Aqui os dejo una historia que he leido en un blog y que tiene una moraleja muy cierta ..
Sólo los conformistas son insignificantes
Hola, me llamo Adolfo y soy un guisante. Esto lo escribo desde mi tumba una vez comido, tragado y digerido pero desde la más absoluta felicidad. Os cuento.
Hay tres cosas fundamentales que todo guisante tiene que soportar 1. Somos verdes, ese color para un alimento es un San Benito que ya no te quitas, te convierte en un marginado de por vida. 2. Somos calvos, y como no puedes hacerte ni patillas, ni perilla ni nada, es un handicap muy alto para nuestro atractivo físico. 3. Somos redondos lo que hace muy complicados movimientos en masa, que es como solemos desplazarnos, generalmente rodamos sin saber donde vamos a acabar. Sin hablar de la dificultad de mantener relaciones sexuales. Tenemos que rodar sobre el cuerpo de la guisanta en cuestión hasta alcanzar su órgano con el nuestro y claro nunca nos podemos ver la cara y en consecuencia darnos besitos durante el acto. No sé si veis la postura a la que me refiero.
La vida de un guisante no es nada fácil. Cuando naces, antes de enterarte ni de quien eres ni cuales son tus raíces, te cogen, te meten en un camión con otros muchos de tu especie y carretera y manta.
En un trayecto no superior a 24 horas ni inferior a 8 llegas a la fábrica de envasado dónde te meten desde pequeñito en el que será tu hogar para casi el resto de tus días, te introducen en el lugar conocido en el gremio como "La Lata".
La vida en "La Lata" al principio es dura. Cuando la cierran te encuentras en un lugar pequeño, oscuro y con cientos de desconocidos. Oyes la respiración del guisante de debajo, bueno y la del de al lado, bueno y la del de arriba. Salvo eso todo lo que percibes los primeros minutos de estar en "La Lata" es silencio. Nadie sabe que hace allí ni que le deparará el futuro.
Yo, he de reconocer, tuve bastante suerte porque me tocó en la fila 4 por arriba. Eso significa que sólo tres filas me aplastaban a la hora de dormir, lo que está muy bien teniendo en cuenta que una lata media tiene unas 43 filas. Uno de mis mejores amigos era de la fila 43 y le llamábamos “El lenteja” por razones obvias. Era un tipo un poco treiste que siempre se andaba quejando de la mala suerte que había tenido en la vida, aunque nunca hacía nada para cambiarla.
Como os decía, al principio "La Lata" acojona, pero pasados unos días todo empieza a mejorar. Comienzas conociendo a tus compañeros colindantes, que a su vez conocen a los suyos y te los presentan. Así acabas conociendo a todos los guisantes de tu lata. En seguida se montan timbas de mus, corros de la patata, grupos de debate y cosas por el estilo.
El grupo más típico es el que representa el Guisáculo. Este personaje existente en toda lata de guisantes es un tío que ha oído hablar de las leyendas del mundo exterior. Nos habla de la dureza de lo que hay fuera y del objetivo máximo de todo guisante. Nos cuenta que somos un alimento marginal, desterrado a acompañar a otros alimentos de mejor estatus social, obligados a permanecer en los bordes del plato y acabar en la basura porque nadie se come nunca el acompañamiento. Antes las zanahorias estaban un poco a nuestro nivel pero ahora que se han puesto de moda las cremas, hasta ellas tiene su parte del pastel.
El objetivo máximo de todo guisante, según el Guisáculo, es formar parte de nuestro único plato estrella, el único en que somos protagonistas absolutos y el único que nos hace salvar el honor internacionalmente. Me refiero por supuesto a LOS GUISANTES CON JAMÓN. Se supone que también existe el puré de guisantes pero nadie ha visto nunca un plato de puré de guisantes, lo que me tranquiliza porque no hay color entre acabar tus días lleno de orgullo al lado de una súper estrella de cualquier cocina como es el jamón serrano que acabar triturado y mezclado con vete tú a saber que gente en el mismo plato.
Y en esas transcurría mi vida hasta que un buen día "La Lata" se tambalea y sale disparada hacia arriba como si una fuerza superior la trasladara en el aire hacia algún lado. A continuación un CLIC, seguido de un GRRRRRRR y después unos momentos de ceguera por ver el sol por primera vez en varios meses. Me pude asomar al borde de la lata para ver un plato ensaladilla rusa y una sartén con aceite y con taquitos de jamón al lado. Estaba claro, la mitad iba a la ensaladilla y la otra mitad a nuestro plato estrella. Me coloqué estratégicamente para no caer en la ensaladilla en la primera vertida, era comlicado ya que tenía que rodar contracorriente desde la fila 4 hasta lo más abajo posible. Con tesón lo conseguí, no quería conformarme con ser el acompañamiento. Mi amigo “El lenteja” no tuvo tanta suerte, acabaría en la basura el pobre.
La segunda vez que nos vertieron ya fue encima de la sartén y salté sin miedo buscando mi cometido en la vida. Una vez en la sartén te dan un grato calentón y por fin llega tu momento esperado toda la vida: comienzan a caerte trozos de jamón encima, AHHHHH, que sensación. Precisamente aquí tengo un amigo taquito de jamón que me acompañó hasta el final. Saluda Antonio: "Buenoh día mi arma, que majoh que son estoh guisantilloh quillo".
Y aunque al final te queda un regustillo amargo porque según pasa el plato por la gente ves como los niños te ponen cara de asco y los adultos dicen aquello de "Es que a mi los guisantes no me gustan desde pequeño", siempre hay alguien que nos sabe apreciar y valorar y nos engulle con pasión para acabar con un "Qué salaos que son los guisantes y que buenos que están". Y sólo con eso ya me sentí lo más feliz que un guisante se puede sentir.
Y pensar que esto se me ocurrió en el banquillo de un campo de fútbol un buen domingo a las 11 de la mañana en Tres Cantos. Parece una gilipollez pero tiene su moraleja. Como siempre que cada uno lo interprete como quiera. Me hubira gustado pulirlo un poco más, sobre todo el personaje de "El Lenteja" pero ya es suficientemente largo para un blog.
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El inconformismo controlado es lo que nos hace progresar y llegar a conseguir lo que queremos para nosotros y para los nuestros .