevención :D

Editando....

:D Perdonar...es que me he quedado algo pensativa después de semejante esfuerzo...una pequeña cuestión que quisiera plantear, es para ver si logro entender algo el mundo editorial...
Si la gente que adoramos a Michael no nos vamos a comprar esta KK, entiendo que el editor cuenta con los que no lo adoran, evidente pero...¿realmente uno se traga un mamotreto de un personaje público que ni le va ni le viene sólo por el placer de leer cosas malas de él?...personalmente ni una sóla vez he pagado por leer un artículo o un libro de alguien que no me guste....me imagino a mi misma comprando un libro que hiciera ciscos la imagen de por ejemplo (sin ánimo de ofender) de Justin Bieber...me iba a dejar tan fría...no entiendo ...perdón el rato de disquisición pero imagino que son los efectos secuandarios de haberme leido semejante tocharro :dime:
 
Última edición:
Gracias por el adelanto, Smellyjm.

Leer semejante parrafada desde el tf y mientras desayunaba ha sido un ejercicio de voluntad tan extraordinario comparable a tragarse un cocido madrileño completo en lugar del café y la tostada bajo un calor de cerca de 40º que tenemos ya por aquí...:sacabo:

Dicho esto ya te puedes imaginar lo que opino del 'pequeño' extracto. Si este es el que da título al libro y se supone es el que va a enganchar para leer los demás... Como sucede en muchas críticas de pseudoperiodistas y 'doctos entendidos en la materia', al final lo que se desprende de sus escritos es un pronunciado egocentrismo y un deseo de brillar con sus largas parrafadas vacías de contenido e interés. Me aburren soberanamente.

No merece la pena ni citar una sola frase de entre toda esta engorrosa maraña de frases enrevesadas, barroquismos, citas filosóficas y despropósitos llenos de prejuicios, ni siquiera me interesan aquellas que ensalzan algo del protagonista, que no lo olvidemos, es Michael Jackson, aunque llegados a mitad de la lectura parece que hablen más de sí mismos y sus problemas mentales que del propio artista.

En fin, debo reconocer que esto me ha enseñado una lección: No volveré a ser tan rápida al pulsar el botón de comprar, me lo voy a pensar dos veces. Lo primero que he hecho al terminar de leerlo es escribir a la editorial para pedirles amablemente que, si es posible, me anulen el pedido hecho ayer. A estas alturas no estoy para perder el tiempo. Y además casi se me ha cortado la digestión. :vom:

Edito: Por suerte lo han anulado enseguida :)
 
Última edición:
Uff.... vaya tostón.... :sleep:
Una caso más de críticos snobistas que, dadas sus limitaciones y su incapacidad para comprender al genio y profundizar en su obra, se dedican a reforzar los estereotipos más manidos y la superficialidad sin ahondar en nada más.
A veces me pregunto qué debe de impulsar a un crítico musical a escribir una bazofia así contra una persona que ha demostrado y más que demostrado su grandísima valía y su grandísimo genio durante tantos años, décadas, y que tan solo por eso se merece un respeto y un reconocimiento, yo me pregunto si será que son músicos fustrados, personas envidiosas, gente totalmente ignorante al respecto de una cultura musical de la que presumen y de la que desde luego carecen, snobs que viven por encima del bien y del mal y que disfrutan atacando a Michael Jackson y luego se deshacen en elogios a músicos totalmente sobrevalorados que están muy pero que muy por debajo de él, o será producto de su propia mediocridad, de la que son conscientes y necesitan atacar a todo aquel al que consideran superior que ellos para sentirse mejor, o seguramente será un cúmulo de todo.
Habrá que dejarles que tengan su "momento" de gloria con este libro, porque un trabajo insulso, aburrido y repetitivo como este no da para otra cosa y no podrá nunca ensombrecer la carrera de un genio que ha dejado al mundo boquiabierto, que ha hecho escuela, que fue el primero en conseguir llevar la cultura de la música negra al planeta entero y que ha conseguido crear un concepto de música universal que todo el mundo puede es entender y amar desde la primera escucha, aún reuniendo toda la complejidad que encierra la forma de componer y de ensamblar estructuras musicales superpuestas que se utilizan en el jazz, toda la tradición del Rhythm and Blues, el gospel, el soul y el rock y su capacidad para expresar emociones y contar historias, lamentos, y toda su fuerza para emitir quejas, críticas, denuncias, ... y de una forma tan sencilla en apariencia como compleja en su composición, que ha sabido llegar a todo el mundo y quedarse para siempre, eso a lo que algunos llaman pop, eso a lo que estos críticos snobistas llaman "cursi", eso es lo que el gran Michael Jackson ha hecho durante cuarenta años de carrera, todo un tratado y compendio de la música que ha estado sonando durante décadas y décadas es lo que podemos encontrar en un disco suyo de esos "horrorosos" que dicen esos pseudocríticos que son.
Que hablen, que ya decía Einstein que los grandes espíritus siempre han encontrado una violenta oposición de parte de mentes mediocres.

AH, y esto para el que ha escrito esa crítica tan "rebuscada" de Billie Jean.

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Y esto para el que le gusta tanto Nietzsche: "El individuo ha luchado siempre para no ser absorbido por la tribu. Si lo intentas, a menudo estarás solo, y a veces asustado. Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo".

Gracias Smellyjm por ponerlo... dinero que me ahorro.
 
Última edición:
Se me ocurre que tal vez podríamos hacer un favor a otros con nuestras opiniones y al mismo tiempo dar a conocer fuera de este foro lo que opinamos de libros como este, y he hecho algo que hasta ahora no había hecho: Dar mi opinión sobre el mismo en uno de los sitios de venta.

No sé si la publicarán, pero ahí queda.

Os dejo el enlace de FNAC, que es dónde he dejado mi opinión para que, quien quiera, deje la suya. ;)

Jacksonismo. Michael Jackson como síntoma, Mark Fisher, - Libro en Fnac.es


A veces, lovely, nos ponemos a buscar razones para saber por qué la gente dice las cosas que dice y piensa como piensa y nos devanamos los sesos buscando explicaciones... y la más simple se nos escapa. Hoy he leído una frase de Morgan Freeman que me la ha recordado: Simplemente son imbéciles. No busquemos más allá.
 
Yo no voy a comprarlo, lo poco que he leido sobre el libro no me gusta, el autor hace parecer a Michael como un ser humano psicologicamente traumado, que solo servia para la musica y quizas ni siquiera para eso.
 
Se me ocurre que tal vez podríamos hacer un favor a otros con nuestras opiniones y al mismo tiempo dar a conocer fuera de este foro lo que opinamos de libros como este, y he hecho algo que hasta ahora no había hecho: Dar mi opinión sobre el mismo en uno de los sitios de venta.

No sé si la publicarán, pero ahí queda.

Os dejo el enlace de FNAC, que es dónde he dejado mi opinión para que, quien quiera, deje la suya. ;)

Jacksonismo. Michael Jackson como síntoma, Mark Fisher, - Libro en Fnac.es


A veces, lovely, nos ponemos a buscar razones para saber por qué la gente dice las cosas que dice y piensa como piensa y nos devanamos los sesos buscando explicaciones... y la más simple se nos escapa. Hoy he leído una frase de Morgan Freeman que me la ha recordado: Simplemente son imbéciles. No busquemos más allá.

Gracias Blues, he dejado mi opinión pero no aparece por ningún sitio, y la tuya tampoco. O tienen que pasar filtro o es que estoy mirando mal.

Tienes razón, son imbéciles, y como decía Jose Luis Coll: lo malo de discutir con imbéciles es que tienes que ponerte a su altura y entonces estás perdido porque ellos saben hacer el imbécil mejor que tú :ains:
En mi crítica no les he insultado porque no es mi estilo, pero si lo hubiera hecho me borrarían la reseña o mejor dicho no me la publicarían, sin embargo ellos sí pueden vender un libro lleno de insultos y calumnias hacia Michael y ganan dinero... ¡¡cómo está el mundo!!....:vom:
 
Justo la semana pasada me compré una revista en Argentina que se llama ehmmm no me acuerdo, despues edito y pongo el titulo, el punto es que tenia a MJ en portada y tenia como 3 notas por 3 escritoes distintos...y todos escribieron muy cultamente en plan "soy el mejor escritor del mundo y me lo sé todo" pero la verdad es que hablaban pura mier.. me decepcioné al comprar la revista. Una de las notas era sobre este nuevo libro Jacksonismo y bua...como dicen es una bazofia.

Por cierto para aquellos hideouters que ya han comprado muchos libros sobre MJ, podrian recomendarme libros que tengan datos interesantes, historias, anecdotas de MJ, datos musicales importantes, etc? Tengo muchisimos libros pero no quiero más comprarme los tipicos que me cuentan la biografía que ya me sé de la A a la Z.

El Untouchable por ejemplo tiene datos que consiero importantes sobre la vida de MJ despues del juicio....pero en el medio meten tanta mierda que ya no me inspira segir leyendo.

Le tengo curiosidad a For the Record, al de los guardaespaldas, Jermaine, Cascio, La Toya, etc, a los de Vogel tb....pero si me ayudan les voy a estar muy agradecido así no tiro plata, sobre todo en gente que no se lo merece.

Saludos!!!!
 
Justo la semana pasada me compré una revista en Argentina que se llama ehmmm no me acuerdo, despues edito y pongo el titulo, el punto es que tenia a MJ en portada y tenia como 3 notas por 3 escritoes distintos...y todos escribieron muy cultamente en plan "soy el mejor escritor del mundo y me lo sé todo" pero la verdad es que hablaban pura mier.. me decepcioné al comprar la revista.

Era la Inrokuptibles?
 

Cuando ví este smilie, me ahorré tiempo en leer todo el texto que pusiste.

Para putear en arameo prefiero no leer nada cuando ya se de que va. O sea de pura MIERDA.

Que facilidad que tiene cierta gente con prejuicios en escribir basura porque si, creerán que se van a llenar de dinero, porque hablan de Michael Jackson?, y que difícil parece informarse y no ser el típico hijo de puta prejuicioso! :mad: Cómo les cuesta! o como no quieren hacerlo?.

Podríamos hacer una fogata con todos éstos libros de mierda. Total los árboles ya los han cortado para hacer el papel :|

Perdón por el vocabulario, pero éstas cosas me ponen muy boca sucia.
 
Buenos días,

Acabo de acceder a la lectura del extenso párrafo proporcionado amablemente por un componente de este foro, aunque he de decir que me ha costado lo indecible ultimar la asimilación del desentrañamiento de los postulados emitidos por los autores responsables de tales reflexiones.

No obstante, aun tratándose de unos textos, en líneas generales, sumamente críticos con Michael Jackson, siempre procuro proceder al acceso de cuanta fuente de información se difunda -acerca de un sinfín de temáticas muy dispares, en el análisis de lo político, económico, social y cultural-, para así conocer -aunque, por supuesto, no compartir- la opinión vertida por corrientes ajenas a mi canon de pensamiento, obteniendo así una visión global de la realidad así presentada.

El título de este libro ya invita a la desesperanza. Siempre que ensayos de perfil sociológico aparecen descritos de forma análoga al aquí apuntado: "... como síntoma", aluden a variables de signo negativo que, en torno al fenómeno descrito, habrían acontecido a raíz de la implosión de ese elemento, en este caso, el retrato de nuestro protagonista.

Lamento enormemente la noción tan pesimista, errónea y sesgada que de Michael atesoran tales exponentes, la cual coincide, tristemente, con la de una porción de miembros de la autoproclamada intelectualidad, tanto en España, como en el resto del globo, consistente en rebajar, relativizar, minusvalorar e interponer objeciones de alguna índole a la trayectoria musical de Jackson.

Alguien podrá no coincidir en afinidades musicales y, a modo de ejemplo gráfico, rechazar encumbrar a Michael Jackson como uno de los exponentes musicales más significativos y laureados del siglo XX, junto a The Beatles, Elvis Presley, Queen, Chuck Berry, Jimi Hendrix, Stevie Wonder, entre otros -cada cual con sus particularidades personales, pues el gusto cultural lo predeterminan factores clave, tales como la ubicación en la estructura de clases, la experiencia (personal), la tradición local (de residencia) y las técnicas de la propaganda cultural de masas (y la socialización, la cual se produce desde nuestra más tierna infancia, en el contacto mediado entre individuos, en la sociedad).

Pero, de ahí, a negar la calidad contrastada de álbumes como Bad, Dangerous o HIStory, entre otros, media un abismo. Así como de Destiny o Triumph, con The Jacksons.

Hacía algunos meses, en una entrada diferente, un usuario muy reputado de este foro sostuvo (y, en mi opinión, con razón) que el Michael negro goza de unas dosis de magnanimidad, displicencia y admiración entre los componentes que integran el establishment (la cultura de masas, a través de la difusión de editoriales, como este libro, constituye un medio por el que reproducir la sabiduría convencional, los clichés, puntos de vista y opiniones de los agentes aliados con el poder establecido) por la carencia de elementos -en sus canciones (en Off the Wall, Thriller -y también en Bad, hasta Man in the Mirror-) de incorrección política -esto es, de llamadas a la concienciación y sensibilización hacia el público por mediación de la letra de la pista musical, acerca de los grandes y más sensibles asuntos de concernimiento público y que, a pesar de la trascendencia de los mismos, prosiguen encallados en su irresolución: a saber, la corrupción sistémica, las desigualdades de renta y riqueza, la falta absoluta de justicia social, los desequilibrios entre el Norte y el Sur y, a su vez, en cada uno de los hemisferios, entre el Norte y Sur de cada país -integrados y excluidos-; el calentamiento global, la delincuencia global organizada, etcétera.

Tal y como sostenía este amable usuario, de cuyo nombre no recuerdo con exactitud, "Michael era negro y aparentemente feliz, cantaba canciones de amor para bailar en las discotecas, sin atentar contra nada ni nadie". Eso cambió a partir de Bad -y fundamentalmente, a resultas de Dangerous (no digamos HIStory)- y la percepción sobre Michael fue deteriorándose entre aquéllos que, pocos años atrás, le habían elevado a las alturas -editorialmente hablando-. Cuando él siempre fue el mismo, con el único matiz diferencial, residente en que había tenido que lidiar con aspectos desagradables de la vida no alimentados conscientemente por él mismo, con una enfermedad cutánea que él no eligió y, que, fruto del sufrimiento interior acumulado a lo largo de los años, procuraba desahogarse en los escenarios, para dar lo mejor de sí a los demás, por muy afectado o dolido que se sintiera en cada momento dado. Además de las cuantiosas aportaciones a causas filantrópicas múltiples. Pero eso no cuenta para los escribanos del oficialismo.

Evidentemente, ese lado oculto, macabro y doliente de nuestra condición humana (la que se esconde detrás de la mueca esbozada en una sonrisa), ajeno al discurso oficial del reconocimiento por la vía rápida, la institucionalización del mérito como trampolín hacia el éxito -únicamente considerado en el plano de lo material, cuando la felicidad se consigue a través de la plena autorrealización de la persona, mediante la libre determinación de su propio futuro y de su capacidad autónoma de criterio y discernimiento-, la exclusión de los perdedores y el odio al diferente, no compensa ser idénticamente retratado, pues los cimientos sobre los que se edifica nuestra civilización (desde el triunfo de la revolución conservadora de fines de los setenta) comenzarían a ser seriamente cuestionados y puestos en solfa, debiendo redistribuirse unas cuotas de poder y de riqueza en pocas manos, las cuales se opondrían con todas sus fuerzas a dicha operación de empoderamiento hacia nuevos colectivos sociales. La tragedia aparece, por tanto, erigida en cuestión tabú de nuestro tiempo: el resultado triunfal es revelado, sin incurrir en el conocimiento de los pesares, las penurias, las angustias y tragos amargos del camino recorrido hasta él.

De acuerdo con mi criterio, podría, en única instancia, compartir con ellos una impresión -la cual, no tendría por qué estimada en términos verídicos-: aunque Michael en la entrevista concedida a Oprah, en 1993, sostuvo que, entre 1979 y 1993 no había comparecido por televisión en reportajes, pues no tenía nada interesante -aparte de lo musical- que revelar (propiciado por la tristeza que le había invadido durante todos aquellos años), al ponerse delante de un micrófono no transmitía esa sensación. Parecía contemplársele ufanoso, afable y muy distendido -aludo a la era comprendida entre fines de los setenta y mediados de los ochenta-, disfrutando de su profesión.

Los críticos de música profesionales suelen mostrar una cierta propensión a omitir y a ignorar un hecho determinante en la evolución vital de Michael Jackson: el ciclón Thriller (experimentado entre 1982 y 1984), en el que, a partir de ese punto de inflexión culminante, nada discurrió de modo igual. Michael se convirtió en el foco de atención permanente de la prensa y del gran público, aupándose a la categoría de solemnidad cualquier necrológica, inclusive, vinculada a los asuntos más liviados y triviales asociados a su figura. No le permitieron, en fin, disfrutar de las mieles del éxito, al hallarse sometido (quizá, voluntariamente) a una enormísima presión sobreañadida, producto de aquel torbellino prematuro para alguien de apenas veinticuatro años.

Cualquier otro ser humano mortal (como nosotros) se habría dejado seducir por los cantos de sirena de la autocomplacencia, reproducir la fórmula ya conocida y antedicha hasta la extenuación y pervivir ad aeternum de las rentas. Pero él se esmeró, se esforzó en reinventarse, y en esculpir una página brillantísima en la música popular contemporánea, aun a sabiendas de que iba a sacrificar su vida, gran parte de su privacidad, cuando otros habrían arrojado la toalla a la mínima expresión de oportunidad. Nadie (a excepción de sus fans) osó reconocérselo, al menos, en puridad. Y es una lástima.

Tal y como sostenía el gran Miguel de Unamuno (1864-1936), con gran acierto: "Un pedante es un estúpido (y con perdón, por mi parte) adulterado por el estudio". Ésa es la impresión general que me desprende este libro, al albur de los enunciados textuales que habéis glosado en este apartado de opinión y debate.

Un cordial saludo a todos.
 
Última edición:
No se podía esperar otra cosa de esa bazofia Michael Paraguay...

Muuuchos deberían lavarse la boca (al hablar) o las manos (al escribir) sobre Michael Jackson. Una total falta de respeto hacia un hombre que nació pobre y empezó de abajo, y a la misma edad en la que muchos de los que escriben o hablan de él iban al colegio y todavía no se sabían limpiar los mocos, ya era un artista con todas las letras.

Que poco valorado es Michael y que juzgado tan vilmente. Dios mío.... :vom::(
 
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