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Sucedió en un hospital infantil cerca de Cape Town, durante la gira HIStory en Suráfrica, en 1997.
Ese día, Michael había visitado también un orfanato donde muchos de los niños habían perdido a sus padres por culpa del SIDA… Iba acompañado de su camarógrafo, Joe Wilcots, quien contó la siguiente historia:
Michael estaba visitando el hospital acompañado de doctores y enfermeras. Estaban haciendo lo usual: Saludando a los niños en las salas, ofreciéndoles regalos y pasando un rato con ellos. Pasaron por una habitación separada de las demás salas en la que había un niño. Michael preguntó por qué estaba solo ese niño y para qué era esa sala. Los médicos le dijeron que era una habitación en cuarentena; de acceso restringido porque el niño estaba gravemente enfermo y no conocían la causa o si podía tener una enfermedad contagiosa.
Los doctores siguieron adelante, Michael se quedó atrás y, cuando ellos se adelantaron un poco, aprovechó para meterse en la habitación. Todo se descontroló en un instante. Los médicos y enfermeras quedaron aterrados pero ninguno de ellos quiso seguir a Michael dentro de la habitación sin protección. Todos miraron a través de la ventana mientras Michael se sentó en la cama junto al niño, le habló y le dio un beso en la frente. Después salió tranquilamente de la habitación y, por supuesto, los doctores no querían reñirle, era Michael Jackson, después de todo. Pero todos estaban visiblemente nerviosos.
Joe preguntó mas tarde por qué había hecho eso; en qué estaba pensando para poner en tal riesgo su propia salud. Michael contestó simplemente: “Quise hacer lo que habría hecho su madre, si hubiera estado allí”.